Por Enrique Sánchez Hernani
Fuente: El Comercio
http://elcomercio.pe/edicionimpresa/html/2007-11-03/las_edades_de_un_poeta.html
Un rostro menos melancólico y callado que el que el poeta solía lucir en sus últimos días nos lo entrega su hermana preferida, protagonista de uno de los poemas más sentidos de Juan Gonzalo. En esta visión aparece como un hombre bromista, jaranero, lleno de amigos y con ganas y tiempo de caminar por todo el mundo.
¿Es cierto aquello de que Juan Gonzalo no nació en Tacna?
-No nació en Tacna, pero era tacneño cien por ciento. Él nace el año 27 en los Barrios Altos, por el jardín botánico. Pero vivió desde muy niño en Tacna. Hace toda su primaria allá y para la secundaria se viene a Lima, a vivir con mi abuelita paterna, a Magdalena, y a estudiar en el colegio Claretiano.
¿Cómo se comportaba en el colegio?
-De ese colegio lo sacan porque uno de los padres claretianos habló una vez defendiendo a Francisco Franco y Juan Gonzalo lo refutó acusando al dictador de asesino. Tendría unos 15 o 16 años. No era que le interesase en ese momento la política sino que él conocía que Franco había matado a García Lorca y para él, que le gustaba la poesía, no le quedó otra cosa que defender al poeta asesinado.
¿Qué hizo entonces?
-Después de ese incidente vino mi papá a Chorrillos, como director del colegio Eguren, donde Juan Gonzalo acabó su media. Allí conoce al padre Gustavo Gutiérrez y se hicieron amiguísimos. El padre Gutiérrez lo adoraba. Con el tiempo los dos se influyeron, eso lo reconoció mi hermano, en el tema político y religioso. Cuando muere Juan Gonzalo lo hace como cristiano.
Por su poesía deducimos que la relación con su madre era intensa. ¿Es así?
-La relación de él con mi madre era muy fuerte. Ella guardaba un álbum con todos los recortes donde se hablaba de mi hermano. Creía que a su hijo se lo habían mandado del cielo directamente; ella vivía y moría por él. Yo nunca tuve problemas, porque como era la menor y mujer, tenía a mis padres, a Juan Gonzalo y a mi otro hermano, Paco. Quizá mi otro hermano si haya tenido un poco de celos.
¿Cómo era la personalidad del poeta entonces?
-Juan Gonzalo era el tipo más ocurrente y gracioso que se haya visto, lo que contradice la fama que le han hecho de triste. Era deportista; jugaba básquet en el colegio Claretiano y también fútbol. Hasta era bailarín. Sus amigos tienen muchas anécdotas con él. Él era muy abierto y alegre, le encantaban las fiestas, ponía apodos y se bromeaba con todos. Él era el alma de las reuniones.
Caramba, no parecía.
-Mire, nosotros éramos tres hermanos. Mi hermano Paco era amigo de todos los pescadores de la playa y cuando ellos lo buscaban, yo le gritaba: "¡Paco, te llaman tus amigos!". Y Juan Gonzalo lo fastidiaba: "¿Amigos? ¡Cómplices!".
¿De joven ya le gustaba leer?
-Desde muy joven se puso en contacto con los libros porque en mi casa siempre hubo muchos, pues mi padre era profesor. Ya después, con el alcoholismo, al final de su vida, se puso triste.
¿Qué amigos lo rodeaban por entonces?
-En San Marcos sus amigos eran Francisco Bendezú, Julio Cotler y un tal Pepe Casapía, que murió joven. Paraba también mucho con un primo hermano, Néstor Gross. Luego se hizo amigo de poetas de la siguiente generación: Arturo Corchera, César Calvo y Reinaldo Naranjo. Allí se metió en la vida política y formó una agrupación que se llamaba Juventud Pro Paz. Esa fue una de las razones por la que no le dejaron regresar cuando se fue a México el año 48.
Ah, no era cierto que fue deportado.
-Él no se fue deportado sino que lo hizo por sus propios medios, aunque la policía siempre lo perseguía. La policía entraba a cada rato a nuestra casa a preguntar por Juan Gonzalo. En una ocasión mi padre les dijo "¡Ustedes no entran aquí!", pero la policía lo empujó y entró. Cada vez que había revueltas, allí estaba metido mi hermano. Cuando no lo dejan entrar al país, se queda en México con Gustavo Valcárcel, su esposa Violeta y su hija Rosina, a quien quería tanto porque fueron como su familia.
¿Cómo le cayó semejante noticia a su madre?
-Por esa época había mucha tristeza en la casa. Nos sentábamos en la mesa y mi mamá comenzaba: "Pobrecito mi hijo, si tendrá qué comer". De esa época es el poema que me dedica a mí. Él solo regresa a Lima cuando yo ya me había casado, que lo hice muy jovencita, el 58. Volvimos a Chorrillos y ese año se gana el Premio Nacional de Poesía con Cantos desde lejos.
¿Qué era lo que más le gustaba a Juan Gonzalo?
-Le gustaba comer (risas). Cuando se sentaba a la mesa todo tenía que estar bien puesto, todo bonito. Lo más gracioso era que él comía solo con sus cosas. Por eso en sus poemas habla de su vaso y su cuchara. Tenía una cuchara de alpaca gastadísima. La había usado tanto que ya tenía un huequito. Un amigo una vez se lo hizo notar: "Juan Gonzalo -le dijo-, pero esa cuchara tiene hueco". Y él le contestó; "Sí, pero sí llega".
Qué humor tan increíble.
-Hasta su forma de comer era perfecta. Nunca usaba las manos para nada. Lo que le gustaba era el adobo que hacía mi mamá. Ella cocinaba cosas muy sencillas, como el locro o la crema de zapallo, que a Juan Gonzalo le encantaban, así como el pepián de choclo.
¿Y es verdad que cantaba?
-¡Lindo! En Tacna hasta cantó en una radio. Me cuentan que por eso mi papá lo mandó a Lima, porque se metía a la radio a cantar, como mi mamá, que cantaba todos los tangos de Gardel. Eso escuchaba Juan Gonzalo de chico.
¿De adulto eso marcó sus gustos?
-Claro. Él era un gran admirador de Piazzolla. Se trajo de Argentina todos sus discos. Cuando ya estaba mayor se sentaba en la sala a escucharlo. Era su músico favorito.
¿Su gusto por la música provenía de la familia?
-Era curioso, porque mi padre en Tacna no tenía radio, pues nos acostumbró a ir a comer a la mesa en silencio. En nuestra casa no había bulla. Pero Juan Gonzalo se compraba cancioneros y le ponía música a las letras. Muchas veces, me contaron, ésta coincidía con la verdadera melodía de esas canciones.
Si se quedaba en Tacna a lo mejor hubiese sido músico, pero lo enviaron a Lima.
-Pero también hubo otra razón, por algo que él defendía, porque él era un defensor de los derechos de la gente. Siempre defendía al que veía de menos. Yo también soy así.
¿Cuándo es que se vuelve a meter en la música?
-Ya mayor. Cuando se junta con Diego Mariscal , él le presenta a Víctor Merino, y entre ambos hicieron un disco que no circuló mucho, El mismo puerto, donde le pusieron música a los poemas de Juan Gonzalo. La voz la puso Tania Libertad.
¿Su afición por la música lo llevaba a ir a peñas?
-Sí iba. En Barranco había una, El Embrujo, de Elena Bustamante. No era muy amigo de los artistas pero sí de la gente que llegaba allí: Magda Figuerola, Chabuca Granda, que lo quería tantísimo. Ella llegaba a mi casa de Magdalena con unas medias de lana para Juan Gonzalo, pero antes le sobaba los pies con petróleo blanco, porque él se quejaba de que le dolían los pies al caminar.
Qué cariñosa.
-Sí, y tan humilde. Cuando ya estaba en sus últimos años, Chabuca le preguntaba: "¿Qué te falta hacer Gonzalito?". "Viajar otra vez a Buenos Aires", le contestó, "ya tengo los pasajes, pero me falta un sobretodo". A los pocos días le trajo un sobretodo, aunque finalmente él nunca llegó a viajar.
¿Juan Gonzalo tenía más amigos músicos?
-Muchos. Raúl Vásquez era uno de ellos. Y había un gran grupo que iba a nuestra casa de Magdalena: Tania Libertad, Cecilia Barraza, Jorge Madueño, Diego Mariscal, y Rubén Flores, el papá de Juan Diego. Víctor Medina llegaba con un pianito, tocaba y los demás se ponían a cantar.
Tremendas jaranas se harían.
-Claro. También iba el guitarrista de Chabuca, Lucho Gonzáles. Chabuca también. Realmente, la que reunía a esa gente era ella. Como era tan amiga de él y le daba siempre lo que quería, también le llevaba a sus amigos.
Junto a los músicos y los poetas, ¿a quiénes más recuerda entre sus amigos?
-A Luis Banchero Rossi, que era tacneño. Todos los viajes que hizo Juan Gonzalo al exterior fueron invitaciones de Banchero, que lo adoraba. Viajó mucho: a Alemania, Brasil, Cuba, Argentina, a todas partes.
Le gustaba viajar.
-Sí, mucho. Él tenía un lema: para viajar no se necesita plata, se necesitan ganas. Cuando otros se quejaban de que no viajaban por carecer de dinero, él les decía: "Ah, no, ese no es motivo". De Brasil vino con un par de zapatos a los que les puso papel de periódico por dentro, porque tenía un hueco de todo lo que había caminado. Él agarraba calle y comenzaba a caminar, conocía todo. Por eso hizo Las Comarcas.
¿Y por qué cree que Juan Gonzalo al final cae en el alcoholismo?
-Creo que son genes. Yo tenía un tío que murió alcohólico y mi abuelo materno, que nunca tomó, se enfermó y empezó a tomar hasta que murió. Juan Gonzalo empieza a tomar a la muerte de mi papá. Como le tenía un gran respeto, nunca llegó tomado a la casa. Allí es cuando él empieza a tomar en la casa y se vuelve alcohólico. Se encerraba en su cuarto a tomar.
¿Qué hicieron ante eso?
-Lo llevamos varias veces a la clínica, a que lo trataran. Creo que la pastilla que le daban, que le hacía rechazar el licor, le malogró el hígado y le produjo cirrosis. Porque Juan Gonzalo era muy fuerte, nunca se enfermaba.
¿Su mamá lo sobrevivió?
-No, ella murió antes, un día que Juan Gonzalo se fue al centro a dejar su artículo para la revista Caretas. Su muerte fue violenta. Cuando llegó él, salí y le dije que mi mamá había muerto. Él entró y se sentó en la sala, impasible, anonadado. "Esto ya lo esperaba", me dijo.
¿Cómo lo tomó?
-En los dos años más que vivió, se sintió como liberado. Como ya no tenía que darle cuentas a nadie, se sentía mejor.
¿Y por qué eran tan solitario? Nunca se le conoció pareja.
-Violeta Valcárcel me dijo que dejó una hija en México, pero él se sentía mantenido por su mamá. No tenía la economía para mantener una casa y ya se había acostumbrado a vivir con ella.
¿Usted le conoció novias?
-Había una chica en Barranco que era su novia, antes de que se fuese a México, pero murió.
¿Al final de sus días, cómo enfrentaba su enfermedad?
-Se pasaba horas y horas sin hablar. Cuando yo llegaba a visitarlo, mi mamá me decía: "Anda a hablarle a tu hermano". Se quedaba en la cama. Era muy depresivo.
¿Por su enfermedad?
-No. Creo que un poeta tiene que ser así. Él tenía una forma muy especial de mirar el mundo y entrar a su cabeza era algo muy difícil. Después de morir mi mamá se fue a una pensión que pagaba con el alquiler de la casa de Magdalena.
¿Cómo fue que llegó a morir?
-Una vez me llama. "Me siento mal", me dijo, "pero no quiero que me lleves al hospital". Aunque sí lo hicimos y allí nos dijeron que tenía bronconeumonía. Se quedó internado. Como estuvo en cuidados intensivos, sufrió mucho. Cuando lo visitaban Magda Figuerola y Elena Bustamante, él les pedía que lo sacaran de allí.
¿Juan Gonzalo se lamentaba de algo?
-Me contó un sueño que tenía siempre. Dice que soñaba con que Abimael Guzmán lo llevaba en un carro negro y le decía: "Yo te tengo cólera, porque tú has tenido la mesa servida y no has hecho nada; y a mí sólo me han caído las migajas". Nunca supe si lo llegó a conocer.
¿Soñaba eso?
-Soñaba eso. Dice que en el sueño llegaban a una calle de Lima y que él bajaba, caminaba y no sabía si iba a seguir caminando o le iban a dar un tiro por la espalda, y que por ese temor se despertaba. Quizá -ya especulo-, él se sentía culpable por no haber hecho un país socialista, algo con lo que él había soñado.
SOBRE LA NUEVA EDICIÓN DE LA POESÍA DE ROSE
La última edición conocida de la obra poética de Juan Gonzalo Rose data de 1990 y fue obra de otro poeta, Jorge Eslava, en los buenos tiempos de la editorial Colmillo Blanco. Diecisiete años después, el Instituto Nacional de Cultura nos ofrece entrar nuevamente en contacto con la poesía de Rose, cosa que ya había hecho en 1974, en una edición por cierto inhallable. Hay dos detalles, sin embargo, que le quitan lustre a este nuevo volumen. El primero, es que no se consigna la bibliografía del poeta de modo apropiado y todo se limita a nombrar los libros sin aportar los datos editoriales; el segundo, que no sabemos quién estuvo a cargo de la edición: es imposible que los libros se editen solos. Nada de esto, por suerte, enturbia la magnífica poesía de Rose.