Federico Barreto
Federico Barreto, El poeta del cautiverio

Por Danilo Sánchez Lihon
Fuente: Lima, 8 de febrero de 2015

1. No te amo ya... ¡te tengo idolatría!
 
Pidió que donde su cuerpo cayera yerto recogieran sus restos y lo enterraran en la tierra que lo vio nacer, su Tacna venerada, donde pasó su infancia y juventud y a la cual dedicó sus mayores esfuerzos y desvelos, porque en ella creció libre y feliz, cuando la vida le deparaba sus mejores mieles.

Pero un día, su pueblo y él pasaron a ser esclavos, sin garantías ni derechos humanos, porque su provincia fue invadida por una horda, arrebatado su señorío y enajenada su existencia por un tratado internacional que estipulaba un cautiverio por 10 años.

Pero esa situación se prolongó a cerca de 50 años, para que se note la calaña sin escrúpulos de quienes la invadieron, por imposición del poder militar de Chile y por cuya liberación luchó con gran sacrificio y denuedo, sufriendo destierro y arriesgando la vida en cada minuto de su existencia:

¡Patria del corazón! La suerte un día,
te hundió en el pecho con furor la espada,
y hoy, abatida pero no humillada,
pareces un león en la agonía.
Antes, cuando dichosa te veía,
fuiste por mí con entusiasmo amada;
pero hoy, que veo que eres desgraciada
no te amo ya... ¡te tengo idolatría!

 
2. Peregrino exhausto
 
A consecuencia de este dolor en el alma murió de delirium tremens. Pero antes pidió, suplicó, rogó que lo enterraran en ella con el rostro hacia el suelo para besarla eternamente:

¡Oh! ¡Quien pudiera, Patria, quien pudiera
disipar las tinieblas de tu cielo
y sucumbir envuelto en tu bandera!
Yo, tal fortuna es todo lo que anhelo,
¡y que me echen de cara cuando muera,
para besar el polvo de tu suelo!


Al morir en tierra extranjera, en la ciudad de Marsella en Francia, apenas consolado por el golpeteo suave de las olas en las piedras, tuvo al menos un acto piadoso del destino como cabe a algunos guerreros, aunque afligidos, pero igual bien amados.

Cual es, que tuvo a su lado a la mujer devota, ungida y consagrada quien besó sus labios que habían modulado en silencio tantas oraciones por la Patria capturada, y quien cerró sus ojos, en los cuales estaban intangibles los paisajes de su Tacna inolvidable.

Y fue cierto también que en 1968 se repatriaron sus restos desde ese puerto sobre el mar Mediterráneo, donde murió el 30 de octubre de 1929 como un peregrino exhausto, gestionando apoyo internacional para la devolución de Tacna al Perú.
 
3. Adhesión al Perú
 
Y fue sepultado en un mausoleo en el cementerio general de Tacna donde reposa, y en la forma cómo él lo pidió: con el rostro hacia el suelo para adorar infinitamente a esa tierra herida, como él lo quiso y lo expresó infantil y reverente.

¿No debiéramos, como una promesa humilde y profunda de peruanos devotos, hacer el camino hasta ese camposanto a ponerle flores siempre inmarcesibles?

Poeta inmenso, de vuelo intrépido y de aura trágica. Su vida la cruzó llevando clavado el cuchillo de Caín en el centro del corazón y en plena alma: porque la tierra en la cual nació feliz, y a la cual amaba entrañablemente, pasó, de modo violento y brutal, a estar aplastada bajo una bota infame.

Ello por efecto de una guerra para la cual Chile se preparó intencionada, pérfida y alevosamente a fin de invadirla, con la anticipación de por lo menos una década y cuya justificación ahora es decir que fueron utilizados por una potencia extranjera.

La pretensión era adueñarse de los yacimientos de salitre de esa región –como finalmente ocurrió dejando también sin mar a Bolivia– a fin de cederlos al capitalismo voraz de Inglaterra.

De ese modo pasó Tacna a ser posesión de Chile por 10 años, de acuerdo al Tratado de Ancón, período cumplido el cual se realizaría un plebiscito, a fin de decidir su soberanía, el mismo que no se realizó porque en ese período ni Tacna ni Arica cedieron en su terca, apasionada y legendaria adhesión al Perú.
 
4. ¡Muere, pero no cambies de bandera!
 
Federico Barreto es el cantor transido y abrumado de dicho período infausto, del cautiverio que se le impuso a Tacna y Arica y en su ser hizo carne ese dolor lacerante. Él encarna el anhelo profundo y sentido de los tacneños de volver al seno de su Patria, el Perú. Es quien recogió ese cáliz y acíbar y quien bebió en su peor martirio esa copa de honda amargura, así:

De mi suelo natal estoy proscrito,
y al verme aquí, tan lejos de mis lares,
la indignación ahoga mis pesares,
y en lugar de una queja, lanzo un grito.
¿Cuál fue, decid, mi crimen inaudito?
¿Adorar a mi Patria en sus altares?
¿Consagrarle mi brazo y mis cantares?
¡Pues hónranme la pena y el delito!
¡Madre Tacna! Soporta tu tormento
con el valor del mártir en la hoguera.
¡Muéstrate grande hasta el postrer momento!
Fija está en ti la humanidad entera.
¿Sufre, pero no lances ni un lamento!
¡Muere, pero no cambies de bandera!


Compuso en vida uno de los textos más hermosos representativos de ese fervor patriótico, titulado “La procesión de la bandera” que en verdad es un artículo periodístico, es decir que no es página ni ilusoria ni inventada acerca de un hecho concreto y real que ocurrió tal cual allí se narra. Aquel no es un cuento, sino una crónica ceñida totalmente a un evento y circunstancia histórica objetiva de la ciudad de Tacna ocupada.
 
5. Procesión de la bandera
 
Cuál es que la Benemérita Sociedad de Artesanos y Auxilios Mutuos el Porvenir pidió permiso, en julio del año 1901, para honrar la bandera peruana, portándola para su bendición en la iglesia matriz de Tacna. Se prohibió terminantemente este hecho, pero luego de diversas coordinaciones y acontecimientos:

Apareció el estandarte en la puerta del templo, y las diez mil personas congregadas en el atrio y en las calles inmediatas se agitaron un momento y luego, sin previo acuerdo, como impulsados por una sola e irresistible voluntad, cayeron, a la vez, de rodillas extendiendo los brazos hacia la enseña bendita de la Patria.

No se oyó una exclamación, ni una sola exclamación ni el grito más insignificante. Sellados todos los labios por un compromiso de honor, permanecieron mudos. Y en medio de aquel silencio extraño y enorme que infundía asombro y causaba admiración, la bandera, levantada muy arriba, avanzó lentamente por en medio de aquel océano de cabezas descubiertas.

¿Podremos, ante estos hechos no fabulados sino ciertos, ser ciudadanos como de cualquier otro pueblo? ¿Con estos hechos en nuestras fibras y en la textura de moléculas que nos conforman, no estaremos para siempre investidos, coronados, e infinitamente comprometidos?

Este suceso quedó marcado de manera tan indeleble que, en su conmemoración, se ha instituido en Tacna el Día de la Procesión de la Bandera, que se celebra como un acto místico de profunda emoción y significado, el día 28 de agosto de cada año, fecha exacta en que ocurriera ese sublime episodio que vale contextualizarlo a costa de parecer reiterativos.
 
6. Altar imperecedero
 
Por el Tratado de Ancón de 1883, se enajenaba a perpetuidad e incondicionalmente el territorio peruano de Tarapacá, pero además dos provincias quedaban en posesión por 10 años, periodo al final del cual se haría un plebiscito para determinar a qué autoridad de país pasaban a pertenecer. ¿Cuál era el cálculo de acuerdo a la política expansionista de Chile? La estratagema fue calcular que en ese lapso era más que suficiente para convencer o presionar a las personas de esos territorios ocupados acerca de las ventajas de hacerse chilenos.

Pasaron 10 años y la población de ambas provincias era unánime en su determinación de fidelidad, adhesión y pertenencia al Perú. Pasaron 20, 30, 40 y seguía lo mismo. Era increíble. Se sucedían las generaciones y el voto seguía favorable en cuanto a su adhesión al Perú, pese a la presión y al soborno.

Cerca ya de 50 años y el anhelo de regresar al seno de la Patria era inconmovible. ¿Hay pueblo en el mundo que pueda ostentar un hecho igual o parecido? Solo registrarlo basta para reconocer que es un altar imperecedero. ¡Esas son tus insignias peruano de todos los tiempos! ¡Por estas medallas, no en lo externo, sino en lo hondo de tu pecho, sé cada día mejor!

Medio siglo y ambas provincias seguían cautivas. La política de obstaculización a todo signo de peruanidad se hizo feroz: no se permitía el funcionamiento de escuelas públicas peruanas, se clausuraron todos los centros educativos particulares. No había empresa peruana con permiso de funcionamiento, ni bancos ni entidades financieras. No había libre expresión para nada que significara peruanidad. Y sin embargo los sondeos de opinión eran sorprendentemente favorables al Perú.
 
7. Pero el dolor me ahoga
 
Se desapareció, hostigó o expulsó a maestros, sacerdotes, periodistas; se pusieron dificultades para el funcionamiento de entidades de carácter social y de todo tipo, se prohibió el funcionamiento de imprentas, editoriales y publicaciones periódicas. A la inversa, si la determinación de filiación era a favor de Chile las prebendas eran magnánimas. Caso opuesto la represión era temible. Los militares chilenos en Tacna sumaban ocho mil en una población que apenas lo duplicaba. Había dos soldados por cada persona. Se vigilaba cada paso y cada gesto de un ciudadano peruano en ese suelo.

Habían pasado tres generaciones y el sueño de retorno al dominio nacional continuaba insobornable. Uno de sus paladines era Federico Barreto que consagró su vida a dicha causa corriendo todos los riesgos. Yo pregunto: ¿Hay en el mundo algún ejemplo de pueblo y de personajes en la historia de la civilización humana que se asemejen a esta persistencia y heroísmo? Quizá lo haya, pero la historia no lo registra. Pero aquí sí, está constatado este hecho, tiene nombre propio y una pluma con la cual se erige, que es Federico Barreto:

Tacna es un pueblo heroico
produce asombro y sirve de enseñanza
El mundo entero canta en su alabanza
al son de los clarines de la gloria.
Por la Patria que vive en su memoria,
luchó mil veces lleno de pujanza
y cayó sobre el campo de la Alianza,
retando, por injusta, a la victoria.
Para cantar ¡oh! ¡Tacna! tu denuedo
y tu cautividad y tu agonía
preciso fuera despertar a Olmedo.
Yo también tus hazañas cantaría:
pero el dolor me ahoga y solo puedo
decirte con el alma: “¡Madre Mía!”

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