Julio Ramón Ribeyro
Tantas veces Ribeyro Tantas veces Ribeyro

Por Jorge Coaguila
Fuente: Domingo, El Comercio, Lima 08/10/06

La editorial Seix Barral ha lanzado una nueva edición de las notables Prosas Apátridas de Julio Ramón Ribeyro, un libro esencial en el que su autor despliega sesudas reflexiones, una veces llenas de humor vital, otras de pesimismo fúnebre.
 

París, década de 1960. Julio Ramón Ribeyro sale de su departamento de la plaza Falguière, aborda el metro y llega a la agencia de noticias France-Presse. De esta rutina, en apariencia, no hay nada interesante que decir. ¿Qué de extraordinario tiene el recorrido entre el hogar y el trabajo? ¿Qué personajes interesantes puede uno encontrar en ese camino? Muchos de los 200 breves textos de Prosas apátridas surgieron de circunstancias que parecían anodinas; sin embargo, demuestran una aguda mirada del mundo.

En un pequeño departamento parisino, el escritor peruano convive con su esposa, Alida Cordero; su único hijo, Julito, y un gato. Jamás mencionados por sus nombres, ellos le permiten al autor proyectar ingeniosos pensamientos como aquel que asegura que las relaciones que uno tiene con su mujer, por hermosa que sea, llegan con el tiempo a hacerse tan rutinarias como las que uno mantiene con su ciudad. También aquella idea que subraya que para un padre el calendario más veraz es su propio hijo: el diente que le sale a este es el que pierde aquel, el año que suma el crío es el que se le sustrae al progenitor.


Desilusión ilustrada

De acentuado pesimismo, Ribeyro concibe la vida fea, dura, cruel, fugaz. Por ejemplo, cree que los conflictos actuales son la continuación de los antiguos, bajo diferentes nombres, ideales y pretextos. Asimismo asegura que la historia es un juego cuyas reglas se han extraviado: los especialistas las buscan con afán, pero solo encuentran retazos. En la prosa 179 asegura que todo el mundo ha visto las mismas cosas y sufrido los mismos desastres. "Lo que pasa es que los viejos han perdido la memoria y el mundo también", sentencia.

Ribeyro se siente minado por la duda. En la penúltima prosa asegura que nunca ha podido comprender el mundo y se irá de él llevándose una imagen confusa. Lo que ha escrito ha sido un intento por ordenar la vida y explicársela, gesto que culminó, en realidad, con la elaboración de un inventario de enigmas.

Luego de ocuparse en empleos menores como recogedor de periódicos viejos, conserje de un hotel, cargador de bultos en una estación de tren; el narrador peruano trabajó una década en la France-Presse. En su cuento "Solo para fumadores" (1987), de corte autobiográfico, dice que esta agencia de noticias "era no solo una fábrica de noticias sino el emporio del tabaquismo. Por estadísticas sabía que la profesión más adicta al tabaco era la de periodista". En consecuencia, su viejo vicio de fumar se incrementó en este centro de labores.


Libro creciente

En 1973, fue operado dos veces de cáncer y en varios textos se refiere a su enfermedad. Por ello, en el texto 148, afirma que su capital de vida está ya gastado y está viviendo solo al crédito. En otro momento se describe como un tipo envejecido y enfermo, aburrido y cansado. Paradójicamente, considera que solo manteniéndose enfermo es que sobrevive.

Algunas escenas ocurren en España, Italia y Portugal, producto de sus viajes de vacaciones a las playas de Carboneras, Capri y Albufeira. Es evidente su fijación por los países latinos y el mar. Del mismo modo, al leer Prosas Apátridas uno se entera de sus aficiones a la música barroca, al vino tinto o al ajedrez (en cierta ocasión cuenta que reprodujo una partida entre Anatoli Karpov y Viktor Korchnoi).

La primera edición de Prosas Apátridas apareció en 1975 y contaba con 89 textos. En 1978, alcanzó 150 y en 1986, edición definitiva, sumó 200. Así, este libro es una continua reflexión acerca del trabajo creador. Señala que en literatura cuando empieza la felicidad, empieza el silencio. Sin embargo el humor tampoco está ausente, sobre todo en la prosa más jocosa, la 166, cuando lo confundieron con Mario Vargas Llosa. "¡Y decir que he almorzado con el autor de La ciudad y los perros!", le dijo orgulloso un curita en Ayacucho.

Boletín semanal
Mantente al tanto de las novedades ¿Quieres ver nuestro boletín actual?
Ingresa por aquí
Suscríbete a nuestro boletín y recibe noticias sobre publicaciones, presentaciones y más.