Francisco Izquierdo Quea
Confesiones de un cuentista Confesiones de un cuentista

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Fuente: Expreso, Lima 04/10/07

Joven escritor y periodista debuta con “Bonitas palabras” (Mundo Ajeno), un libro de cuentos elaborado con una prosa bien cuidada.
 
–¿Cómo te sientes con este debut literario?
Contento. Es un proyecto que por falta de tiempo iba postergando varios meses. Además, se supone que afrontar una publicación implica una especie de respuesta, por todo lo que deviene de la crítica y los lectores; empero, aún no he podido constatar de manera cercana esto, pues a los días de la presentación tuve que viajar. Es más, ni siquiera he podido ver el volumen en librerías.
 
–¿Cuáles son tus principales influencias literarias?
No sé si “influencias” sea el término, porque he leído luego el libro y trato de hallarle alguna similitud consciente con algún autor, sin obtener grandes resultados. Pero sí considero que de por medio hay ciertas lecturas: Fonseca, Cortázar y Kennedy Toole.
 
–Desde el título de tu libro se advierte un interés por la prosa bien cuidada. ¿Cómo trabajas un texto y cómo armaste este conjunto de cuentos?
Empiezo por establecer la anécdota. Luego viene la concepción del argumento, algunas ideas respecto a los diálogos y a partir de ahí la redacción de la historia. El libro traté de armarlo en base a una idea de lo peruano, sea bajo la cotidianeidad o lo histórico. Y creo que al menos ocho de los nueve cuentos evidencian este propósito.
 
–Percibo muchas vivencias propias en tus cuentos, ¿es así?
Hay algunos elementos personales, como otros que he tomado de por aquí o por allá, o que me fueron referidos en algún momento. Quizá la excepción más marcada esté en los tres últimos relatos del libro, cuyos aspectos y anécdotas han partido de investigaciones que realicé en distintos periodos. Igual, todos ellos pueden inducir al lector a ciertas reflexiones, al menos eso espero.
 
–De otro lado, ¿de qué manera te ha marcado haber trabajado en periodismo?
Bueno, uno aprende muchas cosas ahí. Yo llegué al periodismo de casualidad y pasé momentos casi memorables como otros muy malos. El periodismo, al menos cuando empecé, me permitió mostrar atención a ciertas cosas que para mí eran obsoletas –y que ahora han vuelto a serlo–. Me permitió escribir casi todos los días e instruirme, básicamente por el trabajo de edición de textos, que es una labor que aprecio.
 
–¿Qué piensas de los nuevos narradores que van apareciendo y a cuáles destacarías?
Pienso que hay una variedad, en cierta manera sustentada, y eso, pensando en el lector, es lo más importante. Yo destaco a Yushimito, Leonardo Aguirre, y a los primeros libros de Castañeda y Alarcón.
 
–Aprovechando que estás en París, ¿qué me puedes contar de la vida cultural de allá?
La actividad cultural no es tan visible como cualquiera puede suponer. Pero existe, y en dimensiones abismales. Por ejemplo hay una infinidad de conciertos, ciclos de cine, exposiciones. Y claro, la ciudad es inacabable, pues presenta una serie de atracciones, como monumentos, catedrales, plazas, jardines, calles y museos. Y a pesar de establecer desde hace décadas puntos de inicio para nuevas tendencias artísticas, París siempre parte de lo clásico: algo que se ve en las esculturas que están en plena vía pública, las cuales son figurativas en su 95%.
 
–Finalmente, ¿qué proyectos literarios tienes ahora en adelante?
Retomar un texto que inicié en Lima hace un par de meses. Aunque primero quiero afrontar los espacios que puedan darme la universidad y la ciudad misma.
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