Isabel Córdova Rosas
Entre el infierno y la esperanza Entre el infierno y la esperanza

Por Ricardo González Vigil
Fuente: El Comercio, Lima 8 de Agosto del 2011
http://elcomercio.pe/impresa/notas/entre-infierno-esperanza/20110808/991671

Más conocida en España que en el Perú, la huancaína Isabel Córdova Rosas es la escritora más traducida (a una decena de idiomas) de las letras peruanas. Sus más de veinte libros destinados a los niños han agotado docenas de ediciones, sumando cientos de miles de ejemplares vendidos, y han recibido distinciones relevantes. Bien merece integrar el trío mayor de la literatura infantil peruana escrita por mujeres, al lado de Cota Carvallo y Rosa Cerna Guardia.

Radica en Madrid desde 1986, donde, con su esposo Carlos Villanes Cairo, realiza una admirable labor literaria y cultural en la que aflora permanentemente su amor por el Perú e Hispanoamérica. En su reciente visita a nuestra patria, invitada a la Feria del Libro de Huancayo, ciudad en la que fue distinguida como hija ilustre, Isabel Córdova nos ha obsequiado una nueva novela: “Gritos en silencio”. Gratísima sorpresa porque, con gran destreza artística, se ha aventurado fuera de las pautas de la literatura infantil y ha abordado con hondura y matizada complejidad la pavorosa violencia política que flageló al Perú en las dos últimas décadas del siglo XX. Sin duda, la narración más notable sobre dicho tema tejida por una mujer, a cotejar con los aportes más significativos cincelados por autores masculinos.

Con una electrizante dosificación de la intriga (incluye el enigma de un ‘pez gordo’ entre los prisioneros) y una admirable caracterización de cada una de las siete víctimas, Isabel Córdova convierte a uno de los camiones de la muerte, conducidos por esbirros de un gobierno que descaradamente calificaba de terroristas a todas las personas que reclamaban el respeto de sus derechos laborales y ciudadanos, en un microcosmos del Perú sangrante de esos años, ventilando las causas seculares del mal gobierno (desnudadas ya por Guamán Poma hace cuatrocientos años), las que exigen pronta solución para que no vuelva a estallar la espiral de la violencia.

Las referencias al infierno de Dante no impiden que, en este caso, sí haya luces de esperanza. Evita un fácil y forzado final feliz; pero resulta positivo que la protagonista Julia, elegida por el grupo para escaparse y dar a conocer a los medios de comunicación los nombres de las víctimas, consiga su objetivo: los gritos no quedarán silenciados. Añádase que otros dos reos se fugan cerca del final. Más aun, presenciamos un acto justiciero: unos comuneros, con sus valores andinos de solidaridad y comunión con la naturaleza (enaltecidos por Ciro Alegría y José María Arguedas), capturan a un ‘topo’ de las fuerzas represoras y lo retienen “hasta cuando usted se rehabilite y sea una persona con principios”, aclarándole que “aquí no acostumbramos a torturar a las personas; pero tendrá que trabajar para ganarse su comida” (pp. 99-100).

En consonancia con esa visión compleja que nos lleva del horror a la esperanza, la novela pinta el sufrimiento y el salvajismo (tanto de los esbirros del Gobierno como de los fanáticos revolucionarios), pero, también, acoge el humor de las víctimas, las que poseen valores solidarios y aman la vida (Vallejo las llamaría “voluntarios de la vida” en contra de los “voluntarios de la muerte”). Una joya es el cuento de Rogelio (pp. 130-133), donde el humor andino (en la senda de “El sueño del pongo”, relato oral reelaborado por Arguedas) plasma una variante del desalmado (es decir, sin alma) que no es aceptado ni en el infierno (recordemos “Don Dimas de la Tijereta” de Ricardo Palma), porque Satán juzga que ha sido superado en maldad y no quiere competencia en el infierno.
 

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