Cesáreo Martínez
Homenaje a Chacho Martínez
A dieciocho años de su muerte


Por Eduardo Arroyo Laguna
Fuente: librosperuanos.com
Febrero, 2020

En estos días se cumplen dieciocho años del fallecimiento de Cesáreo “Chacho” Martínez, poeta popular, a quien recordamos como un escritor de vanguardia en estos días aciagos en que los movimientos sociales le toman el pulso al poder buscando dar solución a los graves problemas de la sociedad mundial y nacional.
 
Cesáreo, seguidor de Mariátegui, fue un escritor consecuente con su tiempo viviendo la vida con heroicidad pleno de utopías y poniéndole sangre a las ideas. Asumió el humor espiritual de los años 70 y creó belleza a través de la palabra escrita fusionándose con las masas populares con total transparencia y ética. Sus “Cinco razones para comprometerse (con la huelga)” y el Manifiesto de Hora Zero son los cantos épicos de la generación del 68.
 
Cesáreo Martínez nació en 1945 en Cotahuasi (Arequipa). Es, pues, andino y pobre por añadidura. A su legado raigal, se añade el humor nacional e internacional que lo marcó. Lo podemos agrupar como miembro de la generación del 68, no en el sentido biológico-temporal de Ortega y Gasset que veía aparecer generaciones cada diez o quince años y, sin desdeñar el concepto de “generación-clase” de Pablo Macera que une el proyecto societal con la clase social de pertenencia, prefiero priorizar los hechos sociales que, según Mannheim, dan vida a una agrupación humana insuflándola de nuevas utopías y nuevos modos de considerar al país. Precisamente en 1968 se dan sucesos decisivos en la escena mundial (el movimiento juvenil de Mayo en París, la matanza de Tlatelolco, el golpe militar de Velasco Alvarado en 1968 y multitud de sucesos de la década del 60 como la revolución cubana (1959); el grito del Che en Bolivia; los reformismos militares ante el llamado de Kennedy a hacer reformas antes que surgieran nuevas Cubas en América Latina; los gorilatos fascistas; los cambios en la Iglesia Católica con el concilio Vaticano II de Juan XXIII y Paulo VI; el movimiento negro, piel roja, chicano; el feminismo; las guerrillas en el Perú, los movimientos campesinos y los partidos reformistas de los 50 y 60 (AP, DC, Social Progresismo); el desarrollismo y el dependentismo. La escena general era de toque a zafarrancho, de revuelta. El mundo estaba amotinado y eso necesariamente nos marcó. 1968 define la ruptura generacional con todo el resto. Con un gobierno radical, reformista, la muchachada se preguntó sobre el país, su futuro, la vida. El reformismo irrumpió con fuerza con su grita antiimperialista y antioligárquica y el país despertó al apoyo o la oposición a las reformas. La generación hace su debut en política. Su estreno es radical, contestatario. 1968 será nuestro kindergarden político.
 
Es en las décadas del 60 y 70 en que se consolidan las megatendencias que ya constituyen rasgos centrales de la existencia humana en el siglo XXI: de un lado, la virtualización de la vida, el predominio de la informática y la cibernética; la economía-red englobando todos los rincones del planeta; el cuestionamiento de un modelo de industrialización basado en energéticos fósiles que destruyen el medio ambiente, concepción contra la que irrumpe el ecologismo; la crítica al autoritarismo patriarcal y todas sus formas de dominación y la irrupción de la visión feminista del acontecer humano.
 
Estas son las tendencias y acontecimientos que influyen en la formación del poeta cotahuasino. Joven aún, llega a la capital peruana en los años setenta a seguir estudios universitarios de literatura en la cuatricentenaria Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Lo acompañan en su derrotero vital los poetas, amigos y compañeros de vida Juan Ojeda, David Motta, Ramón Aranda, Hermógenes Janampa, Ricardo Raéz, Hildebrando Pérez, Danilo Sánchez Lihon, Gregorio Martínez, Maynor Freyre, Rosina Valcárcel, Juan Cristóbal, Julio Nelson, Paco Espinoza, Alfredo Portal, entre otros. Grandes amigos, también, fueron los muchachos de la agrupación “HORA ZERO” capitaneada por Jorge Pimentel, Juan Ramírez Ruiz, Enrique Verástegui, José Carlos Rodríguez como los camaradas de “Estación Reunida” conformada por Tulio Mora, Elqui Burgos, Óscar Málaga, Alfredo Pita, los hermanos Patrick y José Rosas. Toda la ciudad de Lima, sus grandes avenidas fabriles como el país en su conjunto son testigos de su itinerario vital, popular demostrando ética, compañerismo. El Parque Universitario se nutre de la presencia de esta juventud luchando por el cambio social, la revolución.
 
Me tocó en 1989 trabajar codo a codo, escritorio a escritorio con Cesáreo en la Asociación Cultural Peruano-Soviética, yo contratado para dirigir la filmoteca de un cine de vanguardia perestroikista mientras Chacho era llamado para organizar el ciclo de lectura de poemas y conversatorio “Reunión Elegida” que duró seis meses (mayo a octubre). Se logró convocar a 44 poetas valiosos de varias generaciones…y como es lógico, las sesiones poéticas continuaron cada jueves por la madrugada en el “Pilsen” y en los bares de la localidad. Chacho era un bebedor de varios días seguidos, de una fuerza colosal y tremendo genio.
 
Llegó a representar al Pen Club Perú y lo hizo del modo más original posible, sin tener nada que ver con las argollas que sin ninguna calidad literaria se auto alaban aprovechando con mala intención, alevosía y premeditación su hegemonía en algún medio periodístico. Rezago aristocrático, el escritor de argolla es lo más opuesto a la democracia, a lo que fue Chacho luchando por una democracia popular donde los de abajo pudieran expresarse. No transigió con aquellos mediocres que se esconden arribistamente detrás de alguna vaca sagrada para intentar pasar a la historia. Chacho expresa al escritor venido de abajo, del ande con un hermoso manejo de la palabra que no se arredra ante nadie y que lanza sus dardos cargados de fuerza raigal.
 
Cesáreo, desde su llegada de Cotahuasi, había visto una Lima sobrepoblada con las migraciones del ande que llegaban a la costa en un último recurso para sobrevivir. Fue testigo del paso de una Lima aristocrática a la Lima andinizada, de “La Flor de la canela” y “Viva el Perú y sereno” al huayno, a la música tropical-andina y hoy a la tecnocumbia. No más Ciudad Jardín, Perla del Pacífico sino la ciudad serrana más grande del Perú; del limeño de pura cepa, esa rara ave segregacionista, ese limeño mazamorrero a la cultura chola, mestiza.
 
Es pues un hijo de su tiempo, venido de las canteras provincianas al igual que muchos poetas de la época llegados de fuera de Lima (los horazerianos Tulio Mora de Huancayo, Juan Ramírez Ruiz de Chiclayo, Jorge Nájar de Pucallpa, José Carlos Rodríguez de Iquitos, Enrique Verástegui de Cañete; los poetas mágicos como César Toro Montalvo de Chiclayo, Omar Aramayo de Puno, Carlos Zúñiga Segura de Pampas-Tayacaja; José Luis Ayala de Puno; insulares como Juan Ojeda, de Chimbote y Chacho Martínez de Cotahuasi, mundos de gente brava, eximios poetas y bebedores de vocación. Faltaba más). Por tanto conviene destacar el papel de los no limeños haciendo excelente poesía en Lima. Desde fuera de Lima es además desde donde se ha hecho excelente poesía peruana (allí la fuerza raigal del movimiento Orkopata de Puno encarnada en la colosal obra de los hermanos Churata; nuestro cholo César Vallejo, cumbre de la poesía universal). Pero es también desde Lima en la que provincianos como Washington Delgado (Cuzco, generación del 50), Arturo Corcuera de Trujillo o el piurano Marco Martos desde los años 60, han vertebrado una importante obra literaria, tendencia que ha continuado en las décadas del 80 (Roger Santiváñez de Piura, Domingo de Ramos de Ica) y de los 90. Lo mismo en narrativa. Un personaje del jet set internacional y hoy Premio Nóbel de Literatura, Mario Vargas Llosa, es de Arequipa siendo muy importante la labor narrativa de literatos provincianos pensando el Perú desde Lima, como es el caso de Miguel Gutiérrez (Piura), Edgardo Rivera Martínez (Jauja), Oscar Colchado Lucio(Chimbote) y desde mucho antes Oswaldo Reynoso, de la República de Arequipa.
 
Otra razón para evocar y homenajear a Chacho es que pese a que en los años 60 y 70 hubo una sobreideologización de la vida y un mayor peso explicativo de la lógica de estructuras sobre la lógica de los actores sociales, la obra literaria de Martínez no aparece tan sobreideologizada. Mas bien, Chacho en sus “5 razones para comprometerse (con la huelga)” deslumbra por su canto de comunión raigal con la naturaleza, su cosmogonía y su amor a la vida en la primera razón “Dónde se habla de la naturaleza y sus criaturas” en cuya página 11 (SINCO EDITORES y P.E.N. Club del Perú, junio del 2000), nos dice:
 
“La vida es la única realidad azul que nos cautiva.
Y la tierra es hermosa, blanca, cuando la vida canta
en su aire puro.
Todos los peces rojos y las mariposas nítidas hemos nacido
para brillar bajo este cielo”.
 
Argumenta tratando de convencernos con la fuerza de las razones, fundamentación que también dirige a las clases dominantes a los que llamaba “señores del poder” (página 13):
“En esta comarca, señores del poder, hace siglos que la vida
es imposible.
Imposible la inocencia del viento, y en el mercado
danza la pesadilla,
panza la escasez omnipotente y con botas,
sencillamente siniestra
como la boca de una metralleta en mi pecho”.
 
La segunda razón de su poemario titulada “Dónde se habla de cómo vivieron, soñaron y sueñan las gentes de este reino llamado Perú “es una bella historia generacional (páginas 15-16):
 
“Los abuelos vivían en casa propia.
Tejían el agua con el viento para vestirse
y guardaban esterlinas para el asombro nuestro.
 
……………………………………
No vivían en abundancia porque lo hacían de su trabajo
(Nadie que se valga por sus manos comete avaricia).
Los abuelos
eran buenos agricultores y mejores traductores de la ciencia.
En esta comarca difícilmente alguien se moría por descuido.
 
Los abuelos eran sobrios.
 
………………………….
Grandes constructores de la felicidad………………
Los abuelos eran prácticos y soñadores como lo puede ser
un hombre sin temores
un hombre que se pasea a la orilla del mar.
 
……………….
Nuestros padres sí que se las vieron
 
………………………
Pero nos dejaron el aire alquilado y sin fianza……..
y nos echaron sobre los caminos rojos de esta tierra…
Redondearon un destino, concluyeron sus días
y esperaron a la muerte
casi satisfechos, digo, es un decir.
A nosotros se nos obliga a ir a buscarla.
Así se devalúan nuestras generaciones como se desgasta
nuestro corazón…”.
 
En su tercera razón, Chacho recorre los caminos del Perú y nos dice (página 20):
“Y en todas partes, amado Perú, vi mujeres desgreñadas,
con esa pena increíble
que sólo el Ande puede mostrar.
 
…………………………
Y en todas partes, amado Perú, los chiquitines
rascan el cielo
con la mirada seca y en el hoyo de sus pechos empolla
la miseria……….
No queremos discursos, señores del poder, queremos evitar
el suicidio de nuestros hijos.
 
Nuestro país está hecho trizas, sus mejores habitantes
enloquecen de impotencia
mirando que la destrucción construye su morada
entre nosotros.
Nuestro país no es un cuerpo sano sino una larga llaga
que arde a las estrellas….”.
 
¡Cuánta actualidad hay en estos versos con lo que ocurre ancestralmente en nuestro país!
 
En su cuarta razón, Cesáreo hace referencia al gran Paro Nacional del 19 de julio de 1977 (página 24):
 
“Y hubo terror en casa de los poderosos, terror en Palacio
y terror en las cloacas de este reino….”
 
En su quinta razón estimula a los compañeros en huelga de hambre (página 25):
 
“Canten canciones sanas, las más nutritivas.
Porque el canto anima los nervios
en los días difíciles.
¡Nada de quebrantos!”
 
Finaliza diciéndonos que: “El hombre se ha declarado en huelga de hambre
para detener la matanza” (página 29).
 
Fuerte, lleno de odio al enemigo de clase, le dice que si no se convence con estas razones, “la historia no te juzgará, porque la historia no se ocupa de la mierda” (Postdata, página 31).
 
Cesáreo hace innovaciones en el lenguaje con su “poema coyuntural” de filiación proletaria. Diversos términos adquieren otra connotación en su poesía, vg. la noche significa Lima, llegar a la desesperanza, a la niebla limeña; el viento es la vida, el impulso, lo nuevo.
 
Chacho retrata a Lima bellamente en su poemario “El sordo cantar de Lima” (Concytec, marzo de 1993) con el que obtuviera el segundo puesto en Casa de las Américas, tratando el fenómeno migracional hacia la ciudad. En “Tierra de éxodo”, primer libro, prologa ”Desde Puno en llamas
hacia Arequipa o Lima
descendemos a la noche”.
 
No es la noche de San Juan de la Cruz o Santa Teresita de Jesús, noche mística de fe, de páramo en la soledad de la fe sino el desarraigo que es Lima para el andino. Por ello nos dice que este poemario pudo haberse llamado “Poemas descarriados” ya que hace alusión a millones de peruanos que han perdido el centro de sus vidas vagando en las márgenes sin encontrar su identidad. Es el desarraigo del andino migrante y la nueva identidad del cholo (páginas 14-15):
“Ah, mis ojos que han visto nacer y crecer al halcón,
 
…………………………………….
Que han visto parras bien paradas y lagares profundos…..
“Oh vientos. Nuevos y viejos vientos
Murmuraciones vivas en un oído muerto”.
 
Toda la ternura de un padre dedicándole un poema a su hijo Manuel Agustín (página 64):
“Me alegro por ti y me festejo por todos los chiquitines
de tu edad.
Yo viviré sentadito ancianito para verlos a ustedes adultos
jugando a la ronda…..”
(Pag 71) “La revolución es mi habitat
Mi única manera de florecer en el siglo……………………..
La aurora, mi cómplice,”
 
Recorre Lima con sus textos sobre el Wamani y la carretilla, la Plaza Unión refiriéndose a esta Babilima, haciendo alusión a la nueva Babilonia que es la actual capital del Perú y finalmente presenta a Lima como tierra de niebla a diferencia del cielo claro del ande (página 103):
 
“La gran puerta de Lima es la niebla. Sus patios y despensas
son de niebla.
Nacen en la niebla. Comen y se ayuntan en la niebla.
Si sueñan, sus sueños son de neblina.
En Lima sólo amanece o sólo anochece………………..
No hay noche ni día en Lima.
Entre la niebla es difícil saber quién te habla, quién te ama,
quién te escupe”.
 
Retrata calles, plazas y bares, sedes de la poesía: El Palermo, el Chino Chino, el Wony.
 
Chacho es un poeta del amor. Allí su poemario “Celebraciones a Sara Botticelli” y su extraordinario poema “Magnolia” en “El sordo cantar de Lima”. Es además un buen narrador como lo atestiguan sus numerosas crónicas periodísticas.
 
Su poemario póstumo “SOL DE CIEGOS”, publicado por la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle-La Cantuta en el año 2007, es un libro que data de 1972. Allí encontramos al autor, desde muy joven, cultivando una bella poesía y una fina prosa poética. Cada poema va acompañado de una prosa poética en un libro que considero una de las cumbres de nuestra producción literaria por su carácter universal, humano, su alta musicalidad, su perfil de colores. “Sol de ciegos” es el sol interior que alumbra las penurias del alma. Hace alusión a una humanidad ciega, que requiere de la poesía, verdadero sol para ciegos. La realidad es caótica frente al nuevo orden que trae el poema. Es un acercamiento místico, metafísico a la humanidad, la valorización de la existencia en la palabra y de la palabra en la existencia. Metafísica total que combina todos los sentidos: ver, olfatear, sentir, gustar, tocar.
 
Para muestra un botón (página 44):
METAMORFOSIS
“Robo un esquivo ave al Paraíso
Lo secuestro hasta que me libere
Laborioso, extraigo un sonido del mundo
y lo llevo conmigo
hasta que me sea consanguíneo…….
Mi cuerpo es una sinfonía
Una torre gótica vista desde Europa
De allí sale volando el ave”.
 
O en prosa poética “MIRANDO LOS CERROS” dedicado “ Para Manuel Agustín, mi hijo, quien conduce mis pasos desde el futuro” 
 
“EN EL PATIO. Sí, era en el patio donde mi madre
alcanzaba su más alta ternura. Ternura de mi madre.
Miraba el cerro (son sus ojos), y peinándome bonito
para la misa me repetía que mi padre volvería pronto.
Que había subido por aquellos caminos verdes para
traernos muchas cosas rojas, azules, urgentes como el
agua…..”No te muevas; no me dejas sacarte la raya”……
“Ya estás bien. Ahora vamos a misa a rezar para que tu
padre vuelva pronto”…………
Pero mi padre jamás volvió. Sólo las palabras de mi
madre siguen sonando en la noche” (páginas 45-47).
 
Por ello, estas líneas que escribo son de lealtad a un amigo con quien nos bebimos toda la vida en el “Pilsen” y otros huariques de la ciudad allá por los años 89 y 90.
 
Hombre bajito con su morral de cuero, muy europeo, sus anteojos a lo Valdelomar y su pelo eternamente peinado y mojado, secreto que siempre guardó, supe de su amistad, de su voz fuerte y ronca así como las grandes borracheras de varios días. Gran poeta, hombre honrado, decente y digno trabajó hasta el fin de sus días.
 
Sé, mi estimado Cesáreo, que hubieras querido morir zapateándote un huayno en tu querido Cotahuasi, viendo sus tierras sembradas de prosperidad y llenando tus pupilas con la limpidez de sus cielos, el cóndor volando en las alturas, las collas cercándote, ebrio de vida como Whitman o Thoreau, amando a Gloria tu esposa y abrazando a tu pequeño Manuel Agustín tomándote tus cervezas azules con Juan Cristóbal y Goyo Martínez en las pampas de los sueños con tu carnal Walter Tinta. Ya en el paraíso te habrás encontrado con tu gran amigo, el poeta Juan Ojeda, experto en el mundo de las parcas y cumbre de nuestra generación.
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