Carlos Calderón Fajardo
Libertad para escribir o para vender lo que se escribe. Jodido dilema. Libertad para escribir o para vender lo que se escribe. Jodido dilema.

Por Carlos Calderón Fajardo
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El mundo del libro, escritor-editor-lector, es otro, ha cambiado. El que escribe literatura produce al mismo tiempo una mercancía que se vende en el mercado. Y esa es una verdad enorme como una catedral. Es decir, literatura y mercado se han convertido en una relación decisiva. ¿Por qué?

a) Porque un libro para que pueda ser leído debe ser conocido por los lectores. Esto hace inevitable la participación de los medios en la literatura. Si el lector no está enterado de la existencia de un escritor de nada le servirá a éste haber escrito una obra maestra. Pero además para que el lector nos lea tiene que comprar el libro. Es decir, si el libro no está en librerías, tampoco de nada sirve haber escrito un buen libro y haber tenido una buena receptividad en los medios, en la crítica.

b) Porque los editores difícilmente van a publicar un libro si saben que no van a recuperar su inversión. Y los editores saben que para vender un libro el lector tiene que conocer al autor, si no lo conoce difícilmente comprará el libro de un desconocido, y, lo que es peor, si no lo encuentra en librerías no lo leerá nunca. ¿Ha buscado libros peruanos en ellas? Es interesante darse un paseo por las pocas librerías peruanas indagando por libros peruanos. Haga el descubrimiento por usted mismo.

c) Porque se ha producido aumento de libros ofertados en el mercado. Hoy escriben muchos escritores para pocos lectores. La competencia entre escritores y editoriales por un mercado limitado obliga a comportamientos de editores y escritores que antes eran impensables. Hay una nueva palabra que todos dicen, pero que nadie acepta: “marketearse”. El marketing es una habilidad que debe ir aparejada al oficio de escribir, que cada día importa menos, porque el arte de escribir reside ahora, al parecer, en el oficio de cómo escribir libros rentables. Ya no debe pensarse si se está creando una obra original, incluso significativamente en términos sociales, el único pensamiento que parece ocupar al escritor es si lo que está escribiendo es un buen producto para ser vendido. La libertad del artista se sacrifica por las exigencias del mercado; es decir, por la libertad comercial en el mercado. Claro que habrán los que se niegan a estas verdades y es posible que tengan razón, pero no pueden cerrar los ojos a la realidad.

d) Porque los que escriben por amor a la literatura, aquellos que todavía creen que se trata de un escenario de realización de su libertad, y de la expresión de una colectividad y su subjetividad, de una época y sus verdaderos voceros, son ahora desplazados por los escritores mediáticos.

e) Porque en el Perú lo mediático lo funda la televisión. Si la televisión es mediocre y produce una televisión basura, los autores mediáticos tenderán a escribir libros basura para complacer a sus lectores, que son sus espectadores en televisión.

Pero…

Las posibilidades de una buena literatura será siempre posible, porque existen editoriales alternativas, editoriales-empresa que les interesa la calidad de sus catálogos, porque existen también periodistas en muchos medios que promueven la buena literatura, a los escritores no mediáticos, porque existen escritores leales a sus fantasmas y que creen que sólo vale la pena escribir si se escribe buena literatura.

Pero…

Estos escritores y editoriales tienen que pensar que un libro sino se vende, será muy difícil que puedan sobrevivir. Los editores tienen que recuperar el dinero que invierten y si quieren sobrevivir deben repensar sus estrategias en el mercado: circuitos alternativos, formas de publicidad y maneras de actuación de los escritores.

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El escritor cubano Leonardo Padura, autor del inolvidable libro Adiós a Hemingway, escribió un articulo con la siguiente pregunta: “Literatura cubana: ¿de espaldas o de frente al mercado?” (revista Temas, La Habana, Cuba, 2008). Dice Padura algo sorprendente sobre la aparición del mercado del libro como un fenómeno de crecimiento notable de la libertad y de las posibilidades del escritor cubano dentro de su país: “Al producirse interés de parte de editores, agentes y, finalmente, críticos y lectores no cubanos por la literatura que salía de la Isla, se generó la aspiración de toda una generación emergente de escritores cubanos de iniciar o potenciar una vida editorial más allá de las fronteras cubanas, prescindiendo incluso de la posible circulación del libro en Cuba.” Hay que señalar que la revista Temas es una publicación autorizada en Cuba, digamos que es oficial, y Padura un escritor que publica afuera, pero que tiene cierta importancia en los debates sobre literatura y libertad al interior de su país. Esto hace más interesante lo que Padura dice.

Qué más dice Padura: “En cualquier caso, el mercado del libro satánico y despiadado, como todos los mercados, cumple en Cuba una función reguladora de la literatura, ante la cual no se puede cerrar los ojos.”

Pero habría que preguntarse si es la mejor literatura cubana la que accede al mercado internacional y no los libros más vendedores, porque como dijimos se trata de un fenómeno que es mundial: el libro debe ser vendido para que cumpla su misión. Y habría que preguntarle qué porcentaje de la población cubana tiene posibilidades económicas para comprar libros importados. Esa misma pregunta, sin embargo, se podría aplicar al Perú. ¿Cuántos pueden comprar libros importados? ¿Cuántos leen libros piratas? ¿Por qué existe el libro pirata? ¿Quiénes leen libros piratas? ¿Por qué en ciudades importantes del Perú hay librerías que solo venden libros piratas y hasta dan factura?

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¿Y qué está pasando en España? ¿Qué cosa hay de nuevo entre el escribir libros y el venderlos? Al disminuir el interés por el libro y aumentar el número de autores empieza a surgir comportamientos nuevos, inéditos, sorprendentes en los escritores jóvenes de buena literatura. En contra del estereotipo del escritor romántico torturado, esquivo, invisible, llamado purista, los nuevos escritores participan activamente en las estrategias de venta de sus libros. Las obras entran en el mercado en busca de lectores principalmente vía blogs, Twitter y Facebook. Mejor dicho, a partir de la saturación y el reto de los autores mediáticos y las superventas de libros del tipo bestsellers, el autor joven de calidad empieza a gestar su reputación. De esta manera, el escritor se convierte en el jefe del departamento de marketing de sus propios libros.

Estos escritores forman una nueva generación. Encabezados por Fernández Porta (spoken Word) cuyo lema de batalla dice, precisamente: “El autor es el jefe del departamento de ‘marketing’ de si mismo”. La lista de estos autores preocupados por autopromocionarse a través de todo tipo de medios es significativa: Jorge Carrión, con sus tráileres sobre Los muertos, su primera novela, cuatro videos sofisticados realizados por Sergio Espín; Vicente Luis Mora y sus narrativas cross-media; el punkjournalism.com de Roberto Juan Cantavella; las sesiones de Dj de Kiko Amat; las entradas en google de la egosurfer; los booktrailer de Agustín Fernández Mallo; las zonas de descargas en web de Javier Calvo; la novela 2.0 de Enrique Rubio; el disfraz de zombi de Manuel Loureiro; la camiseta “Soy un cornudo” de Valeriano Campanillas. Cuando uno cree que ha escrito un buen libro y se convence de que sin la lucha en el mercado no se consigue nada, entonces todo vale. En El País, Eloy Fernández Porta, autor de Homo Sampler (Anagrama), declara: “Un escritor además de bueno, puede ser modesto, pero esa es una cualidad personal y no textual”. Por otro lado, Jorge Carrión, que publica en Mondadori su novela Los muertos, dice: “Del autor de Australia llega a nuestras pantallas un thriller, una máquina textual.” No es el anuncio de una película, sino un tráiler sobre la novela. ¿Acerca de qué escribe Jorge Carrión? En El País, en marzo último, Jordi Costa señala: “Primera y prodigiosa novela de Jorge Carrión (1976). Bajo el influjo de la sofisticada narrativa de las teleseries de última generación, Carrión construye un laberinto en los callejones de una megalópolis que gestiona de manera turbia la relación con el Otro. Pero al mismo tiempo se le presenta como un ídolo pop.”

Nos preguntamos si con la muerte de Salinger no solo murió el cuerpo de Salinger, sino también un tipo de escritor que terminó un ciclo y, luego de su desaparición, abrió otro. Me imagino que se crearán sectas secretas de lectores de libros antiguos, que pasarán de mano a mano, como objetos preciados, y que leerán como locos nostálgicos, alucinados visionarios perdidos en las flores del pasado, que no sabrán usar computadoras ni bajar libros virtuales, aquellos que todo el grueso de los lectores consumirá como zombis voraces. Pero, ¿el Internet se tirará abajo al mercado? Todo es posible en este mundo que se convierte día a día en un capítulo de La dimensión desconocida. Los viejos deben acordarse de esa serie televisiva de ciencia ficción.

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