Eduardo Chirinos
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Encuesta: ¿Por qué me fui del país?" align="left" style="margin:0px 10px 10px 0px;" /> "He hecho del retorno una práctica y una costumbre" -
Encuesta: ¿Por qué me fui del país?


Por
Fuente: La Primera, Lima, 25/9/05

Notable poeta de la generación de los ochenta y ensayista de fuste, Eduardo Chirinos vive desde hace ya varios años en Missoula, Estados Unidos, dedicado a la enseñanza universitaria y a, por supuesto, escribir, de lo cual nos enteramos con sana regularidad en el Perú.

Aquí nos da sus respuestas a la encuesta de LA PRIMERA, donde no puede eludir cierta nostalgia pero, también, una apropiada y crítica manera de enjuiciar nuestro país.

 

-¿Por qué se fue del Perú?
-Yo me "fui" del Perú hace ya doce años para hacer estudios de posgrado en literatura. Ese viaje fue planeado simultáneamente con mi matrimonio, lo que le daba a nuestra decisión un carácter doblemente renovador: Jannine y yo fuimos aceptados para hacer estudios de doctorado en la Universidad de Rutgers, y era una excelente oportunidad para explorar oportunidades y empezar una vida juntos. Una vida que ni económica ni laboralmente hubieramos podido emprender en el Perú.

-¿Por qué decidió quedarse fuera? ¿Qué puede hacer fuera, en su labor como creador, que no puede hacer en el Perú? ¿Aquí, qué cosa atentaba contra su labor como creador?
-Cuando has pasado los treinta años es muy difícil que te saquen a tu país de adentro: como la ciudad del poema de Cavafis, lo llevarás contigo vayas a donde vayas. Si decidí quedarme afuera fue por las condiciones laborales y económicas que me permitían hacer aquello que siempre quise: leer, escribir y enseñar.

Por supuesto que esas actividades las practicaba antes de salir del Perú, pero robándole tiempo a otras demandas menos interesantes, así, ¿en qué momento escribes los poemas?
A esa pregunta debería anteponer otra más urgente: ¿en qué momento estableces una relación de pareja que cuente con la más mínima proyección al futuro? Yo ya había cruzado los treinta y seguía viviendo en casa de mis padres. No quería abandonar mis actividades literarias, pero tampoco quería seguir viviendo "de prestado".

-¿Qué debería cambiar en el Perú para que decidiera volver?
-Nunca he estado a la expectativa de que algo cambie en el Perú para volver.

-¿Qué ganaría si decide volver al Perú? ¿Y qué perdería?
-El hecho de escribir "afuera" y publicar "adentro", sumado al hecho no menos determinante de tener en el Perú a mi familia y a mis mejores amigos, me hace sentir que todo lo que podría ganar volviendo al Perú ya lo tengo ganado.

Es lo más preciado que tengo, y -como todo bien- lo cultivo diariamente. ¿Perder?, diría más bien disminuir la capacidad de devolver todo lo que todavía estoy en condiciones de seguir ofreciendo.

-¿Qué o quiénes impiden una mejor valoración del trabajo intelectual y creativo en el Perú?
-Una pregunta difícil, pues -aunque los hubiera- no podría responder con nombres propios. Además, no es por la "valoración" que me dedico a labores creativas e intelectuales. Lo hago porque simplemente no podría hacer otra cosa. Por esa incapacidad mía de hacer trabajos remunerados que ofrezcan una valoración inmediata.

-¿Qué es lo que extraña del Perú?
-Con el tiempo se está convirtiendo en un lugar común responder que se extraña lo mejor que ofrece este país: su literatura y su comida. Esto no es una boutade, sino una certeza con largas ramificaciones antropológicas en las que ahora no voy a detenerme.

Pero viajar al Perú más o menos seguido y contar con las ventajas del correo electrónico me permiten estar al día en la producción literaria más reciente, y seguir de cerca a los poetas más jóvenes. Y de la comida… debo decir que la nostalgia y la genialidad de Jannine ha conseguido que lo mejor del Perú entre a nuestra casa por la cocina.

-¿Y qué es lo que no extraña?
-Antes creía que las mañanas húmedas del invierno. Esos amaneceres oscuros y tristones que anuncian "unas ganas solemnes de no ir al colegio". Ahora he descubierto que me gustan, que tienen un olor y un sabor muy especial que no voy a sentir en ninguna parte del mundo.

Lo que no extraño es algo más vulgar y anodino: la absurda violencia del tráfico limeño, su absoluto desprecio por la vida humana, su esfuerzo por ser una miserable metáfora de nuestra vida pública.
 

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