Andrea Paz
Lucha contra la discriminación
Andrea Paz, la creadora de Chimoc


Por Antonio Orjeda
Fuente: El Comercio, Lima 08/01/08
http://www.elcomercio.com.pe/edicionimpresa/Html/2008-01-08/andrea-paz-creadora-chimoc.html

Andrea Paz vivía en Suiza. Hasta Suiza llegó Claudia, su hermana, y juntas terminaron de darle forma a "Chimoc, el perro calato", el superhéroe que canta los temas que Cristóbal (el tercero de los Paz) compuso para él, para el peruanazo personaje del cuento infantil que lanzaron con tremendo éxito en el 2006.

Andrea no aguantó. ¡Qué hacía en Suiza! Lo apostó todo: regresó. A fines del 2007, Chimoc llegó al teatro, en funciones pensadas para que niños de escasos recursos también conocieran su historia (para que todos aprendan a quererse, para que respeten a todos por igual).

Chimoc le debe su imagen a Andrea. A ella, el Perú le debe mucho más.

Como ilustradora, haber creado un personaje al que los niños quieren, ¡debe ser lo máximo!
Sí, y todo comenzó porque había un nicho: no existía un personaje infantil peruano con el que los chicos se identificasen. ¡Todos son extranjeros!

Yo me casé y tuve a mi primer hijo en Suiza. Él iba creciendo y yo no tenía nada que mostrarle que fuese del Perú.

Hoy, de Chimoc, ¡hay hasta costureras que hacen disfraces para niños!
El año pasado, Claudia (su hermana) fue a una costurera para que le hiciera un disfraz de Chimoc, y ella le dijo que ya había hecho 90. ¡Imagínate! Para nosotras es una alegría, es el efecto multiplicador que una anhela.

Chimoc es un perro peruano con traje de superhéroe, y no se lo quita porque si no --él dice-- pierde sus poderes. La verdad, sin embargo, es que siente vergüenza de su piel. ¿Por qué decidió abordar ese tema?
Quien lo abordó fue Claudia. Ella es maestra de primaria, y para la tesis de su maestría en Educación propuso hacer cuentos inconclusos que desarrollaran los valores en los niños.

Ella creó un superperro --que no era Chimoc--, que andaba con un supertraje y que no se lo quitaba nunca, hasta que un día de calor lo obligan a hacerlo y resultó que era pelado y flacucho... Hasta allí llegaba el cuento. Entonces se preguntaba al niño: ¿Cómo se habrá sentido el perro? ¿Tú te habrías burlado de él?
Cuando Claudia me lo contó, me pareció maravilloso, ¡tenía un potencial alucinante! Y cuando se dio la oportunidad de hacer una colección de cuentos, vimos que el perro peruano (el perro calato) calzaba perfecto. Así completamos la historia: se trata de un perro acomplejado de sí mismo; es un poco el retrato del peruano.

De nuestro sentimiento de inferioridad.
¡Exactamente! Cuando te insultan, te dicen: cholo, serrano, ¡como si serlo fuese un agravio! Yo he vivido en Suiza, un país serrano, y nadie lo dice como si se tratase de un insulto. Pero acá, no sé por qué diablos... debe ser porque no tenemos identidad fija: no nos sentimos ni indios ni españoles, nos hace falta echar raíces, ¡sentir que tenemos una casa!

Desde niños nos enseñan a discriminar.
Por eso nosotros nos abocamos a sembrar --¡y nos parece maravilloso!-- en una tierra que todavía se puede forjar: los niños.

Discriminación. Usted la vivió cuando a los 21 años formó una banda de rock. Solo mujeres, usted era la baterista. El común no creía en su talento por una cuestión de género.
Al principio llamamos la atención por ser un grupo de chicas, y te iban a ver como quien va al circo a ver algo raro, ¡pero sí teníamos potencial!

Ustedes se lo habían tomado en serio: tocaban temas propios, fusionados con música negra, habían estudiado música, contrataron a profesores para que las pulieran...
¡Nos habíamos preparado!

Pese a todo, no despegaron.
Nos tocó una época horrible en el rock nacional: no te pasaban por la radio, no te apoyaban. Nuestra música --que calificaron de 'fresa'-- no pegaba. Tenías que ser brava ¡y era imposible que lo fuéramos! Nosotras veníamos de hogares bien constituidos, de papás y mamás que nos querían; ninguna se drogaba. Entonces ¿qué hacíamos? Componíamos canciones felices, ¡que expresaban lo que nosotras éramos!

¿Qué fue lo más frustrante?
Encontrarnos con Pepe Ortega. Juntar los ahorros de cuatro años de presentaciones para grabar --¡todo el mundo nos lo pedía!-- y, al final, quedarnos sin nada. Pese a haber pagado mil dólares por adelantado... Ese fue el gran detonante de nuestra desilusión.

Sin embargo, años después se desquitó: el cuento de Chimoc incluye un CD con canciones.
Así nos lo propusimos. Al principio, ninguna editorial nos quería publicar. Decían: esto nunca se ha hecho en el Perú, es muy costoso, no tenemos el 'know how'... Y cuando lo publicamos, resultamos los primeros en Latinoamérica en haber lanzado un cuento con estas características: con pasta dura, con un disco incluido, con todos los temas originales y grabados con instrumentos de verdad...

¿No era más sencillo publicar el libro y ya?
Desde "Clavito el puerco espín" (nuestro primer cuento) fue así, pero como lo sacamos con una editorial chica, hubo problemas de distribución; así que íbamos de colegio en colegio...

Ustedes lo promocionaban.
¡Nosotras hacíamos todo! ¡Hasta ahora! Ya para Chimoc, nuestro editor (Norma) habló con su casa matriz en Colombia y aprobó su publicación.

No es sencillo para un ilustrador hacerse espacio en el mercado. Usted lo ha logrado. ¿Por qué la buscó Erika Stockholm?
Erika buscó a un montón de ilustradores antes de que nos encontrásemos. Ella trabajaba en el Canal 5 (2001), y mi entonces enamorado también; él le dijo: mi enamorada hace dibujitos. ¡Cómo que dibujitos! ¡Yo hago ilustraciones! (ríe)... Me dio su teléfono, nos reunimos, leí su cuento ("María Julia y el árbol gallinero") y le dije: te voy a hacer varias Marías Julias y tú vas a escoger la que más te guste. Más no le iba a hacer. No iba a trabajar por gusto. Un montón de gente te hace trabajar por gusto.

Ya le había pasado.
Te piden un montón de bocetos. "Esto es como un concurso", te dicen. Tú trabajas (una, dos semanas), presentas y te dicen: no nos gustó, chau.

A Stockholm le gustó su trabajo. Desde entonces, ha ilustrado la mayoría de los cuentos infantiles más exitosos del país.
Sí (ríe)... Las ilustraciones tienen que ser 'leídas' incluso por los niños que todavía no saben leer; por eso cada una tiene que estar muy bien pensada...

Parecen sencillas, pero detrás de cada una hay un 'chambón'.
Mil reuniones con la escritora, tienes que estar de acuerdo en todo: los dibujos tienen que decir lo que no dicen las palabras y viceversa; el enganche tiene que ser superpreciso.

Chimoc acaba de estar en el teatro y le ha ido bien. Ahora planea llevarlo a la televisión. ¿Por qué?
Porque es una pena que los chicos del Perú no puedan ver Plaza Sésamo o Discovery Kids porque sus padres no tienen para pagar el cable.

Gracias a un convenio con empresas, niños de albergues y de escasos recursos pudieron ir a ver a Chimoc al teatro.
Sí, la idea fue de Caterina Vella (productora de la obra). También les regalaron el libro.

Así supo que a su personaje lo entienden y quieren todos los niños.
Les gusta a los niños de todos los estratos sociales.

O sea que, al final de cuentas, usted y sus hermanos se han convertido en esa pulga que obligó a Chimoc a quitarse el disfraz y que determinó que se terminase asumiendo.
¡Sí! (ríe)... En el Perú se piratea mucho, y si piratean a Chimoc, ¡mejor! Pues, al final, es lo que queremos: que su historia se multiplique... Lo digo así mi editorial me mate, porque sé que esos niños que lo vieron en el teatro, ahora tienen un recuerdo para toda su vida... y hay recuerdos que te pueden salvar de ser una desgracia en el futuro, pues ¡de chiquito te sembraron algo bueno!

Y lo que ustedes quieren sembrar es que uno es lindo siendo tal cual es.
Exactamente. Los peruanos somos valiosos porque somos diferentes, porque somos únicos. ¡Eso nos hace grandes! Y te lo digo yo, que he vivido en Suiza: el país perfecto.

Viviendo allá me di cuenta de lo valioso y hermoso que es el Perú. Por eso con mi esposo decidí regresar --todos me decían que estaba loca, que de qué iba a vivir, que ya tenía tres años fuera del mercado--, pero vine, y vine dispuesta a aportar. Total, si Dios le da a los pajaritos de comer, ¡por qué a mí no me iba a dar!

La ficha
Nombre: Andrea Paz Medrano.
Colegio: Holy Trinity.
Estudios: Diseñadora gráfica e ilustradora de Montemar.
Edad: 34 años.
Cargo: Ilustradora independiente y directora gráfica de Chimoc.

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