Santiago Giraldo y la revista "El Indio" (1903-1909)

Por Osmar Gonzales Alvarado
Fuente: Librosperuanos.com
Lima, julio 2020

Es casi inexistente la información que se tiene a la mano sobre Santiago Giraldo Sueldo a pesar que en su tiempo fue una figura muy importante, especialmente en cuanto a su defensa del indio, de la que fue un precursor, que fue un congresista luchador y de fuste y defendió la idea del socialismo.
 
Según los datos que consigna Alberto Tauro del Pino (1966), Giraldo nació en Putina (Puno) el 27 de julio del año 1850. Tuvo una educación esmerada tanto en el Seminario de San Ambrosio, de Puno, como en la Universidad del Gran Padre San Agustín de Arequipa, en la que estudió derecho recibiéndose en 1877, en el Perú optimista en el tiempo de la riqueza generada por el comercio guanero. De regreso en Puno, además de cumplir funciones profesionales, Giraldo se vinculó con su otra pasión, el periodismo, editando el periódico El Tribuno en ese mismo año (1877). Posteriormente sería secretario de la prefectura de Puno (en Moquegua cumpliría inmediatamente después idénticas funciones), y asumiría la redacción de El Registro Oficial. Hombre público con sentimiento patriótico, Giraldo no podía sustraerse de criticar al gobierno de turno por lo que consideraba era una desacertada estrategia en cuanto a garantizar la defensa nacional en plena Guerra con Chile (1879-1883). Sus palabras fueron tomadas a mal, lo sometieron a juicio pero finalmente sería declarado inocente y lo absolverían (Cahuana, 2008).
 
Concluidas sus funciones como secretario de la prefectura de Moquegua, Giraldo decidió –como un coterráneo y antecesor suyo, Juan Bustamante− conocer otros países viajando a Europa (Inglaterra, Francia, Alemania, Austria, Italia, Bélgica, Holanda) y Estados Unidos. A su retorno, buscó un lugar en su otra pasión: la política, y con buenos resultados al ser elegido diputado por la provincia de Huancané (1896-1899), ejerciendo como un opositor al gobierno de Nicolás de Piérola (al parecer era más próximo al general Andrés A. Cáceres). Sus discursos nos revelan a un intelectual bien formado, con base doctrinaria y profunda vocación humanista. Abrazó las ideas libertarias, de un socialismo parlamentario, con profundo sentido de justicia social. Apoyó las causas de los trabajadores en su lucha por conquistar la jornada laboral de 8 horas, y el derecho de huelga, así como el trabajo digno para las mujeres; pero lo más significativo de su cruzada fue la defensa, consecuente y justa, del indio. Giraldo es definido por José Tamayo Herrera como un adelantado a su tiempo, precursor del socialismo en el Perú, incluso antes que José Carlos Mariátegui.
 
Vale la pena hacer un hincapié en este aspecto. Si bien se acepta el carácter precursor de Giraldo en cuanto al pensamiento socialista en el Perú, la cronología continúa con Matías Manzanilla (defensor como Giraldo de los derechos de los trabajadores), Pedro Zulen en 1909, Luis Ulloa en 1919 hasta llegar al Amauta, pero con la diferencia que el carácter fundador de Mariátegui reside en la incorporación del marxismo. A diferencia de los proyectos anteriores (en los que también se puede incluir a Luciano Castillo), en el que primaba una especie de socialismo parlamentario, con Mariátegui el socialismo se identifica con el marxismo y la revolución social. Esa es la peculiaridad del aporte del autor de 7 ensayos.
 
Como hombre de reflexión, Giraldo produjo una obra breve pero importante, a saber: Breves consideraciones sobre las épocas de la historia política del Perú, desde la independencia (1876); Bolívar. Consideraciones sobre la historia del Perú (1888), Síntesis histórica sobre el colegio nacional de San Carlos (1889), Discursos pronunciados defendiendo las inmunidades parlamentarias (1896), Cuestiones sociales: Reforma electoral y Cuestiones sociales: Discurso Congreso (1900), La raza indígena del Perú en los albores del siglo XX (1903). En este mismo año publicaría (y presumiblemente redactaría íntegramente), aunque sin figurar su nombre, la revista El Indio, que cumpliría un papel muy importante en la defensa del indio y en el conocimiento de sus condiciones de vida, sujeta al poder de los gamonales; además de convertirse en modelo de posteriores publicaciones con los mismos fines.
 
Luego de abrir el camino a las siguientes generaciones de pensadores y artistas puneños con sentido social como Manuel A. Quiroga, Francisco Chuquiwanca Ayulo, José Frisancho, José Antonio Encinas, Carlos Oquendo Amat, Telésforo Catacora, Manuel Z. Camacho, Julián Palacios, Gamaliel Churata y todo el Grupo Orkopata, y los hermanos More, Santiago Giraldo moriría en Lima, el 6 de octubre de 1929.
 
La figura de Giraldo era conocida y respetada. En cuanto a la situación indígena, no propiciaba una salida radical, sino una dentro del marco legal. Tampoco exhibía un exclusivismo racial pro-indígena, sino proponía una convivencia pacífica criollo-indígena. Pero lo que no era negociable para Giraldo era su férrea crítica al gamonalismo, identificado como el elemento central de la explotación indígena, junto al cura, al prefecto y otros personajes del poder local. El humanismo de Giraldo es transparente en este punto: el indio es tan ser humano como cualquier otro, sin importar su lugar en la escala social. Se diferencia del anarquismo en que no propone una solución violenta que destruya todo lo anterior. Por el contrario, su talante es reformista, legalista, institucionalista. Incluso, creía en el juego parlamentario, en las elecciones y en el papel de la representación política. También se diferencia del marxismo que prioriza la cuestión de la clase social en vez de la nación y ve al patriotismo una traba para la consciencia de clase internacionalista y revolucionaria. El pensamiento libertario defiende a los sojuzgados, especialmente, en el Perú, a los indios, pero no para que tomen el poder y arrasen con todo lo occidental (como proponía Luis E. Valcárcel), sino para que se alcance la armonía social. El pensamiento político de Giraldo se aproximaba más al de Pedro S. Zulen (Gonzales Alvarado, 2016). No es extraño por eso que luego de terminado el ciclo de El Indio la posta en la defensa del habitante andino la tomara la Asociación Pro-Indígena.
 
La revista El Indio (1903-1909)
Si bien Giraldo fue un opositor de Piérola −o quizás por ello−, simpatizó con Andrés A. Cáceres. De manera implícita esto se puede descubrir en las páginas de la revista El Indio que fundara en 1903, por los personajes que relieva en diferentes números como José Cavero, Teodomiro Gutiérrez, Manuel Candamo.
 
El Indio llevaba el subtítulo de Defensor de los intereses de la Raza Indígena, que fue su programa. No se consigna ni a director ni a fundador alguno, por lo tanto, el nombre de Santiago Giraldo no aparece en la publicación, salvo muy ocasionalmente, a pesar de que él haya sido, con toda seguridad, su redactor único y financista. La revista apareció de manera muy espaciada desde 1903 hasta 1909, aunque tuvo intenciones de ser, por lo menos, semanario. Por ello, se consignaba que su periodicidad era eventual: “Por ahora”. Está impresa en tres columnas y tiene secciones constantes: “El Indio”, “Memoriales”, “Ecos de los Andes”, “Legislación novísima para la raza indígena”, también “Bibliografía indiana”. En la primera página aparece la foto sea de los indios mensajeros o de un personaje importante, que va acompañada de una reseña, de un documento o discurso de su autoría, o lo que sería el editorial. El precio de venta, según se informa en el primer número (Año I, Núm. 1, Lima, 18 de diciembre de 1903), era de 10 centavos en Lima, y de 20 centavos en provincias. Y los lugares en donde se podía adquirir la revista eran la cigarrería esquina de Mercaderes, y la Imprenta de Filipinas 157, donde se imprimía precisamente El Indio. En el mismo número inaugural aparece un interesante anuncio: “Agencia Judicial y Administrativa. Atiende toda clase de reclamaciones de los indígenas. Rifa 444, antes 52”, que embonaba perfectamente con lo que perseguía la revista.
 
Hasta donde sabemos, se imprimieron 11 números de El Indio, que se encuentran en los depósitos de la Biblioteca Nacional del Perú, lamentablemente, falta el número 4, el cual no se ha podido hallar en otros archivos. A continuación, se presenta el contenido de cada número para al final establecer ciertas consideraciones generales.
 
La revista El Indio y la defensa del indígena
Los once números aparecidos de la revista El Indio nos permiten observar lo central que era el problema indígena y lo grave que era la presencia de los gamonales. Sobre estos temas, las páginas de la revista advierten constantemente, siempre teniendo en cuenta que el objetivo supremo es la constitución unificada de la nacionalidad. Conozcamos el contenido de esta publicación singular y descuidada por las indagaciones sociológicas e históricas.
 
Año I, Núm. 1, Lima, 18 de diciembre de 1903
El número 1 de la revista inicia con la foto en carátula de los Mensajeros de Chucuito en salón de Palacio de Gobierno esperando al Presidente de la República, Manuel Candamo, para presentarle las quejas sobre su situación. Desde la primera noticia, es claro el mensaje: El Indio es la tribuna de los indígenas peruanos ante la opinión pública e, incluso, ante el propio poder.
En su “Prospecto” se puede leer:
 
Fundar en tales circunstancias una publicación exclusivamente destinada á hacerse eco de esas inmortales aspiraciones, de esos grandiosos ideales, parece que no está fuera de propósito, ni carecerá de oportunidad, en estos momentos en que el fanatismo industrial puede arrastrarnos á deplorables extremos de abdicación de nuestra peculiar y autóctona soberanía y subsiguiente anonadamiento de nuestra nacionalidad (2).
 
Luego se cita a De las Casas, a los periódicos El Comercio, Germinal y otros, que contribuyeron, se afirma, a conformar un clima de consciencia a favor del indio. Para el editor (con seguridad el propio Giraldo), el mejor libro del siglo XX es el periódico, “…he aquí pues sencillamente El Indio, órgano de los futuros intereses de la raza indígena” (2). Pero es muy importante lo que señala después: El Indio no insurge en son de combate, “…su misión es simplemente de persuasión y propaganda” (3).
 
En la página 3 aparece una amplia foto de Dora Mayer, definida como “distinguida publicista y colaboradora de El Indio”, acompañada de unas líneas autobiográficas en las que la destacada escritora resume su trayectoria biográfica, mencionando su procedencia alemana pero precisando que el Perú es la patria de su predilección; que su padre ya era conocido en el Callao por una estancia previa en el Perú, y que su madre le proveyó de la instrucción necesaria. Agradece también a El Comercio, diario en el que colabora desde noviembre de 1900, y luego menciona sus obras: Der Kosmopolitif, sobre costumbres peruanas, escrita en alemán pero inédita, y A Life Contrast, en inglés. También destaca su viaje al Perené y lo que pudo observar en él, y deja explícito su propósito: “contribuir de todos modos á fomentar los sentimientos optimistas que robustecen la individualidad nacional”.
 
En la sección “Ecos de los Andes”, se informa sobre la reunión de los mensajeros de Chucuito –quienes hablaron en quechua y aymara− con el presidente Candamo, quien les ofreció expedir los decretos necesarios en los memoriales respectivos, pero sobre todo atender las quejas que eleven los indígenas contra los abusos que los gamonales perpetren contra ellos (4). Entre los abusos que reciben cotidianamente y desde mucho tiempo atrás, están además los atropellos de las autoridades que actúan de acuerdo con los poderes locales, y que ha resultado que 17 mensajeros en Juli y Puno hayan sido apresados, y que otros 77 sigan siendo perseguidos.
 
Los comuneros también tuvieron una audiencia con el nuevo prefecto de Puno, Juan de Dios Salazar y Oyarzábal1, en su casa de la Sacristía de San Marcelo, que la revista califica de “trascendental importancia”. Los representantes indígenas expusieron su situación ante la franca atención de la autoridad, quien les ofreció acompañarlos y atenderlos, conocer personalmente su situación, intervenir para que sean abolidos los servicios gratuitos y el reparto forzoso, que sean sujetos de justicia real, y enjuiciar a los autores de los delitos contra los indios, especialmente el gobernador de Ilave (4). Complementariamente, son reproducidos los discursos de los mensajeros tanto en quechua como en aymara, así como su traducción al castellano. En cierto momento, los mensajeros dicen con orgullo: “Recuerda, Señor Presidente, que nuestros padres Túpac Amaru, Pumacahua, Olaya y otros mil indios como nosotros murieron por la libertad, y por ello el Congreso los declaró Beneméritos á la Patria” (p. 5). Después de cuatro meses de estar en la capital para realizar sus gestiones, los mensajeros regresan a sus pueblos, no sin antes agradecer por el apoyo que han recibido durante su estancia.
 
Asimismo, El Indio reproduce acuerdos del congreso sobre la necesidad de aprobar leyes a favor de los indígenas que frenen el abuso y la persecución (Sesión de senadores del 6 de octubre de 1903) (6). Con fecha de Lima, 7 de octubre de 1903, se envía al ministro de Gobierno, Juan de Dios de la Quintana2, el acuerdo adoptado por la Cámara de Senadores el día anterior, esperando que el ejecutivo tome las medidas necesarias. Con fecha 19 de octubre, el ministro responde asegurando “…que en adelante habrá eficaz remedio para el mal que se lamenta…” (7).
 
José Ignacio Gamio3  −quien había sido Ministro de Gobierno en 1902, y señalaba que el problema no era la falta de leyes de protección al indígena sino los funcionarios abusivos (Drinot y Garofalo, 2005)− envía una extensa comunicación al Prefecto de Puno, reiterando la situación que están viviendo los indios de diferentes provincias de Puno, ante lo cual lo conmina a tomar medidas como las siguientes: investigar a fondo a las autoridades políticas de Chucuito que cometen abusos; liberar a los que se encuentren presos injustamente, sin juicio previo; investigar qué otros funcionarios y personas particulares “oprimen y exaccionan” al indígena; vigilar la legalidad de los juicios que se llevan a cabo; ser escrupulosos y sumamente cuidadosos en el nombramiento de autoridades; velar por el cumplimiento estricto de las disposiciones supremas emitidas; vigilar que no se impongan multas arbitrarias; hacer todo lo necesario para que se dé término con las condiciones de abuso ya señaladas (7-8).
 
Año I, Núm. 2, Lima, 22 de marzo de 1904
En esta segunda entrega se informa que el precio de la revista ha aumentado: el número suelto cuesta ahora 20 cts., y se añade que la suscripción por 5 números será de 1 sol.
 
La acostumbrada foto en primera página es de José S. Cavero4, fiscal de la corte suprema y delegado del gobierno para resolver el problema de la raza indígena, especialmente por lo sucedido en Junín, Ancash y Puno, en donde son notorios los abusos contra los indígenas. La disposición se realiza mediante Resolución del Ministro de Gobierno, Juan de D. Quintana, Lima, 1 de marzo de 1904: “…para poner término á la situación azarosa de las circunscripciones pobladas por indígenas” (6).
 
La revista transcribe un decreto del sub-prefecto de Chucuito, Teodomiro A. Gutiérrez (Juli, 1 de enero de 1904), que parte de considerar que el indio es objeto de “especulación y lucro”, además de permanecer sumido en la ignorancia, para luego resolver que están prohibidos los servicios forzosos y gratuitos; también que los gobernadores no pueden  nombrar alféreces para las fiestas y cobrar por exención de ese servicio; prohíbe el reparto forzoso de dinero para lanas; exime a los indios de entregar nada gratis a autoridades, curas, hacendados ni vecinos; los anticipos que se hagan para lana se tendrán que hacerse ante un juez o ante el sub-prefecto; los gobernadores deben asegurar que los indios no reciban ninguna clase de presión; los gobernadores impedirán que los curas cobren emolumentos “caprichosamente”, además de impedir que los tenientes gobernadores realicen colectas en los caceríos de indígenas. Finalmente, los que no cumplan con lo dispuesto serán acreedores de una multa o de ser sometidos a juicio, según el nivel de la falta (6).
 
Pero lo que resalta por su importancia es un documento firmado por el mencionado Gutiérrez. En versión aymara y castellano se transcribe el “Manifiesto de Sub-Prefecto de la Provincia de Chucuito á los pueblos de su mando” (Juli, 25 de diciembre de 1903), el cual Gutiérrez inicia encomiando al Presidente de la República, Manuel Candamo −a quien describe como ilustrado y patriota−, por su labor a favor de sacar de la ignorancia a dos millones de indígenas, para que la república tenga en ellos a defensores de la patria abnegados y reales. Señala que Candamo lo ha enviado a Chucuito para “cortar con mano de hierro todos los abusos…”, restablecer el imperio de la ley con lo cual el indio podrá ver a las autoridades como sus protectores (7) y dedicándose al trabajo. Gutiérrez se compromete a interpretar en Chucuito los sentimientos del presidente Candamo: aplicar la ley, instruir a los indios, ayudarlos a aumentar su productividad, enseñarles a trabajar en las minas y en la construcción de caminos e incorporarlos a la patria (8).
 
En el mismo sentido protector de la población indígena se transcribe el decreto del Prefecto del Departamento de Ayacucho (31 de diciembre de 1903), Víctor R. Benavides.
En la sección “El Indio”, y con respecto a la designación de Cavero, la publicación pasa rápida revista a diferentes hechos que pueden dar optimismo, como la abolición de los servicios gratuitos en Ayacucho y Huancavelica, los estudios del quechua y el aymara, la publicación del vocabulario políglota por parte del gobierno, traducciones de algunos textos religiosos gracias al impulso de la escritora cusqueña radicada en Argentina, Clorinda Matto de Turner, entre otros hechos, hasta llegar a la mencionada designación de Cavero. Es decir, la publicación guarda esperanza y optimismo de que la situación del indio cambie definitivamente.
 
En “Los indígenas y la actualidad política”, Dora Mayer parte diciendo que la apertura del Canal de Panamá abre un nuevo panorama político en las relaciones entre los países latinoamericanos; y refiriéndose específicamente al Perú advierte que tal hecho puede reavivar a dos frentes peligrosos: Ecuador y Chile, justo cuando parece que el país entra a una nueva época de oro basada en la explotación de nuestras riquezas, que atrae a empresarios extranjeros, especialmente “yanquis”, lo que puede significar una segunda conquista. Mayer se centra en la “rehabilitación de la raza aborigen”: hay que convertir al indio “en un recurso poderoso de la nación”, rechaza la idea de que la “raza criolla” pueda construir por sí sola el Estado (2), por eso el indio debe ser parte de su construcción, “el refinamiento del criollo y la laboriosidad que anima al indio hacen una combinación hermosa en beneficio de una patria común” (3): “…la regeneración del indio debe ser para nosotros el problema palpitante del día…” (3), ¿quién lo hará? se pregunta la pensadora.
 
Una nota importante es la que aparece en “Ecos de los Andes”, que destaca la labor del sub-prefecto de Chucuito, Teodomiro A. Gutiérrez por sus medidas enérgicas y legales en contra de la explotación del indio, aboliendo los servicios gratuitos y repartos forzosos, lo que ha activado la oposición de los gamonales de ese pueblo; incluso, puso a disposición del juez a dos gobernadores, de Zepita y Yunguyo; está reorganizando las bases administrativas con justicia, pero que el prefecto no apoyó, por el contrario, toleró las protestas de los poderes locales. Ante el pedido de explicaciones por parte del gobierno, Gutiérrez respondió con serenidad: “…todo no era sino una grosera calumnia, que la indiada está completamente tranquila, que ordene al Prefecto y al Juez se constituyan en Juli para descubrir la verdad y que responde de la tranquilidad de la provincia” (4). Cuando el prefecto acudió a Juli no supo concretar ninguna acusación. Si bien el gobierno aprueba la conducta de Gutiérrez, este ya se ha ganado el odio de los gamonales.
 
Inmediatamente después, la publicación pasa revista a la situación del indio en Ancash, comparable a la de Puno, Sincos, Llaucán, Shultin, también informa sobre la situación de los salineros de Azángaro, entre otros aspectos. Se transcriben cartas que piden que El Indio se convierta en diario, lo que resulta imposible, y otra sobre la situación de ignorancia del indio.  Finalmente, en un Memorial, Cipriano Apasa, Juan Quispe y Cipriano Huanchi piden la destitución del gobernador de Pomata y de Ilave.
 
Año I, Núm. 3, Lima, 27 de agosto de 1904
La foto de la carátula o primera página es de Teodomiro Gutiérrez, sub-prefecto de Chucuito, Puno, y que sería un personaje importante en la revista. En el artículo que aparece como editorial se afirma que Chucuito presenta “su momento culminante” en la cuestión del indio, en un enfrentamiento moral entre indígenas y gamonales, y que Gutiérrez “encarna” la causa de la humanidad. Se destaca que hace ocho meses el presidente Candamo, con penetración de estadista, nombró a Gutiérrez en ese puesto, y que ha logrado lo que parecía imposible: que se respeten los derechos de los indios. Sin embargo, muerto el presidente el 7 de mayo de 1904, su sucesor, Serapio Calderón, tiene en sus manos la decisión de respaldarlo en contra de los intereses de los gamonales. La publicación encomia el carácter de Gutiérrez, pues ha debido resistir y enfrentar la oposición de “falsedades y dinamita”; incluso, un grupo de habitantes puneños busca obligar al gobierno que destituya al sub-prefecto, a lo cual El Indio se opone.
 
Asimismo, se reproduce el texto de Manuel González Prada “Autoridad humana”, en el que el maestro ácrata destaca, entre otras cosas, que algo muy raro sucede en Chucuito: que los indios se levantan para evitar que destituyan a una autoridad: al sub-prefecto. Mientras que los gamonales buscan por medio de documentos fraguados, argucias legales y la propia violencia, destituir a una autoridad que solo ha cumplido la ley. Incluso, en el propio congreso se ven las artimañas de los poderes locales: “Lo de siempre: el gamonal que en las provincias fragua las elecciones tiene por defensor en Lima al elegido del fraude: simple cambio de servicios entre buenos compadres” (2). El autor solo espera ver que el gobierno no decida por los poderosos como siempre y proceda a destituir a Gutiérrez: “Constituirse en el defensor y acaso en el padre de esa gran masa indefensa y explotada, hé aquí la aspiración más noble de un mandatario. Más que elevarse como jefe de ricos y opresores vale gobernar para los desheredados y oprimidos” (2).
 
En las noticias que la revista imprime se da a conocer que las condiciones del indio en Chucuito han mejorado gracias a la acción de Gutiérrez. La implantación de la Escuelas libres de indígenas es un hecho muy importante, y se logró a pesar de la oposición (incluso armada) del alcalde de Ilave, Juan Cuentas, colocando a Gutiérrez en una situación difícil pues el ataque de los gamonales y del prefecto departamental arrecia, y todo depende de que el gobierno lo sostenga en su cargo, y que el presidente Calderón tome la decisión más adecuada. Lo bueno es que el prefecto, Oyarzábal, se ha encarrilado por el sendero de la ley. La situación es tan grave que, como lo denunció el propio Gutiérrez al prefecto el 17 de marzo de 1904, habían volado su casa con dinamita (que es a lo que se refería González Prada). En los hechos, concluye la revista, existe una “…dictadura feudal con todos sus horrores” (3).
 
Continuando con las noticias, El Indio presenta la lista de nuevos gobernadores y también de los nuevos mensajeros. Los indios de Acora, Provincia del Cercado, en donde no llega la autoridad de Gutiérrez, se quejan por abusos, incluso se reunieron con el delegado del gobierno, Cavero, quien les aconsejó que dirigieran un Memorial al presidente Calderón, quien, a su vez, les designará día y hora para recibirlos.
 
Sobre la situación en Ancash (otra zona de abusos notorios), denuncia cómo se ejerce el código de justicia militar que decide sin que el reo tenga la posibilidad de ejercer su defensa; igualmente, en Llaucán, Hualgayoc, los indios han enviado a sus mensajeros para entrevistarse con el presidente; el discurso de Cavero les da esperanza de que sus reclamos se vean atendidos; igual ocurre en otros lugares, como las comunidades de Shultin (Cajamarca), Sincos (Jauja), Uchusquillo (Huari) y Candarave (Tarata). Por otra parte, se releva el papel que pueden cumplir las Escuelas libres indígenas “…como uno de los métodos más eficaces de instrucción indígena” (4). Como sostiene Ccahuana Córdova:
 
Las escuelas libres permitían a las comunidades indígenas suplir la ausencia del servicio por parte del Estado, pero también permitían una menor influencia del Estado en sus currículos escolares. Por ejemplo, una de las primeras escuelas libres de Puno fue fundada por Manuel Zúñiga en 1904. En ella estudiaban niños de ambos sexos (ʽen un promedio anual de 60 a 70 alumnosʼ), a quienes se enseñaba a leer y escribir, además de ʽfomentar la higiene, la salud, la artesanía y las técnicas mejoradas de cultivoʼ [Kapsoli, 1980: 138] (Ccahuana Córdova, 2020).
 
Evidentemente, instruir a los indios era algo que los gamonales no podían permitir, por eso su oposición a ese proyecto. Pero entre otras noticias aparece impreso un llamado en letras más grandes, como noticia de último minuto que dice: “A última hora sabemos que el Subprefecto de Chucuito Comandante Gutiérrez ha sido separado, y reemplazado por el Crnl. José M. Vivanco” (5). El poder gamonal mostró triunfante toda su fuerza. Siguen unas líneas biográficas de Gutiérrez que nos informan que nació en Cerro de Pasco el 25 de julio de 1861, que luego ingresó a la carrera militar, que desde 1895 se dedicó a la minería y que desde enero de 1903 ha sido sub-prefecto de Huánuco, Chachapoyas, Canta y Chucuito. Posteriormente, se reproducen unas líneas que le digiera el propio presidente Candamo a Teodomiro Gutiérrez en las que encomia sus facultades para desempeñarse en el cargo de sub-prefecto de Chucuito.
 
La sección “Memoriales” trae más elementos para comprender mejor la situación de Chucuito. Por dicha nota nos enteramos que en el diario El Comercio había salido publicado el artículo titulado “El subprefecto de Chucuito”, basado en un telegrama apócrifo, en el que se acusa a Gutiérrez de supuestamente obstruir actos electorales. Recordemos el contexto: muerto Candamo, asumió la presidencia Calderón quien convocó inmediatamente a elecciones generales, las mismas que ganaría el ex presidente del Consejo de Ministros de Candamo, José Pardo y Barreda, representante del Partido Civil. Ese momento turbulento de mucha agitación social y política, el gamonalismo lo aprovecha para lograr la destitución de Gutiérrez acusándolo de impedir el libre desenvolvimiento del proceso electoral. En tal coyuntura y tras conocerse el desafuero de Gutiérrez, El Indio envía a El Comercio el telegrama que el propio sub-prefecto remitió a la publicación defensora del indígena desde Juli, el 18 de agosto de 1904, en el que protesta y califica a la acusación como una infamia. Curiosamente, es la primera vez que aparece el nombre de Giraldo, pues el depuesto sub-prefecto se dirige a él como “Dr. Giraldo” en el telegrama referido. La nota continúa con las líneas enviadas por Mariano Caraja, mensajero de las comunidades puneñas, en las que señala que los supuestos representantes de las comunidades indígenas presentados ante el Ministro de Gobierno, Juan de Dios de la Quintana, para pedir la destitución de Gutiérrez, eran falsos portando infundios a la autoridad en contra de Gutiérrez sin conocimiento de los comuneros; además, exige el firmante que se les pida sus credenciales a dichos representantes y que hagan pública su acusación para poder responder en consecuencia. En sentido contrario a lo que estos representantes apócrifos sostienen, los mensajeros de las comunidades destacan el nombramiento de Gutiérrez como sub-prefecto de Chucuito, designado “…con notorio acierto por nuestro nunca bien llorado protector, malogrado Excmo. Señor Candamo” (6). La coyuntura política se presentaba tan complicada que el delegado del gobierno, Cavero, pidió aplazar su misión hasta después de producirse los comicios, cosa que acepta el ministro de gobierno mediante Decreto firmado en Lima, el 22 de julio 1904.
 
La mañosa destitución de Gutiérrez producto de las malas artes empleadas por los gamonales de la región de Puno, engendraría un conflicto de grandes proporciones que estallaría pocos años después, cuando en 1915 Tomás Gutiérrez se convierta en Inca Rumi Maqui y lidere contra los poderes locales una de las más grandes sublevaciones indígenas del sur andino peruano.
 
Por otra parte, El Indio transcribe fragmentos del discurso que el presidente electo, José Pardo y Barreda, pronunció ante la Asamblea de partidos aliados el 12 de julio de 1904 en el Palacio de la Exposición. Lo que más destaca es su promesa de llevar la escuela a 430 mil niños que carecen de instrucción, y asimismo sacar a siete octavas de la población indígena de la miseria para convertirlas en una población laboral útil a la nación luego de sacarlas de la ignorancia (7). Sigue la reproducción de una carta de respuesta a un miembro del Partido Civil, Samuel Ortiz de la Puente, quien le había hecho llegar su trabajo Proyecto sobre educación de la raza indígena en el Perú, que el nuevo presidente comentaría en su respuesta diciendo que la nación está incompleta por el olvido del elemento indígena, y que este, con educación “civil y militarmente” será el más seguro defensor de la integridad territorial; coincide en aplicar el proyecto sajón al Perú por considerarlo “el más perfecto” intelectual, moral y materialmente hablando; y que el indio podrá vencer sus vicios con la educación y “aclimatarse” a la civilización.
 
Sin ninguna duda, el del indio es la preocupación gravitante en el Perú de principios del siglo XX, parte de las autoridades de gobierno también lo reconocen y es sobre lo que busca despertar consciencia El Indio en la opinión pública. Cavero, quien había sido designado por el presidente Candamo como fiscal de la corte suprema y delegado del gobierno para resolver el problema de la raza indígena, fue elegido vicepresidente (representando al Partido Constitucional de Andrés A. Cáceres) en las elecciones generales que ganó Pardo y Barreda. Como tal, El Indio reproduce su “discurso programa” que ofreció ante los miembros del Partido Civil el 13 de junio. Entre otras cosas, sostiene con total certeza que: “Entre los problemas que ofrece la hora presente, no hay ninguno que ceda en gravedad ni reviste mayor urgencia que el problema indígena” (8). En breves palabras, Cavero se refiere de manera puntual a la marginación del indio de la vida política peruana, a pesar de lo valiosos que son su trabajo y contribuciones, como lo ha demostrado en tiempos de guerra, y que por si fuera poco sufre exacciones injustas a su ya menguado patrimonio; no sabe leer ni escribir y por lo tanto está imposibilitado de ejercer el derecho al sufragio, y vive bajo un “oprobioso tutelaje”. Si no se le incorpora a la vida política será un baldón para la democracia, advierte.
 
Año II, Núm. 5, Lima, 25 de noviembre de 1905
Fiel a su objetivo, El Indio inicia este número con foto con la más reciente comisión de indígenas comuneros ante el gobierno. La publicación lamenta los sucesos ocurridos en el sur del país luego de la visita del presidente: “Exacciones, robos, saqueos, asesinatos, incendios…” (1), que reafirma la posición que adopta la revista, que es hacerse eco de las quejas que le llegan sin cesar, [d]esplegar, por toda respuesta á los lamentos de las víctimas, la bandera de la conquista de la Libertad…”. El Indio debe pues limitarse “…á proseguir su humanitaria y civilizadora obra de persuasión y propaganda…con la profunda convicción de q[ue] sus palabras al fin han de abrir surco en la conciencia humana” (1).
 
Es importante la presencia de la destacada pensadora social, Dora Mayer, que ofrece su artículo, “Reflexiones amargas”, en el que plantea una ucronía: ¿qué hubiera pasado si el imperio incaico hubiera seguido su evolución natural sin ser interrumpido por el ingreso europeo. Arriesga que hubiera sido un resultado parecido al de la nación japonesa: si no se hubieran cometido tantos hechos criminales el Perú sería una de las potencias mundiales. Es injusto aseverar, sostiene Mayer, que el indio no ha aprovechado la civilización, pero se pregunta ¿bajo qué civilización ha estado? Y, con dolor, relata miserias de la vida diaria de los indios como la obligación que les imponen los hacendados para trabajar, alquilándolos como bestias de carga, sin remuneración, el ser tratados como parias y que en muchas oportunidades solo encuentran la muerte. O el caso de un padre que busca que le regresen a su hijo de 7 años que el gobernador le arrebató para que preste servicios gratuitos, o cómo el cura ha embargado la casa de un indio que no puede pagar los derechos de entierro de su familiar; o el juez que festina los trámites legales siempre en contra del indio (2). El presidente Pardo y Barreda no pudo conocer nada de esta realidad en su viaje por el sur, incluso porque el propio indígena miente cuando se le interroga porque sabe que cuando el presidente regrese a Lima se queda a solas con el gamonal que liberará toda su crueldad contra él, revela Mayer. No debemos esperar que nadie venga a proclamarse protector de la raza indígena, como parece desean ingleses y chilenos, sino que los propios peruanos debemos de cambiar nuestra mirada sobre el indio, reconociendo que tienen sus propias costumbres y forma de ser, y hay proyectos que quieren emprender tal tarea. Se debe forjar un nuevo plan de educación y evitar repetir un viejo mal de la política nacional, entusiasmo creador sin respaldo de una acción sostenida (3), e la propuesta de la intelectual.
 
Posteriormente, se reproduce una extensa circular firmada por el nuevo ministro de gobierno, Eulogio Ignacio Romero con el título “Protección á la raza indígena” y dirigida a los prefectos del país. Parte de la idea ya expuesta por el presidente de integrar al elemento indígena a la vida nacional, para extraerlo del “estado de postración en que vejeta” (3), para que se convierta en un elemento productivo. Considera que no hay justificación alguna para considerar inevitable su actual estado de vida, es responsabilidad, da a entender Romero, de la acción de los gobernantes. Una obra civilizadora es también, al mismo tiempo, una obra patriótica, por ello es que una república democrática como es el Perú tiene como deber ampliar la igualdad entre sus habitantes. No haberlo hecho ha llevado a que el indio sea considerado inferior, incluso él mismo se ve así también. Romero extiende su diagnóstico a los abusos que cometen diariamente contra el indio el gamonal, el cura, el juez, el gobernador y el sub-prefecto (extrañamente, no incluye al prefecto, ¿estará pensando en Gutiérrez, haciéndose eco de las denuncias de los gamonales contra el sub prefecto de Chucuito?), sometiéndolo a trabajos durísimos y sin retribución alguna o con pagos “miserables”, en donde los “enganchadores” tienen responsabilidad principal. Se requiere entonces, postula Romero, de incentivar la cultura nacional vía la instrucción. Con optimismo, afirma que no llevará mucho tiempo realizar este proyecto; optimismo que, ya sabemos, no tenía nada que ver con la realidad si observamos el decurso histórico posterior del Perú.
 
En pequeño recuadro El Indio saluda la visita a Lima del héroe argentino que luchó al lado de Francisco Bolognesi en la batalla de Arica, Roque Sáenz Peña, para la inauguración, el 6 de noviembre, del monumento en homenaje de nuestro soldado. También se reproduce al discurso de José Angelino Lizares Quiñones el 24 de junio en el Cusco, con motivo del paso del presidente por dicha ciudad, de tono alegórico y pronunciado en quechua. Lizares Quiñónez tendría después controvertida actuación en Azángaro, mostrándose como un gamonal más.
 
Mientras tanto, en “Memoriales”-“Clamor indígena”, se reproduce la queja de los “comunarios de Icho”, denunciando que viven en perpetua zozobra, pues constantemente sufren amenazas de los gamonales de fusilarlos, cortarles el cuello, azotarlos; además, les han quemado sus casas, los han encarcelado, entre otras cosas, como la explotación consuetudinaria. La firman “Los indígenas de Puno”, Puno, 10 de noviembre de 1905.
 
A continuación se transcribe una larga carta de los indígenas de Chucuito (aparecida en El Pueblo de Arequipa, y El Sol de Puno), en la que en esencia denuncia lo mismo que los comuneros de Puno, que hemos visto, pero incluyendo una golpiza mortal −azuzada por el prefecto, el cura y el hacendado−, a un indígena, Mario Gómez, y dejando a su hijo, Pablo, al borde de la muerte. El número 5 se cierra con la enumeración de siete memoriales de indios comuneros de Puno en los que imploran la protección del presidente de la república.
 
Año III, Núm. 6, Lima 25 de agosto de 1906
Inicia con la foto del arqueólogo alemán, Max Uhle que, con sus estudios en Pachacámac (título también de un importante libro suyo), en Tiahuanaco, Chavín, Ica y Nazca, entre otras zonas, fundó los estudios arqueológicos científicos en el Perú, ampliando los horizontes del conocimiento que se tenía sobre los tiempos pre-incaicos. El Indio saluda el nombramiento de Uhle para que se encargue de la sección arqueológica del Museo de Historia Nacional. Se debe tener en cuenta que se trata de un momento fundador en la lectura de la historia del Perú, en donde había muy poco de conocimiento científicamente comprobado sobre el pasado. Además, Uhle empieza sus exploraciones y a elaborar sus hipótesis sobre el pasado pre-incaico justo en un momento en el que se debate arduamente sobre la población indígena y su papel en la nación peruana. En este contexto, la revista se pregunta si los descubrimientos de Uhle tendrán alguna utilidad práctica para el futuro del indio.
 
Enseguida, se reproduce el discurso ofrecido por Max Uhle en el recién fundado Museo Histórico (altos del Palacio de la Exposición) el 29 de julio de 1906. En él afirma que lo que se sabe sobre el pasado peruano proviene de fuentes como la de Garcilaso de la Vega, Pedro Cieza de León,  Polo de Ondegardo, Fernando de Santillán, entre otros, que recogen historias pero que no se sustentan en ninguna rigurosidad empírica y científica: “En esa época no existió ninguna ciencia y ninguna crítica histórica en el sentido moderno de la palabra, y ningún concepto de la palabra desde el punto de vista etnológico moderno” (2). Hubo un avance importante en ese camino gracias a las investigaciones del historiador estadounidense, William H. Prescott, quien en 1847 había publicado su Historia de la conquista de Perú. En la parte final de sus palabras, Uhle dimensiona exactamente la importancia de conocer la historia, pues señala: “El honor que el Perú dispensará al estudio de su historia traerá la elevación política del país, y en el respeto que le inspiran los mudos testigos de su grandioso pasado, encontrará la fuente de su elevación espiritual, sin la cual todo progreso es imposible” (4).
 
En la sección sobre legislación para la defensa del indígena, se transcribe la disposición del ministro de gobierno, Eulogio Romero (Lima, 6 de octubre de 1906), que abole la figura de los alcaldes mayores, por tratarse de una institución proveniente de la colonia y porque no está refrendada constitucionalmente. Pero se debe mencionar, para entender el contexto, que el prefecto de Ancash había emitido una resolución en la que restablecía las funciones de los alcaldes ordinarios o mayores, a pesar de que eso generaba conflictos con la población indígena (4).
 
En “Memoriales”, se da a conocer una extensísima carta (cubre cuatro páginas de la revista) que el comunero de Ccayaccaya, Juan de Dios Huanca, le dirige al presidente de la república quejándose de las contribuciones indebidas. Le recuerda al presidente que un año antes, durante su recorrido por el sur del Perú, ya había tenido la oportunidad de expresarle su queja verbalmente −con traductor de por medio−, contra los abusos que cometen las autoridades contra los indios comuneros por medio de la junta departamental, que sigue cobrando las contribuciones (en dinero) obligatorias (5). Luego de hacer un detallado recuento de los reclamos presentados, de ofrecer cifras que ilustran el abuso y de las leyes que se han dictado a las comunidades pero que no se cumplen, el delegado indígena finaliza pidiendo al presidente que los exoneren, de acuerdo a las leyes, de “…toda contribución indebida, sea predial ó industrial que no tenga por base la renta legal imponible…” (8).
 
Año IV, Núm. 7, Lima, enero de 1907
Otra mujer abre la publicación, esta vez la escritora cusqueña indigenista, Clorinda Matto de Turner, calificada como gloria no solo nacional, sino sudamericana, y que en esos momentos ya vivía exiliada en Buenos Aires desde 1895, destino que tuvo que cumplir por la independencia en sus opiniones en medio de la guerra civil entre caceristas y pierolistas. En dicha ciudad dirige la revista El Búcaro Americano, “de gran circulación en América Latina”. Pero lo que interesa a El Indio es destacar no su faz de escritora sino su papel como “propagandista” de la causa indígena, como lo muestra su novela emblemática Aves sin nido −que es comparada en la revista con La cabaña del tío Tom, que ha sido traducida en Londres y lleva tres ediciones en España−, y la traducción al quechua que realizó de los cuatro evangelios de Jesús (1901). Concluye la nota afirmando que “…es una de las que más legítimos títulos tiene para figurar en la galería de los más convencidos defensores de la raza indígena…” (1).
 
Además, Matto de Turner colabora en El Indio. En su artículo, “La raza indígena”, señala que la nación está incompleta mientras no se redima al indio, que es un acto de justicia, y destaca en ese esfuerzo a otra colaboradora de El Indio: Dora Mayer, de quien, dice, sigue sus pasos. Manifiesta su optimismo con el gobierno de Pardo y Barreda, y remarca el interés de su padre, el presidente Manuel Pardo, por extender la instrucción en el Perú. En ese sentido, propone algo muy importante: que el niño indígena debe recibir instrucción en su propio idioma, sin dejar de enseñársele el castellano e incluso el inglés: “El indio que ha permanecido segregado del torneo civilizador, debe ser traído como elemento nuevo á una nueva era…” (2). Informa la escritora que ha elaborado una cartilla en esos tres idiomas: “Mi cartilla servirá de método fundamental al niño indígena, y por igual será útil al mestizo que sabe castellano y lee, como también al inmigrante que hable inglés y lea” (2). Y finaliza encomiando la labor de El Indio a favor del indígena peruano.
 
Entre las noticias que destaca la publicación está la que se refiere a la huelga de motoristas y conductores del tranvía eléctrico de Lima, y la intervención del presidente para que se levante la medida de fuerza. Asimismo, da a conocer que 35 comuneros que suscriben memoriales están presos en Puno, junto al presbítero Paniagua. La noticia es complementada con el memorial que advierte que la situación de los comuneros de Juli (Chucuito) ha ido empeorando día a día, sufriendo persecución por parte de las autoridades, cobros abusivos e ilegales, robo de su ganado, asesinatos, incendios de sus propiedades, y otros delitos, todo lo que se denuncia en los memoriales previos enviados al presidente. Pero quienes han terminado presos son los indígenas comuneros. Por ello, suplican al presidente que emita pasaportes o salvoconductos e indicación al prefecto para que respete sus derechos y los de sus familias y se respeten sus domicilios. También que Cavero, en tanto “delegado protector nombrado por el gobierno, se constituya a la zona e imparta justicia”. Firman Santiago Mallea y Andrés Colino Apasa (de quienes la revista estampa una foto en la que aparecen juntos). A continuación se transcriben los memoriales con el mismo tenor firmados por otros comuneros de Pomata, Desagüadero y Juli.
 
En “´Legislación novísima” se transcribe la primera parte del decreto del prefecto y jefe de la zona militar de Apurímac, en el que delata las prácticas abusivas contra la población como las contribuciones forzadas o los servicios gratuitos, que generan “abatimiento y atraso de la mayoría de las poblaciones” (3). La transcripción de este decreto continuará en el siguiente número de El Indio.
 
Año IV, Núm. 8, Lima, julio de 1907
Esta entrega tiene en su primera página a José Lucas Caparó Muñiz, abogado, académico y político cusqueño, uno de los estudiosos peruanos del idioma quechua y “…último vástago de esa dinastía cuzqueña de Hamauttas, Quipocamayoccs, y Chimpus” (1), al lado de Villar y Pacheco Zegarra, ya fallecidos; y de los investigadores extranjeros como Tschudi, Maspero, López y Midendorf, se señala en la revista. Se anuncia la publicación de varias obras de Caparó Muñiz, y se insiste, con acierto, en que es necesario restaurar la cátedra de filología incaica en la Universidad de San Marcos, la misma que fue erradicada de la enseñanza universitaria por medio de una Cédula Real emitida antes incluso de la “crucifixión” de Túpac Amaru.
 
El Indio lo reconoce como uno de los grandes indianófilos que merece estar en su “galería”. En coherencia, y como era costumbre en esta publicación, se adjunta un texto del homenajeado, que se dividirá en dos partes. “En los tiempos del imperio, del coloniaje y de la república” rescata la sabiduría del gobierno de los incas sobre 16 millones de habitantes, asegurándoles alimentación, dominando la naturaleza, construyendo carreteras. Pero el ingreso de los españoles destruyeron todo lo que encontraron, y lo que edificaron después no ha logrado el orden, la paz ni la productividad del incanato. Las colosales construcciones en piedra que se conocen (Sacsayhuamán, Ollantaytambo, por ejemplo) nos dicen del conocimiento de sus arquitectos y del trabajo paciente que tuvo que ser aplicado. La acertada división territorial es otro aspecto que nos sorprende, alude Caparó Muñiz, además de expresar sabiduría en su manera de gobernar. Los kipus fueron su forma de escritura y contabilidad, la familia fue importante así como la organización comunitaria, y otras actividades como los tejidos, el ejército, la ganadería, la agricultura; se distinguen sus virtudes expresadas en la clemencia con los derrotados, en el “valor indomable”, en la compasión, y otras que son vertidas y resumidas en las siguientes palabras: “…me postro á tus pies y beso tus manos: no seas ladrón, mentiroso ni ocioso” (3). Es notoria la mirada idílica que trasluce el autor, pero que es parte de un ambiente prevaleciente a estudiar el imperio incaico bajo ojos comprensivos, todavía no se habían desplegado investigaciones a profundidad sobre aquella época lo que dejaba abierta la posibilidad de construir explicaciones basadas en los puntos de vista (incluso ideológicos) de los autores. No obstante, las palabras de Caparó Muñiz fueron parte también de una búsqueda de dotar a la república de un pasado mucho más profundo de lo que la mirada criolla estaba dispuesta a otorgarle, además de modificar las bases culturales de la nación desde el punto de vista indigenista, debate que marcará la vida intelectual, académica, ideológica, en incluso política, del país.
 
En “´Legislación novísima” se continúa con transcripción del decreto del prefecto y jefe de la zona militar de Apurímac, en el que determina la eliminación de las llamadas faenas y que las autoridades deberán exigir el pago de salarios correspondiente; pero lo más importante es que se ordena traducir el decreto para los indígenas, y que sea difundido entre absolutamente todos los habitantes de las zonas respectivas notificando a “…los individuos que emplean, para sus compras, el reparto forzoso, y á los que viven y negocian á la sombra de las costumbres o prácticas ilícitas que se dejan mencionadas” (Abancay, 26 de noviembre de 1905) (3).
 
Por otra parte, El Indio siguen en su campaña para lograr la liberación de los mensajeros de Puno, “ya cerca de un año” (4). Se quejan los presos que ya han enviado 13 memoriales, que reciben un diario paupérrimo de 12 centavos, y que están “arrumados” en la cárcel con 268 presos. Los sub-prefectos no hacen lo que deben hacer, ni cumplen lo que indican las autoridades judiciales. Los “indios no tienen ante quien quejarse” (4). Aunado a lo anterior se da cuenta de otro memorial con quejas ante los abusos de los gamonales que ya han sido denunciados constantemente.
 
Pero El Indio no solo denuncia los abusos contra los indígenas, también apoya las actividades que defienden su cultura: publicaciones sobre lingüística incaica, la venta por parte de coleccionistas privados de importantes restos arqueológicos a los museos de Berlín y Munich, la adquisición de Uhle de dos piedras de Atuncolla; finalmente, realiza una anotación a la sentencia contra Túpac Amaru en la que se abole el quechua, cuando ya la Cédula Real de Carlos III del 10 de mayo de 1770 había suprimido la cátedra del idioma en la Universidad enumerando los profesores que dictaron dicho curso.
 
Con foto de Juan de Dios Huanca, se da a conocer un nuevo memorial de este persistente y admirable mensajero en el que concluye pidiendo: que responda a su memorial del 17 de julio que se halla pendiente en la mesa de partes del ministerio de hacienda, que remita una nota al prefecto de Puno con el fin de que se garantice su libertad, que no lo apresen nuevamente como sucedió en su anterior viaje (Lima, 1 de abril de 1907) (7). Se completa la información con el Poder entregado a Huanca en la que figuran todos los indígenas que han sido obligados a una contribución, ya sea predial rústica o industrial (7-8).
 
Concluye la sección con otros memoriales que expresan la queja de los indios apresados por la demora de los juicios y por sus condiciones de encarcelamiento.
 
Año IV, Núm. 9, Lima, julio de 1907
Este número de El Indio tiene en su primera plana el retrato del mártir chorrillano, José Olaya, quien por su actitud heroica fue torturado y finalmente asesinado en manos de “hienas” como Rodil o Canterac, sin delatar a ningún patriota. Su sacrificio, se dice en el editorial, más que por la libertad política fue por la “…justicia para su raza” (1). La publicación denuncia que se haya excluido de las colecciones oficiales el decreto de José Bernardo Torre Tagle de 1823 sobre el pescador héroe. Dicha proscripción, señala el editorial, refleja la incomprensión de que el indio, en vez de degenerarse, “…ha revelado más bien en los últimos tiempos facultades extraordinarias, dignas de las más fuertes razas del siglo que alborea…” (1).
 
A continuación se enumera un grupo de publicaciones referidas a Olaya, se informa sobre los tres retratos de cuerpo entero que existían en Lima: el de la Universidad de San Marcos y el de la Cámara de Diputados se extraviaron, y solo queda el de la Municipalidad de Lima. Seguidamente se reproduce el decreto de Torre Tagle ya aludido, en el cual encomia el sacrificio de Olaya y que debe ser recordada por las generaciones siguientes de patriotas, por lo que dispone lo siguiente: que se dispensen honores oficiales al “Comisario don José Olaya” y se le pase revista en la Plaza Mayor; en la Municipalidad de Lima se abrirá un libro en el que se escriban los hechos patrióticos más relevantes para mantener la “fama” de Olaya; la Municipalidad de Chorrillos celebrará todos los 19 de junio solemnes exequias en su memoria; en el mismo establecimiento se desplegará un lienzo en el que diga: “El patriota José Olaya sirvió con gloria á la Patria y honró al lugar de su nacimiento”; finalmente, el sueldo que se abone al héroe como subteniente vivo de infantería se distribuirá entre su madre y hermana soltera. Lima, 3 de setiembre de 1823.
 
Luego de algunas noticias, El Indio felicita a su colaboradora Dora Mayer por el premio que ha recibido por parte de la Municipalidad del Callao en un torneo el 23 de julio. Como no podía ser de otra manera, El Búcaro Americano, de Matto de Turner, la saluda y felicita con una nota que El Indio transcribe, y en uno de cuyos párrafos señala: “Sus artículos revelan estudio; sus ideas son altruistas. Cuando leímos sus trabajos a favor del indio peruano, la estrechamos contra nuestro pecho, desde esta distancia, en abrazo ideal; y besamos su frente: −ʽ¡Hermana!ʼ”. Y concluye con palabras premonitorias: “La causa de la redención del indio pide que sus amigos redoblen el trabajo y en tan noble labor Dora Mayer puede ser luz, inspiración, aliento” (3). Efectivamente, una vez fuera de circulación El Indio, Mayer asumiría la posta, como señalamos más adelante. En seguida, se reproducen algunos párrafos del discurso ofrecido por Mayer en agradecimiento por la distinción. Primero recuerda que creció en el Callao, con modestia reconoce que no es buena oradora y que prefiere el “recinto silencioso” del estudio, pero que el sentimiento de gratitud la obliga a salir de su escritorio y ofrecer unas palabras en el Coliseo que se estrena en el puerto. Luego habla de su afincamiento en nuestra tierra a pesar de haber nacido en otro país, resalta su fe religiosa (“el globo entero es Dios”) pero afirma que el individuo, para tener un efecto real, debe de concentrase en un solo lugar. Esto es lo que explica que sus sentimientos se afinquen en el Perú. Cuidamos la nación y la ciudad en la que vivimos, siempre con rectos objetivos, y cuando ante el cruce de intereses no funciona la justicia adviene la lucha. Confiesa Mayer que no busca la redención de la humanidad, sino la de “los hijos del inca” (4). Así como quiere al Perú (“una patria grande”) ama al Callao, “la bahía más hermosa de toda la costa del Pacífico” (4). Mayer termina su alocución con estas palabras, que son una arenga: “ʽFirme y feliz por la uniónʼ, repitámoslo en coro; nuestro será el porvenir, si acatamos la verdad que nos preside” (4).
 
Bajo la foto a cuerpo entero del mensajero indígena, Manuel Samata, El Indio ofrece al lector la Resolución Suprema de Lima, 23 de setiembre de 1904, Salinas de San Juan de Azángaro, que declara sin lugar la solicitud presentada por el mencionado mensajero de dicha comunidad. Luego, Samata presenta un extenso pedido de reconsideración señalando la indigencia en la que han caído los habitantes de la comunidad al no tener posesión de la sal, a lo que el ministro de fomento, José Balta Paz, ordena al ministerio de hacienda que se indemnice con equidad a la comunidad (Lima, 10 de junio de 1905). Asimismo, la Compañía Salinera evacuó un informe (25 de agosto de 1905) en el que insta a que se llegue a un acuerdo con el personero creando el Estanco de Salinas. La fiscalía, por su parte, señala que es notoria “la indigencia de la comunidad” por no poder disponer de la sal de la laguna de Azángaro; por su parte, la compañía salinera propuso implantar el Estanco de Salinas buscando que se contrate con los indígenas, además de servicios como el transporte, y fijando precios “equitativos” por su trabajo; y la sección de contribuciones ha manifestado su acuerdo con la propuesta. Por ello, la fiscalía propone que los comuneros de Azángaro mantengan la posesión de elaborar la sal de la laguna San Juan con la condición que sea entregada a la Compañía Salinera, la que pagará el precio fijado por el ministerio de hacienda (Lima, noviembre de 1905) (7). Por su parte, el ministerio de hacienda (Lima, 31 de agosto de 1906) insta a que la Compañía Salinera Nacional precise cuáles serían las bases del convenio, a lo que el gerente de dicha compañía responde que junto con Samata las están elaborando (Lima, 18 de mayo de 1907) (8).
 
Prácticamente, todo el número de El Indio fue dedicado a este caso de San Juan de Azángaro, aunque también imprimió en la última página algunos otros memoriales.
 
No saldría ningún número en 1908 de El Indio, a pesar de ser un año importante para la política peruana, pues en setiembre asumiría la presidencia el candidato del Partido Civil: Augusto B. Leguía.
 
Año VII, Núm. 10, Lima, 15 de marzo de 1909
El editorial de este número de El Indio es fuerte, decepcionado y de denuncia porque desde 1901 mensajeros de las comunidades indígenas vienen a Lima a presentar sus memoriales demandando protección y el Estado no ha resuelto asunto tan vital para el país. El indio no tiene “ni una gota de esperanza” mientras que las autoridades ni ven ni oyen a tan urgente clamor. El indio no tiene personalidad ni derecho, solo vaga por las punas. Algunos dicen que es un problema sin solución, pero eso resulta cruel, se afirma en el editorial. Por todo esto, dice, El Indio está para recordar, a pesar de su aparición eventual, que el problema existe. Los mensajeros –de quienes se imprime foto en la primera plana− solo han obtenido como respuesta a sus reclamos “represión, hambre, trabajos forzados” (1).
 
La amargura de las líneas transcritas se sostiene en la Resolución Suprema expedida en Lima, el 25 de enero de 1908, con respecto a los memoriales presentados por los indígenas presos en Puno, el gobierno considera que como los juicios continúan sus trámites legales “con celo y actividad”, resuelve declarar sin lugar la solicitud y remitir el expediente al ministerio de guerra para que proceda de acuerdo a sus competencias (3). La revista apunta que desde 1903 los indígenas no logran una resolución a sus recursos. No obstante, la sentencia del Consejo de Guerra (Lima, 1 de setiembre de 1908) libera a diez mensajeros presos (5), algunos de los cuales (seis) aparecen en la foto grupal de la primera página de El Indio. Un dato muy importante: el ex sub-prefecto de Chucuito, Teodomiro Gutiérrez dio un testimonio que sería clave para la liberación de los indígenas, entre ellos José Antonio Calamullo, a quien dirige una sentida carta con el encabezado siguiente: “A José A. Calamullo y compañeros de infortunio” (5) (Lima, 4 de octubre de 1908). En pocas líneas le dice que la defensa que hizo de los indios encarcelados era una obligación incluso con la humanidad, pues él conoce como pocos la situación del indio, “eterna víctima de las calumnias y de las arbitrariedades de los gamonales” (5). Con orgullo afirma que con su testimonio, “exponiendo hechos innegables”, pudo obtener “la absolución definitiva” por “unanimidad de votos”; incluso pide que si alguien quiere molestarlos nuevamente o pedirles remuneración por pequeña que sea, que le avisen inmediatamente “para pedir el castigo de los especuladores” (5). Al parecer, Gutiérrez también le había escrito a Dora Mayer sobre su participación en el Consejo de Guerra. En la carta que le dirige al ex sub-prefecto, la pensadora social (Callao, 25 de setiembre de 1908) le expresa su alborozo por la liberación de los diez indígenas decretada por la Sentencia del Consejo de Guerra ya vista, la que −considera− “restablece la fe en la humanidad” (5). Señala además que la defensa de los indígenas ha rendido sus frutos y que los ratifica en la seguridad que están yendo por el sendero correcto; es un reconocimiento a la labor de Gutiérrez, sin duda. Finalmente, Mayer afirma que su testimonio sirve “de estímulo á la raza desheredada” (5).
 
La publicación continúa con la segunda parte del texto de Caparó Muñiz, en la que analiza “El coloniaje”, caracterizado por la crueldad con la que los españoles tomaron posesión de nuestras tierras decapitando en Cajamarca a Atahualpa; luego saqueando las tumbas reales en el Cusco; perpetrando “destrucción y exterminio” contra la población autóctona; apropiándose de las mujeres; torturando a quien sea para que revelaran el lugar secreto de los tesoros; repartiéndose los españoles hombres tratados como esclavos; mostrando los conquistadores un comportamiento de “ganaderos”, dueños de hombres (“acémilas humanas”) y hacienda; hasta que llegó la pacificación con Pedro de la Gasca y se dedicaron a construir casas y templos pero sin ninguna gratificación para los hombres utilizados, ni siquiera dándoles alimentación suficiente augurando su “segura muerte”, “…ni más ni menos que lo hecho en Lima actualmente con los caballos conductores del tranvía, coches y carreteras” (2).
 
En el aspecto legislativo, se da a conocer el Decreto Supremo, Lima, 24 de diciembre de 1908, firmado por el ministro Romero, que resuelve excluir de las matrículas a aquellos contribuyentes cuyas cuotas sean menores a 5 soles anuales, y anular los recibos pendientes del semestre en curso por cuotas menores de 2 soles 50 centavos.
 
En la sección “Bibliografía indiana” se mencionan algunas publicaciones recientes que según la revista, refleja que el problema indígena preocupa “al mundo intelectual”. Algunos de los títulos y autores enlistados son Francisco García Calderón y Le Perou Contemporaine, Marie Robinson Wright y El Perú, Henrique Gasparri y La lengua quechua y la lengua egipcia, entre otros.
 
El Indio da a conocer un nuevo memorial de Juan de Dios Huanca, esta vez dirigido al congreso (Lima, 10 de setiembre de 1908). Luego de hacer historia de sus continuos reclamos, el mensajero solicita que la H. Cámara oficie al ministro de hacienda que cancele y borre de la matrícula de contribuciones del distrito de Putina “todas las partidas de predios rústicos”, así como las industriales (y anexa lista de indígenas afectados según pueblos) (7). Asimismo, Huanca remite al supremo gobierno el pedido para que excluya a 17 indígenas contribuyentes de la matrícula vigente (adjunta cuadro) (Lima, 13 de febrero de 1909).
 
Año VII, Núm. 11, Lima, 28 de julio de 1909
Esta última entrega de El Indio guarda gran importancia por lo que dice y por lo que anticipa. Tiene en su portada un juego de fotografías circulares de personajes importantes de la cultura peruana de la época con el siguiente título: “Pléyade de los defensores de la raza indígena en el ʽCentro Universitarioʼ”. Los intelectuales son: Héctor del Pino, Víctor Andrés Belaunde, Federico Ortiz, Dora Mayer, Julia Rosa B. Delaney, Pedro S. Zulen, Juan B. de Lavalle, Pedro Irigoyen, Adrián Cáceres de Olazo, Teodomiro Gutiérrez Cuevas. Obviamente, se trata del momento previo a la creación de la famosa Asociación Pro-Indígena que empezó a funcionar ese mismo año de 1909.
 
En la nota principal, la revista recuerda que hacía ya cinco años que los indios acuden a Palacio de Gobierno a presentar sus quejas contra los abusos que reciben cotidianamente por parte de los gamonales, y que solo un presidente humanitario les hizo caso (se refiere a Manuel Candamo) pero que los que lo sucedieron cerraron sus puertas “herméticamente”. De esta manera, el problema del indio quedó en manos de la filantropía. Pero la consciencia sobre el tema fue creciendo hasta llegar a los claustros de la Universidad, de su Centro Universitario y en las conversaciones que se han producido ahí: se ha hablado de mejorar la educación del indio, los estudiantes conocen bien la importancia del problema y, más aún, por haberse agrupado alrededor de “una noble y sincera escritora”, Dora Mayer, “…genuina personificación de la justísima causa del indio…” (2). El Indio solo les pide “sinceridad y perseverancia” (2), bases del carácter de una nación, y guarda esperanza por la nueva generación que está surgiendo, de la juventud que empieza a hacerse presente. Asimismo, cuestiona lo que algún expositor afirmó, siguiendo −erradamente− la propuesta de Charles Darwin, sobre la eliminación del indio. Por medio de las palabras, continúa el editorial, es fácil condenar al indio en nombre de la ciencia positiva, pero su eliminación equivaldría, sostiene, “el suicidio de la nacionalidad peruana” (2). El editorialista se rebela ante esa premisa. Nada más lejos del pensamiento de Darwin. El ejemplo de elevación moral y de su sacrificio heroico del centinela Pedro Potenciano Choquehuanca es un claro desmentido para aquellos que sostienen la incapacidad del indio para la lucha por la subsistencia.
 
Esta es una parte importante de la historia que relata el editorial de El Indio. El 29 de mayo de 1909 los pierolistas quisieron cometer un golpe de Estado en contra de Leguía. Lo sacaron de Palacio de Gobierno y lo pasearon por las calles de Lima, hasta que advino el desbarajuste con balacera de por medio. En ese momento surgieron tres mártires de origen indígena: el mencionado soldado Pedro Potenciano Choquehuanca, quien con cuatro balazos en el cuerpo disparados por el coronel Tirado, logra desenfundar su bayoneta y hundirla en su agresor hasta matarlo; el cabo Fortunato Quiroz, quien cuando escucha la orden de matar a su capitán se abraza a él salvándole la vida pero perdiendo la suya; y el soldado Carmen Vilca, quien aun con una bala en el tórax caminó 13 cuadras desde Palacio hasta el cuartel de Guadalupe para dar aviso del asalto (3). Estos tres soldados de origen indígena son una muestra de su alto valor moral que desmienten los prejuicios de la época.
 
Posteriormente, el 22 de junio, el presidente Leguía, como homenaje póstumo, decreta que se le rinda tributo a Pedro Potenciano Choquehuanca, centinela del armero, que pasará revista en el Batallón No. 3; además de que se erija un busto en el lugar donde murió así como en la plaza del pueblo de Huancabamba, en donde nació (Lima, 22 de junio de 1909).
 
En los días 7, 14, 17 y 24 de abril se realizaron varias conferencias sobre el tema del indio. La revista hace un breve resumen de cada intervención. Empieza con las palabras de Mayer −que no es estudiante universitaria− quien releva que el principal reclamo del indio es justicia, asimismo recomienda a los jóvenes defender la publicación de El Indio en donde aparecen los memoriales de los comuneros que desdicen la “natural” ignorancia del indio, y si es ignorante es por las condiciones sociales en las que vive. De la intervención de Julia Rosa B. Delaney, profesora del Centro Escolar del Callao, se destaca la tesis de que no se puede educar al indio si no es en su propia lengua, por ello propone una cátedra de quechua y que los normalistas lo estudien obligatoriamente. Juan Bautista de Lavalle, estudiante de derecho y presidente del Centro Universitario, argumenta que es “urgente” formar autoridades honradas y capaces en diversas disciplinas, crear escuelas indígenas “de carácter agrícola e industrial”, disminuir curatos y que el Estado monopolice la venta del alcohol. La revista continúa con Pedro S. Zulen, de la Facultad de Letras, quien luego de pedir que se dejen de lado todos los prejuicios e ignorancia, sostiene que es indiscutible la necesidad de educar al indio, el elemento más valioso para el progreso nacional, según sus propias palabras. Sigue con Pedro Irigoyen, estudiante de derecho, quien remarca que es imposible resolver el “problema de la inmigración”, por lo que reitera la necesidad de educar al indio. De Víctor Andrés Belaunde, abogado, la revista retoma su idea de que el Perú es un territorio con dos naciones, y que se hace necesaria una legislación tutelar “de la clase indígena”. Héctor del Pino sostiene que es una realidad que el indio es “educable, inteligente y trabajador”, y que tiene una vida sentimental “honda y fuerte”, y el sentimiento es “precursor” de la acción. El delegado obrero, Federico Ortiz, es claro al afirmar que el indio está sometido a una explotación secular, pero advierte que si se le educa y se le permite desarrollar todas sus energías se revelará en todo su valor. Continuando con las intervenciones, se relevan las palabras de Teodomiro Gutiérrez, apoderado de los indígenas de Chucuito, quien felicitó al Centro Universitario por su preocupación por la situación del indio, esbozó una historia del gamonalismo, elogió los trabajos de Mayer y de Santiago Giraldo defendiendo al indígena (4). Finalmente, El Indio se explayaría en la intervención de Adrián Cáceres de Olazo, estudiante de derecho, quien también respalda la tesis de que educar al indio favorece el progreso del país, contraviniendo la idea de aquellos que sostienen que antes de educarlo se le debe mejorar etnológicamente, favorecer la inmigración (de “razas superiores” se entiende), avanzar en la higiene y el industrialismo; los indios más capaces serán los “heraldos de la nueva civilización…” (6).
 
La mayoría de los referidos estudiantes y participantes en el conversatorio sobre el problema indígena serían poco después integrantes de la Asociación Pro-Indígena fundada por Zulen y Mayer, a la que luego se sumaría Joaquín Capelo.
 
Entre las noticias se menciona la conferencia dictada el 10 de abril por el “director de El Indio” (no se menciona el nombre de Santiago Giraldo) en la que habla de educación y protección “de la raza indígena”, pero también, y esto es muy relevante, del socialismo moderno. También es interesante la carta de agradecimiento que envía, en inglés, la estudiosa Marie Robinson Wright por el libro de Giraldo, La raza indígena del Perú en los albores del siglo XX así como por ejemplares de El Indio; asimismo, felicita el esfuerzo que están realizando por rescatar la historia de los antiguos peruanos y su cultura y por defender el bienestar del indígena actual.
 
El número se cierra con la reproducción de extractos de memoriales. Sería la última aparición de El Indio.
 
Consideraciones generales después de El Indio
Dejada de publicarse El Indio, sería Dora Mayer quien tomara la posta intelectual que había impulsado Santiago Giraldo. Es sintomático que el último número estuviera dedicado al Conversatorio Universitario realizado en abril de 1909 en el que se debatió sobre el problema indígena, además que fue donde se decidió crear un organismo estudiantil que ayudara a visibilizar dicha preocupación. Es así como surgió la Asociación Pro-Indígena (API) presidida por Pedro S. Zulen, quien luego confesaría el impacto positivo que dejarían en él las palabras de Mayer en dicho conversatorio5.
 
Si El Indio dejó de salir en el mes de julio de 1909, la API empezaría a funcionar pocos meses después, el 13 de octubre, para decirlo con precisión. La responsable de publicaciones sería Mayer, quien era infatigable en la labor editorial. Su esfuerzo sería materializado en 1912, cuando salió a la luz el primer número del vocero de la API, El Deber Pro-Indígena, que tendría en total 51 números, hasta 1916. El Indio y El Deber Pro-Indígena tendrían grandes similitudes entre sí. En realidad, la revista dirigida por Giraldo fue una especie de modelo que sería replicado por Mayer, pues tenían propósitos similares: darle voz a los indígenas invisibilizados ante el poder y la opinión pública; respaldarlos en sus reclamos frente a los abusos cometidos contra ellos por los gamonales y autoridades locales quienes los despojaban de sus tierras, hacían cobros indebidos, los obligaban a trabajos forzosos; apoyarlos en sus gestiones en Lima ante el presidente o ministros; sostenerlos con asesorías jurídicas; y, especialmente, crear consciencia pública de la necesidad de integrar al indio a la nacionalidad.
 
Pero también se detectan diferencias entre ambas publicaciones. El Indio era resultado de un esfuerzo individual, el de Santiago Giraldo, contrariamente a la revista El Deber…, que estaba respaldada por un organismo colectivo, el de los universitarios que dieron forma a la API. En tanto empuje de una sola persona, El Indio no podía asegurar una aparición constante y periódica; su eventualidad se convertiría una falencia que se contrarrestaba con el prestigio e influencia de su fundador y director, quien logró mantener la atención sobre el problema indígena y atraer a otros intelectuales hacia él. La API contaba, además, con lo que denominaba delegados en diferentes zonas del país que proporcionaban reportes a los directores de la asociación.
 
En El Indio era natural la especial atención que dispensaba a la situación de los indígenas en Puno, siendo Giraldo natural de esa provincia, que además coincidía en que dicha región era el lugar en donde el gamonalismo se presentaba en su forma más “pura”. De este modo, resultaba inevitable que El Indio las dedicara buena parte de sus páginas a la figura de Teodomiro A. Gutiérrez, designado sub-prefecto de Chucuito por el presidente Manuel Candamo. Gutiérrez fue un tenaz defensor de los derechos de los indios y declarado enemigo de los gamonales, como hemos revisado en las páginas anteriores. Ya había ocupado otras sub-prefecturas y, antes, es decir, durante la guerra con Chile, había actuado bajo las órdenes del general Andrés A. Cáceres (quien había sido prefecto de Cusco) (Castro Lizarbe, 2014), al igual como lo hizo José Cavero; ambos, Gutiérrez y Cavero eran constitucionalistas. En otras palabras, El Indio relevaba a personajes que eran demostradamente patriotas y que entendían el drama indígena. A los personajes mencionados también se debe agregar al propio Candamo, quien había contribuido en la formación del Partido Constitucional, así como a Clorinda Matto de Turner, escritora indigenista y convencida cacerista.
 
En 1915, Gutiérrez asumiría una nueva identidad luego de ejercer como representante del presidente Guillermo E. Billinghurst en 1913 para solucionar el conflicto indígena en Puno, lo que no se pudo alcanzar, como era previsible dado el poder gamonal enquistado en aquel lugar. Dos años después, Gutiérrez adoptaría el nombre de Inca Rumi Maqui y dirigiría una gran sublevación indígena en el Altiplano que remecería las bases del gamonalismo en dicha región. Es bastante clara la emulación de Gutiérrez respecto a Cáceres: organiza y dirige a los indios, no para expulsar al invasor extranjero, sino para acabar con el poder gamonal que igualmente es exógeno a la vida del indio.
 
Curiosamente, El Deber… no destaca la figura de Gutiérrez en 1915, a pesar de que Mayer sí lo había hecho en 1909. Incluso, el delegado Francisco Mostajo busca deslindar de él ante las autoridades arequipeñas. Al parecer, la violencia que estalló en Puno iba en contra de lo que la API entendía era el camino (humanitario, legal) para aliviar la situación del indio. No obstante, El Deber… no dejó de denunciar los “horrores” que vivían permanentemente los indios de Puno (Kapsoli, 2020: 303)6.
 
Hasta donde tenemos noticia, Giraldo no se incorporó a la API, como hubiera sido lo lógico que ocurriera. ¿Las razones? Son un misterio, como sostiene Kapsoli. Quizás en algún momento saldrá a la luz algún documento que revele los motivos. Lo que es incuestionable es la importancia que tuvo en su momento El Indio. Gracias a sus páginas, vigorosas y comprometidas, la denuncia de la situación indígena pasó de la literatura al pensamiento social, y se convertiría en el punto de referencia de cualquier debate sobre el problema de la nacionalidad y de la vida democrática en el Perú.
 
BIBLIOGRAFÍA
 
CASTRO LIZARBE, Rodolfo (2014). Cáceres, Prefecto del Cuzco. Documentos inéditos (1877-1878). Lima: Orden de la Legión Mariscal Cáceres.
 
CCAHUANA CÓRDOVA, Jorge Alberto (2020). La reforma educativa de 1905: estado, indígenas y políticas racializadas en la República Aristocrática. Apuntes. 47: 86, enero-junio.
 
CCAHUANA, Jimmy M. (2008). Santiago Giraldo. Ilustre tribuno, parlamentario y precursor del socialismo peruano. Los Andes. 80:22966. Lunes, 6 de octubre.
 
DRINOT, Paulo y Leo GAROFALO (2005). Más allá de la dominación y la resistencia. Estudios de historia peruana, siglos XVI-XX. Lima: Instituto de Estudios Peruanos.
 
GONZALES ALVARADO, Osmar (2016). Pedro S. Zulen. Filósofo revolucionario. Revista de Sociología. XXI:26. Noviembre.
 
KAPSOLI, Wilfredo (1980). El pensamiento de la Asociación Pro Indígena. Lima: DR Debate Rural.
 
KAPSOLI, Wilfredo y Takahiro KATO (2019). La Asociación Pro-Indígena. Una contribución a la etnohistoria peruana. Lima. Editorial Universitaria-Universidad Ricardo Palma.
 
TAURO DEL PINO, Alberto (1966). Diccionario Enciclopédico del Perú. Tomo II. Lima: Editorial Mejía Baca.
 
Notas
_______________________ 
1  Miembro destacado del Partido Civil, Salazar y Oyarzábal ejercería cargos administrativos y políticos desde 1895, como el de jefe de la división de Municipalidades, Educación y Beneficencia del Concejo Departamental de Lima. También sería elegido, en 1897, diputado suplente por Jauja, y a partir de 1901 ejercería como titular. En 1903 sería nombrado Prefecto de Puno (hasta 1905) (luego lo sería de Cajamarca (1905-1906), entre otras funciones).
2  Ministro de Gobierno entre el 8 de setiembre de 1903 y el 23 de setiembre de 1904.
3  Poeta y funcionario, Gamio asumió diferentes cargos como el de secretario de las prefecturas de Arequipa y Puno, en donde además sería miembro del concejo provincial.
4  José Salvador Cavero Ovalle, fue un notable de fines del siglo XIX y principios del siglo XX. Además de  magistrado, profesor universitario y político, fue un patriota que defendió Lima y bajo las órdenes de Andrés A. Cáceres participó en la resistencia durante la invasión del ejército chileno. Desempeñó diversos cargos a nivel del gobierno: Ministro de Hacienda (1893-1894), Ministro de Justicia (1894 y 1910), Ministro de Gobierno (1894-1895); además fue vicepresidente del Perú (1904-1908), Presidente del Consejo de Ministros (1910); sin olvidar que fue senador por Ayacucho y diputado por Huanta. En tanto magistrado ocupó el cargo de Fiscal de la Corte Suprema.
5  Una muestra del interés académico, artístico, social y político que despertaba el tema del indio es la variedad de los personajes que atrajo la API, entre otros: Abraham Valdelomar, Abelardo Gamarra, Víctor Andrés Belaunde, José de la Riva Agüero, Juan Bautista de Lavalle, Zoila Aurora Cáceres, Marco Aurelio Denegri, Juana Alarco de Dammert, María Alvarado, Daniel Alomía Robles.
6  La API publicó dos boletines, “Sublevaciones indígenas en Puno” gracias a los informes de los delegados Feliciano Sánchez, Francisco Mostajo y Francisco Chuquehuanca Ayulo (Kapsoli y Kato, 2019).
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