Por Enrique Planas
Fuente: El Comercio, Lima 23/11/08
http://www.elcomercio.com.pe/edicionimpresa/Html/2008-11-23/las-lecturas-capitan-pirata.html
No hay feria del libro que no lo ubique en su cartel principal. No hay año que un libro para niños de su autoría no esté en la lista de más vendidos. Lo quiera o no, Jorge Eslava es una de las presencias más visibles en el mundo editorial infantil. ¿Quiere decir ello que la literatura para niños está en auge, que se encuentra en su mejor momento? "En auge editorial sí, en su mejor momento no" --nos responde el escritor bajándonos de la nube. "Creo que somos testigos de un 'boom' del género, con muchas publicaciones. Pero ello no es garantía de calidad editorial", alerta Eslava, quien presentará en la Feria Ricardo Palma de Miraflores "Los libros del Capitán" (Aguilar), obra de atmósfera marinera, que nos propone lanzarnos al abordaje de los mejores libros para niños, compartiendo su propia aventura de temerario lector.
"Me gusta pensar que en alguna vida pasada he sido un arrojado bucanero" --nos dice el escritor en su estudio barranquino, que bien podría confundirse con un museo del juguete, con títeres, pistolas, marionetas y caballos por donde fijemos la mirada. "Las características de la vida marinera me fascinan. El mundo del mar propone una vida en movimiento e incierta. Es como vivir permanentemente en un sismo. Y lo de 'Capitán' es un honor que puedo atribuirme tras cumplir 55 años", comenta divertido. Así, con el olor salobre del mar y la libertad del pirata, Eslava grita a los padres y a los maestros saltar al abordaje de la mejor literatura para los chicos.
Porque si hay algo que Eslava odia y le hace inmediatamente empuñar la espada, es un libro para niños condescendiente, paternalista, sentencioso, aquel escrito por gentes que asumen la escritura como un pasatiempo de moda. "A mí me irritan ciertos autores, incluso de renombre, cuando dicen que escribieron un cuento en un fin de semana, mientras jugaban con sus hijos en la cama. Yo no concibo el trabajo literario de ese modo. Me interesa mucho reivindicar la literatura infantil y ponerla en el mismo rango de la hecha para adultos, lo cual supone un trabajo exigente, responsable y no exento de travesura", afirma con seriedad.
Travesura y responsabilidad parecen dos términos antagónicos, excluyentes...
Esta antinomia de travesura y responsabilidad puede converger en una sola palabra: el juego. Cuando una persona asume un juego, sabe que no puede escaparse de ciertas normas. Y te sacas el ancho para jugar lo mejor posible. Pero el juego también deja espacio para la chispa, el ingenio, la intuición, el desequilibrio, siempre ceñido a las normas propias de cualquier deporte. No puedes hacer literatura infantil si no tienes sentido del humor, ligereza, ingenio, irreverencia. Un niño está recién construyendo una conciencia, por lo tanto, está construyendo normas de conducta. Un niño muchas veces no tiene idea de la muerte o la perversidad, pero incurre en ellas con su imaginación, con los sueños o con sus pesadillas. Y el adulto que hace literatura infantil debe tener la capacidad de acomodarse, ponerse en los zapatos del niño. Yo escribo con mis 55 años, con toda mi experiencia como padre y como profesor, pero siempre con el oído atento y el corazón despierto. Creo que la literatura, como el cine o el teatro nos enseña, pero sin ese didactismo propio del salón de clases. En la literatura el aprendizaje es mucho más sutil y, curiosamente, resulta mucho más profundo.
¿Con la experiencia de quien "salió" de la literatura adulta para escribir historias para los niños, sabes por qué se mantiene la discriminación al género de la literatura infantil?
Más bien yo he salido de un pasaje tortuoso de la literatura, a la que relacionaba íntimamente con el sufrimiento. Para mí, escribir era sinónimo de autodestrucción. Sin embargo, la escritura para niños me ha reconfortado, me ha gratificado y me ha descubierto que se puede escribir sonriendo, incluso matándome de risa, lo que no significa que relaje la disciplina. El escritor argentino César Aira dice en un texto muy polémico e interesante que la literatura infantil, antes que un género, es una industria. Prefiero oponer resistencia a eso, y seguir luchando por adecentar y dignificar este género literario. Creo que me ayudó a cambiar mi idea torturada de lo que era la literatura leer, ya de viejo, "Robinson Crusoe", "Alicia en el país de las maravillas" o "Peter Pan", que me parecen novelas extraordinarias. Descubres que detrás de esos libros había un Daniel Defoe, un Lewis Carroll, un James Matthew Barrie, es decir, escritores de prestigio y gran experiencia, que venían de escribir literatura seria. Ellos lograron en un grado de sublimación de la escritura alcanzar una sencillez no reñida con la poesía ni la profundidad.
En el "Libro del Capitán" propones tres viajes, tres capítulos para dividir lecturas según las tres etapas del desarrollo infantil. ¿Qué le exigen los niños a la ficción en cada una de estas diferentes edades?
Yo he sido, gracias a mi paso por el colegio Los Reyes Rojos, un interesado en la pedagogía. He leído a algunos pedagogos, en especial a Jean Piaget. Esa distribución de viajes de lecturas responde a la clasificación que hace Piaget no solo del crecimiento del niño, sino de algo más importante, su desarrollo intelectual. El primer momento está primado por la fantasía, que invade la realidad, que se desboca en el niño. En un período intermedio, la fantasía empieza a encontrar ciertos límites, empieza incluso a confrontarse con la realidad. Y en un tercer pasaje, ya en la pubertad, esa fantasía empieza a adquirir visos de realidad. Es allí donde el niño empieza a erigirse como héroe y se convierte en el eje de las historias. Empieza como lector a revelar sus tendencias, inquietudes e intereses personales.
¿Cuánto de temor al ridículo debe de romper el escritor que quiere escribir para niños?
A mí me ha costado. Me ayudó mucho los 31 años que cumplo en la docencia. ¡Yo ya he perdido la vergüenza! Delante de mis alumnos hago payasada y media. El principal 'bull' de la literatura infantil son los adultos. Tienes que tomarles el pelo, hacer sorna de sus actitudes, descubrir sus hipocresías, burlarte de sus encopetamientos. Yo disfruto mucho con eso porque en la universidad estoy rodeado por personas que han construido su adultez sobre la base de una verticalidad y de un temor al adolescente o al niño. La inseguridad de los adultos para mí es un leitmotiv delicioso. Por eso me encanta un escritor como Roald Dahl, quien tiene como norte desmoronar el ídolo del adulto. El niño es un notable crítico, es una persona que lee los subtextos y los detalles como no los lee el adulto.
Llama la atención que en la lista de libros para niños que analizas no se encuentren libros peruanos.
Ya vengo preparando material para una segunda parte del libro, que titulo: "Derrotero para una literatura infantil en el Perú". Yo creo que hay una tradición de literatura peruana para niños por organizar, sobre la base de escritores insulares, que posiblemente no se conocieron. Con el perdón de mis amigos escritores, no tengo ninguna duda de que los autores de ayer eran mucho más importantes que los de hoy. Creo que en los años 30 y 40 hubo autores de una gran calidad como Eguren, Ciro Alegría, Enrique López Albújar, Vallejo mismo. También dos escritores fundacionales de la literatura infantil en el Perú: Cota Carvallo de Núñez y Francisco Izquierdo Ríos, quienes se preocuparon por registrar testimonios literarios de la costa, la sierra y la selva, y son escritores cuya calidad no ha sido alcanzada en las últimas décadas aunque no gozaron del respaldo editorial. También importantes son Jorge Díaz Herrera y Óscar Colchado, quizás el último escritor importante para niños que tenemos. Los siguientes no me gustan. Creo que hay un bache peligroso, que hay que revisar críticamente.
Confiesas en tu libro que enseñar literatura suele resultarte desalentador. ¿Cómo vences el desaliento?
Enamorando a mis alumnos. Yo voy a un colegio y estoy entusiasmado hablando de mis libros con los chicos, respondiendo sus preguntas muy chispeantes y disparatadas. De pronto, aparece la profesora encumbrada en su pedestal y me pregunta: ¿Y cuál es el mensaje? Yo siento eso como un agravio, porque no me he pasado semanas escribiendo un cuento para que me pregunten eso. Siempre utilizo la misma respuesta de Michael Ende: "Si yo quisiera dar mensajes, sería un mensajero, no un escritor". Es verdad que los chicos llegan a la universidad con una experiencia nefasta y desalentadora de la literatura tras de sí. Es probable que un alumno odie en la misma medida la literatura y las matemáticas, aunque a esta última le otorga más prestigio. En los primeros días de clase me siento un perdedor, pero sé que debo revertir el 'score', apelando incluso a ciertos recursos histriónicos para motivarlos. Puede ser desgastante; sin embargo, si consigues enamorar a tus alumnos y a la vez enamorarte de ellos, podrás sintonizar. Yo creo que mis alumnos terminan con un concepto distinto de la literatura, que no sé cuánto les durará, pues mi curso solo dura cuatro meses. Pero por lo menos en ese tiempo me interesa que ellos desarrollen una relación interesante con ella, que sepan que la literatura se sigue haciendo, que es parte de la cultura viva.
Perfil
Nombre: Jorge Eslava Calvo
Edad: 55 años
Trayectoria: Estudió sociología y literatura en la Universidad de San Marcos, donde obtuvo su licenciatura. Su maestría la consiguió tras estudiar en Madrid y Lisboa. Ganó los premios Poeta Joven del Perú (1980), Copé en Poesía (1982) y el Premio Internacional IBBY de Literatura Infantil (2000). Se dedica a la edición de libros, el periodismo cultural y la docencia universitaria. Sin embargo, su faceta más destacada es la de escritor de literatura infantil.
Libros: En literatura infantil y juvenil destacan "La niña de la sombra de colores"; "Florentino, el guardador de secretos"; "Templado"; "Cuentos horribles" y "Buenos días, Sol".