Gamaliel Churata
La Escritura en la otra orilla La Escritura en la otra orilla

Por Eloy Jáuregui
Fuente: Suplemento Domingo del diario La República del 12-07-2009.

Un perfil del periodista y poeta Gamaliel Churata, extraordinario escritor peruano que consolidó la escritura de autor y le otorgó dignidad al indigenismo, hoy vuelto a revisar.


Hibridismo 1.

La primera vez que leí a Gamaliel Churata fue de oídas. Su hermano Alejandro Peralta, amigo de mi padre, dijo en un almuerzo en casa: “Él es de otro universo”. Don Alejandro también fue un notable poeta. De su libro “Ande” de 1926, César Vallejo le escribió: “Querido y grande poeta, su libro me ha emocionado, pueda estar seguro que sus poemas quedarán. Son ellos de los que andan y viven. Lo demás está en los estantes y eso nos tiene sin cuidado”. Pero fue en el verano de 1975, cuando en la casa que teníamos como refugio los jóvenes poetas de Hora Zero en la calle Torres Paz en Santa Beatriz, mientras leíamos “Paterson” de William Carlos Williams, sorprendidos por aquel texto emulsionado de poesía, prosa, collage e incluso con fragmentos de publicidad como una suerte de urdimbre épica, montaje de escenas, imágenes amalgamadas y escasez de verbos conectivos, cuando de pronto descubrimos el libro “El Pez de Oro” de Gamaliel Churata. Lo trajo el poeta puneño Omar Aramayo, amigo de todos nosotros, quien acababa de publicar su poemario “Axial” ese año. Fue un deslumbramiento más que un hallazgo.

Con el poeta Tulio Mora habíamos descubierto al verdadero Arturo Peralta Miranda, “Gamaliel Churata”. Mora lo conocía bien. Lo había investigado desde una línea que estaba a caballo entre la antropología y la literatura. Yo, como lingüista, había detectado otra dimensión de su cognición sociotextual compartida en el “El Pez de Oro”, uno de los textos más singulares de la literatura peruana del siglo XX. Cierto, el libro gozaba de una inexplicable oscuridad y permanente complejidad. Era un constructo polisémico y polifónico. Tejido en el huso del discurso mítico andino como estructura de totalidad discursiva, no sólo como escritura secuencial. En su “Ideología y política”, Mariátegui dice del libro de Churata que “ha devenido para inaugurar y organizar un debate; no para clausurarlo. Es un comienzo y no un fin”. Debate, digo yo, que empezara el trabajo de Omar Aramayo “El Pez de Oro, la biblia del indigenismo”, tesis sustentada en Puno de 1979. Y que sigue con la “Historia social e Indigenismo en el Altiplano” del Dr. José Tamayo Herrera, y hasta el estudio de Miguel Ángel Huamán, “Las fronteras de la escritura. Discurso y utopía en Churata” de 1994. Hoy tengo en mis manos el estudio de la profesora sanmarquina Guissella Gonzáles Fernández: “El dolor americano. Literatura y periodismo en Gamaliel Churata” publicado por el Fondo Editorial del Pedagógico San Marcos.



Hibridismo 2.

La antropotextura de “El Pez de Oro” estaba oculta. Los documentos perdidos de su matriz se conocen hoy gracias al libro de la profesora Gonzales. Su trabajo remite a aquellos días de mayo de 1955 cuando Churata —desterrado en La Paz de 1932 a 1964— decide finalmente publicar “El Pez de Oro”. Fue una tarea descomunal. Había escrito demasiado. Tanta vida Churata, digo yo, convertido en trenza escribal. Vida intensa de vida, allá en las alturas bolivianas. En 1957 la Editorial Canata da a luz el robusto libro todavía desconcertado como un torete.

“El Pez de Oro” es un libro-río, integral y complejo. Una vida. La escritura de la hibridación. La oralidad transformada en escribalidad refulgente. Gnoseología genuina, literatura de cojones. Que era modernista, sí. Pero más indigenista. No del trasnochado sino del indigenismo nuevo, genial y creativo. Si afirmo que contradice al canon del almidonado Harold Bloom y al viejo Luis Alberto Sánchez, tan pegado a la razón cuadrada del gesto, no miento. Churata es atemporal por su estética cual retablo de palabras. Aquella estética como articulación expresiva para un fin. Acaso Guamán Poma, de seguro Arguedas.



Hibridismo 3.

Churata organiza su obra como un hipertexto tanto de apelación, narración o diatriba. Así, Churata resulta más jodido que Joyce. Acaso no hay un parecido con la intensidad de “Finnegans wake”, su última novela de 1939. Libro casi prohibido para traducirlo al español, según los doctores literarios. Que este libro de Joyce requiere una preparación previa e incluso una vocación y carácter determinados, dicen. Y si les mostrase a estos sabihondos “El Pez de Oro”, seguro que lo llamarían herejía.

Igual sucede con el hermético cubano, José Lezama Lima, acaso el Churata del Caribe. La escritura —toda— es para Lezama la recuperación de la dignidad nacional a través de la literatura. Al decadente clima provocado por las ambiciones de los políticos de profesión y al autoritarismo, habrá, pues, que oponerle la dignidad de su poesía. Joyce, Lezama Lima como Gamaliel Churata son nuestros escritores-matrices. Sólo con ellos se escribirá en libertad. Para esos que se asustan de tanto Perú. A leerlo.

Boletín semanal
Mantente al tanto de las novedades ¿Quieres ver nuestro boletín actual?
Ingresa por aquí
Suscríbete a nuestro boletín y recibe noticias sobre publicaciones, presentaciones y más.