Juan Carlos De la Fuente
“Trato de viajar hacia mí mismo"

Por Pedro Escribano
Fuente: La República, Lima 19/09/08
http://www.larepublica.com.pe/content/view/244694/28/

El poemario desata un fino lirismo en el que el tema del retorno revela un remoto origen.

Acercarse a sí mismo. Juan Carlos de la Fuente en busca de su origen oriental. Al lado, carátula de su poemario y dos poemas como botón de muestra.
 

Leer el nuevo libro del poeta Juan Carlos de la Fuente es una tarea que se empieza desanudándolo. Las barcas que se despiden del sol (Ed.The Latino Press/Tranvía Editores) es un bello libro-objeto, en cuya carátula, impreso en cartón, se ha pegado un dibujo de pintura tradicional japonesa. Y es que lo oriental a Juan Carlos le viene por la sangre y que en este libro, a través de una poesía, tersa, de fino lirismo, esencial en suma, el vate remonta, íntimo y desde nuestros días, hacia sus más remotos orígenes. En ese marco fluye el tema del amor, la palabra en su transfiguración en escritura y el gran tema del retorno, en este caso, hacia uno mismo.

–El poemario insinúa despedida, ¿en qué sentido has planteado este tema?
– En el sentido de la despedida de una parte de mi vida. A mí me preguntaron alguna vez cuál era el destino de la barca, si su destino era la profundidad del mar o si su destino eran las orillas. Dije que en mi caso las barcas no partían, sino más bien regresaban y regresaban a las orillas, a mis orígenes. Si mi primer libro fue un viaje hacia mí, este libro lo planteé como un regreso hacia mí y así lo he vivido. Entonces la despedida es eso, me despido de una parte de mi vida para saludar a otra, para volver a vivirla y seguir viajando.

– ¿Este sería el carácter íntimo del libro?
– Yo creo que es un libro escrito en calma. Justo ahora estaba leyendo un poema japonés, de comienzos del siglo X, que dice "la gente pensará que el río Yodo fluye sin prisa, pero así fluyen profundas las cosas con corazón". Es decir, es un poemario escrito en la calma, porque creo que en la calma está la serenidad para poder ver, aunque sea por un instante, lo sagrado, lo supremo, para sentirlo.

Origen secreto

– Has hablado de origen. ¿Tú eres de origen japonés? ¿Cuál es la historia de ese origen?

–Más allá de la historia, yo siempre mantengo mi origen japonés con una especie de orgullo secreto, porque siempre mi origen japonés estuvo oculto. Mi madre desciende de un señor llamado Maquiso Umetsu, que además fue el único Umetsu que vino al Perú, no de las provincias, sino de la ciudad. Él no era de Okinawa sino de Tokio y vino al Perú, no se sabe por qué. El otro caso que conozco es del papá de Tilsa Tsuchiya, que vino acá y se quedó también. Mi abuelo trabajó una época con Kitsutani, el de los grandes almacenes, y un día llegaron a la casa y se lo llevaron para siempre. Entonces se inició toda una correspondencia con mi madre y mis abuelas, pero nunca hubo un reencuentro hasta donde yo sé. En algún momento dudé que mi abuelo existiera. Yo creía que esas fotos y esas caligrafías eran ajenas, hasta que mi hermana viajo a Japón y conoció a toda la familia y fue a visitar las cenizas del abuelo. Eso fue como un reencuentro con ese origen. Quizá allí está la esencialidad que hay en mi poesía. Ese es mi origen. Yo siempre lo he sentido, pero nunca lo he gritado. Para mí es un secreto, es un orgullo, es como tener una compañía que te alienta cada día como tu ángel de la guarda, pero no para irlo predicando a todo el mundo. Para mí el hecho de ser japonés es un símbolo secreto.

–Hablando del lenguaje. Tu poesía tiene esa contención de mostrar belleza. ¿Eso te viene también del aspecto oriental?
–Yo creo, y me lo dijo algún amigo alguna vez, que el Oriente, orienta. Y creo que el Perú tiene mucho de oriente, no solamente por las particularidades lingüísticas, sino también físicas y por la cultura que hay en el Perú.

 

La realidad endemoniada

–Te has escabullido del ruido ciudadano. ¿Ha sido deliberado?
– Sí y no, en poesía uno emprende una aventura y nunca se sabe para dónde se va. Recuerdo a Basho, él decía que hay que considerar siempre lo esencial sin olvidar lo circunstancial, o sea hay cosas que no cambian en uno y que hay que mantenerlas y cuidarlas. Creo que la poesía sirve también para eso, para cuidar aquellas pequeñas fibras sensibles que tiene todo ser humano y que le permiten interpretar mejor la realidad, vivir mejor la vida. Debemos protegerlas de todos los ataques de la realidad endemoniada. Al no olvidar lo circunstancial, te estás actualizando, o sea, estás viendo lo que está sucediendo a tu alrededor. Las dos cosas valen, pero al mismo tiempo.


Ese naufragio busca
En las heridas del agua
La simpleza que cambia
El pez que regresa a la tierra las orillas
Que pierden su condición
Y naufragan en los espejos solos
Se lanzan al abismo
De una luz que se alza
Desde el vuelo extraviado de un ave.

Orilla: las aguas están lejanas
Y hay una voz que se refleja en ti mi desierto:
Semilla de piedra dispersa en el tiempo:
Espejo que caes para lavar mis manos
Y permitirme atrapar lo que se escapa


PERFIL

Juan Carlos de la Fuente. Nació en Lima en 1963. Estudió Derecho en la U. de San Marcos. Ha publicado Declaración de ausencia. Entre otros galardones, ganó El Poeta Joven del Perú (1985) y el Premio Internacional Copé (1993).

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