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Fuente: El Comercio, 04/11/07 http://elcomercio.pe/edicionimpresa/html/2007-11-03/escapar_hacia_el_mar.html
Figura destacada de lo que se conoce como Generación del 50, Juan Gonzalo Rose es un poeta inusual en nuestra tradición: de tono menor, cercano a una sensibilidad popular, tremendamente hábil para engarzar giros de la calle y expresiones de acabado lirismo. Las comarcas e Informe al Rey son hoy libros inapelables.
El mayor consenso en torno a la poesía peruana, luego por supuesto de la consideración de Vallejo como figura tutelar y modélica, es el que define a los autores surgidos en los años cincuenta como el conjunto generacional más sólido y gravitante de nuestra tradición. Un conjunto de nivel muy parejo, de alta calidad, en el que sin embargo destacan nítidamente obras como las de Eielson, Varela y, más recientemente, Belli. Bajo estos nombres de lenguaje generalmente áspero o erudito, relativamente experimental, hay una serie de otros autores; autores con preocupaciones, alcances y tonos muy distintos. Entre ellos, uno destaca por haber afinado su obra en un tono menor, cercano al de la canción popular (como lo haría después la escritura poliédrica de Luis Hernández) pero absolutamente autoconsciente, mutante, preocupado por reinventarse: Juan Gonzalo Rose.
UNA SIMPLE CANCIÓN
Luego de sus primeros trabajos, en los que hay una nítida vocación política -reflejo de su propia coyuntura vital, desde luego-, seguramente influida por los poetas que entonaron la elegía de la Guerra Civil Española, Rose escribe y publica Simple canción (1960), un delgado poemario cuya sencillez, diafanidad y, sobre todo, capacidad de hacer de la síntesis una virtud más lírica que cerebral, abre una puerta expresiva y funda un modo de decir; uno aparentemente conservador, pero osado en lo profundo, radical; uno que empieza a dar cabida a una serie de emociones entonces desprestigiadas (el despecho, la nostalgia, el deseo físico, la ilusión del amor), y a colocarlas en el ojo de la poesía de alta calidad, ensanchando así el espectro de preocupaciones morales y estéticas de una tradición que tiende más bien a la severidad, al ímpetu más o menos vertical, a una especie de desconfianza ante el gusto común: "Yo me ahogo de cielo./ Mi corazón se inclina /Y las islas no llegan. /Dame tu mano /entonces, /Quiero morir tocando /El extremo más dulce de la tierra.
HACIA LAS COMARCAS
Pero la poesía de Simple canción es también una escala en el camino hacia Las comarcas (1964), el primer gran conjunto de Rose; un libro extrañamente suelto, solar, tejido a través de un fraseo que insiste en el tono menor, pero que ahora se permite absorber una serie de nuevas inflexiones; inflexiones que para un ojo poco aguzado pueden incluso parecer deficiencias -residuos de algún anecdotario, vocación por la digresión reflexiva, un prosaísmo acentuado-, pero que en realidad hablan de un afán por seguir ampliando su paleta expresiva, para así intentar testificar territorios de la experiencia verbal poco transitados, seguir abriendo puertas. "Para mí: el hilo fascinante de los rumbos inciertos y las nuevas comarcas que me esperan pronunciando su nombre bajo el sol", dice Rose, y no podemos dejar de pensar en el espíritu de adolescencia que recorre como un temblor a estos poemas. Un espíritu que -he ahí su gracia- termina funcionando como una metáfora; un símbolo de deseos y luchas más grandes, más hondos: "Enciérrame. Protégeme. Y deténme. Deténme. Aquí, ahora, todo es oscuro y silencioso. La sombra ha borrado toda página. Apenas, doblegando los pétalos de vidrio, penetran los rumores apagados de una luz callejera y la halagadora sospecha del otoño. Aquí, solo nosotros. Nosotros dos, en nuestra alcoba, mientras Lima tirita bajo la neblina y un niño como yo, igual que yo, tal vez yo mismo, se echa al hombro sus versos y se escapa hacia el mar".
CORAZÓN CLANDESTINO
Unos pocos años después de Las Comarcas, Rose edita un libro que es en realidad una serie de poemarios: Informe al rey y otros libros secretos. Así, Rose abre su registro expresivo a lo que podríamos calificar como una especie de lirismo conceptual, en el que cada cuaderno se sostiene por una estrategia discursiva que complementa a los otros, haciendo de la serie un todo indivisible. En Informe al rey, por ejemplo, que es el capítulo que abre la serie (y acaso el más importante), Rose cristaliza una escenografía dramática en la que las figuras de Guamán Poma (el testigo, el cronista descentrado, que es como una visión especular de la conciencia) y el Rey (símbolo vacío, representación del poder en su aspecto más grotesco, oscuro o viciado), se enfrentan al interior del verso, para que el poeta termine preguntándonos: "¿Quién es el Rey?", y respondiéndonos, en silencio, desde la ironía: "El rey es lo que queda después de los incendios. / El Rey solo es el tiempo // Y esto, Guamán, / el Rey no lo sabía".
Como si hubiera hecho falta, con Informe al rey y otros libros secretos Rose termina de patear el tablero de sus primeros poemarios -aquí no hay otro compromiso que el de la búsqueda de una verdad, también, de tono menor-, y ofrece una serie de hallazgos personales, que encuentran un asidero formal en la tradición castellana -desde el Siglo de Oro hasta León Felipe, pasando por el modernismo de Darío- pero que gracias a su temperamento, que se mueve en un extraño territorio en el que tienen cabida la ternura y el cinismo; en el que bien puede decir cosas como: "Ya estoy purificado, poesía. / Ya podemos mirarnos a los ojos / Como en la tarde de la luz aquella: / Yo jugaba la ronda entre chiquillos, / Y tus manos, temblando, me eligieron". O aquello de "Luciérnagas y versos": "Pues caso estimable es el del bicho / Que más alumbra /Cuanto más se muere. /Y no el del hombre /Que se opaca a pocos /Y es mucho más oscuro /Cuando dura". (D.O.)
ROSE Y LA MÚSICA
Algunos de los poemas de Rose se han musicalizado con gran éxito, trascendiendo de lejos las fronteras del Perú. El disco El mismo puerto, de Tania Libertad, por ejemplo, es una colección de once poemas de Rose musicalizados con gran talento por Víctor Merino. Temas como "Exacta dimensión" o "Marisel" han dado la vuelta al mundo, y han alcanzado audiencias a las que, como dijo alguna vez Vargas Llosa, no ha llegado jamás un poeta peruano. Ahora, para la presentación de la Obra poética que está editando el INC, el cantante y compositor Piero Montaldo ha vuelto a musicalizar "Exacta dimensión", en una versión que, se dice, podría incluso superar a la original. Habrá que escucharla.