Por Marcel Velázquez Castro
Fuente: El Comercio, Lima 29/05/2007 http://www.elcomercioperu.com.pe/EdicionImpresa/Html/2007-05-29/ImEcDominical0729901.html
Todas las sangres (1964) ha sido la más cuestionada de las novelas de Arguedas. Vargas Llosa la denominó "novela frustrada"; para un grupo de científicos sociales no representaba cabalmente la realidad andina ni era un mito útil para el cambio del país. Sin embargo, tiene escenas memorables y una composición melodramática que sabotean el sentido propuesto por el autor y desafían las lecturas de sus detractores.
Todas las sangres es un texto monstruoso en diversos sentidos. Gran Teatro del Mundo por su vocación de representar una inmensa escala de figuras sociales (desde el indio pobre de la comunidad sin tierras hasta los dueños del capital transnacional), y describir todas las pasiones humanas: ambición, rencor, codicia, lujuria, etc. Está poblada de personajes-monstruos como la kurku Gertrudis, india deforme y enana, varios suicidas, violadores compulsivos, asesinos. Es una novela sin límites definidos, la ficción narrativa pretende convertirse en testimonio sociológico o en alegato político, la ideología destruye la verosimilitud propia del registro realista del texto; sin embargo, hay una fuerza e intensidad en algunas escenas que constituyen una privilegiada revelación de la realidad.
El monstruo es ante todo una metáfora, señala (monstrum viene del latín monstrare, mostrar) algo que no es él; desde la Edad Media señala hacia Satanás. Todas las sangres (TLS) levanta el dedo acusador contra el Mal, contra la dolorosa descomposición de las múltiples formas sociales andinas por la expansión de la modernización capitalista, pero no solo para reivindicar la utopía de las formas primigenias y el heroísmo del enfrentamiento, sino también el espíritu y la acción exaltados, pasionales y contradictorios del ex indio, el cholo Rendón, que avizora y construye el nuevo mundo.
Lo real maravilloso andino
En el prólogo a El reino de este mundo (1949), Carpentier considera lo real maravilloso como la marca discursiva de América: lo maravilloso "surge de una inesperada alteración de la realidad (el milagro) (.) de una ampliación de las escalas y categorías de la realidad". Para el narrador cubano, la identificación y transmisión verbal de la sensación de lo maravilloso presupone una fe. Desde sus primeros libros, la obra arguediana trasunta una fe agónica, una convicción indubitable en la perdurabilidad de las estructuras de cognición, sociabilidad y mitologías andinas. No quiere decir que Arguedas fuera ciego a los cambios y a los nuevos productos híbridos. Sus impugnadores se equivocan cuando quieren presentarlo como un defensor de formas puras arcaicas, sus novelas formalizan la violencia y la creatividad de la migración cultural, y los nuevos senderos del mundo andino.
El excepcional primer capítulo que abre TLS contiene una conjunción de sonidos y colores que enmarcan simbólicamente el inicio de los trágicos acontecimientos. El cerro tutelar, el Apukintu, con flores entre sus pedregales, las cargas de pólvora reventando en las alturas como colofón de la fiesta religiosa, la flor de k'antu resplandeciente con el color y el brillo de la sangre en la superficie muerta de la tierra en invierno, la evocación de la pureza de la nieve del Q'oropuna, los cantos fúnebres quechuas, todo confluye para crear un tramado de símbolos y correspondencias entre la acción humana y el espacio recreado del pueblo de San Pedro.
En toda la obra encontramos la irrupción de sucesos extraordinarios y maravillosos representados como cotidianos e integrados a la práctica social de los personajes. La muerte del viejo ebrio, hacendado principal, que maldijo a sus hijos desde lo alto de la torre de la iglesia desencadena una mezcla compleja de rituales socioculturales andinos y occidentales: las autoridades de la comunidad lo despiden como a indio notable con plañideras y canciones quechuas, un gorrión canta para calentar el corazón del muerto en su última travesía, y el mayordomo lava los pies del fallecido para que pueda llegar a la otra vida. Con un lenguaje poético quechuizado, el narrador celebra la relación del indio con su entorno natural que trasciende la razón instrumental y la lógica cartesiana: "las novias se convertían en mujeres; gozaban el mundo; lo bebían, transmitiendo a la tierra el fuego de sus cuerpos tiernos", "en mi adentro habla claro la cascada", o esas piedras quebradas por los rayos que oyen y saben escuchar "tranquilizando a todo corazón".
La imaginación melodramática
William Rowe sostiene que el "yawar mayu" (río de sangre) es la oleada de pasión que rompe los límites, el desencadenamiento de fuerzas sociales que desbordan como un huayco los límites y cauces tradicionales. Ese plus pasional que distingue la obra no solo merece una lectura política.
TLS posee elementos propios de una novela de folletín melodramática: pequeñas unidades de composición que se articulan como secuencias acumulativas, personajes de intensas pasiones que encarnan figuras simbólicas, órdenes morales contrapuestos, microintrigas que forman una trama cuyo deleite no está en la suma total, sino en el consumo de la tensión y la satisfacción de la expectativa una y otra vez, la presentación del antiguo conflicto del Bien contra el Mal. La imaginación melodramática de TLS que oscila entre la piedra y la paloma nos ofrece una narración anacrónica de nuestra modernidad, una versión derrotada históricamente, pero victoriosa en el imaginario colectivo de los subalternos.
En una sociedad cada vez más secularizada, el imperio del melodrama cumple funciones de cohesión y mediación entre los individuos/lectores y el orden moral de la comunidad. TLS es una novela que todavía nos interpela porque en su maniquea, pero hirviente visión del mundo, todos los lectores tienen una página que narra la historia que nos habita.