Fernando Iwasaki
Cuando amar siempre duele
Por Tomacini Sinche López
Fuente: Expreso, Lima 07/11/06
Por Tomacini Sinche López
Fuente: Expreso, Lima 07/11/06
–¿“Libro de mal amor” es cien por ciento autobiográfico?
Sí. Hay alguna exageración, alguna vuelta de tuerca. Los diez relatos corresponden a diez momentos de mi vida, pero que cualquier lector puede buscar los equivalentes con momentos de su vida. Entre los 11 y los veintitantos es muy habitual que uno se enamore en vano muchas veces y que con el paso de los años uno mantenga un recuerdo inconfesable de esos momentos.
–¿Qué es el amor para ti?
El amor como construcción literaria y como construcción cultural casi siempre tiene lugar en la adolescencia. Luego confundimos el amor con el deseo. Al pasar los 30 creo que la experiencia te asegura una especie de invulnerabilidad contra el dolor. Te puede atraer alguien y convives con ese deseo sin sufrir. Entre los 16 y los 23 sufrimos tanto que hasta somos capaces de tocar guitarra en misa. Personajes como Romeo y Julieta nos conmueven porque eran adolescentes, pero si aparecen dos personas de 50 años y se matan por amor, pensaríamos: “¿Qué habrán hecho?” (Risas).
–¿Y tú amas con ironía?
Creo que a tu pareja siempre tienes que hacerla reír. El poder asociar el placer con la diversión es fundamental en una relación. A mí me gusta reírme, pasármelo bien y me agrada que mi pareja la pase igual de bien. Es una manera de estar en el mundo. Creo que el humor es algo muy serio.
–Tu libro puede llamarse tranquilamente “Libro de buen humor”, es notable la buena administración de la ironía...
El humor no hay que confundirlo con el chiste. En el Perú tuvimos un escritor que fue un gran humorista: Héctor Velarde, lamentablemente olvidado. Él fue el gran humorista de la literatura peruana, discípulo de Gómez de la Serna, de Wenceslao Fernández Flores, de Julio Campa y de Javier Poncella. Con él desaparece una forma de hacer humor en el periodismo y en la literatura peruana. A mí me gusta ese tipo de humor, que supone una elaboración, donde el juego de palabras no es un juego de aliteración sino un juego de significados.
–Por otro lado, cada parte de “Libro de mal amor” se puede leer como un cuento independiente...
Sí, cada capítulo funciona como cuento. Los editores españoles siempre quieren publicar novelas, no cuentos. Es una especie de prejuicio contra el cuento. Recuerdo que a mi agente literaria le comenté mi idea de hacer un libro sobre las mujeres de las que me enamoré. Y me dijo: “Porque todo eso que me cuentas no me lo cuentas en una novela”. Entonces se lo “cuenté” en una novela, es decir, escribí una novela “cuentada”.
–¿Y en qué tradición de la novela amorosa se inscribe el libro?
En la literatura amorosa hay dos arquetipos: el de Don Juan y el de Casanova, que hablan siempre de sus conquistas. Pero me identifico más con la literatura amorosa de Stendhal. En sus libros “La cartuja de Parma”, “Rojo y negro” y “Sobre el amor”, él escribe sobre todo de lo que haría si es que le hicieran caso.
–En tu obra hay pequeños homenajes a diferentes referentes culturales...
No es algo que me lo hubiera propuesto. No sólo están las mujeres de las que me enamoré, sino también la música, las películas y los libros que me hicieron enamorarme en esa época. Para escribir la novela me compré toda la música que encontré de los años 70 e inicios de los 80. Escuchando a Supertramp o a Nicola Di Bari recordaba mejor todo lo que viví en esos años.
–Finalmente, ¿qué proyecto vienes preparando?
Preparo una novela que espero que sea una crítica del nacionalismo del siglo XIX. Una novela que no sea histórica, pero que utilice fuentes históricas de esa época para poner en entredicho todo ese discurso nacionalista y pseudotriunfalista que siempre hemos estudiado en el colegio. Es inverosímil cómo habiendo tenido tantos héroes invencibles en nuestra historia perdimos todas las guerras.