Por Abelardo Oquendo
Fuente: La República 12/02/05
INQUISICIONES de Abelardo Oquendo
Valses, rajes y cortejos (Peisa, 2005) es uno de esos libros que se van haciendo solos, por lo general en el ejercicio del periodismo; que se han ido articulando alrededor de la preocupación por aspectos afines de una realidad y se unifican por la manera personal de mirarlos. Pequeñas miradas que terminan por configurar un panorama en la mente del lector.
Un panorama del Perú y de los peruanos hecho con materiales diversos, como un mosaico, pero sobre todo con pedazos de espejos. De lo que se trata, más que de dar a conocer, es de inducir a sectores de una población a reconocerse. Pero, ¿acaso hay algo en el ser de los habitantes del Perú que nos identifique como peruanos?
El tema de la identidad no es el de los breves textos que Alonso Cueto ha reunido. Un puñado de hábitos verbales, de pasiones y diversiones y, menos aún, de calles, veredas y carreteras no definen un conjunto humano tan diverso como el que puebla nuestro territorio. Cueto lo sabe y no pretende descubrir ninguna esencia; sí alumbrar rasgos que algo dicen de nosotros, de algunas de nuestras tribus representativas, para usar un término -tribu- grato al autor en estas páginas.
¿Rezagos de costumbrismo? Enrique Planas le dice al autor en una entrevista: "El título del libro nos remite al pensamiento criollo". Cueto contesta: "Yo no trato de definir una Cultura Peruana". En efecto, ¿cómo hacerlo si "nuestro país -declara- tiene la mayor cantidad de divisiones culturales en América Latina"?
Sería un error juzgar este volumen como un conglomerado de mínimos ensayos. Aquí no se postula nada deliberadamente. Lo que estos textos dicen lo dicen según suele hacerlo la literatura: de una forma que convoca algo más que la racionalidad y la intencionalidad consciente y habla más allá de las significaciones habituales del lenguaje. Hay un discreto encanto en estos cortos escritos de Cueto, una claridad que los hace memorables en el modesto sentido de quedar bien sembrados en la mente. Cuando dan con el lector adecuado hacen que encuentre en ellos un poco de sí y perciba su prolongación en los otros. ¿Rasgos de familia? Ligeros rasgos no exclusivos. Cueto no concluye: observa y anota, y su arte de la composición conduce a la coincidencia.
Hay un estilo en estas prosas para nada apátridas, un estilo que fluye de la mirada que el autor vierte sobre el mundo y la vida: afectiva, pero distante; aunque abierta, íntima; comprensiva y cuestionadora, amable y crítica, sin ilusión y con esperanza. No solo los lectores de Cueto agradecerán el rescate de estos textos.