Por Marco Fernandez
Fuente: La Primera, Lima 29/10/10
http://www.diariolaprimeraperu.com/online/cultura/una-voz-en-el-desierto_73134.html
Copé de Oro Poesía en 2002 y autor de “Dantes” y “Libro del exilio”, el escritor peruano Miguel Ildefonso acaba de publicar “Todos los trágicos desiertos” (Ed. Letra en Llamas), poemario con el que cierra una etapa de su escritura.
-Acaba de publicar el poemario “Todos los trágicos desiertos”. ¿Qué son esos desiertos de los que habla?
-El libro pertenece a una sección que he estado publicando en dos libros anteriores, con la temática del desierto en la frontera de los Estados Unidos y México: El Paso. Una zona desértica, donde cruzan los latinoamericanos para llegar de forma ilegal y mueren perdidos, extraviados, de sed, de hambre, o asesinados. Mis libros “Las ciudades fantasmas” y “Canciones de un bar en la frontera” tienen secciones con esa temática. Esta es LA PRIMERA vez que publico un libro unitario con ese tema.
-El tema del desamparo, siempre.
- Sí, pero con este libro cerré una sola obra que conforman diez libros. Ahora que cerré esta etapa, quiero escribir temas históricos, políticos. Eso me interesa bastante. Debo decir que vengo de una promoción precaria. Recién publico mi primer libro en el 99, cuando tenía 29 años, pero ya tenía como diez libros escritos sin publicar por falta de dinero. En la década del 2000 aparecen las editoriales independientes. Ahora es más fácil publicar, pero lo malo es que no hay un discernimiento. Hay mucho relajo en las editoriales, son más un negocio. No tienen la preocupación de un Mejía Baca, de un Sologuren, que eran poetas conscientes y que querían difundir buena poesía.
-¿Cuál es el problema?
- La poesía ya no tiene esa institución de antes. Antes había críticos que estaban al tanto de la nueva poesía. El interés de la crítica se quedó en los años 70 y 80 un poco. Prueba de eso es que Enrique Verástegui recibe un homenaje ahora. Pasará 20 años más para que se interesen por la gente de los 80 y 90, y de 2000 peor. Ese es el problema de la crítica y no solamente especializada, de las revistas académicas, sino también de la prensa. Incluso recuerdo que yo compraba mi periódico y recortaba, por ejemplo, poemas de Watanabe o Cisneros. Eso era en los 80 e inicios de los 90; luego desapareció.
-¿Siempre es preferible un impreso, un buen libro con una buena editorial?
- La editorial no importa, pero románticamente sí, ahora que todo tiene que ser a lo grande, porque si no, no existes. Una buena editorial tiene la infraestructura para difundir, se preocupa por distribuir, por hacer una promoción seria al libro.
-¿Cuáles son sus planes?
-Pronto voy a Estados Unidos. Y quizás ya a vivir de verdad más seriamente un exilio, porque no voy a poder regresar de acá a un buen tiempo. Y coincide con una nueva etapa de mi vida. Todos estos escritos que empezaron en proyectos a fines de los 80 los terminé con “Todos los trágicos desiertos”.
-¿Es tan pequeño Perú?
-Aquí no se puede hacer muchas cosas. Acá te dan la espalda bastante. Todo es tan artesanal; no crece el circuito: la literatura no crece de Miraflores, San Isidro y un poquito el Centro de Lima. En el resto de Lima no existe; y en el resto del Perú son pequeños grupos y yo los conozco prácticamente a todos. Me veo obligado a salir del Perú por muchas razones, pero se mezclan con ellas esa relación de amor y odio que tengo con Lima. No pensé que Perú iba a descender moralmente en todo. Incluyendo, en la política, a este y otros gobiernos.
-Ha llegado a la etapa del desengaño total.
-Llevo 40 años viviendo estas cosas. Ahora quiero tocar esos temas, pero no ya de la forma en que lo he hecho antes, subrealista o metafóricamente. Ahora quiero tocar las cosas directas y todo esto que me ha fastidiado siempre. Antes exploraba el lenguaje. Ahora escribo con la seguridad que tengo en la palabra.