Por Abelardo Oquendo
Fuente: La República, Lima 17/06/06
"Durante largo tiempo la obra de Edgardo Rivera Martínez fue una suerte de secreto exquisito para más de un lector en el Perú. Sus primeros libros, hechos casi artesanalmente, circularon en pequeñas ediciones y sus lectores fueron generalmente amigos cercanos del escritor, cuando no un reducido público académico. Esa suerte cambió sin embargo en 1993, cuando Rivera Martínez dio a la luz su novela País de Jauja, convirtiendo a su ciudad natal en un símbolo nuevo de nuestra peruanidad. Hoy, a más de diez años de su publicación, nadie duda en afirmar que País de Jauja es un clásico de nuestras letras y que Rivera Martínez ocupa un lugar protagónico en la historia de la novela peruana".
El anterior es el primer párrafo del prólogo de César Ferreira a una compilación de textos hecha por él y que el Fondo Editorial de la UNMSM ha publicado con este título: Edgardo Rivera Martínez. Nuevas lecturas. Se trata de una selección de estudios críticos y reseñas periodísticas producidos en su mayor parte en este siglo, (algunos corresponden a la última década del XX). Escritos de Rivera Martínez sobre su propia obra y en torno al arte de narrar, más algunas entrevistas concedidas por el autor a publicaciones periódicas han sido incluidos también en este volumen y lo hacen más servicial.
La cita de Ferreira -extensa para la dimensión de esta columna- se justifica por contener tres datos importantes o, más precisamente, dos datos relativos al autor y una generalizada opinión sobre su obra narrativa que van a ser aquí glosados. El primer dato es la situación de escritor conocido y apreciado tan solo por un pequeño círculo de lectores en la cual transcurrió la vida de Rivera Martínez hasta 1993, cuando, a los 60 años de edad, publica su primera novela. En un medio literario como el peruano, en el cual el ejercicio de la literatura es, como lo hace notar Luis Loayza en un ensayo de 1970, un "mester de juventud" -o lo era por entonces en su inmensa mayoría-, el caso de Rivera Martínez resulta excepcional. Y, bien visto, no solo en el Perú: la tercera es más la edad de la sabiduría que de la imaginación.
Ciertamente la precocidad, frecuente en la poesía, es rarísima en la novela; pero la estación de madurez de un novelista no suele ser la de Lampedusa. Una mirada a algunas de nuestras mejores novelas hace ver que Los ríos profundos aparece cuando José María Arguedas tiene 47 años, Conversación en La Catedral cuando Vargas Llosa cuenta 33 y Un mundo para Julius cuando Alfredo Bryce ha cumplido 31. El ascenso de Rivera Martínez empieza a una edad en la cual otros novelistas suelen haber dado lo mejor de sí.
En 1999 País de Jauja ocupa el primer puesto en una encuesta de la revista Debate para nominar "los diez libros de narrativa más importantes de la década del noventa" en el Perú. De los 53 participantes en ella -gente de letras toda- 41 mencionaron la novela de Rivera Martínez (el libro que alcanzó el segundo lugar tuvo 8 menciones menos). Desde entonces el prestigio y el reconocimiento del autor, cuya productividad se mantiene, se han extendido y consolidado.
La recopilación de textos sobre Rivera Martínez que ha publicado la Universidad de San Marcos viene a contribuir a esa consolidación. En el caso del autor, sus logros no se traducen en internacionalización ni en grandes éxitos de librería. Modesta pero duraderamente, y por encima de la pasajera fama, en cambio, su obra ocupa, como opina Ferreira, "un lugar protagónico en la historia de la novela peruana" y hay quienes lo consideran ya -Ferreira entre ellos- "un clásico de nuestras letras".