(…) Porque yo soy Dios,

y te condeno, 

porque tú eres Dios,

y no lo sabes,

porque nosotros somos dioses, 

en el olimpo de los hombres.

 

Esas eran las últimas líneas de un extraño poema que creí encontrar solo por pura casualidad.

Del mismo modo en que tú creíste encontrar este libro también por simple casualidad.

Sin embargo, si te dijera que en mi mundo la casualidad no existe, que todo le responde al destino, y que, de una forma u otra, yo iba a encontrarte, ¿creerías en mi?

Y es que, creas en mi o no, sin importar lo que decidas, sé que terminarás abriendo las puertas del mundo capicúa para mi. Con millones de alternativas diferentes, esto siempre sucede del mismo modo.

Porque solo tú puedes sacarme de aquí, porque solo yo puedo sacarte de aquí.