Por Pedro Escribano
Fuente: La República, Lima 13/06/07 http://www.larepublica.com.pe/content/view/161709/28/
Libro Apuntes inéditos. Celia y Alicia en la vida de J.M.A. retrata aspectos humanos del escritor.
Que José María Arguedas le tenía alergia a la piel de melocotón (comía esta fruta solo si estaba pelada) porque de chico, cuando vivía en la sierra, fue perseguido por una tarántula a la que le vio que cuya piel lucía como la del melocotón. Imágenes de su vida cotidiana, hasta hechos como que retiró su firma de un homenaje a Luis Alberto Sánchez o que con Enrique Congrains mantuvo discrepancia fraterna o que con Emilio Adolfo Westphalen –quien en una misiva demolió a Neruda– nunca dejó de comunicarse. O también enterarse de que su relación con Manuel Scorza no fue buena. O si no, saber más de sus dolencias psíquicas y la gratitud que tuvo a su primera esposa Celia Bustamante, a su cuñada Alicia y familares de estas. También su pasión trabajosa por la literatura y la antropología.
Todo eso es posible saber gracias a la estudiosa arguediana Carmen María Pinilla quien, una vez más, presenta documentos que revelan la dimensión humana del autor de Los ríos profundos. Pinilla acaba de publicar Apuntes inéditos. Celia y Alicia en la vida de José María Arguedas (Fondo Ed. de la PUCP). Se trata de una serie de cartas y otros documentos conservados por los familiares de Celia Bustamante (y también extraídos de la Colección José María Arguedas de la PUCP).
Cartas y pasajes
Muchas de las misivas entre Arguedas y sus amigos estaban bien aderezadas. Por ejemplo, cuando Westphalen le escribe (1939) sobre Neruda a quien acusa de hablar solamente de España derrotada y no hacer críticas sobre las causas de la derrota y que más bien exalta a Chile: "Muy demagógico, chauvinista y asqueroso". Y señala que a Neruda habría que llamarlo "cursi sinvergüenza" cuando alaba a Roosevelt. Westphalen dice que si tenía dudas sobre la capacidad filosófica y miras políticas del autor de Residencia en la tierra, "con esas líneas ya está hecho su retrato como un infame imbécil".
En otras, Arguedas hace confesiones de sus gustos y deudas literarias. En 1950 le escribe a Ángel Flores: "El primer libro que me conmovió, revelándome el poder de la literatura fue Los miserables, de Víctor Hugo". El libro lo encontró en una vieja biblioteca en la hacienda Huayu Huay, en Apurímac, donde su padre lo dejó. Tenía 14 años. Lo que sí nunca pudo leer "por más esfuerzo que hice" fue Ulises.
Con Enrique Congrains intercambió opiniones sobre sus respectivas obras. Leamos qué dice Arguedas de No una sino muchas muertes en carta de 1959: "Debo confesarte que la leí con desesperación creciente. ¿Qué has hecho con tu estilo, Enrique? No comprendo cómo tu deseo de modernizar o de refinar tu estilo ha podido llevarte al extremo de retorcerlo hasta comprometer tan gravemente una obra maravillosa".
Pero más adelante elogia la obra de Congrains al compararlo con Ribeyro: "...Tú eres la vida que marchará más esplendente (...). Nuestro buen Ribeyro es el caballero refinado, escéptico, que jamás llegará a la obra grande". Desliz de Arguedas.
Y en otra carta, a propósito de la réplica de Congrains, Arguedas comenta: "¡Qué discrepancia más fraternal la nuestra!", y agrega "como debieran ser y serán , algún día, las discrepancias. (...) Creo que el elemento más perturbador, más común es la vanidad...".
Y como autocrítica a propósito de Los ríos profundos, afirma: "Me doy cuenta de que he casi dominado el castellano pero no he dominado a la poesía; ella perturba a veces horriblemente mi trabajo".
Libro de Carmen María Pinilla (Ed. PUCP).
Arguedas también fue enérgico en sus principios y posiciones, por ejemplo, en octubre de 1959, cuando después de firmar una invitación para un banquete a Luis Alberto Sánchez, pidió no ser incluido por tener discrepancias con Sánchez "no solo con respecto a la ideología y a la conducta, sino en lo que se refiere a los criterios de valor con que ha juzgado nuestra literatura".
Esquirlas literarias
El libro recoge dos cartas del autor de Agua dirigidas a Manuel Scorza. Y las dos drásticas. La primera, (agosto, 1957), sobre un pago de dos mil soles que Scorza ofreció darle por una selección de himnos y canciones quechuas y que después solo quiso ofrecerle un cheque por 1,500. "No le he aceptado. Le he dejado en cambio, a la misma empleada, un recibo por dos mil soles que usted recabará...". La segunda (dic., 1957), cuando anula un contrato: "... comunico a usted y sírvase darse por notificado de que, por convenir a mis intereses, he decidido rescindir irrevocablemente el contrato que firmé con usted (...). Era para publicar el libro Diamantes y pedernales.
Esto es parte del perfil de Arguedas que tiene el libro. Por su puesto que hay más, del literato, del antropólogo, pero esta vez, por su sensibilidad, preferimos al ser humano.
El dato
EN CARTA A ALICIA DESDE CHURÍN, 1944. "Hoy de puro roñoso perdí una joya. Una india tenía un maravilloso prendedor: una media luna con un gran sol en medio y dos colgajitos, una llave y una herradura. Le ofrecí ocho soles y aceptó; no tenía vuelto, y mientras cambiaba la libra se arrepintió, fue a consultar con su marido, y el estúpido dijo que no era para vender. Si yo le doy diez soles me lo hubiera llevado".
Churín (¿abril de 1944?)
Ratita:
El carro llegó anoche tarde, y hoy me levanté a las siete y media para buscar tu carta (...). Tu carta me ha llegado como el contenido del poema de Whitman (...) ¡Con una compañía como tú, con tu amor, con tu espíritu fuerte a mi lado, bien podemos vencer la muerte, y atajarla hasta cuando hayamos rendido a la vida todo nuestro fuego! ¡es acaso el instante más feliz de mi vida¡ Estoy iluminado y purificado porque he sentido toda la luz de tu alma. Siempre me parecía que había más hondura en tu alma, que todavía yo no había llegado hasta su último secreto. Hoy recuerdo la luz que vi en tus ojos la primera vez que me abriste un poco tu alma (...). Sí, era puro y sensible y podía sentir la belleza de las cosas. ¡Pero jamás habría encontrado hasta entonces la más grande, la más absoluta belleza¡: la del alma humana cuando es pura, fuerte (...). Desde ese instante debiste haber sido dueña de mi vida; mi guía y mi escudo; porque yo soy débil, y los trabajos que pasé enternecieron mi corazón en vez de endurecerlo. Yo también pasé malas noches, estas tres últimas me hizo falta el Sedobral (...). Ayer me descubrí un pique y tengo el pie hinchado. Me iré pasado mañana, cuando esté bien. Si no sale carro a tiempo ya no me escribas.
Te adoro.
Aché
Amores. Arguedas llamaba a Celia "Ratita" y a veces firmaba como "Aché".