Por Boris Espezúa Salmón
Fuente: Los Andes, 05/07/09
http://www.losandes.com.pe/Cultural/20090705/24187.html
A través de una gentil carta suscrita por el propio Alfredo Herrera para comentar su última entrega poética titulado “El Laberinto”, que se presentó en el Club Kuntur el día jueves 02 de julio, el poeta lampeño nuevamente nos sorprende como con sus anteriores textos: “Elogio a la nostalgia”, “Montaña de Jade” y “Mares” donde es indiscutible la calidad poética que muestra y que es fruto de una exigencia disciplinada y una constancia responsable como creador que ha encontrado la plenitud de su madurez, un equilibrio entre en la estructuración del texto poético en la metáfora, ritmo, y elocuencia que ha permitido abrirle un espacio importante en el flujo de las poéticas que se practican en nuestro país, para orgullo nuestro. Ahora Alfredo trae en edición atípica y sugestiva El Laberinto, una línea distinta en la búsqueda de nuevas fronteras en el laborioso trabajo de los versos, cuya temática está centrada en la presencia de la mitología y tragedia griega, como es el caso del mito del Minotauro y el Laberinto, a donde se ha añadido elementos propios de nuestra cultura andina, este acercamiento a una de las grandes fuentes de la sabiduría y la fundamentación, como fue llamado por Carlos Marx como la criatura del conocimiento occidental a la cultura griega, abre a todo creador el demiurgo de toda gran creación, así tenemos a muchos poetas griegos como Cavafis, a Odysseus Elystis, poeta que ganó el premio nobel de literatura en 1979 que enriquecen la poesía en versos como: “De un olivo místico, y de un sueño helénico estabas hecha para el fuego descubierto y para la liturgia del centauro y del dios del trueno, sobre la lluvia del escarabajo y el amor encendido”, y es que versos de este tipo siempre desde Grecia y oriente nos seguirán iluminando, dando razón a expresiones que como Hegel señalaba que la fundamentación de la poesía viene del aporte de los griegos, con clara alusión al trabajo ineludible de Aristóteles sobre Poética y también al movimiento del agua de Heráclito, o la simbiosis del hombre con La Naturaleza de Tales de Mileto, que es la poesía de raíz, que rompe los cielos de majestuosidad lúdica con Homero o cruza los arcoiris metafóricos con Píndaro.
Por otro lado, “El Laberinto” se acerca a la mitología andina, el propio título hace alusión a los muros y extramuros donde nos encontramos los peruanos en una confusión e incertidumbre de donde tratamos de salir y a la vez de entrar, es una clara referencia al periodo del caos que clama un Pachacutec, para el equilibrio, desde ésta perspectiva Alfredo Herrera se acerca a la dualidad del mito y del simbolismo andino donde la cultura andina ha encontrado a uno de su picapedreros más dotados que perfilará con su cincel de desbrozar y desbastar en rosas las piedras de nuestra memoria colectiva y nuestra lacerante identidad. Considero que es anunciativo en ésta línea las ilustraciones de los muros incas, de los arcos, y de las piedras silentes de donde también subyacen nuestros dioses andinos. El Laberinto es un mural hablado donde se muestra al País en sus estertores, en su violencia, en su lucha por la sobrevivencia, y existe imprecaciones a dioses andinos y dioses griegos, como Wiracocha y Antígona, donde el poder es la causa y razón de ser de esta pugna visceral, a lo que Alfredo Herrera pone como alternativa la calma y el remanso de la vida andina, después del llanto del Minotauro y cuando éste duerme para dar paso a la reflexión a un nuevo orden. Esta muestra del Perú sufriente y ebulleciente, tiene incrustaciones de modernidad y de cotidianidad cuando se hace alusión al Rock de Santana o a la Salsa de Tito Puente o el remoto resonar de los Ayarichis.
Compartamos ahora algunos versos de El Laberinto: “Soy el ojo que observa. Un guardia derrotado se consuela haciendo rodar un dado huérfano”. Aquí percibimos al sujeto poético en búsqueda de ubicuidad, cuando la inseguridad se desmorona, y es echada a la suerte la vida o el convivir. “Un hombre camina solo, camina sin ser visto entre la multitud, al final de su propio combate “este verso nos muestra la escisión social que produce el individualismo de nuestros días, la vida cotidiana fragmentada e indiferente donde a pesar de la multitud a una soledad tórrida donde cada quien libra su propio combate de sobrevivencia. Hay otro verso propio de nuestros días donde se describe los límites del atropello a los derechos humanos, o los límites del abuso del poder, en esa imagen del joven chino que evitó mayor matanza en la plaza de Tihananmen: “Un joven está en medio de la calle, frente a un tanque militar con los brazos abiertos y el corazón en calma. Ahora los funerales son una gran fiesta”, La incertidumbre de la misma razón, el sórdido mundo que nos caracteriza a nuestro tiempo se vé reflejado en versos como los descritos. El poeta ante todo ello hace llorar al Minotauro, devela la noche para traer la luz, donde habla Creonte de los jóvenes universitarios que no volvieron, recoge sus cuerpos y sus sonrisas desparramadas en el asfalto, y donde se impreca que se acabe el laberinto o se tenga que salir o entrar hacia un nuevo orden o era redimida, ello expresado en poesía donde la palabra poética es a la vez muerte y resurrección del lenguaje.
La poesía de Alfredo Herrera es una poesía propositiva, sugestiva, de llamado a la conciencia y a la recreación, es un amante de la belleza de la palabra, un voyeurista de la metáfora y en su última entrega tiene el uso de varias tendencias poéticas que buscan ser consolidadas en su sello personal, en su propio estilo donde está presente por ejemplo el coloquialismo de Verástegui o Benedetti, parte de un sentido épico social de Romualdo o Gonzalo Rose y ahora la poesía mítica, comunitarista que lo acerca en parte a Vallejo y a nuestros escritores del altiplano como Gamaliel Churata, ¿Este será el nuevo rumbo de la poesía de Alfredo? Un reencuentro con la maestría de su lenguaje y la majestuosidad de nuestro acervo ancestral? Ojalá fuera así, ganaríamos todos, pero sobre todo la poesía. Finalmente, en el libro de Jorge Luis Borges sobre los seres imaginarios, hay una narración fantástica sobre el Minotauro, sobre el ser que es medio toro y medio hombre, que construye el laberinto destinado a encerrar y ocultar al hijo monstruoso, que comía carne humana como su alimento, entonces Teseo el héroe valiente mata al Minotauro y se salva del laberinto, concluye Borges señalando que el Minotauro es la sombra de otros sueños aún más horribles que tenemos en la humanidad. Parodiando a lo hecho por Alfredo diríamos que la nueva versión del Minotauro que tiene al respecto se asemeja a la realidad peruana, y a esas sombras que se encuentran en la memoria colectiva para ser transformadas en la nueva era que espera conjuncionarse entre el mito y la realidad, que en buena cuenta es el espiral de nuestra historia donde discurre nuestro laberinto y nuestro reencuentro.