José Carlos Yrigoyen
La poesía iniciática de José Carlos Yrigoyen La poesía iniciática de José Carlos Yrigoyen

Por Enrique Sánchez Hernani
Fuente: El Dominical. Suplemento de El Comercio, Lima 01/09/07

Tan breve como sorprendente es el nuevo libro que acaba de publicar el joven poeta José Carlos Yrigoyen, Horoskop. El volumen nos muestra a un poeta con desusada madurez que nos entrega una nueva forma de mirar el mundo. En apenas catorce poemas (siete de los cuales están agrupados como secciones de dos largos cantos), Yrigoyen intenta abordar una escritura que lo lleva fuera de la tradición existente, para lo cual utiliza viajes exteriores imaginarios -en realidad exploraciones de un potente imaginario personal--, personajes inquietantes que son auténticos outsiders, y un universo amplificado de múltiples referentes y hechos a la manera de un gran altar barroco.

El salto logrado por el autor -previsto ya en sus tres libros anteriores, pero que ahora logra trasladar a referentes fuera del imaginario adolescente que lo acompañó antes--, es notable. Yrigoyen ya es un poeta distinto a lo que hasta hoy habíamos leído en el espectro peruano. Su vocación por tensar el lenguaje y la conciencia de su oficio resulta extrema ("¿Y qué es lo que debo escribir para que la pureza sanguínea / deje de ser un caballo muerto abandonado en el camino?", se pregunta. O: "Prosigo este canto sabiendo bien que la poesía / ya no es más la flor que al comerse produce visiones").

Lo inusitado es que para lograr tal efecto de misterio y enigma en su escritura no necesita de una experimentación formal, pues se sirve sólo de esa mirada particular que lo emparenta con las visiones de un Rimbaud o de William Blake. Por allí, apenas, si queremos hurgar en algún referente nacional, hay un cierto rastro que podría llevarlo a Eduardo Chirinos, pero muy levemente, y nada más. Su propuesta es más ambiciosa y no requiere de libros ampulosos aunque sí, de alguna manera, con cierta densidad: Yrigoyen presenta el discurrir por la existencia personal como un nuevo modelo de vida, como una poética distinta. El efecto es claro: en sus páginas se elevan fantasmagorías, la insatisfacción crepuscular de sus personajes -de por sí ya muy extraños (un futbolista indonesio, un zombie de película paraguaya, una actriz tuerta)--, y una gran carga semántica, que produce una intensa reflexión.

En la contratapa del libro hay una advertencia: los seres que deambulan por este libro "se deleitan en sus propias neurosis" (R. Cachay A.). Cierto. Debemos añadir que en tal delectación hay una ausencia total de retórica, pues el paseo por semejante neurastenia es genuino e inscrito en la poesía de manera firme. Logro apreciable si vemos tanta pose y acartonamiento en tantos otros escritores jóvenes nacionales. Lo de Yrigoyen -y perdone el lector esta imagen malgastada-- es otro lote: es la incursión en el terreno puro y enigmático de la poesía, de una nueva poesía. Ave, aeda.
 
 

José Carlos Yrigoyen
HOROSKOP
Ediciones El billar de Lucrecia,
CONACULTA México, 2007

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