Jorge Eduardo Eielson
La muerte a tus pies La muerte a tus pies

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Fuente: Dominical, El Comercio, Lima 12/03/06

El artista y su obra. Es el artista más completo y más importante del siglo veinte peruano (abrazó con igual maestría la poesía y las artes plásticas, donde su obra fue siempre un desafío a los cánones establecidos). Aquí un homenaje a Jorge Eduardo Eielson ((Lima, 1924-Milán, 2006)), quien falleció esta semana poco antes de cumplir su onomástico número 82.

Eligió el exilio casi como un manifiesto artístico: partió a Europa en 1948 y no regresó más a vivir al Perú, solo vino de paso en contadas ocasiones para presentar alguna obra (como en 1987 cuando participó en la III Bienal de Trujillo) y para reunirse con algunos amigos. Sin embargo, pocos artistas peruanos han logrado decantar una obra tan arraigada a lo peruano y a la vez tan cosmopolita, tan cercana y tan distante de la tradición, explorando formatos cada vez más audaces, que unían lo poético y lo plástico en un diálogo constante. Es imposible desligar su trabajo plástico de su poesía, pues los temas recurren en uno y otro campo: el pasado precolombino, la tradición grecolatina, el cuerpo, la muerte, el amor, lo espiritual, la irrupción de la tecnología en la vida del hombre contemporáneo, el desarraigo, la soledad, fueron las constantes artísticas que marcaron su producción, sin que por ello ésta sea un todo homogéneo. Al contrario, lo que más lo seducía artísticamente era el cambio, la transformación, lo nuevo. A continuación una breve y apretada síntesis -si acaso esto es posible- del legado de Eielson en la poesía y las artes plásticas.
 

En otros reinos

Es el poeta peruano más importante después de Vallejo. Llegó hace más de cuarenta años a Italia, huyendo de la incomprensión de una sociedad cerrada y machista, que no supo comprender su opción sexual y la naturaleza de su creación.

La obra poética de JEE, paradigma de coherencia y rigor evolutivo, ha mantenido desde la aparición de su primer libro, Reinos (1944), un lugar destacado dentro del escenario literario peruano e internacional. En las últimas décadas, además, su presencia creativa había ganado merecidamente la atención de las nuevas generaciones de poetas y artistas plásticos peruanos.

Desde su primer libro, Canción y muerte de Rolando (1943), y pasando por Reinos y Primera muerte de María (1949), Eielson ha explorado con evidentes logros estéticos los grandes temas de la lírica moderna, con un acercamiento distinto dentro de la tradición poética peruana, rico en imágenes, sorprendente en el enfoque.

Posteriormente, Mutatis mutandis (1967), Noche oscura del cuerpo (1955) y Habitación en Roma (1952) consolidarían su propuesta, configurando su obra como una de las más compactas -tanto desde el punto de vista del contenido como desde el plano formal- del escenario lírico peruano.

La etapa postvanguardista en su producción (hablamos aquí de Ceremonia solitaria,1964, y Ptyx,1980) significó de algún modo un golpe de timón en su itinerario poético. Elementos e instrumentos expresivos nunca antes utilizados aparecieron de pronto, anunciando el descubrimiento de nuevas regiones poéticas, el develamiento de cámaras preciosas y ocultas que guardaban fecundas sorpresas para el lector.


Celebración (1990-92) y Sin título (1994-1998) corresponden a una última etapa dentro de la ahora trunca producción poética eielsoniana. Aquí el aparato ideológico del poeta -fuertemente influenciado por el budismo zen- predomina sobre lo estético, aunque en ciertos momentos se aprecia una amalgama bastante lograda.

La poesía de Jorge Eduardo Eielson tocó los grandes temas de la lírica occidental: la muerte, la existencia, la cotidianidad, el amor, el silencio. Pero lo hizo con un pneuma particular, con una vocación de búsqueda insobornable. Sordo a los cantos de sirena de los premios fatuos y los reconocimientos oficiales hipócritas. Inmune a la meticulosa vulgarización de la poesía a que se ha entregado alegremente buena parte del arte occidental. Pero con los ojos visionarios bien abiertos para revelar la belleza allí donde otros solo verían (y verán) materia bruta: cuerpo, carne, objeto, cosa. Todo lo que limita la vida. Todo lo que no es la poesía. (Víctor Coral)
 

Transformación continua

Siempre me ha impresionado la vitalidad casi adolescente que Jorge Eielson irradiaba por momentos en varias conversaciones que hemos mantenido. La enfermedad era para él solo la evidencia, en carne propia, de que esta residencia en la tierra es demasiado corta, y de que el cuerpo es también una realidad terrible, un límite demasiado frágil y, algunas veces, hasta doloroso.

Su presencia es, sin embargo, cada vez más fuerte entre nosotros y permanece con una energía invariable en sus obras, en sus palabras y en sus versos, que vienen a la mente en tropel ahora, sin enunciarse.

Eielson ha tenido una relación distante con el país, aunque siempre afectuosa, a pesar de sus recriminaciones. En los últimos años esta relación ha sido más intensa y renovada gracias al entusiasmo que ha despertado el interés integral por su obra particularmente entre jóvenes poetas, artistas y estudiosos de su trabajo.

Este vínculo con su país es también una de las constantes de su producción estrictamente plástica, a través de su serie El paisaje infinito de la costa del Perú: cuadros matéricos con los cuales se proponía reconstruir de modo hiperrelista, aún cuando paradójicamente abstracto, la realidad física del litoral peruano tal y como éste se había fijado en su memoria. Y también con sus nudos, que él denominaba quipus en referencia explícita a ese ancestral lenguaje del Perú prehispánico y que autores como Gary Urton han empezado recientemente a desentrañar: un homenaje personal a un sistema complejo de comunicación visual que él emprende hacia 1963, poco después de su más radical desprendimiento de la palabra escrita patente en sus poemarios conceptuales de 1960.

Pero ese paso de la poesía escrita a la poesía visual, que pareciera tener un desarrollo homogéneo y lineal, es también una ficción crítica que hace a los estudiosos las cosas más sencillas: en realidad la obra plástica estuvo antes y, como sabemos, la poesía escrita también después. Su horizonte de creación nunca se hizo problemas ni se preocupó en distinciones y en eso fue absolutamente fiel a su múltiple voluntad creativa, tan renuente a las fronteras (artísticas y geopolíticas) como a las jerarquías.

Así me lo expresaría hace algunos años en una de sus cartas: "Esta intensa motivación -y quizás también una innata versatilidad- me han llevado a diversificar mi discurso artístico, disolviéndolo en un magma que, para muchos parece un suicidio, cuando en realidad se trata de mi más auténtica convicción. Para muchos representantes del cinismo universal, esta actitud podría parecer un rezago romántico, una imperdonable falta de realismo, y quién sabe qué otra cosa. Sin embargo, trasladada a la concreta práctica artística, esta anarquía de la representación, que no se constituye nunca como forma definitiva, sino que fluye entre uno y otro lenguaje, en continua transformación, ha sido y sigue siendo para mí, la encarnación de un pensamiento que condivido con otros raros artistas."

Por otro lado, la obra que nos ha dejado Jorge Eduardo Eielson va mucho más lejos que su creación plástica o poesía, de por sí extraordinarias, aunque ellas sean las principales fuentes que nos permitirán intuirla: una maravillosa actitud ante la vida, silenciosa y solitariamente generosa ante el mundo y ante la humanidad. Ella se ha nutrido desde su interior, a contramano de una realidad que siempre le ha parecido incompleta, y se ha mantenido creciendo hasta hoy sin concesiones y sin dejarse abatir por nada. Ni siquiera por la proximidad de la muerte, intuida por él mismo y por sus amigos, durante los últimos meses. Y estamos seguros que tampoco con su llegada. (Emilio Tarazona)
 

Objetos lúdicos

Según el crítico de arte Jorge Villacorta, Eielson fue un artista que cuestionó las cualidades formales que definen los medios artísticos. "En su obra pictórica", dice, "podemos encontrar que se cuestiona la superficie del cuadro, y en algunos de sus primeros trabajos incluye prendas de vestir y otro tipo de material textil sobre ese espacio propio de la pintura. Así, estamos ante una realidad que no solo tiene que ver con el pigmento, sino también con lo cotidiano. La plástica de Eielson incluye objetos que están a medio camino entre la pintura y la escultura. En algunos casos rompió con el esquema tradicional del plano pictórico, colocando en él objetos tridimensionales, como la utilización que hizo de la tela tensada".

"En la obra plástica de Eielson hay un componente lúdico", agrega Villacorta. "Una de sus características más reconocibles es que supo ser niño hasta el final de sus días. Se permitió jugar al borde de la repetición (pensemos en los quipus, los nudos), con esa capacidad constante de producir cosas que lo entusiasmen y lo deslumbren, casi como reviviendo la capacidad del infante que ve las cosas por primera vez. Eso es lo maravilloso en sus trabajos, y a través de ellos, lejos de parecerse a otros, siempre se ha parecido a sí mismo".
 

La última entrevista

Hace exactamente un año (el 13 de marzo del 2005) Jorge Eduardo Eielson ofreció una entrevista a El Dominical con motivo de la inauguración de una muestra antológica en el ICPNA. Este diálogo ha sido a la postre el último que sostuvo con un medio peruano. Aquí un fragmento. ¿Cuál es su relación con la tecnología?, porque diera la impresión de que es una relación de amor-odio. Sé, por ejemplo, que no usa correo electrónico pero que, sin embargo, ha realizado muchos trabajos artísticos en los que la tecnología de alguna manera participa.

La tecnología me ha fascinado siempre, y me fascina todavía. Tanto es así que ya en mis primeros escritos, casi adolescentes, se encuentran trazas de ella, y más adelante, entre los años 60 y 70, en algunos trabajos visuales y sonoros. Lo que pasa es que me adelanté demasiado y hoy, francamente, esto ya no me parece un mérito. Las Esculturas subterráneas, el Concierto Urbe et Orbi, el Gran quipu de las naciones y otros trabajos semejantes, preveían el uso de una tecnología global, casi inexistente entonces, y por esta razón se realizaron solo parcialmente. Hoy día se puede hacer eso, y mucho más, sin ningún inconveniente. Pero, para mí, ya no tiene gracia, como se dice en español. Son cosas que fascinan a los jóvenes artistas, como lo era yo entonces, y es justo que sea así. En cuanto al uso doméstico de la tecnología, en lo posible trato de evitarlo. No deseo ser bombardeado de informaciones y de e-mails de la noche a la mañana. Considero más doméstico y acertado el celular, que uso solo cuando estoy fuera de casa, o en el campo o en el mar, durante el verano, y que no turba mi irrenunciable contacto con la naturaleza. ¿Sabía usted que el francés Paul Virilio, filósofo de la velocidad, escribe todos sus libros a mano?

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