Leonardo Aguirre
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Por Francisco Ángeles
Fuente: El Peruano, Lima 22/08/07

Leonardo Aguirre (Lima, 1977) llamó la atención no sólo por sus reseñas en la página de Agenciaperu.com, sino también con una obra en que parodiaba el oficio de escritor. Manual para cazar plumíferos (2005) se convierte ahora en el antecedente de La musa travestida (Matalamanga), nuevo libro de cuentos en que sigue diseccionando con ironía la figura del “plumífero”.

¿En qué se diferencia La musa... del Manual...? ¿En qué aspectos crees que has mejorado?
–He prestado mucha atención a las reseñas que se hicieron del Manual... para orientar el proceso de corrección de La musa... Si el primero era una suerte de inventario, el segundo es un libro orgánico, compacto, con muchas interrelaciones, con motivos y personajes que se repiten a lo largo de los seis cuentos.

Sin embargo, se mantiene un universo compuesto básicamente por escritores...
–De eso siempre fui consciente. Pero me refiero a cosas que estaban un poco escondidas y que ahora trato de exacerbarlas. Por ejemplo, a la relación siempre problemática entre el arte y el mercado. O la supremacía de la figura pública del escritor en desmedro de la propia obra...

¿Pero eso no es contradictorio con el hecho de que tú mismo quieras construirte una imagen de escritor?
–Hago literatura a partir de mis propias metidas de pata. Los conflictos de los personajes de La musa... son también los míos. Por otro lado, a diferencia del Manual..., en este libro también hay exitosos. Y uno, finalmente, alcanza la fama después de muerto...

El escritor como fetiche

Una variante del éxito mediático sería el escritor como opinador profesional. Octavio Paz, digamos, o el mismo Vargas Llosa. La voz autorizada en cualquier campo...
–Bueno, ese es un error. Y es que todos quieren que seamos como Varguitas, que alcemos nuestra voz para dar un veredicto sobre política, el calentamiento global o la extinción del ave zambullidora de Tambopata...

Y la contraparte, no menos fetiche, sería el romántico, el escritor como víctima del mundo, el mil oficios, el que la pasa mal. Bolaño, por ejemplo...
–Y que supuestamente es anticanon, aunque al leerlo nos damos cuenta de que no lo es. Pero él construyó una figura pública con miras a convertirse en el paladín de los marginados o algo por el estilo. Casi un Robin Hood de los escritores desposeídos de prestigio. Y esa figura, hay que reconocerlo, es la que ha vendido sus libros. Y su muerte temprana también.

Un poco es un engaño o una ilusión, pero funciona perfectamente para mantener la vigencia de ese modelo...
–El que tiene talento sabe que tarde o temprano ganará algún tipo de reconocimiento. Y “reconocimiento” no es una mala palabra, ojo

Todos lo buscamos. Desde que nacemos, el reconocimiento es el motor de nuestras acciones. ¿Para qué escribe uno? Para ser leído. Ergo, para ser reconocido.

Ya sabemos que si Kafka hubiera querido desaparecer sus manuscritos, él mismo los hubiera destruido sin pedírselo a Max Brod...
–Y por eso intervenimos en concursos. Es curioso que Bolaño participara en todos los certámenes habidos y por haber en España. O tal vez no sabía muy bien cómo manejar ese conflicto que aqueja a todos los escritores. Por un lado, queremos escribir por el simple placer de escribir y nada más; y por el otro, también necesitamos lectores y reconocimiento de la crítica. La dualidad de Bolaño, digamos, es la dualidad de todos.

El libro trata del éxito mediático. A estos nuevos plumíferos no les importa tanto ingresar al canon como ver sus fotos en las páginas sociales o policiales.

De interés
Sobre el autor

1) Estudió comunicaciones en la PUCP. Trabajó en la sección cultural de Agenciaperu.com.

2) Asimismo, fue editor de la revista La Mujer de mi Vida y colaboró en diversos medios locales.

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