José María Eguren
La azul poesía de Eguren
El bardo del simbolismo


Por Rubén Yaranga M.
Fuente: Variedades Nº 219, Lima 4/04/11

Esa obra oscura y misteriosa que alumbró el nuevo camino de la poesía en el Perú y que el genio creador de José María Eguren nos entregó para nuestro deleite, Simbólicas, cumple cien años.

I
Fina, delicada, mágica, alada y musical, todos sabían que esos adjetivos eran para la poesía que escribía el sencillo hombre que vivía en un pequeño solar barranquito de la plazuela San Francisco. Caminaba por las calles y la poesía revoloteaba como mariposas en su crespa cabellera y una infantil sonrisa se dibujaba en sus labios que ensanchaban y hacían pequeños sus bigotes.

II
La humildad es aquella singular fragancia que no se quiere mostrar al mundo porque lo suyo es perderse en el anonimato, esa virtud había desposado al alma del poeta José María Eguren, nacido en Lima en 1874, y a quien su débil salud y las penurias económicas le mostrarían sus colmillos como fieras hambrientas para devorarlo y en su intento no pudieron. Venimos al mundo para cumplir una misión y cada uno muestra la calidad de la madera de que está hecha su alma y así sabremos si el cuerpo resistirá la dura prueba que es la vida, José María pasó hambre, pero supo que esta clase de hambre no es la única y que había una, entre las otras, que se podía saciar: el del conocimiento, el de cultura, y tenía como hacerlo.

III
En busca de recuperar su salud parte al campo, allí en contacto con la naturaleza su sensibilidad se afinará y más adelante será un soporte para su delicada poética. Las largas estancias en el campo serán sustituidas por el olor de mar, el revolotear de las gaviotas y el sosiego que caracterizan a Barranco, allí se dedicará con ahínco a fortalecer su espíritu y lo alimentará con las lecturas de las obras de los grandes poetas y escritores europeos –franceses, italianos, ingleses, daneses– y bebió de las fuentes de los mitos y leyendas del norte de Europa. Todo lo leído fue la buena semilla, que encontró en José María el terreno apropiado. Inapelable verdad, uno cosecha lo que siembra y José María dio los mejores de sus esfuerzos porque su hambre de conocimiento necesitaba ser colmada. Los frutos se verán.

IV
La pintura fue primero, luego la fotografía, y por último estaría el ejercicio de la pluma en la poesía. Se puede decir –y al decirlo no se miente– que lo que hizo, lo hizo bien. Reunía José María en su persona sencillez, simpatía, afabilidad y candor, cualidades que le merecieron el respeto y la admiración de los que tuvieron la suerte de conocerlo. A ese solar de la plazuela San Francisco, hasta allí irían el maestro Manuel González Prada, José Carlos Mariátegui, Pedro Zulen, Estuardo Núñez, para hacer tertulia literaria y compartir momentos con el autor de Simbólicas. Tímido y parco en el hablar, no fueron muchas las veces que leyó su creación poética.

V
La poesía de Eguren era de avanzada y en la época en que la escribe el romanticismo era la bandera literaria que flameaba por todo lo alto y todo intento de renovación moría de inacción. Había temor y la humildad de Eguren conspiraba tal vez porque no quería exponer a sus amistades al escarnio. Pero había muchas razones y una de esas era que la poesía de Eguren valía. La iniciativa para que esa poesía oscura y misteriosa fuera conocida se debió al historiador Pedro Zulen y Abraham Valdelomar. Como siempre justo, el tiempo le otorgó a una edad ya madura el reconocimiento que merecía desde la aparición de sus primeras obras. Esa virtud perniciosa llamada mezquindad, característica de nuestra sociedad, se lo negó quitándole méritos, Eguren no fue el primero ni sería el último. El poeta no vive de rencores porque su mundo no es este.

VI
Hace cien años en el Perú se publicó Simbólicas, obra que destronó a la escuela literaria imperante, el romanticismo, y vistió de original ropaje a la poesía, llamado simbolismo, lenguaje que "cerca el misterio de las palabras y de las cosas que me rodean", palabras estas últimas que recogen el ideal del autor de La canción de las figuras, Sombra y Rondinelas. De Eguren dijo Ricardo Silva-Santisteban que es el único poeta simbolista de la lengua castellana que merezca llamarse tal. Eguren hubiese dicho de ese sentir que es inmerecido y por primera vez no se coincide con él.
 

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