Por Abelardo Oquendo
Fuente: La República 02/08/05
Acaba de publicarse un nuevo libro de Fernando Ampuero, quien viene jugando un papel central en el reciente pleito literario hospedado por Perú 21. Central no solo por ser -del sector de "hegemónicos" (así los llaman sus detractores)- quien con mayor denuedo ha participado en la gresca, sino por haber sido señalado, por los autodenominados excluidos, como principal integrante de un grupo que estos imaginan organizado y homogéneo y que usaría su atribuido poder mediático en los ámbitos de la cultura para ganar notoriedad, inflar sus valores y cerrarles el paso a los que no pertenecen a su entorno. Si la imaginación del bando contrario coincidiera con la realidad, Fernando Ampuero sería, o aparecería, como una gran figura de las letras peruanas del momento, alguien que, con sus adláteres -el grupo de los "letratenientes", nombre que el otro bando les da tambien-, ocuparía tanto sitio que los demás no encontrarían dónde situarse.
Es probable que usted, lector, se pregunte qué grupo es ese, tan poderoso, y quiénes son sus integrantes, además de Fernando Ampuero. Se lo preguntará porque es más que probable que usted no haya percibido que algo así exista en nuestro medio. Y quizá también se pregunte si quienes acometen a ese grupo son miembros de una nueva generación, pues las nuevas generaciones suelen combatir a las viejas y tratar de desplazarlas para hacer prevalecer sus propuestas renovadoras. Pero sucede que no se trata de jóvenes contra mayores: esta vez quienes impugnan son los mayores (los encabezan hombres de más de sesenta y aun de setenta años) y no se trata tampoco de ideas renovadoras. En ninguno de los bandos, ni en el atacante ni en el contraatacante, se encontrará nada que signifique una revolución dentro de nuestra literatura.
¿De qué se trata, entonces? Todo conduce a creer que de una lucha por emplazamientos más virtuales que reales. Unos impugnan la hegemonía que atribuyen a los otros y afirman que se sustenta en febles valores; los otros responden hablando de envidias y resentimientos.
Pero volvamos a Ampuero. Si usted, lector, está más o menos familiarizado con el panorama actual de las letras peruanas conocerá su nombre y, tal vez, alguna de sus obras. Si es así se extrañará de que sus adversarios lo combatan tan fervorosamente. Él es, sin duda, un buen narrador, un periodista distinguido, un dramaturgo incipiente y un poeta aficionado, pero no una figura que proyecte una sombra tan grande que explique que haya colegas suyos oscurecidos por ella esforzándose por tumbarlo. Y lo mismo ocurre con los demás "letratenientes" embestidos.
De Fernando Ampuero -decíamos- acaba de publicar la editorial Alfaguara un libro de cuentos: Mujeres difíciles, hombres benditos. El lector podría recorrer sus páginas y luego las de algunos de los libros recientes de sus detractores, si es que le interesa empezar a formarse un juicio propio, y no determinado por sus mutuos agravios, acerca de los protagonistas de una penosa pelea que no se sabe si llamar de mercado o por el mercado.