José Watanabe
El viaje del poeta alado El viaje del poeta alado

Por Pedro Escribano
Fuente: La República, Lima 27/04/07

Murió José Watanabe. Falleció víctima de un cáncer. Además de poesía, hizo guiones para cine y TV.

"Quiero escribir y me encebollo". Nada más elocuente que el sentido de este verso de César Vallejo para transmitir lo estremecidos que estamos por la muerte de ese poeta mayor, gran amigo y mejor persona: José Watanabe Varas.

Nuestro poeta falleció la noche del miércoles pasado en el hospital de Neoplásicas. Un cáncer lo arrancó de entre nosotros. En realidad, ese era un mal que convivía con él y, como traidora que es la enfermedad, esperó una segunda oportunidad. Sí, porque hace treinta años sufrió la arremetida de un cáncer pulmonar. Pudo superarlo, y luego no hemos conocido a nadie que cuidara tanto su salud como el gran "Wata", como lo llamábamos sus amigos. Pero el cáncer volvió y atacó su garganta, tratando de echar inútil niebla sobre la luz de su vida.

Miembro de la generación del setenta, José Watanabe nació en Laredo, Trujillo, en 1946. Su padre fue un campesino japonés y su madre una peruana de tierra adentro. Como diría Arguedas, nuestro poeta vivió feliz estas dos patrias porque, nunca se cansó de repetirlo, siempre se sintió integrado. Su poesía era prueba de ello, natural, sabia, luminosa. Por eso, aunque la muerte se lo haya llevado, como dice su libro, él "habitará entre nosotros".

José Watanabe no solo fue un excelente poeta. También fue guionista que trabajó para Francisco Lombardi. En cine debemos recordar Maruja en los infiernos y La ciudad de los perros, basada en las novelas de Enrique Congrains y Vargas Llosa, respectivamente. También Reportaje a la muerte, Alias La Gringa. Asimismo escribió teatro, Antígona, llevada a las tablas por el grupo Yuyachkani. Tampoco debemos olvidar los guiones que preparó para Alejandro Guerrero.

Su amable sabiduría de escritor también se extendió hacia los niños. En estos últimos meses la editorial Peisa ha publicado cuatro títulos para niños que retratan de cuerpo entero al hombre bueno que fue este gran poeta.

Perteneció a la generación del setenta, promoción en la que abundaron los grupos poéticos. Watanabe sin embargo se mantuvo lejos de ellos, pues insular, se dedicó a una tarea mayor, a decantar su lenguaje poético. Pero no se crea que el poeta estuvo desatento de una escritura que sintonice su tiempo, su entorno social y estético. Su poesía asimiló bien lo que es el verso narrativo, el coloquialismo y, por supuesto, la intención irónica, pero sobre, y esto hay que subrayarlo su respeto irrestricto a la palabra como primer elemento de la escritura poética.

Alguna vez dijimos que cada libro suyo decanta ese amor al lenguaje, en la sabia manera de entretejer arte, sensibilidad y conocimiento. Y que si bien para algunos les parecía que su poesía era de escritura tradicional, es sabido que José arriesgaba en otros niveles, por ejemplo, en devolverle la ductibilidad, el calor y esa dimensión por la que la palabra sigue siendo la primera señal que nos retrata como seres humanos. Sin duda, buscaba perennizar nuestra fugaz existencia. En este aspecto, nada más certero que su poema "El guardián del hielo". Él nos los explicó así: "El hielo es el símbolo de la fugacidad, de algo que se deshace inevitablemente. El poeta mira y aprende". Así los poemas de José alcanzaron un sentido de parábola.

Habitó entre nosotros

Su experiencia poética se inició con Álbum de familia, publicado en 1971, obra que le valió el premio Poeta Joven del Perú (Compartido con Antonio Cillóniz). Le siguió El huso de la palabra, de 1989. Son sus obras además, El huso de la palabra (1989), Historia natural (1994), Cosas del cuerpo, de 1999, El guardián del hielo, del 2000, –Premio José Lezama Lima, de Casa de las Américas–. Habitó entre nosotros, del 2002, La piedra alada, del 2005, su reciente Banderas detrás de la niebla (2006), entre muchos otros títulos. Adelante ya hemos citado sus obras en cine y teatro.

Su poemario La piedra alada, inicialmente editado el 2005 en España, tuvo un reconocimiento que se merecía. Durante varios meses se mantuvo como el primer libro de más venta en ese país. Pocas veces un poemario peruano, y no peruano también –y más aun en estos tiempos en que cunde la narrativa– atrajo lectores. Lo recordamos ahora porque José tuvo la generosidad –cuándo no– de confiarnos tres poemas inéditos antes de que se publiquen en España.

Su último libro de poesía, Banderas detrás de la niebla –en realidad sus últimos libros son los de cuentos para niños–, como sucede en los grandes poetas, tienen un tono profético. En la primera parte de este libro el tema que gravita es la muerte (ver poema "La sangre" y otros.). Pero no solo la muerte individual, sino también la muerte colectiva de guerras e infamias que abrazó al Perú y al mundo en estos últimos años. Una poesía que prueba una vez más que José es un poeta que habitó entre nosotros.

Por todo ello, queremos repetir aquí lo que alguna vez dijimos de su poesía: es natural y tiene la luz y el calor de la primera fogata con que se alumbraron y se abrigaron los primeros hombres.

Testimonios


Conmueve su hondura lírica
- Hildebrando Pérez - Poeta

José Watanabe Varas, gran poeta y amigo entrañable desde hace muchos años, víctima de esa enfermedad que de tan sólo nombrarla nos estremece y que no se había ido de él y que estaba esperándolo, emboscado, para darle la puñalada fatal.

De la misma estirpe que la pintora genial Tilsa Tsuchiya, Wata supo levantar un sistema poético que, más allá de estridencias y hojarascas al uso, nos deslumbra y conmueve por su hondura lírica, por la transparencia de sus imágenes y la versatilidad que alcanza en su obra nuestro idioma.

Los premios y reconocimientos que alcanzaran sus versos, entre ellos el Premio Internacional José Lezama Lima, apenas si son indicios de un discurso y una escritura que seguirá creciendo en el tiempo. Abril es el mes más cruel. En estos días se fueron el Inca Garcilaso de la Vega, Vallejo, Eguren y ahora nuestro querido y admirado Wata.


Alcanzó una poesía perfecta
- Carmen Ollé - Poeta

Lo conocí en un recital donde nos tocó leer a los dos juntos. Cada uno tenía ya algunos poemarios publicados. Eso habrá sido hacia el año 86, en que coincidimos en aquel recital y conversamos acerca de las motivaciones de escribir poesía. Me gustaba mucho como poeta, pero yo empecé a valorarlo más por sus últimos libros, El guardián del hielo y sobre todo La piedra alada. En aquellas ocasiones le escribí varias veces para decirle que sus poemas eran perfectos. Habían encontrado el balance entre la desesperación y la serenidad, la armonía. Como que había encontrado el punto de equilibro entre la naturaleza y la cultura también. Eso que me gustó mucho de su poesía, algunos lo llaman sabiduría. Debido a su contacto con el dolor físico, el cuerpo y la enfermedad, él llegó a una nueva visión de las cosas. Su impronta, como la de los poetas del 70, está muy presente en las nuevas generaciones. Estoy muy dolida. Es una pérdida terrible de una persona en el punto más alto de su creación.


Una obra grande y luminosa
- Arturo Corcuera - Poeta

Me lo dijo Rocío Silva Santisteban por la mañana y le comentaba, todavía bajo los efectos de la horrible noticia, que la desaparición de José Watanabe duele aún más todavía por los años de juventud que tenía por delante y por los hermosos poemas que podía entreverse que escribiría, como lo hizo siempre edificando esa luminosa obra que nos deja.

No tenía la menor idea de la gravedad de su estado, lo que ha hecho en mí aun mayor el impacto. ¡Pobre poesía nuestra, tan lacerada últimamente por el infortunio! Parece que la muerte se hubiera ensañado con la poesía peruana, se está llevando a los mejores. Ahora solo nos queda aferrarnos a su poesía, cuya luz no se apagará.
 



    La sangre
    Los médicos escuchan con el estetoscopio
    el paso rumoroso de nuestra sangre, lo escuchan
    como una revelación que nunca comparten, no dicen
    con alegría: tu sangre no ha huido.

    La sangre puede huir. Los órganos están fijos,
    palpitando en su profunda oquedad, pero la sangre
    puede salir de su límite, franquear la piel y saltar
    al mundo.

    Si la sangre huye sabrá remontar colinas
    así como se extiende abundante y silenciosa
    por el hígado, sabrá fluir por los arcos de los puentes
    así como avanza por las esclusas del corazón,
    sabrá pasar bajo las raíces enmarañadas de los sauces
    así como pasa entre la arboladura de los pulmones.

    La sangre puede inundar todos los paisajes.

    La sangre de los asesinados va delante de nosotros
    y vibra
    como un horizonte infame.

    Tomado de: Banderas detrás de la niebla

 

    Última noticia
    Ésta es tu última noticia, cuerpo:
    una radiografía de tus pulmones, brumas
    inquietantes, manchas de musgo sobre la nieve sucia.

    La tierra espera que algún día
    todos los órganos, como los perros, la husmeen
    buscando la yerba benéfica. Tus pulmones,
    entre hojas sedosas,
    lucirán sanos y tersos como recién nacidos
    y concertarán con un joven buey
    el ritmo amplio de su respiración. Al fondo
    habrá un cielo luminoso y ninguna sombra,
    sobre todo ninguna sombra aciaga.

    Tomado de: Banderas detrás de la niebla

 

    El lenguado
    Soy
    lo gris contra lo gris. Mi vida
    depende de copiar incansablemente
    el color de la arena,
    pero ese truco sutil
    que me permite comer y burlar enemigos
    me ha deformado. He perdido la simetría
    de los animales bellos, mis ojos
    y mis narices
    han virado hacia un mismo lados del rostro. Soy
    un pequeño monstruo invisible
    tendido siempre sobre el lecho del mar.
    Las breves anchovetas que pasan a mi lado
    creen que las devora
    una agitación de arena
    y los grandes depredadores me rozan sin percibir
    mi miedo. El miedo circulará siempre en mi cuerpo
    como otra sangre. Mi cuerpo no es mucho. Soy
    una palada de órganos enterrados en la arena
    y los bordes imperceptibles de mi carne
    no están muy lejos.
    A veces sueño que me expando
    y ondulo como una llanura, sereno y sin miedo, y más grande
    que los más grandes. Yo soy entonces
    toda la arena, todo el vasto fondo marino.

    Tomado de: Cosas del cuerpo
 

 

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