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Fuente: La Primera, Lima 31/10/07
Conocido por su novela La vida a plazos de don Jacobo Lerner, el escritor Isaac Goldemberg reaparece con un nuevo poemario: El libro de las transformaciones (Fondo Editorial de la UNMSM, 2007).
–Ud. ha escrito poesía, narrativa y teatro, ¿cómo logra cambiar de género con tanta facilidad?
–Será porque siempre he tenido la buena fortuna de que no soy yo quien elige el género en que voy a escribir algo, sino que lo que voy a escribir se me presenta ya definido en un género particular. A veces el texto se me aparece en un conjunto de imágenes o en una sola imagen, en una sola visión, sobre todo cuando se trata de un poema o de un relato. Es decir, puedo ver el texto casi en su totalidad. Por supuesto, también existen en el texto espacios vacíos, y esos espacios los voy llenando con lo que me ‘’dicta’’ una voz que pareciera venir de afuera, pero que obviamente proviene de mi interior, de lo más profundo del inconsciente.
–Además de las preocupaciones metafísicas en El Libro de las transformaciones se mantiene ese sentimiento de desarraigo que se percibe en sus publicaciones. ¿Por qué cree que esto es una constante en su obra?
–Es una constante porque pienso que el sentimiento de desarraigo es inherente al ser humano. Nacer es caer de lleno en el desarraigo. En cierto modo, nacer es perder contacto con la raíz primordial. Por otra parte, el sentimiento de desarraigo que aparece en mi obra se debe a los distintos ‘’exilios’’ que he experimentado a través de los años: el primero, a los ocho años, cuando abandono mi pueblo natal, Chepén –esa especie de placenta materna—para ir a vivir en Lima. Luego el exilio de mi cultura peruana para ingresar al mundo judío. Y debo tener en cuenta también mi temprana partida del Perú –a los 16 años- para estudiar en Israel, y, por último, los más de 40 años que llevo viviendo en Nueva York. O sea, toda una serie de desplazamientos geográficos y mentales, que incluso incluyen los constantes cambios de casa. En Lima, por ejemplo, viví en 6 casas distintas (y estudié en tres colegios diferentes) en el espacio de 8 años.
–En una reseña sobre El Libro de las transformaciones, Abelardo Oquendo dice que buena parte de su poesía “(…) no puede ser sino peruana. Tan peruana como judía” ¿Qué opina de esto?
–Me parece un comentario acertado, puesto que pertenezco tanto al pueblo peruano como al judío y porque en mis poemas expreso una sensibilidad judía y peruana. Pero digamos, más bien, que lo que expreso es una sensibilidad mestiza. Lo cierto es no puedo dejar de sentir una identidad compartida, compuesta por mi peruanidad y mi judeidad. Para mí el concepto de identidad es importante, no sólo porque me interesa saber qué soy, quién soy, sino porque el mundo te obliga a definirte. Por eso casi todo lo que he escrito constituye, entre otras cosas, una meditación sobre lo que significa o puede significar ser peruano y/o judío. Y en El Libro de las transformaciones, sin desprenderme de todo aquello que me define culturalmente, salto hacia una meditación de lo que puede significar ser humano a secas.
–Pese a haber escrito una docena de poemarios, en el Perú se le conoce mayormente por su narrativa, ¿a qué cree que se deba esto?
–Seguramente al hecho de que mis libros de poesía –excepto uno publicado por Lluvia Editores en 1992 y dos poemarios que acaban de salir por el Fondo Editorial de la UNMSM y AFA Editores respectivamente- se han publicado fuera del Perú. Pero últimamente mi poesía se está conociendo más y esto se manifiesta, por ejemplo, en el hecho de que ha sido incluida en varias antologías peruanas.
–En su antología El gran libro de América judía habla de la literatura judeo-latinoamericana, ¿cuáles son las características de esta? ¿Cómo la definiría?
–Pienso que como escritura hasta cierto punto con un estatus marginal de discurso minoritario, la literatura judeo-latinoamericana cumple una función importante como contravoz del discurso oficial. Yo diría que actualmente la literatura judeo-latinoamericana ofrece un desafío al canon establecido como la “voz auténtica” de América Latina. Es decir, se trata de una literatura que cuestiona el proceso por el cual las verdades aceptadas se han establecido de esa manera. Es una literatura que se caracteriza por el enfoque en los conflictos interfamiliares, el mestizaje, las relaciones mixtas, el antisemitismo, el reto a la cultura e identidad latinoamericana hegemónica, la exploración de la identidad latinoamericana, el intento de preservar la memoria judía colectiva y el profundo afán por batallar contra el olvido. Sin embargo, no todo es un mirar nostálgico hacia el pasado; el pasado está siempre presente, pero como base de la historia actual. En este sentido, recordar es recrear. Es decir, no un regreso al pasado sino la adaptación de un evento pretérito a las circunstancias del presente.