Enrique Prochazka
Casa Cerrada Casa Cerrada

Por Iván Thays
Fuente: Blog Sin Plumas
http://sinplumas.blogspot.com/2005_01_30_sinplumas_archive.html

La obra de Enrique Prochazka es un tanque de oxígeno para la literatura peruana, usualmente asfixiada en los mismos referentes y un costumbrismo testarudo que ha dado por llamarse “realista”. Sus influencias giran hacia otros territorios literarios como la obra de Borges, Bioy Casares y la ciencia ficción de sustento científico y filosófico. Por ello, no es extraño que para algunos críticos sea el más denso, radical y exigente entre los autores aparecidos en los años 90. Esta nouvelle es una muestra de esas virtudes y también sus limitaciones.

Luego de un accidente doméstico, el arquitecto Hal Durbeyfield descubre que ha perdido la memoria de sus últimos 15 años de vida. Poco a poco se entera de que tiene dos hijos –el adolescente Alyester y la lolita Linne-, una esposa enterrada en el jardín, un criado de apellido Clarke, fama de huraño, una atrayente celebridad como arquitecto y fundador de una tendencia llamada “albismo” y, sobre todo, una casa extravagante. Descubre también que esa casa es su enemiga: un laberinto que se cierne sobre él y sus allegados. La alusión al laberinto no es gratuita: Hal es constructor, víctima y victimario (Dédalo, Minotauro, Teseo) de aquella Casa monstruosa que le exige cumplir con el sacrificio de Linne, con lo cual la nouvelle ingresa en el espinoso terreno del incesto (previsto por el apellido del protagonista que remite a la película Tess de Polanski y su nínfula incestuosa representada por Natassia Kinski). El hallazgo de un manuscrito dictado en un rito iniciático por Mista´peo, termina por explicarle a Hal, a manera de código secreto, los misterios que rodean al “albismo” y la construcción de la siniestra arquitectura.

Resulta obvio que para poder cumplir con la complicada síntesis de mitología y filosofía contemporánea que se propone, Prochazka ha tenido que ceder a la simplificación de hacer una novela alegórica no exenta de trucos de película de ciencia ficción serie B (un pasadizo secreto conduce a un cuarto blanco que esconde un código) y personajes vacíos, casi holográficos, como sus hijos, el psiquiatra y el propio mayordomo Clarke (que nos recuerda al empleado de Bruno Díaz). Prochazka desperdicia todas las posibilidades narrativas que le brinda su espléndido argumento, obligando a su protagonista, por ejemplo, a “recordar” las cosas en la medida en que la trama lo necesita, como en esos dibujos animados en que los personajes construyen un puente mientras avanzan en el aire, dejando al lector la sensación de una obra en la que la narrativa está al servicio de las ideas y no al revés, como lo exige toda obra de arte autónoma. Prochazka puede más, mucho más.

 

Casa
Enrique Prochazka
Lluvia editor. Lima: 2004

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