Alfredo Bryce Echenique
Memorias con filo Memorias con filo

Por Manuel Eráusquin
Fuente: Correo, Lima 01/06/05

Alfredo Bryce publica Permiso para sentir- Antimemorias 2 y hace un ajuste de cuentas con él mismo y con el Perú

Correo: El género de las memorias se ha convertido en una especie de arma para combatir el olvido.
Alfredo Bryce: Bueno, sí. El tiempo borra muchas cosas, las cambia, altera los contenidos de los recuerdos, pero en mi caso yo he escrito estos libros porque todavía la mayor parte de los datos son contrastables, casi todas las personas de las que hablo están vivas, he discutido partes del libro con ellas. En definitiva, es un libro autobiográfico en un cien por ciento, y hablo también de los seres que más quiero. Por ejemplo, tengo que hacer un retrato de lo más completo de mi familia, y para ello he tenido que indagar.

C: Su cuñado, el reconocido periodista Francisco Igartúa, lo ayudó en algunas ocasiones, ¿cierto?
AB: Por ejemplo, al propio Francisco Igartúa, mi cuñado, quien todavía vivía cuando yo estaba escribiendo este libro, le consulté muchas cosas y me las reconfirmó. Incluso cosas feas de él, como su amistad con Luigi Einaudi, uno de los hombres más importantes de la CIA en América Latina, o su amistad con Montesinos y un traficante de armas. Yo le decía "estás loco, Paco", pero él me contestaba que no, puesto que toda su vida había sido un aventurero.

C: Sin embargo, es fundamental para una persona no olvidar...
AB: Yo creo que sí, pero nosotros somos los campeones del olvido, y hay gente que incluso ha reaccionado mal por cosas que he escrito sobre algún pariente, como si nos las hubiesen sufrido ellos mismos. Por ejemplo, los hijos de mi hermano Eduardo. Su aventurerismo, vagancia, extravagancia, irresponsabilidad y deshonestidad afectaron a sus hijos, que son gracias a Dios unas espléndidas personas. Pero uno de ellos se ha indignado mucho. De pronto quiere santificar al padre, pero ellos mismos me contaban que les daba vergüenza su padre, y ahora resulta que porque se murió ya es santo. Yo siempre digo que este es un país necrófilo, nos encantan los muertos y por los vivos no tenemos el más mínimo respeto. La prueba es el comportamiento cívico en la ciudad de Lima, que es inexistente, y digo que si les diéramos a los vivos el apoyo y la generosidad que le otorgamos a los muertos les caería de maravilla.

C: Un tema ineludible en Permiso para sentir es Lima, una ciudad que se ha vuelto violenta y agresiva.
AB: Bueno, particularmente me duele. Ya lo decía Vallejo: "Me duele el Perú". Nadie lo dijo mejor que él. Y en mi caso, yo salí de una Lima distinta, una Lima donde existía la educación cívica, donde existía la cortesía y donde existían los transportes públicos de calidad, como el Expreso de Miraflores, que era un ómnibus de lujo, o los urbanitos, que eran ómnibus casi familiares donde todos se saludaban; era, sin duda, una vida amable. Ahora, no es que esté haciendo quietismo, las cosas tienen que cambiar, pero las cosas han cambiado para muy mal, y creo que es una ciudad en la cual nadie respeta a nadie.

C: Usted expresa que por eso mismo no surgen nuevos partidos políticos.
AB: Sí, en la medida de que la gente ya no tiene energías para la vida en sociedad. Todos somos tan locamente individualistas y egoístas para llegar a casa a tiempo que hemos matado la vida en sociedad, ya no hay disfrute. Sin embargo, la ciudad está llena de una gente maravillosa, por la cual siento una gran admiración, como el cholo emergente. Este hombre que ha nacido en Lima pero cuyos padres han venido del campo.

C: Eso es interesante, pero lo paradójico es que nunca ha existido una voluntad por incorporar a este importante sector poblacional a un proyecto nacional; siempre han sido rechazados.
AB: Lo que pasa es que aquí nunca ha existido un proyecto, porque nunca ha habido una clase dirigente, lo que hubo fue una clase dominante; este país nunca fue pensado. Y este es un país donde se excluye a la gente.

C: ¿Por qué no hemos podido los peruanos convertirnos en una sociedad articulada? ¿Qué nos sucede?
AB: Creo que es la falta de una reflexión sobre lo que es el país. El Perú no ha alcanzado una madurez, salvo en la literatura y el arte. Sin embargo, no tenemos un pensamiento político propio, sino que siempre nos hemos plagiado lo inaplicable, ya sean ideas de izquierda o de derecha. Incluso hasta el sistema parlamentario nos es ajeno, nuestra Constitución está calcada prácticamente de otras; en fin. Uno puede decir que la educación es obligatoria y gratuita para todos los peruanos, pero si no hay maestros y colegios, ¿qué cosa quiere decir esa ley? Eso es surrealismo puro. Eso es lo que nos sucede a los peruanos constantemente.

C: Un personaje a quien recuerda con mucho afecto es a Alfonso Barrantes, quien fue alcalde de Lima y líder de Izquierda Unida.
AB: Barrantes fue un hombre que supo evolucionar, que supo aprender. Fue un gran líder y el único que logró tener importancia política dentro de la izquierda peruana.

C: Bueno, él consigue unir a todos esos partidos que eran tan diversos ideológicamente.
AB: Sí, pero eso le costó el pellejo realmente, porque era un movimiento conformado por gente con espíritu cainita. Había odios, rivalidades; todos se querían sentir el jefe, y todos eran jefezuelos.

C: Ese ha sido uno de los dramas de la izquierda peruana...
AB: Sí, y el pueblo iba por otro lado. Ellos iban con sus problemas de egolatría y de querer ser jefes. Y bueno, así estaba dividida: en mil grupos, uno más ridículo que el otro.

C: Cuando hablamos de la clase emergente, ¿el presidente Toledo es el mejor ejemplo?
AB: Creo que es el ejemplo de un hombre de gran éxito, es un economista respetado.

C: Pero digamos que después de la desastrosa época del fujimorismo se esperaba que él estuviera a la altura de las circunstancias.
AB: No ha alcanzado ese nivel, pues ha existido tal cargamontón nacional contra él, que no lo han dejado. Aun así ha conseguido realizar cosas importantes, como una política de vivienda popular que ha sido un éxito o el tener una macroeconomía que es un éxito. Desgraciadamente, eso todavía no lo siente el pueblo porque se necesitarían veinte años más de ese crecimiento sostenido. Lo lamentable es que el Estado no ha sabido enfrentarse a la corrupción. Un caso es el Poder Judicial, en eso se ha fracasado totalmente.

C: Ha tenido etapas donde el retornar al Perú no lo ha preocupado, pero cuando ha querido regresar ha sido impulsado por un sentimiento de urgencia.
AB: Lo que pasa es que yo, después de haber vivido un período de gran pobreza, limpiando edificios, lavando copas en bares de Italia o de Grecia, tuve la suerte de ingresar a una universidad francesa como profesor, y por cuatro horas a la semana ganaba lo suficiente para escribir. Me sobraban las horas para escribir y en vacaciones podía viajar y conocer toda Europa. Entonces, con esta sensación de holgura, con cinco meses de vacaciones al año como todo profesor universitario en Europa, olvidé al Perú por mucho tiempo. Y, como era lógico, me dediqué a escribir a tiempo completo, a viajar.

C: Todo eso no se lo permitía el Perú...
AB: Bueno, yo volví después de esa etapa. El regreso se dio en 1977, cuando tuve una temporada sabática que duró nueve meses, casi un año en el Perú. En esa ocasión traté de quedarme, pero tenía que dictar cuarenta horas de clase y pensé que sería, como otros colegas, escritor de domingo. Sin embargo, los escritores de domingo generalmente se agotan rápido y no pasan de dos libros y paran de escribir.

C: Sin embargo, su experiencia en la Universidad de Montpelier le cambió la vida...
AB: Claro, porque paso a esa universidad en condiciones de magnate. Me nombraron catedrático. Pero por el año 1985 me había hartado de la vida en Francia y lo dejé todo. La gente pensaba que estaba loco, pero mis libros ya empezaban a darme ingresos y me dediqué a dar conferencias. Incluso en España fui bien recibido, y cuando pensé que ya podía vivir en cualquier parte del mundo sentí las ganas de volver.

C: ¿Eso fue en 1999?
AB: Claro, y estuve tres años y medio, pero me resultó insoportable vivir sin Europa, no lo soportaba. Ahora hago lo lógico: vivo la mitad del año en Europa y la otra mitad acá.

C: De otro lado, Abelardo Sánchez León cuenta en su libro de crónicas, El viaje del salmón, que su gran amigo Julio Ramón Ribeyro faltó a una reunión con un importante editor. ¿Por qué cree que él era así, reacio a estas situaciones?
AB: No era reacio, era tímido. En este caso fue una reunión que se organizó en su propia casa en coordinación con su esposa, Alida. Creo que esa vez Julio tenía miedo, puesto que lo habían rechazado de muchas editoriales extranjeras. El sentía el temor de que este personaje, que era muy importante -incluso había sido el traductor de García Márquez-, le diera una respuesta negativa. Por eso llegó tarde a la cena, cuando esta persona ya se había retirado. Digamos que él no quería que todo terminara en una desilusión más.

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