Por Andrea Cabel
Fuente: Expreso, Lima 25/04/08
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"Un pino me habla de la lluvia”, de Miguel Ángel Zapata, es un escape y un reencuentro con el hogar y el terruño que se deja con el tiempo.
El vate Miguel Ángel Zapata (Piura, 1955) es una de las voces más importantes de la actual poesía peruana e hispanoamericana. Doctor en Literatura y profesor titular en Literatura Latinoamericana en la Universidad de Hofstra, Nueva York. En el año 2003 recibió el Premio Latino de Literatura, que otorga el Instituto de Escritores Latinoamericanos de Nueva York y el Premio José María de Hostos de Ensayo.
Algunos de sus principales poemarios son “Luces de la memoria”, “El cielo que me escribe”, “Moradas de la voz”, “Escribir bajo el polvo”, “Mi cuervo anacoreta”, “Poemas para violín y orquesta”, “Imágenes los juegos” y “Un pino me habla de la lluvia” (El Nocedal, 2007), el cual trataremos en esta ocasión. Esta última entrega consta de cinco partes y un ritual –un anexo del libro en el que el poeta responde las preguntas de un lector atento–. Son pocos los poemarios que concluyen con un diálogo directo entre poeta y lector. Este diálogo, por un lado, descubre al autor de la obra y por otro lado, funciona también a modo de juego interpretativo, puesto que aún las respuestas del autor –sujeto desdoblado de la voz poética–, nunca son definitivas.
Estamos, pues, ante un escape y ante un reencuentro –como el autor mismo reclama a las ventanas– uno, sobre todo, hacia el hogar del que se partió, hacia la madre y hacia las calles y barrios urbanos por los que el poeta transita. Sin embargo, este escape pretende abordar las distintas realidades e incluirlas en un mismo espacio. Por ello, la reconciliación espacial es importante para la poética del libro: Lima, Island Trees, Buenos Aires y Central Park no están en distintos lugares, el poeta los une con el mar y con los brazos. Pretende tender entre ellos un puente por el cual el deseo y la soledad puedan caminar sin prisa y al ritmo mismo de la vida o de las rosas.
Para lograr esta armonía entre los espacios, Zapata permite que aparezcan los recuerdos y algunos personajes de éstos: un loro que cantaba –“mi loro era un pedazo de cielo en este mundo de miedo”–, un can – “…No había nadie. Regresé a casa y monté en mi bicicleta para salir a buscarlo. En ese momento pensé en las ventanas del mundo y quise abrazarlas a todas…”–, las rosas, la madre (descrita como si fuera en vez de una madre humana, como la madre naturaleza), los gansos y las bicicletas en los paisajes. La sensibilidad del autor logra traducirse desde ellos y los logra converger en un punto esperanzador, un punto en el que la fusión de éstos celebra al mundo, dice al respecto “…ahora estamos aquí mirando el crisantemo, el lirio que no llora ni se lamenta…”.
“Un pino me habla de la lluvia” es un intento de volver a los recuerdos, al presente que es fugaz y es un intento, también, por llenar los espacios de ventanas y romper con ellas las barreras de tiempo y lugar. Las ciudades se hacen canciones y mujeres, ritos de soledad y celebración. Zapata nos sitúa en el momento en el que la certeza desplaza a la duda y la noche no teme la mañana. Es, sin duda, un libro original y renovador en la poesía peruana e hispanoamericana contemporánea.