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Fuente: La Primera 13/08/05
De la figura del escritor como un ser marginal y ajeno a las intemperancias de este mundo ya no queda mucho. Sobre todo después de la bien promovida polémica local entre escritores criollos y andinos, que por cierto no termina. En tan cargada (de tinta) batalla, algunos han pasado de criollos a criollazos.
Muchos tenemos la impresión que tal escaramuza servirá para promover las decaídas cifras de las ventas de libros, pero será insuficiente para abrir las puertas de Parnaso. Esto último se logra sólo con los libros, mudos e implacables testigos que abonarán a favor o en contra de sus autores.
Es imposible empezar de otro modo el comentario del más reciente libro de relatos de Fernando Ampuero, Mujeres difíciles, hombres benditos (Alfaguara, 2005), uno de los factotum del forcejeo literario al que aludimos.
Ocurre que, de muy buen humor, Ampuero sabe cruzar con buena puntería su papel de escritor con el de esgrimista, cosa que llegó a extremos con la publicación de El enano, historia de una enemistad (Lima, 2001), con el que prácticamente autoriza al lector a inmiscuirse en su vida personal como si del propio hígado se tratase.
No ha sido el único. En el fondo, no otra cosa son los géneros de diarios, memorias y autobiografías, generosos en el trasvase de confidencias.
En pos del alma femenina
Mujeres difíciles, hombres benditos es la reunión de ocho relatos de pareja factura que buscan hurgar -salvo el último, una especie de disección de los materiales con que está hecho un cuento- en las emociones que configuran el inexpugnable maderamen del alma femenina.
"El padre de Sebastián", el penúltimo relato, por el contrario, está escrito buscando conducir al lector al descubrimiento del detalle final, un poco abrupto quizá, pero que aún así se sostiene.
El grueso de los cuentos del libro divaga en una escogida asamblea de arquetipos femeninos provenientes de la clase media urbana, hastiada de su destino sin sobresaltos, por lo que eligen opciones que van del excentricismo a la fatal desesperación.
El narrador omnipresente va descubriendo, curioso y provisto de cierto cinismo, las intemperancias de estas almas, logrando pequeños cuadros de la vida cotidiana.
La pintura seca y minimalista de la mayoría de los cuentos deja notar cierto rastro del relato moderno (Raymond Carver, para variar) o las atmósferas opresivas que tan bien retrataba John Cheever, aunque, claro, dentro del estilo sobrio y directo de Ampuero.
El libro es entretenido, aunque por momentos creo que hubiese logrado ser mejor si Ampuero hubiese desprovisto de ciertos tics a sus personajes, como los pasajes donde éstos citan autores u obras cultas, que por lo general nunca aparecen en la vida común y silvestre.
Más datos
Fernando Ampuero (L ima, 1949) es escritor y periodista.
Ha publicado, entre otros, los libros de relatos Paren el mundo que acá me bajo (1972; reeditado luego como Deliremos juntos), Malos modales (1994) y Bicho raro (1996).