Jorge Basadre
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Por Marcel Velázquez Castro
Fuente: Suplemento Identidades del diario El Peruano, 17/02/2003

La Universidad Nacional Mayor de San Marcos acogió en sus aulas a varias generaciones de intelectuales, cuyas obras en muchos casos aún están por ser leídas. Entre éstos, Jorge Basadre es un autor central para pensar nuestros problemas como país e intentar soluciones. El actual rector de esa casa de estudios, también historiador, Manuel Burga, destaca en la siguiente conversación aspectos actuales y necesarios del autor de Perú, problema y posibilidad. *
 

La infancia es la patria más entrañable del hombre. ¿Cómo pudo haber influido en la obra de Basadre su experiencia infantil en la Tacna cautiva?
-Creo que los nueve años que pasó en Tacna (1903-1912) fueron decisivos para su proyecto intelectual futuro. Aquí hay dos elementos importantes que se conjugan: por un lado, la experiencia del cautiverio y, por otro, el hecho de que él formaba parte de una antigua familia local en la que, por la línea paterna, había algunos que eran historiadores como Modesto Basadre. Esta conjugación de vivir la infancia en un territorio ocupado, y formar parte de una familia que había cultivado y desarrollado la memoria, hizo que la infancia de Jorge Basadre constituyera un estímulo central en lo que sería su proyecto posterior. Existe un parangón en la historia peruana: Garcilaso Inca de la Vega. Él vivió sus primeros 19 años en el Cusco, rodeado de sus tíos maternos, que eran generales del ejército inca que se preguntaban constantemente por qué los incas habían sido derrotados. Probablemente los familiares que rodeaban al niño tacneño se hacían la misma pregunta. El proyecto intelectual del Inca Garcilaso intenta contestar esa pregunta en el contexto del Renacimiento, en el que el género histórico era la crónica, que no se exigía fidelidad en el relato. En el siglo XX ya existía la disciplina de la historia; Basadre contestó a esa pregunta escribiendo sobre la viabilidad y posibilidad de la nación peruana.

Macera consideraba que en la Historia de la República la narrativa del destino truncado y de las oportunidades perdidas que define nuestra historia republicana era contrapesada por una excesiva afirmación de ciertas figuras centrales que condensaban proyectos valiosos. ¿Cómo observa este juego especular de sombras y luces?
-Es razonable la opinión de Pablo Macera, pero agregaría que no hay una contraposición. Ante el enorme impacto que significó la derrota de la guerra y las enormes dificultades que se vivieron en el Perú después de 1929, la respuesta de Basadre incluyó también hacer una ucronía: narrar paralelamente la historia que se desarrolló y aquella que pudo desarrollarse, que pudo ser mejor. Aquí están ciertos personajes paradigmáticos como el mariscal Castilla, constitucionalista e introductor del liberalismo; Cáceres en la resistencia; el segundo gobierno de Piérola y otros que son representativos de un Perú que pudo ser mejor para el desarrollo de una nación peruana con mayor equidad y bienestar para todos.

"El Perú es un país superdotado de historia", sostuvo Basadre. Sin embargo, no es difícil observar que nuestra memoria como comunidad es casi insignificante: tenemos mucho pasado y poca memoria. ¿Cómo se desarrolla en nuestra sociedad la dialéctica entre memoria e historia?
-Todas las sociedades, al construir sus memorias tratan de recordar lo mejor, por lo que olvidan aquello que no es congruente con las necesidades del presente ni del futuro. Sin embargo, en el Perú hemos construido una historia en la que se enfatizan los momentos trágicos: hay un enorme interés en la Conquista, en el período colonial y hay un delgado interés por los momentos más cercanos a nuestra historia, que son los más importantes en función del futuro.

¿Desde la filosofía de la historia es posible trazar períodos en la obra del historiador?
-Considero que hay un primer Basadre, el de La multitud, la ciudad y el campo (1928), La iniciación de la República (1929) y Perú, problema y posibilidad (1931). En estos años, el historiador, desde una posición socialista, se inscribe en una historia científica que pretende resolver los problemas. Así, construye una interpretación de la historia pensando en la relación entre explotados y explotadores. Sin embargo, a partir de 1939, cuando se publica la primera edición de Historia de la República, hasta 1979, cuando se publica la última edición, hay un cambio que va del Basadre socialista, cuya concepción histórica descansaba en la interpretación, hasta uno cuya concepción de la historia se fundamenta en la evidencia histórica. Esta transformación es una respuesta a los cambios ocurridos en el mundo, al desgaste de los ideales de la Reforma Universitaria, a la crisis permanente del Perú, al tercer militarismo y al empobrecimiento de las clases medias. Asistimos a la transformación de un historiador con vocación de intérprete, a un presentador de la historia con pretensiones objetivas sustentadas en el dato y en el documento.

Este desplazamiento de Basadre puede enmarcarse en una problemática mayor que abarca a la Generación del Centenario y a lo mejor a la Generación del 900: luego de los libros capitales de Riva-Agüero, García Calderón, Basadre, Haya y Mariátegui, se abandona la posibilidad de pensar integralmente al Perú. Las generaciones de intelectuales posteriores no han podido igualar estos esfuerzos…
-Entre 1907 (El Perú contemporáneo) y 1931 (Perú, problema y posibilidad) se publica también un conjunto de libros -El antiimperialismo y el APRA y 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana, entre otros- que buscaban una explicación a las frustraciones del Perú y apostaban por un proyecto nacional. Hay una suerte de filiación entre el libro de García Calderón y el de Basadre, pese a las diferencias políticas en ambos hay una apuesta afirmativa por el Perú. En cambio, en el libro de Haya de la Torre y en el de Mariátegui hay una crítica a la historia transcurrida y una propuesta de nuevo país pensado de una manera radicalmente diferente al que realmente existía. Todas ellas son propuestas globales de país, un antecedente semejante sólo lo encontramos en 1614 con la Nueva crónica y buen gobierno, de Guamán Poma. El silencio de estas propuestas integrales de buen gobierno se vuelve a romper a mediados de la década de 1970 con propuestas como la cholificación del país: el Perú como una economía que había que formalizar o como un país que había que rehacer desde la presencia de las multitudes andinas.

Usted comentó en una ponencia que la relación entre su generación de historiadores y la obra de Basadre fue peculiar y tardía. ¿Puede explicarnos este aspecto?
-Esa pregunta podría formularla de una manera diferente: ¿por qué Basadre no invitó a nuestra generación a acercarnos a su estudio? La respuesta presenta dos aspectos, a diferencia de la generación del 50 que era una bisagra entre posiciones nacionalistas y socialistas, mi generación definitivamente quería construir un Perú socialista, y no un Perú tal como lo entendía Basadre o García Calderón. En segundo lugar, la historiografía de la década de 1960 alcanzó un mayor profesionalismo historiográfico. Todos intentaron negar a los maestros y descalificar los esfuerzos anteriores con el membrete de "historia tradicional". ¿Por qué no fuimos capaces de entender que lo que él quería era la construcción de la nación peruana y que se debía caminar en esa dirección? Esa es una acuciante pregunta todavía vigente.

En su libro, escrito junto con Flores Galindo, Apogeo y crisis de la República aristocrática, agradece a Basadre en el prólogo…
-Basadre murió en 1980 y nosotros nos acercamos tardíamente, en 1978. Tuvimos dos reuniones de trabajo. Una para conversar y entregarle el manuscrito, y otra para escuchar sus comentarios. Nos sorprendimos de su actualizada información. Por ejemplo, había leído a Theodore Zeldin, quien había escrito recientemente, en cinco volúmenes, Historia de las pasiones francesas 1848-1945 y que él tenía en su biblioteca. Entonces nos dimos cuenta de que lo que nosotros habíamos postulado como historia tradicional era simplemente una historia distinta de la que nosotros queríamos realizar.

¿Es posible volver a pensar la historia de la República sin las categorías de Basadre?
-Se han hecho múltiples esfuerzos para pensarla de una manera diferente, pero su cronología es una cronología inevitable: la Independencia, el Primer Militarismo, la Época del Guano, la Guerra con Chile, el Segundo Militarismo, la Reconstrucción, la República Aristocrática y Leguía. Estos son períodos sólidamente establecidos. Lo que cambiará -y de hecho ya está modificándose- son las variables que se estudian y las formas de interpretar los hechos que él mismo estudió.


Libros recuperados

La multitud, la ciudad y el campo en la historia del Perú es el primer libro de historia que asigna un papel relevante a las masas y a los sujetos colectivos en la construcción de nuestra historia. ¿Por qué su generación tan interesada en esta perspectiva no prestó mayor atención a ese libro?
-Eso es un misterio. ¿Por qué ese libro no fue más usado, más citado en nuestros trabajos y en nuestras clases? ¿Por qué no se retomó su legado donde la presencia de lo social era más importante que las individualidades? Algo que después se criticará a Basadre. Lo que ocurrió es algo similar a lo sucedido en otras tradiciones historiográficas por los cambios generacionales: el libro Los reyes taumaturgos, de Marc Bloch, que se publicó en 1922, fue reeditado en 1982 con un prólogo de Jacques Le Goff y retomado en ese año. La rama dorada, de James Frazer, fue retomado también en la década de 1970. Es decir, hay un juego de olvidos y recuperaciones generacionales, y hoy estamos en un franco proceso de recuperación de su obra.

Basadre fue director de la Biblioteca Central de San Marcos y de la Biblioteca Nacional. Era un bibliógrafo extraordinario y su Introducción a las bases documentales para la historia de la República con algunas reflexiones constituye testimonio vivo de esa pasión. ¿Cuál es la relevancia de este libro en las ciencias humanas en el Perú?
-Es un libro de superlativa importancia. Él describe y analiza el valor de las fuentes documentales que utilizó en Historia de la República. Es una de las obras perdurables de Basadre, porque muestra su interés por las fuentes. Los historiadores a veces descuidan que la relación con las fuentes se da por medio de dos caminos: la heurística y la hermenéutica. Ambos permiten al historiador saber si las fuentes que uno emplea en su trabajo son auténticas. Basadre nunca olvidó ese procedimiento y por eso publicó este libro en el que muestra las fuentes auténticas que permitirán una reelaboración de la historia de la República.


Intelectuales, promesa y política

¿En estos tiempos de disolución de fronteras nacionales, de culturas desterritorializadas e identidades migrantes, es posible aún pensar en el Perú como un proyecto de nación o ya simplemente se estaría cazando fantasmas?

-¿Por qué no? La última vez que conversamos con Ben Anderson, el autor de Comunidades imaginadas, quien posee una inmensa experiencia estudiando las naciones en el sudoeste asiático y en el mundo, sostenía que era posible pensar un desarrollo con naciones que busquen mantener su singularidad en el futuro globalizado. La idea de Basadre, como la de Anderson, es que una nación es nación cuando existe un proyecto colectivo asumido por todos como pasado, presente y futuro. En tanto, todos somos parte de ese plan, todos se sienten parte de un proyecto colectivo y parte de una comunidad que existe sólo en la imaginación de la gente. Además, mientras existan las fronteras geográficas existirán las naciones.

Basadre fue dos veces ministro de Educación y enfrentó serias dificultades políticas, sus ilusiones de reforma y modernización se estrellaron contra burócratas impermeables a las nuevas ideas. A la luz de esa experiencia, ¿deben los intelectuales renunciar a intervenir en la vida política?
-Recuerdo que Alexis de Tocqueville en La democracia en América sostenía que un defecto de la democracia es que da más oportunidades a los políticos que a los técnicos y a los intelectuales. En el caso de la democracia peruana, se debe propender a una mayor participación de intelectuales y técnicos en la conducción de las políticas públicas, pero no al estilo mexicano, sino con una participación más independiente en función de un proyecto de desarrollo nacional. Basadre fue dos veces ministro de Educación y guió su gestión por el afán de contribuir por medio de la educación a una mejor ciudadanía en el país, ya sea por la alfabetización, la educación técnica o superior.

 

* Marcel Velázquez Castro es Director de la revista literaria Ajos y zafiros.
 

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