Q´uipicuentos. Repositorio de la tradición oral

Por Gustavo Montoya Rivas
Fuente: Librosperuanos.com
Diciembre, 2019

Es una urgente publicación que recoge relatos correspondientes al área cultural quechua  del altiplano puneño, pretenden mantener los rasgos esenciales  de la oralidad, el disfrute, la libertad y el interés por avivar la inteligencia, tal como lo expresa su autor, el antropólogo Luis Murguía, un sobrio intelectual afincado en Huánuco, y  comprometido con la preservación de todas las formas de creación artísticas populares.  
 
El texto, que se lee de corrido, y que además está dirigido al público infantil, posee una tensión narrativa que cautiva, que exige e  involucra a sus lectores, los compromete a tomar partido, a vivir el relato desde los sentimientos y afectos básicos: el miedo, el amor, la ternura, la vida y la muerte, la risa y el llanto……este aspecto del libro, cuyo tratamiento de parte del autor es notable, requiere ser puesto en relieve, puesto que su objetivo es, conmover a su público infantil, con experiencias limites que fluyen de la naturaleza, la flora, fauna y el cosmos  del altiplano peruano. 
 
La estratega del autor es clara con respecto de lo señalado: “A través de la cultura oral y la narrativa  elaborada por hombres y mujeres de imaginación creadora forjada a lo largo del tiempo, pretendemos acercar al niño una pequeña parte del universo cultural cordillerano; el mismo contempla una adyacencia al mundo de la creación y el origen de la humanidad a partir de los animales o de los animales personificados en hombres”.  Pues este texto, también trata de convertirse en una correa de transmisión que vincule ese lazo ya casi invisible, entre el imaginario infantil rural ya casi dislocado por la demencia de los video chats, y ese universo panteísta poblado de mitos y ritos que fluyen del entorno natural y geográfico, único y limite, como son esos territorios del altiplano peruano; escenarios donde las  realizaciones de los dioses y hombres andinos, desencadenaron eventos épicos  y traumáticos que para bien o para mal, moldearon la subjetividad de sus  habitantes.   
 
Otro elemento digno de destacarse, es el criterio seguido para la elección de los relatos. Cierto que toda compilación es arbitraria, sin embargo interesa justamente hacer visible tal procedimiento. Se trata de relatos elaborados y recogidos por la elite intelectual del altiplano peruano, pero que tienen como seña distintiva, un compromiso latente con la preservación y difusión de un horizonte literario que hunde sus raíces en los tiempos fundacionales, pero que se actualiza precisamente a través de estos relatos, en un dialogo entre lo acontecido y las innovaciones de lo contingente.  
 
La justificación y explicación que Murguía exhibe  a su publicación,  es notable: “Las razones que motivaron la selección de los textos se hallan en la configuración del rostro nuevo de la sociedad rural puneña en particular de la provincia de Melgar, done cada vez es frecuente la menor presencia de almas creativas debido a la migración de la elite local por efectos de la reforma agraria, los procesos de integración con la sociedad mayor, la globalización que tiende a uniformizar, borrar las diferencias y diluir la diversidad” 
 
El libro está compuesto de cuatro relatos elaborados por Murguía, a los que se añaden tres títulos de Octavia Menéndez Tapia de Bustinza, le siguen José Portugal Catacora, Juan Ciro Goyzueta Mendiguri, José Beltrán, Lela Sánchez, Fernando Tapia Cruz, Juana Rosa Murguía Sánchez y Roberto Mendoza Aragón.     
 
Conviene no perder de vista que se trata de un libro que se sitúa a contracorriente de las modas literarias en curso, que privilegian los aspectos cosmopolitas de la experiencia individual y colectiva, o los dilemas a los que está sujeto el habitante de la urbe, o incluso los escrúpulos que enfrenta una época signada por la superación de identidades territoriales, incluso la perplejidad por la banalidad de la experiencia religiosa que agobia al sujeto pos industrial. 
 
Q´uipicuentos nos remite a esos grandes emprendimientos literarios, hoy tan dejados de lado,  que en épocas pasadas tuvieron en José María Arguedas o Francisco Izquierdo Ríos,  refinados exponentes, pero sobre todo, que tales proyectos editoriales estaban comprometidos con un horizonte pedagógico popular y masivo, implicado con la formación de  identidades vigorosas y seguras, con arraigo y orgullo.  Luis Murguía lo expresa con aplomo, pues es el caso del exigente académico que posee un pensamiento situado, un compromiso  ético con su tiempo, con la preservación de esas memorias anónimas y potentes, que son a fin de cuentas, la urdimbre más segura para preservar el halito más seguro desde donde fluye la vida: “ Desde el viejo cajón de sastre, la antropología horada las insondables experiencias humanas; registra, testimonia e interpreta las construcciones y elaboraciones socioculturales; aproxima tiempos y espacios en una conjunción múltiple, dialéctica y en espiral hacia la comprensión del otro en la mismisidad”
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