Santiago Roncagliolo
"Comencé a escribir como un modo de volver al Perú"

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Fuente: La Primera, Lima 29/05/06

Santiago Roncagliolo ganó, con Abril rojo, el Premio Alfaguara. La trama transcurre en Ayacucho, durante la Semana Santa del 2000, cuando los peruanos estaban por celebrar elecciones y Fujimori abusaba del poder. "Buena parte del país no está satisfecha con la democracia", dice en una entrevista concedida al diario argentino Página 12.
 

-¿Abril rojo es su novela más peruana, el modo que eligió para regresar a su país?
-Sí, sin duda. Escribir es una forma de volver también. Las novelas son un intento de darle sentido a la vida, te crea la ilusión de que vas hacia algún lugar, de que hay una historia. Y una novela como ésta trata de darle un sentido a un país tan complicado como el mío. A Perú lo llevo dentro esté donde esté. Darle sentido a ese pasado es darme sentido a mí mismo.

-Además de apelar a la estructura del thriller para contar tanta violencia, intercala las notas del psicópata como si fueran un coro griego.
-Sí, esas notas de alguna manera son el coro de los muertos. Quería empezar con un retrato humorístico y que luego ese mundo absurdo y gracioso fuese mostrando su verdadero rostro hasta agotarte de cadáveres, porque yo también estaba harto de tantos muertos.

Cuando trabajaba en derechos humanos, cada día descubría una nueva manera de producir dolor y veía cómo gente que no tenía creatividad para escribir un poema de tres líneas era muy inventiva a la hora de lastimar a otras personas.

Los monólogos del psicópata y los informes del fiscal son los dos mundos que están en discusión: el de la ley rígida, tan formal que termina por no decir nada, el lenguaje burocrático de una ley que no gobierna y que no entiende qué pasa, en contraste con el lenguaje de la barbarie, que ni siquiera respeta las reglas de la sintaxis ni de la ortografía.

-¿El fiscal es responsable ante esa violencia?
-Sí, es responsable por no querer ver. Desde el punto de vista del género policial, es un investigador raro que trata de no investigar, él sólo quiere llenar sus papeles, mandar sus informes por triplicado y el horror le va estallando en la cara y lo va cercando hasta que no puede huir de él.

Pero eso no le quita la responsabilidad; de hecho él descubre que no es tan distinto, que es cómplice de la misma violencia de la que se pretendía refugiar en las leyes.

Es algo similar a lo que sucedió con los peruanos, porque por lo menos aquí, en la Argentina, los asesinos estaban claros, eran vulgarmente malos, no habían sido elegidos por el pueblo, eran militares, tenían esa maquinaria siniestra de la tortura y hasta estaban vestidos de nazi.

Pero en Perú no está tan clara la responsabilidad porque la mayor parte de los muertos y desaparecidos fue víctima de la democracia, de gobiernos electos democráticamente. Todos escogimos a nuestros asesinos y esto hace que sea muy difícil asumir lo que pasó.

-¿La sociedad peruana debate este tema, está revisando su pasado reciente?
-Sí, después de la Comisión de la Verdad se inauguró una etapa en la que se puede hablar más desapasionadamente y reflexionar sobre lo que ocurrió. Pensaba que esta novela iba a disparar el debate, pero no suscitó grandes polémicas.

-¿Qué tipo de polémica esperaba?
-Creía que a los terroristas y a los militares podían molestarles que sean tratados en un mismo nivel, en un plano de igualdad. Ambos creen que son buenos, y cuando hablas con cualquiera de ellos y les preguntas por qué mataron a 56 personas, te explican por qué lo hicieron. Y, además, se creen moralmente superiores a ti porque están dispuestos a matar y a morir.
 
Dato

Santiago Roncagliolo nació en Lima, en 1975. Vivió su infancia y adolescencia entre México y Perú y ahora reside en Barcelona (España). Ha publicado Pudor, El príncipe de los caimanes y Crecer es un oficio triste. Colabora en El País de España.

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