En Duerme tranquila, Rebecca de Eduardo Reyme Wendell encontramos dos temas claves y recurrentes en la literatura: el amor y el arte -y, obviamente, las diversas facetas que esta relación genera-. Los personajes de estos cuentos, a través de su apego a estos tópicos, se debaten entre las posibilidades del desborde del cuerpo (la entrega a sus pasiones), en un mundo donde todo combate desde la sensibilidad parece ser una derrota anticipada e inminente. Es esta misma entrega la que los convierte en personajes poéticos y, por eso mismo, enfrentados -desde su particular manera de ver la realidad- a un mundo que no los comprende, refugiándose entonces en el regusto por las creaciones ficcionales: narrativa, poesía, cine; es decir, el entorno los obliga a buscar un espacio donde se permita ser sensible. Escritores, poetas, amantes, recorren este libro mostrándonos la faceta sensitiva del ser humano, más allá de visiones exclusivamente racionalistas. A través de un lenguaje funcional, las historias de Duerme tranquila, Rebecca nos atrapan en el deseo de conocer los desenlaces. El inicio de la lectura nos obliga, nos impele y nos persuade de completarla. Los textos de Reyme Wendell cumplen con el más básico pero a la vez más difícil requisito de un buen narrador: atrapar el interés del lector. En ese sentido, estos cuentos constituyen una clara muestra del talento narrativo de este joven escritor.