Luis Hernández
Luis Hernández. La verdad perdurable al fin  Luis Hernández. La verdad perdurable al fin

Por Alfredo Vanini
Fuente: Domingo. Suplemento de La República, Lima 28/09/08
http://www.larepublica.com.pe/content/view/246406/

Durante décadas envuelto en un manto de misterio y elevado a la categoría de mito literario tras su prematura muerte, Luis Hernández, quizá el poeta peruano más original e inclasificable, ha sido objeto de una biografía exhaustiva titulada "La armonía de H. Vida y obra de Luis Hernández Camarero" del periodista Rafael Romero Tassara. El libro será presentado en la Biblioteca Nacional.

El medio editorial peruano no es muy fecundo en biografías. Quizá por esa antigua manía limeña de decirlo todo a media voz. Rezago colonial y cortesano, que nos impone dos extremos: el chisme artero o la complicidad del secretismo. La "mirada Perricholi": oculta, oblicua, nunca amplia ni franca. Y del otro lado, la tendencia muy nuestra a mitificar. La hagiografía: tentación venial para un biógrafo quien debe, con todas sus fuerzas, ceñirse al rigor del historiador y librarse al buen oficio del cronista, contar con estilo propio una vida real y ajena. El difícil justo medio entre la pasión por el personaje y la objetividad que impone el pasado, sobre todo si es reciente. No abundamos pues en biógrafos, no obstante hay aquí vidas fascinantes nunca contadas: vidas de músicos, de pintores, de poetas.

Fascinante vida la de Luis Hernández Camarero, poeta y médico, nacido en Lima en 1941 y fallecido en Buenos Aires en 1977. Y extraordinaria la investigación que Rafael Romero Tassara ha hecho de este poeta singular, y que Jaime Campodónico ha publicado en una edición que incluye fotos, dibujos y documentos inéditos, cedidos por la familia, Max y Carlos Hernández, hermanos del poeta, pero también por parientes y amigos cercanos.
 
Alejándose del mito y de esa aureola trágica que los años han construido alrededor del poeta de Jesús María, "La armonía de H" cuenta la vida real del hombre en oposición a lo que Romero llama la "imagen pública-legendaria-oficial" del personaje. Algo a lo que el propio LH contribuyó, si pensamos en versos donde ficción y realidad se mezclan. Uno entre tantos: "Soy Luisito Hernández/ CMP 8977/ Ex campeón de peso welter/ Interbarrios; soy Billy/ The Kid también (…)". La mitad de este verso, incluso el número de colegiado (carnet que este libro reproduce), es verdad, pero muchos apasionados de la poesía de Hernández, pensábamos que el título boxístico también lo era.
 
Presunción sostenida en la contextura física del poeta, que lo asemeja, efectivamente, a un boxeador. Entrevistado por Romero, su hermano Carlos nos aclara que nunca boxeó, y que ello era solo un juego del poeta. Otro ejemplo: la "Autobiografía al estilo de Pérez Galdós", cuyo original, hoy perdido, pertenecía a Teodora Horna, la querida Teo, nana de los Hernández. De este escrito afirma Romero que "hay más de imaginación que de autobiografía".

Muchas luces se brindan sobre distintos aspectos de la vida del poeta, desde su niñez hasta su muerte, pasando por su primer poemario de 1961 y su último recital en 1976. Algunos aspectos poco conocidos, como su gusto por la historieta y la ciencia ficción, Sturgeon en particular. Su afición por el jazz (tocaba el clarinete en la banda de su amigo Augusto Guishiken).

Sus varios viajes a Europa, que le otorgaron un cosmopolitismo que no encajaba bien en el medio literario limeño de su época que tan duro fue con su obra (el libro reproduce la arrogante crítica que le hiciera un joven Antonio Cisneros a su tercer poemario). El haber presenciado, de paso por París, los acontecimientos de Mayo del 68. Y que la frase que da nombre al conjunto de su obra, "Vox Horrísona", le vino a la mente cuando su Volvo (que él llamaba "el elefante blanco") no encendía, emitiendo sonidos chirriantes.
 
Pero lo más importante del libro es que desmiente contundentemente las teorías hasta hoy supuestas sobre su muerte: una, la teoría del suicidio, largamente extendida entre los estudiantes de literatura ya en 1985, año que adquirí la antología que publicó Mirko Lauer, también amigo cercano de LH; y dos, la teoría, felizmente menos difundida pero bastante más descabellada, de su eliminación a manos de la represión militar argentina, especie que hace pocos meses, un semanario local, con más sensacionalismo que responsabilidad, publicitó en su portada. ¿La verdad? A pocos días de su retorno a Lima, y ya curado de una yatrogenia en una clínica de Buenos Aires, Hernández, que nació y creció en una ciudad sin trenes, habría tenido un fatídico accidente en una vía férrea. Así de simple, así de triste.
 
Pero la "La armonía de H" tiene otro mérito: describe minuciosamente la manera como LH se hace poeta. La puesta en valor de su fuerte espíritu científico y artístico, lo que desvirtúa su supuesta imagen de "poeta maldito". El papel de la astronomía, otra de sus pasiones, es decisivo: según Romero, Hernández prácticamente inicia su obra poética fascinado por el influjo de las teorías del astrónomo alemán Johannes Kepler. "Sin duda su historia de poeta –escribe Romero Tassara– tuvo una génesis distinta de la que se ha creído hasta hoy".

La "imagen pública-legendaria-oficial" tampoco incluía a quien es, presumiblemente, el gran amor de LH, Josefina Wuemes, "la chica de los tres árboles" que vivía también en Jesús María. La conoció en la adolescencia, y veinte años después aún pensaba en ella. Josefina jamás habría cedido a sus galanteos. María Zöllner es el otro amor en su vida, este sí correspondido. De Betty Adler, su último gran amor, sí se conocía bastante.
 
Se da cuenta también del origen de lo que es su práctica habitual en los años setenta, el regalo de sus famosos cuadernos. La cosa habría empezado de la manera más simple: el cuaderno original del poemario "Orilla" le fue regalado por Hernández al doctor Roberto Criado en 1961. Aunque la práctica se hiciera ya sistemática a partir de 1969, tras su regreso de Europa e inspirado por la lectura de "Obra abierta" de Umberto Eco.
 
Para terminar, solo dos objeciones: que el propio biógrafo se incluya en su libro y que nos haga saber de sus peregrinajes sobre los pasos del poeta está muy bien y es legítimo, pero la soberbia que exhibe en sus juicios sobre las aproximaciones de otros contrastan demasiado con el humanismo de LH, quien hizo de la generosidad y del amor al prójimo un estandarte. La segunda es aún más objetiva: no una sino varias veces Romero se refiere al gobierno de Velasco, años en que Hernández vivió su plena madurez poética, como un "régimen fascista", reduciendo a un lugar común un período político que, guste o no, sigue siendo uno de los más complejos de nuestra historia. Si el fascismo se define en parte como "el culto a la personalidad del caudillo y el respeto a las estructuras económicas capitalistas" (Littré dixit) entonces, joven amigo, el gobierno de Velasco será lo que usted quiera, menos un régimen fascista.
 
Hacia el final del libro, Romero cuenta que Carlos Hernández le dijo: "Mira, escribe lo que quieras de Lucho, pero a condición de que sea verdad y que de una buena vez se haga algo que perdure". La biografía que Rafael Romero Tassara ha escrito sobre Luis Hernández cumple sobradamente el anhelo de su familia.

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