Juan Biondi
Una ventana a los viejos tiempos<br>Los secretos de la cultura oral Una ventana a los viejos tiempos
Los secretos de la cultura oral


Por Jorge Paredes
Fuente: Domingo, El Comercio, Lima 24/12/06

Hace veinte años los lingüistas Juan Biondi y Eduardo Zapata salieron a las calles a capturar ese país que una minoría (escribal, ilustrada, académica) no quería ver o mejor dicho no quería entender: ese Perú de la cultura oral que se manifestaba en los mercados, en las plazas, en las aldeas y en las calles de los Andes, la selva y la costa. El trabajo de campo realizado los llevó a una cruda conclusión: en el Perú -desde la Conquista hacia delante- lo que ha existido (al margen de otras segregaciones) ha sido una gran exclusión de códigos, por un lado, una minoría dominante escribal y por otro una mayoría oral. Dos formas de ver el mundo, dos racionalidades, cada una excluyente de la otra, cuyas características pueden hoy ser vistas desde la comida y la arquitectura hasta la vestimenta. ¿Cómo? Un ejemplo culinario puede ser ilustrativo: la cultura escribal responde a una lógica de símbolos, de subordinación y de jerarquía: entonces, la comida se divide en un plato principal y complementos como entradas o postres; en cambio, la lógica oral, acumulativa, agregacional y producto del encuentro físico, se basa en la yuxtaposición de elementos y un buen plato puede ser una combinación, digamos, de tallarines, arroz con pollo y papa a la huancaína, todo en la misma proporción.

Como vemos no se trata de un problema de analfabetismo, de falta de lectura o de educación; se trata, en el fondo, dice Eduardo Zapata, de una construcción mental diferente (oral) que ha sido excluida y que no se siente ni representada ni entendida por una minoría (que responde al código escribal) y que a fin de cuentas maneja el país oficial desde el Estado y sus instituciones. Pero esta historia no termina aquí. Con la aparición del lenguaje de las computadoras este asunto ha tomado un cariz inesperado: oralidad y electronalidad comparten códigos similares. Entonces, Biondi y Zapata vuelven a la carga y piden explotar las nuevas posibilidades de lo electronal. ¿Qué cosa creen que hace el chico en la computadora, que solo juega? ¿Acaso no escribe, acaso no lee cuando consulta Internet?, se preguntan.

 

En el libro La palabra permanente* se habla de oralidad, cultura oral y lengua oral, ¿cuál es la diferencia entre estos conceptos?
Eduardo Zapata: En el discurso oficial e incluso académico se suele confundir los términos tradición oral, cultura oral, oralidad y lengua oral; pero para nosotros existen marcadas distinciones: no se puede reducir la oralidad a la tradición oral porque este término nos remite a lo pasado, y con ello estaríamos diciendo que la oralidad ya no sucede en el presente; tampoco oralidad es igual a lengua oral porque no es solo habla. La oralidad, la escribalidad y la eletronalidad son categorías mentales, son gnosis, son maneras de conocer y de producir significados.

Leyendo el libro uno puede concluir que la oralidad ha sido vista desde los códigos de la escribalidad como una realidad atávica a superar o a excluir y que ese conflicto es clave para entender nuestra realidad no solo lingüística, sino también social y política.
Juan Biondi: Nosotros partimos de este concepto, el mundo occidental tiene una primera etapa oral, que se desarrolla hasta que los griegos perfeccionan la escritura, los sonidos representados en letras, ahí empieza la posibilidad de una cultura distinta; esta escritura pasa a Roma y de ahí a la Edad Media europea, que con la imprenta es difundida en Occidente. En el siglo XIX en Europa se desarrolla la educación universal obligatoria y todos reciben este código escribal y entran en esta mentalidad. Esto pasa en Occidente. ¿Pero qué pasa en nuestro país? Aquí existía la cultura oral hasta la llegada de los españoles cuando se produce un encuentro de códigos, pero a diferencia de Europa, la escritura no homogeniza la sociedad, sino por el contrario se convierte en el reducto de un pequeño grupo social. Es decir, no sucede como en Europa: la superación, entre comillas, de la cultura oral por la escribalidad. Aquí las dos culturas se mantienen: un grupo pequeño con la escribalidad y un grupo muy amplio con la oralidad.
E. Z.: Aquí hemos tenido un Estado formulado desde la escribalidad, pero dirigido a individuos o usuarios imaginariamente escribales. Esto ha determinado que el Estado sea asunto de una minoría. Y esto se agrava porque hoy ya tienes la electronalidad.

Antes de entrar a ese tema, ¿cuáles son los códigos de la oralidad que este universo escribal no ha permitido ver?
E. Z.: Para nosotros hay tres características principales en la cultura oral. Primero, no existe el "ello" en perspectiva, es decir no hay tercera persona distinta a la primera y la segunda. Por eso no hay una comprensión de "la mesa" sino de "esta mesa", de "los derechos humanos" sino de "mis derechos", "tus derechos en esta circunstancia determinada". Esto es importante para entender por qué a veces la gente no se identifica con conceptos como "la democracia", "las instituciones", etcétera. Después en las sociedades orales predomina la metonimia, que es la asociación por contigüidad. "Lady Di, princesa de los pobres", no porque se parezca a un pobre, sino porque alguna vez se tomó una foto con la madre Teresa de Calcuta. Y una tercera característica es el principio de construcción sintáctica, que está en el lenguaje, pero que se configura en toda la sociedad. Es decir, mientras en las sociedades orales predomina la yuxtaposición, en lo escribal predomina la subordinación. Esto se traduce en miles de cosas. En la carátula del libro hay piedras porque los muros incas están construidos a partir de yuxtaposiciones de piedras, no de subordinaciones, como este edificio occidental donde toda la construcción está subordinada a vigas y columnas.
J. B.: eso lo llegas a ver también en la comida, y nos reímos cuando la gente del pueblo va a la playa y mete tallarines con papa a la huancaína en un plato, pero esa es una yuxtaposición, que también se produce en la comida china. Esta característica es propia de todas las culturas orales en el mundo.

¿Cuál es la propuesta central? ¿Y cómo lo electrónico potencia la oralidad?
E. Z.: Lo importante hoy es construir una sociedad de ciudadanos, donde los individuos sean capaces de producir significados. Se toman pruebas de lectura, pero yo me pregunto por qué no se mide la escritura. Los hombres y mujeres en el mundo oral han estado argumentando y produciendo mensajes siempre, y lo mismo están haciendo ahora en el mundo electronal; pero esto no ha sucedido en el mundo escribal porque los que escribimos libros o hacemos periódicos somos cuatro, y todos los demás solo son consumidores. Lo que planteamos es potenciar las habilidades en los tres registros: oral, escribal y electronal. Y la propuesta central sería electronalizar y tecnologizar el Estado y la educación, porque la electrónica permite potenciar lo oral y lo escribal. El hecho concreto es que los discursos electrónicos revelan una cosa fundamental: ayer tú hablabas como escribías; hoy con la electrónica, la gente joven escribe como habla.

A muchos esto le parece terrible
J. B.: Puede ser aterrador ver como escriben los jóvenes cuando chatean, pero hay un cambio a considerar. Alguien ha dicho que estamos ante una involución de la especie. ¿Por qué? Porque la escritura se inició con ideogramas, luego pasó a vocales y terminó con palabras, ahora con el chat se ha dado el fenómeno inverso. Pero ese cambio no vas a detenerlo con el purismo.
E. Z.: A mí me puede parecer detestable que la gente diga "haiga" por "haya", pero si el fenómeno se generaliza, tengo que dar cuenta de ello. No quiere decir que como educador abdique, pero no puedo en aras del purismo combatir un hecho concreto. Lo que veo en la escritura de los jóvenes hoy es un reclamo de libertad. Y el lenguaje ya cambió, pero muchos no se quieren dar cuenta de ello.
 
*La palabra permanente (Fondo Editorial del Congreso) de Juan Biondi y Eduardo Zapata.

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