Félix Huamán Cabrera
Notas sobre el Centro y los Márgenes del Campo Narrativo en el Perú Contemporáneo Notas sobre el Centro y los Márgenes del Campo Narrativo en el Perú Contemporáneo

Por Marcel Velázquez Castro
Fuente: www.demus.org.pe/fasciculo/fasciculo2/contemporaneo.htm

Introducción 
 
Quiero plantear la problemática de este texto relatando dos anécdotas. En septiembre del 2002 dicté un seminario para el Diplomado de Literatura de la Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo (Lambayeque), entre mis alumnos se encontraba Andrés Díaz Núñez, hombre de edad avanzada, pero con muchos bríos e inquietudes. Después de la clase, se acercó y me obsequió un pequeño libro: Rastros sangrantes, una novela, que él había escrito. Cuando le pregunté sobre el tiraje del libro, me contestó que era la décima edición y que ya había vendido más de 10,000 ejemplares. Yo quedé anonadado, conozco de cerca la escena de la narrativa limeña y he observado el orgullo en los ojos de los muy pocos autores que superan los 1000 ejemplares en ventas. ¿Quién era este escritor cajamarquino, absolutamente desconocido para mí que llegaba a esa Universidad como supuesto especialista en novela peruana contemporánea?, ¿por qué su realismo tradicional y temática social eran tan exitosos?, ¿quiénes compraban su libro?
 
Desde el año 2000 tuve noticias de una novela de Félix Huamán Cabrera titulada Candela quema luceros y pese a que consulté con amigos y busqué en todas las librerías e incluso en la Feria de Libro Viejo de Amazonas, no encontré dicho libro. Posteriormente, conocí a Mark Cox, profesor norteamericano que realizaba una investigación sobre la violencia política en la novela contemporánea y me comentó que una de las novelas más relevantes con esa temática y que ya había llamado la atención de críticos norteamericanos era la de Huamán Cabrera. Además, me dijo que sus ventas en provincias ya habían superado los 12,000 ejemplares. Reanudé mis búsquedas y pude comprar el libro en una nueva edición de la Editorial San Marcos. Nuevamente surgieron las preguntas: ¿cómo era posible que un libro de esa importancia estuviera ninguneado por la crítica oficial?, ¿por qué un libro notable estéticamente sobre la formalización de la guerra interna no era parte de nuestro canon literario? Y nuevamente la misma pregunta que en el caso anterior: ¿quiénes compraban este libro?
 
 
I. La rebelión de los márgenes
 
Creo que las dos anécdotas anteriores reflejan adecuadamente lo que pasa con la escena literaria contemporánea: no es sólo que un pequeño grupo de escritores, editoriales y académicos sigue constituyendo un poder hegemónico que oculta y minimiza las escenas y producciones literarias de los márgenes, márgenes que se construyen con las variables regionales, étnicas, sociales e incluso de género; sino que ahora las instituciones literarias tradicionales están siendo plenamente desbordada por esos márgenes. El asalto se produce desde múltiples lugares: la novela de masas, la novela escrita por mujeres, las novelas populares, los relatos étnicos, etcétera. El canon narrativo peruano ya no se puede construir sobre la opinión de fosilizados académicos y el índice de venta en las lujosas librerías de Miraflores y San Isidro. Sin embargo, la miopía de la mayoría de los críticos literarios sigue atendiendo preferentemente a los textos legitimados por los medios de comunicación masiva y las políticas de "lobby" de las grandes editoriales transnacionales.
 
A la tradicional tripartición propuesta por Antonio Cornejo Polar una literatura escrita de elites, urbana y occidental; una literatura popular urbana y literaturas orales étnicas. Hay que añadir indudablemente una incipiente literatura de masas y una literatura escrita por la comunidad de peruanos inmigrantes, más de 2'000,000. Cada uno de estos sistemas tiene su propia forma de producción y distribución de sus bienes simbólicos literarios. ¿Son mundos separados? ¿No existe interrelación entre ellos? Quizá, vale la pena reflexionar un poco sobre esto. La regla hoy parece ser la interacción entre estos sistemas principalmente en el nivel de la producción y la separación principalmente en los sistemas de validación institucional, la distribución y consumo. Las variantes son múltiples y ya están apareciendo: literaturas étnicas y populares que se producen por peruanos en ciudades como New Jersey, relatos aymaras o ashaninkas que son traducidas al inglés o al francés sin pasar por el castellano, libros escritos por vedettes que narran una historia de vida, novelas de aprendizaje de sujetos homoeróticos, literatura en internet, etcétera. La novela escrita en castellano por un sujeto occidental que domina las técnicas narrativas y posee competencia literaria es ya un fenómeno socialmente minoritario. 
 
No podemos seguir cultivando la imagen tradicional de una Lima cultural hegemónica y de provincias subalternas, cuando en provincias hay mayor producción literaria que en Lima, hay más revistas literarias que en Lima y un público lector más amplio socialmente. Además de sus circuitos oficiales que siguen seducidos por el mito de Lima, en las ciudades y pueblos provincianos hay una vasta cantidad de personas que está instalada en los intersticios de culturas étnicas y culturas globales desteritorializadas. La fuerza y la riqueza de los nuevos procesos culturales se aprecia mejor en aquellos escritores arraigados en una cultura andina, pero abiertos y conectados al nuevo orden globalizado. Por ello, venden sus productos y obtienen un merecido prestigio social.
 
 
II. Los 90' y el doble jaque a la narrativa hegemónica
 
No existe una correlación directa entre periodos políticos y el campo literario; sin embargo, es evidente que en la literatura peruana predominantemente realista existe una voluntad de formalizar y representar nuestros principales procesos socioculturales. Los noventa son años de crisis y conflictos sociales, pero también un periodo que ha rediseñado por la posmodernidad y la globalización el mapa cultural peruano.
 
Los noventa son los años de la plena hegemonía en América Latina de las políticas de apertura económica, es decir, la transferencia de bienes públicos al control privado transnacional. Este modelo se impuso en toda AL, pero esta modernización neoliberal generó una modernización selectiva donde la inclusión de las minorías a las redes tecnológicas y a los flujos de la globalización conviven con la exclusión a recursos y bienes elementales de gran parte de la población.
 
En el campo literario, esta es una década donde concurren procesos que vienen de atrás y otros que empiezan a consolidarse. Quizá el rasgo más significativo es el doble jaque que sufre la narrativa canónica desde la consolidación de una cultura de masas que exhibe e impone sus productos (Bayly & Cía.) y una cultura popular andina que vuelve a encontrar espacios de enunciación a partir de los conflictos políticos y la guerra interna. La literatura de elites y sus aparatos institucionales (academias, críticos y editoriales) ya no puede cerrar los ojos ante fenómenos que empiezan a desbordar el estrecho marco de la denominada alta literatura. No debe ser casual que los dos grandes éxitos editoriales de esta década, más allá de las megaestrellas Vargas Llosa y Bryce, son No se lo digas a nadie de Jaime Bayly y Candela quema luceros de Félix Huamán Cabrera claros exponentes de las dos líneas emergentes.
 
Pocos escritores peruanos, como Jaime Bayly, han conseguido reunir una masiva aceptación y simultáneamente un intenso repudio de los sectores ilustrados; lo común de estas reacciones extremas es que rara vez se forman a partir de una lectura crítica de sus novelas. La obra de Bayly se inscribe en una tendencia internacional caracterizada por el rechazo deliberado del pesado pasado de la historia literaria, una prosa prosaica y estructuras narrativas simples. También subyace una nueva concepción del escritor que ya no es un intelectual en (des)armonía con su sociedad, sino un agente del mercado; y el libro es una mercancía dirigida principalmente a un consumidor joven que quiere divertirse con la lectura y luego olvidar la historia. Este es un caso extremo que demuestra el poder de los medios de comunicación y la lógica mercantil de la industria editorial transnacional que legitimó, incluso, con un premio a este escritor. 
 
Candela quema luceros revela la construcción de un nuevo circuito editorial (autores/lectores e instituciones paraacadémicas que legitiman y orientan la lectura). Así desde los márgenes y la provincia se combina acertadamente nuevas voces y experimentados escritores, novelas urbanas y mundos rurales, los nuevos flujos cosmopolitas de lo andino y la Lima andinizada. La Biblioteca de Narrativa Peruana Contemporánea de la Editorial San Marcos es el mayor asalto desde la periferia al centro del canon narrativo peruano y una imprescindible guía para conocer las diversas formalizaciones estéticas de la guerra interna. Candela quema luceros es el largo monólogo de un sobreviviente al exterminio de una comunidad campesina por parte del ejército, sujeto que empieza a enterrar e interpelar a los muertos. La influencia de Rulfo en este extraordinario monólogo interior, la belleza del lenguaje andinizado y el hábil manejo de las estructuras narrativas modernas convierten a esta novela de los márgenes en una de las piezas capitales del campo literario de los 90'.
 
 
III. Reflexión final
 
En un mundo globalizado donde las culturas se redefinen aceleradamente por su propia agenda local y la dinámica de las redes de información atópicas y la lógica del mercado transnacional, el centro y los márgenes ya no son espacios fijos y claramente delimitados, sino espacios virtuales que se presentan como flujos en perpetuo movimiento. Sin embargo, seríamos ingenuos si no reconociéramos que todavía hay instituciones y prácticas que pretenden preservar una estructura de poder donde lo socialmente minoritario aparece como simbólicamente hegemónico y lo socialmente mayoritario como simbólicamente minoritario.
 
Enfrentar al centralismo cultural en la literatura no significa oponerse ni cuestionar los productos tradicionales de la ciudad letrada, sino construir nuevos márgenes -literaturas homoeróticas, literatura de peruanos inmigrantes, por ejemplo- o visibilizar antiguos márgenes -las canciones y la poesía escrita en quechua en las ciudades, por ejemplo- que cuestionen y socaven los cimientos de la ciudad letrada. También podemos construir nuevos centros en los márgenes -la narrativa urbana cusqueña es indudablemente la más cosmopolita del Perú-. Felizmente, estos complejos procesos ya se iniciaron y sus todavía imprevisibles consecuencias diseñarán el nuevo campo literario peruano.
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