¿Por qué sobra la filosofía en el reino del hiperimperialismo?

Por Gustavo Flores Quelopana
Fuente: librosperuanos.com
Setiembre, 2016

Me imagino la angustia del alma filosófica española -tan tirada por lo fáustico europeo y lo mágico africano- y de la comunidad filosófica mundial, ante la noticia del desatinado rectorado de la Complutense de Madrid al preparar un plan de reorganización que implica el cierre de la facultad donde se enseña filosofía. Ortega y Gasset, Xavier Zubiri, Julián Marías, José Ferrater Mora, Leonardo Polo y otras grandes figuras actuales de la filosofía ibérica, se estarán revolcando en su tumba con esta nefasta iniciativa.
 
En el diario español El País ilustres amigos y colegas, los filósofos Fernando Savater, José Luis Pardo, Ramón Rodríguez y José Luis Villacañas Verlanga, expresaron su opinión en el artículo intitulado ¿Por qué sobra la filosofía? (01.07.16). En dicho artículo se arriba a dos conclusiones tajantes, a saber: (1) No vale escudarse en los números para hacer desaparecer la facultad de filosofía con un gesto de prestidigitación, y (2) Hoy la cualificación científica y la formación humanística son un obstáculo para la empleabilidad.
 
Tan preocupante pronóstico y diagnóstico, sin embargo, se queda corto. ¿O acaso querían que la filosofía permanezca incólume mientras el mundo se deshumaniza a pasos acelerados? ¿Pensaron quizá que la facultad de filosofía iba a queda inmaculada en medio de la voracidad del capital transnacional por convertir a continentes, países y ciudadanos enteros, en meras piezas intercambiables para el enriquecimiento sin límite de la plutocracia internacional? ¿Se piensa acaso ingenuamente que la propia plutocracia española es ajena a dicho enfoque reduccionista y economicista de la educación? ¿No es dicha iniciativa una consecuencia natural del triunfo de la economía neoliberal que lleva a su apoteosis el pensar funcional y liquida el pensar substancial? ¿O se pensó en algún momento que del vientre del monstruo se pudiese parir un bello unicornio? De la testa de la Gorgona no brotan aromáticas y aterciopeladas flores, sino emponzoñados ofidios cubiertos de espinas. Y esos ofidios buscan petrificar para siempre la vida filosófica con el argumento que no sirve y no es útil para la vida práctica de la riqueza, el lujo y la prosperidad material.
 
Por qué una disciplina que desarrolla el espíritu crítico como la Filosofía, tenía que permanecer intocable e incólume ante el neoliberalismo global actual. Al contrario, era el primer objetivo a abatir, porque en treinta años de globalización neoliberal los tres principales efectos de la misma (inaudita desigualdad social, guerra y destrucción ambiental) requieren la homogenización del pensamiento, la cosificación de la vida humana y la aniquilación del espíritu crítico. Simplemente la filosofía es el principal enemigo  para un sistema social que desintegra la vida espiritual del hombre y requiere, por el contrario, de su exterminio para proseguir con la depredación absoluta de los recursos existentes.
 
Pero en realidad, el proceso de desintegración educativa comenzó con la propia modernidad. La educación ha terminado completamente subyugada a la economía y ya no responde a sus propios fines.
 
La modernidad es la entronización de tres factores: el dinero, la máquina y el secularismo. Por el dinero aludimos a la economía capitalista -no al mercado mismo- que surge desde el siglo XIII, y que hace mediar al dinero como medio privilegiado de intercambio social. Y el dinero, como nos señaló G. Simmel (La filosofía del dinero) es la negación de todo valor. Por la máquina me refiero a la edificación de la civilización técnica, la cual desplazó el hombre natural por el hombre artificial y que mal utilizada por los sistemas sociales desarrolla posibilidades perversas y ominosas que llevan a la barbarie. Por secularismo destaco –como subrayó Bultmann- la reducción del mundo a objeto de la libertad humana.
 
Sobre este andamiaje perverso de tres ejes era inevitable que el canto de cisne de la antifilosofía llegara a su apoteosis. Esta apoteosis antifilosófica tiene como protagonista al hiperimperialismo o hegemonía social, política y económica de las megacorporaciones privadas.
 
No es casual que el hiperimperialismo sea la etapa superior del imperialismo que lleva a sus extremos el mundo unipolar y la desigualdad social que supera a la realidad colonial del siglo diecinueve.
 
Por tanto, la filosofía no necesita ser defendida, ella se defiende sola desde los fueros de la razón. Lo que se requiere es que la filosofía arremeta contra las bases fundamentales de todo este proceso perverso. Para ello se requiere pensar más allá de la modernidad, reutopizar la vida social y cuestionar la secularización desepiritualizante.
 
En otras palabras, la única forma de salvar a la filosofía es dejando de pensar en ella misma y abocarse por la eterna defensa de la verdad y los valores superiores. Por eso, nunca como hoy resuena tan poderosamente en el porvenir de la filosofía la unión entre razón y revolución.
 
Lima, Salamanca 27 de Agosto del 2016
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