Juan Gonzalo Rose
Las voces múltiples<br>El universo poético de Rose Las voces múltiples
El universo poético de Rose


Por Ricardo González Vigil
Fuente: El Comercio, 04/09/07
http://elcomercio.pe/edicionimpresa/html/2007-11-03/las_voces_multiples.html

Carnet de identidad se titula una de las piezas teatrales de Juan Gonzalo Rose. Aquí nos preguntamos: ¿Cuál sería la identidad de Rose como creador literario? No resulta fácil la respuesta porque fue un autor múltiple, con diversas voces creadoras: habría que poner en plural su vals más famoso que proclama "tu voz existe.. persiste en el jardín de lo soñado".

Y no se trata meramente de que cultivó diversos géneros: la poesía, predominantemente la poesía lírica aunque también la fusión lírico-narrativa en Las comarcas e Informe al rey y otros libros secretos; el teatro; la narrativa, con un manojo de cuentos no reunidos en volumen (un proyecto que dejó sin concretar el recordado Hugo Salazar del Alcazar, prematuramente fallecido); diversas modalidades del periodismo cultural.

Más significativo es que dio vida a propuestas marcadamente disímiles entre sí en tanto aventuras de la palabra y de la imaginación, desplegando uno de los abanicos más diversificados y complejos de la Generación del 50, a tal punto que semeja un micro-cosmos de ella.

Veamos: Se dio a conocer como uno de los mejores cultores peruanos y, en general, hispanoamericanos de la llamada poesía "social" o "comprometida", al lado de Alejandro Romualdo, debidamente acompañados por los textos más logrados de Gustavo Valcárcel y Leoncio Bueno. Es la etapa de sus primeros poemarios: La luz armada (1954) y, sobre todo, Cantos desde lejos (1957), en los que el magisterio de César Vallejo, León Felipe (prólogo La luz armada) y Miguel Hernández resulta reelaborado por la sensibilidad sensual, melancólica y entrañable de Rose, sorteando los riesgos de la imitación servil. Recordemos el final de "La pregunta": "Dios te castigará; / si al pobre das ideas / en vez de darle un beso, / si le hablas de justicia / en vez de caridad. / Dios te castigará. / Dios te castigará. / No es nuestro Dios, / ¿verdad, mamá?" (Cantos desde lejos).

En lo ideológico, la emoción revolucionaria aprista y luego (desengañado cuando el aprismo selló vínculos con Odría) comunista, devino en un cristianismo de nítida conciencia social.

Ya en esos primeros poemarios saboreamos un rigor expresivo y una depuración en el ritmo y el flujo metafórico poco frecuente en la mal motejada poesía "social". El siguiente paso fue la perfección formal, esa "sencillez" (desnuda hasta lo esencial, lo antiornamental y antiretórico) prodigiosamente intensa y sugerente que campea en Simple canción (1960). Un lirismo absorto en la magia del amor, sin toque "social" alguno.

Aclaremos que no se trata de poesía "pura" (proclive al trascendentalismo metafísico, el cultismo, la dicción "deshumanizada" y el intelectualismo altaneramente hermético), sino de una aproximación a la lírica oral trasmitida por el pueblo, con sus cimas anónimas y de orígenes remotos: "No he inventado ninguna melodía. / Los que amaron dirán: / `Conozco esa canción. / y me había olvidado de lo hermosa que era.´ / Y habrá de parecerles / la primera / canción con que soñaron" ("Primera canción"). Algo de esa corriente diáfana supieron beber en el Perú, antes que Rose, Enrique Peña Barrenechea y Javier Sologuren; pero la savia popular se acentúa en Rose, afín al espléndido legado neopopular de Antonio Machado, Federico García Lorca y Rafael Alberti.

Esa línea creadora persistió en Rose hasta su producción final, conforme lo prueba "Retorno a las canciones" (sección difundida en la compilación Camino real, 1980, volumen con un excelente prólogo de César Lévano). Conviene relacionarla, además, con un interés creciente por el canto de alcance popular: su contribución a la música criolla, en los años 60-70. Este salir del papel impreso y de la lectura silenciosa, de la "ciudad letrada", para re-vivir el poder masivo de la canción debe ser complementado con su exploración de la puesta en escena teatral, otra salida frente a la solitaria y muda práctica de la lectura (actividad minoritaria en todas partes, cuanto más en un país escasamente letrado como era, y sigue siendo, el Perú). En la Generación del 50, solo Nicomedes Santa Cruz se adelantó a Rose, y se volcó con más decisión y acogida multitudinaria al canto pleno de savia ancestral. La lección de Rose fue capital para los poetas compositores Generación del 60 César Calvo (uno de los gestores de Perú Negro, nada menos) y Reynaldo Naranjo.

Pero sigamos con la multiplicidad de voces de Rose: Las comarcas (1964, reelaborada en Las nuevas comarcas, editada póstumamente, el 2002, con un esclarecedor prólogo de Mario Vargas Llosa) plasmó una fulgurante prosa lírico-narrativa de una originalidad que desconcertó en los años 60 y estorbó una valoración adecuada de sus altos méritos artísticos (hasta el gran crítico Alberto Escobar la juzgó con dureza "un libro dispar y controvertible", aunque añadiendo que era "menos conocido de lo que merece", en el estudio preliminar a la Obra poética de Rose, importante edición que publicó el Instituto Nacional de Cultura en 1974). Con toda razón ese mismo 1974, en un artículo de la revista Posdata, el inolvidable Juan Bullitta sostenía que Las comarcas era uno de "los libros injustamente olvidados y subvalorados de la poesía peruana". Para valorar adecuadamente Las comarcas, habría que considerar que el logro de un lenguaje lírico-narrativo (y, a veces,lírico-narrativo-dramático) no debe reducirse a la asimilación de la poesía contemporánea de lengua inglesa (en particular, Pound y Eliot) llevada a cabo, con fortuna encomiable, por Antonio Cisneros, Rodolfo Hinostroza y Luis Hernández entre los años 1964 y 1970.

Hay exploraciones más antiguas y singulares: algunos poemas de España, aparta de mí este cáliz de Vallejo, la prosa encantatoria de La casa de cartón de Martín Adán o el poema "Primera muerte de María" de Eielson; más aún, en la poesía quechua (que nutre el "Huayno del Uru" de Rose) tenemos haylles relevantes de César Guardia Mayorga y Andrés Alencastre, hasta arribar a esa cumbre que es el himno a Túpac Amaru de José María Arguedas (publicado en 1962, cerca de Las comarcas): Rose, sin modelos ingleses, asimila la narrativa real-maravillosa (Alejo Carpentier y Miguel Angel Asturias), el surrealismo y, también, el novomundismo del Canto General de Neruda, buscando liberar la personalidad reprimida y las culturas americanas marginadas. La lírico-narrativo, esta vez con un tono de crítica "social" y de nuevo "cronista" irreverentemente irónico (equidistante del exteriorismo de Ernesto Cardenal y la antipoesía de Nicanor Parra) fructificó en otro aporte poco analizado hasta ahora: Informe al rey y otros libros secretos (1969).

APOSTILLA FINAL: Una imagen integral de Rose no puede omitir que es el poeta del 50 que más hondamente hizo migas con los poetas de la Generación del 60: los citados Calvo, Naranjo e Hinostroza, además de Germán Carnero Roqué y Walter Curonisy, entre otros. También trató cálidamente a varios poetas de la Generación del 70, en particular a Jorge Pimentel.

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