Mario Montalbetti
"Prefiero a poetas con bisturí en la mano"

Por Pedro Escribano
Fuente: La República, Lima, 23/10/05

El reconocido poeta y lingüista (Lima, 1953) acaba de publicar el poemario "Cinco segundos de horizonte".
 
Además de hablar sobre los temas de su libro y su exilio voluntario, detalla, para el debate, algunos aspectos de la poesía joven peruana.
 
Se resiste a que lo consideren poeta racional. Se resiste, a pesar de que trabaja en los Estados Unidos, a sacar los pies de nuestro país. No habría problema, dice, si hubiera una ruta de combi entre Lima y Arizona. Está seguro de que los poetas de hoy están escribiendo mejor que sus pares, los narradores de hoy. El poeta y lingüista Mario Montalbetti nos aguarda entre el universo de títulos de la librería El Virrey, en Miraflores. Hasta allí llegamos para conversar sobre su reciente poemario, Cinco segundos de horizonte, publicado por el sello Álbum del El Universo Bakterial. 
 
"No tiene que ver nada con Cinco metros de poemas, aunque la estructura del título sea similar al libro de Oquendo de Amat", explica. 
 
Y tiene razón. Cinco segundos... más bien es una suerte de vuelta a temas de sus poemarios anteriores: Perro negro, Fin desierto y Llantos Eliseos, pero reelaborados.
 
 
-El poema 'El ombligo del sueño' -un automóvil da vueltas y vueltas en el Óvalo Gutiérrez- recrea tu condición de exiliado voluntario. 
-Hay una lucha entre las fuerzas centrífugas y centrípetas, las que te botan y las que te atan al centro. El "sueño" y "ombligo", términos freudianos y lacanianos, tienen que ver con esta especie de cicatriz original del nexo, del vínculo más primitivo, más primario. Regresando a tu pregunta, es la metáfora del exiliado y del que regresa. 
 
-¿Siguiendo la metáfora, ¿no te has ido de Lima?
-No, o sea, Lima es más grande de lo que metafóricamente lo es. En el sentido de lo siguiente. Said, el escritor palestino, decía que todo exilado vive una especie de doble vida. Yo soy una especie de doble agente del exilio, porque vivo una doble vida en ambos sitios. Es cierto que cada vez más la fuerza centrípeta que me hace volver a Lima es más fuerte que la centrífuga. 
 
-¿Vas y vienes entre Lima y Arizona?
-Yo voy a Arizona porque allí está mi oficina. Mi trabajo queda muy lejos. Es una versión de lo que decía Rodolfo Hinostroza: "vivo en París porque Lima está lejos".
 
-No hay combis de ida y vuelta a Arizona.
-Si fuese así yo sería inmensamente feliz de vivir en Lima y tener, digamos, media hora al día en que pueda aparecer en mi oficina en Arizona, y luego regresar. Para mí eso sería perfecto.
 
-¿Cómo compaginas tu trabajo de lingüista con tu vocación de poeta?
-No se compaginan, es imposible. Como lingüista he escrito artículos tratando de demostrar que el lenguaje no existe, como poeta, trato de demostrar que como lingüista estoy equivocado.
 
-En un diálogo con Mirko Lauer señalabas que algunos poetas chairean el idioma y otros solo exhiben sus textos.
-Son dos formas de escribir poemas. Los poetas que tienen filo escriben contra la lengua, a pesar de la lengua, mordiendo la lengua. Los otros poetas, no son mejores ni peores, escriben contentos del lenguaje que les ha tocado hablar. 
 
-Eso que llamas efecto lounge 
-Sí, esa textura verbal que arrulla, amodorra, mientras que en los otros -me gustan más- operan, tienen bisturí en la mano, cortan. 
 
-¿Eres un poeta racional?
-No soy poeta racional. El lector a veces hace cualquier cosa para entender un poema y una forma que se hizo popular era de que mis poemas son racionales. Que la gente piense que cargo la mano hacia el lado no sentimental, es posible, pero no creo que sea algo tan tremendo como para que determine una lectura generalizante. 
 
-En los poetas jóvenes el yo vitalista se extingue? 
-No, no creo. La poesía del yo sigue viva, creo quienes no practican la poesía del yo lo que hacen es esconder el yo en el poema, pero no por eso el poema deja de ser sentimental. Existe en el imaginario de muchas personas que el poema es el lugar en el cual uno vierte sentimientos. Yo no creo que sea así. En el poema se vierte de todo: sentimientos, razón, gramática, precio de la gasolina, etc.
 
-¿En los poetas post 2000 el barroco les insufla nuevos vientos?
-No todos son barrocos, pero es cierto, el barroco es cíclico para innovar todo arte. 
 
-El coloquialismo ha llegado a su punto límite?
-No, pero creo que si tú eres un poeta coloquial hoy día tienes muchísimos más problemas que si lo eras en los años 60 ó 70. 
 
-Hay que ser creativo?
-Tienes que saber que eso lo han hecho antes. Hay gente que descubre dos versos de Lucho Hernández y dice "voy a escribir así". Hay mucha gente que escribe sin leer, entonces todos sus descubrimientos personales los publican como si fueran descubrimientos del mundo.
 
-Desconocen la tradición.
-Lo mejores poetas peruanos siempre han escrito con la tradición soplándole en la nuca, y reconociendo eso. Es casi imposible hacerse el idiota en el Perú escribir poemas y decir "no he leído a Vallejo".
 
Poesía actual está mejor que la narrativa
 
-Has dicho que en la actualidad la poesía está mejor que la narrativa. Abelardo Oquendo refiere que narran con destreza pero que les falta más mundo, vida.
-Eso siempre ha sido verdad en el Perú. Después de las crónicas, siempre se escribía mejor poesía que narración. Eso es una verdad. Creo que hay gente que escribe muy bien en narración, pero si la comparas con la producción poética -me voy a meter en un lío por esto, que es solo mi gusto-, ésta es más importante, más sostenida, más regular, tiene menos baches y más dirección, mucho más contacto con lo real que la producción de narración. No digo que es mala, sino la narración es bastante más irregular, esporádica y más influenciada, hipertrofiada, como digo yo, por el mercado. Es decir, la gente empieza escribir para vender. Los poetas solo escriben, si los publicaban tanto mejor, pero ahora es casi inconcebible para un narrador escribir y no publicar. Es perfectamente concebible para un poeta escribir y no publicar.
 
 
El ombligo del sueño
 
Un pequeño automóvil ingresa al Óvalo Gutiérrez
y no sale más. Gira alrededor del óvalo, una vuelta
tras otra prendido, como un amante taciturno,
del centro del mundo. El conductor lucha contra
la centrífuga de San Isidro que intenta despedirlo
en todas sus prolongaciones. El drama es de una belleza rarísima. Los demás
conductores se hacen a un lado
y contemplan los giros infinitos. Es una ocasión
festiva: un pequeño automóvil, un óvalo cerrado,
y la persistencia de una fuerza superior a la centrí-
fuga. Hasta que el pequeño automóvil se queda
sin combustible y alcanza, lentamente, su lugar 
natural de reposo. Un gran silencio cubre el óvalo.
Y luego llegan las torpes grúas rojas a llevárselo.
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