Fransiles Gallardo
El ingeniero Hitchcock El ingeniero Hitchcock

Por Fransiles Gallardo
Fuente: Marzo 2011

Los que aún viajamos en el primer asiento de los añosos buses amarillos que cubren la ruta de la avenida Venezuela en Lima; tenemos dos privilegios: pedirle prestado el periódico del día al chófer y solicitarle que cambie de dial en la radio.

Y es, precisamente que al cambiar de dial, suena una salsa antigua y de las duras, que tanto admira mi buen amigo el ingeniero Juancito Espichán: “la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida…”.

En un escondido recuadro de El Trome y para sorpresa mía, leo: Alfred Hitchcock, ingeniero. Sólo tres palabras y nada más. Busco y rebusco en las demás páginas, aparte de las malcriadas y nada.

Tomo nota y me dispongo a verificar o descartar esta noticia. Será la siempre latente desconfianza humana o derribar el mito de que los ingenieros no sabemos de arte.

Los ingenieros sólo saben de “sumas, fierros, cemento, ladrillos y asfalto”. Y eso no es totalmente cierto; también sabemos y hacemos muchas otras cosas.

Y si pues, efectivamente, el gran Alfred Joseph Hitchcock, el rey del suspenso del cine de todos los tiempos, fue ingeniero.

Y esto me retrotrae a mi época universitaria. A los finales de los años setenta en Cajamarca, cuando en el Cine Aurora de la esquina de Amalia Puga y Cinco Esquinas con mi buen amigo Lucho Berrospi, ya fallecido, vimos la impactante cinta Recuerda con la extraordinaria Ingrid Bergman y el gran Gregory Peck; película que nos sirvió de tema de conversación por varios días, muchas cervezas y rones de por medio.

Esta película versaba sobre el psicoanálisis y la participación más importante fue la colaboración del extravagante pintor español Salvador Dalí “el de los bigotes puntiagudos y engomados”, quien diseñó y elaboró los decorados de la escena del sueño.

Inolvidable.

Cuenta la leyenda que siendo pequeño a Alfred, o Cocky para la familia, le preguntaron que quería ser cuando sea grande y el solemnemente contestó “I, engineer”.

Fue en 1913 que comienza sus estudios en la School of Engineering and Navigation de Londres y paralelamente, sigue cursos de dibujo en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Londres.

A los 19 años se gradúa de ingeniero e ingresa a trabajar en la Telegráfica Henley como especialista en cables eléctricos sub marinos y encargado de las evaluaciones técnicas de la empresa.

Fue en esa época que descubre una afición para sus ratos de descanso: el cine.

En esa época la Paramount inicia sus operaciones en Londres y una de de producciones estaba basada en una novela, que el tiempo ha pasado al olvido.

El ingeniero Alfred Joseph Hitchcock leyó la novela y dibujó cada secuencia. Presentó sus dibujos y fue contratado.

En ese momento la ingeniería perdió a un buen ingeniero; pero el cine ganó a un extraordinario y brillante director cinematográfico.

Y como tal, le imprimió a sus películas la gran capacidad de creación que posee un ingeniero y a su equipo de producción; la disciplina, la responsabilidad, la fijación de los detalles, la obsesión por la perfección y el estricto cumplimiento de los plazos bajo los montos asignados.

Como anécdotas del buen Alfred Hitchcock, cuentan sus biógrafos que cuando tenía cinco años, su padre lo mandó a la comisaría de Policía con una carta. El comisario la leyó y lo encerró en una celda durante algunos minutos diciéndole: “Esto es lo que se hace con los niños malos”.

Creo sinceramente que Alfred Joseph nunca comprendió la razón de este encierro. Yo tampoco. Y usted. Pero definitivamente este infantil episodio lo marcó; porque sus películas revelan los estados de tensión, los temores y el nerviosismo que debió vivir en esos momentos; sólo, tras las rejas y en manos extrañas.
Sin embargo, el último año en el colegio San Ignacio se destapó el lado travieso, bromista y trasgresor del joven Cocky.

Se dedicó a robar huevos del gallinero de los jesuitas para arrojarlos contra las ventanas de las habitaciones de los sacerdotes; o, ayudado por sus amigos, maniatar a algunos de sus compañeros y encenderles cohetecillos colocados en sus traseros.

Esta vertiente, irónica y traviesa, infractora y a veces aterradora, aparecería luego como uno de los rasgos típicos de su filmografía, que la hizo universal.

Falleció en 1980 en Los Angeles.

Rodó 23 largometrajes en sus quince primeros años y en ellos quedó definido su estilo fuertemente visual, lleno de golpes de efecto y de un suspenso que rayaba con lo siniestro y el miedo.

Su última película la dirigió en 1976 bajo el título de La Trama. Un año antes de morir, 1979, recibió un homenaje del American Film Institute.

Lo curioso de su gran trayectoria y de todo lo que hizo por la cinematografía mundial; es que Alfred Joseph Hitchcock, el gran Director, nunca recibió Oscar alguno como tal. Solo pudo conseguir cinco nominaciones como Mejor Director; pero nunca un “the winner is…” y una estatuilla honorífica en 1967. Cuatro de sus películas fueron galardonadas con un Oscar,

Como no recordar sus célebres Psicosis, La Ventana Indiscreta o Rebeca, con actores de la talla de Cary Grant, James Stewart o Laurence Olivier y actrices destellantes como Joan Fontaine o Grace Kelly, la reina de Mónaco.

Honor a un ingeniero que contribuyó tanto con lo mejor del sétimo arte.

Un ingeniero es también un artista.

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