Carlos Prince
Carlos Prince ante el umbral de la historiografía peruana
(Introducción a Origen y Civilizaciones de los indígenas del Perú. Lima: librosperuanos.com, 2016)


Por Alberto Loza Nehmad
Fuente: Librosperuanos.com
Abril, 2016

“Nunca hemos presumido de literatos, ni de historiadores, ni menos de científicos; prueba de ello es, que, siempre que ocasión que hemos tenido, hemos declarado con toda franqueza, que nuestros escritos no son para que los lean los sabios, sino el vulgo, el pueblo”.
Carlos Prince, Origen de los Indios de América: “Notas finales”.



En 1915 Carlos Prince (París, 1836-Lima, 1919) publicó un libro compuesto de dos partes; la primera, titulada Origen de los indios de América, y la segunda, Origen y civilizaciones de los indígenas del Perú (Lima: Impreso en la casa del autor, calle de Polvos azules Nª 173). El texto que ahora publica librosperuanos es el de la segunda parte. Es una obra singular y, como veremos, produjo una pequeña pero significativa escaramuza entre su autor y algunos miembros del entonces recién creado Instituto Histórico del Perú (actualmente, Academia Peruana de la Historia). Ante los cuestionamientos a la calidad académica del libro hechos por Carlos Romero, prominente miembro del Instituto, Prince respondió con la contundente y sorpresiva advertencia que nos sirve de epígrafe y que escribió como parte de las “Notas Finales” añadidas a su edición: “nuestros escritos no son para que los lean los sabios, sino el vulgo, el pueblo”. Según estas palabras, no deberíamos esperar encontrar en Orígenes y civilizaciones de los indígenas del Perú una rigurosa información científica. ¿Por qué, entonces, publicarlo ahora? No basta argüir —aunque sería una buena razón— que se trata de un gesto de reconocimiento hacia uno de los más importantes impresores y editores del siglo XIX e inicios del XX en el Perú. La importancia que le asignamos a esta obra va por otro lado.

En efecto, este libro nos parece importante porque contribuye a conocer la historia de un actor destacado en el mundo del libro de la Lima esa época, y porque nos permite echarle un vistazo a la información que sobre las sociedades prehispánicas circulaba entonces fuera de los recintos académicos. Como librero, Prince debía saber qué podía demandar el público de ese tipo de libros a inicios del siglo XX. La época, además, es muy singular: en esos años comenzaba sus actividades el mencionado Instituto Histórico (creado en 1905), la primera entidad académica dedicada específicamente a la historia; y la arqueología científica se acababa de iniciar con la primera llegada de Max Uhle al país en 1896. El estudio de las llamadas antigüedades peruanas daba paso así al conocimiento del pasado prehispánico; en otras palabras, recién comenzaba a erigirse la construcción de todo el edificio histórico y arqueológico que estamos habituados a contemplar y cuyos perfiles parecen ocupar todo el horizonte del pasado.1  Pero, antes de que ese edificio se levantara, ¿qué imágenes del pasado andino, prehispánico y prehistórico, ocupaban la imaginación popular urbana? En esa frontera temporal fue escrito este libro de Carlos Prince, y desde esa transición podemos entender mejor los desencuentros entre este autor y los prominentes miembros del Instituto Histórico.

En agosto de 1906, Carlos Prince presentó a la Cámara de Diputados seis manuscritos, para que fueran impresos por cuenta del presupuesto público en una serie denominada Autores Peruanos.2  La Cámara de Diputados dirigió el pedido al Ministerio de Instrucción y este  comisionó al Instituto la revisión de las obras. El Instituto designó con ese fin cuatro comisiones; la comisión encargada de evaluar Origen de los indios de América y Origen y civilizaciones de los indígenas del Perú— estaba compuesta por  Pablo Patrón y Max Uhle. Pasaron los meses, culminó el período legislativo, se inició otro, y varias de las comisiones quedaron incompletas. Aquella encargada de revisar Origen de los indios no alcanzó a emitir un informe: el doctor Uhle, dice Romero, había salido rumbo a Europa (Prince, 1913: 18; Romero, 1913: 122). Carlos Prince retiró sus manuscritos sin que estos fueran publicados. En 1913, su desencanto con el Instituto Histórico se manifiesta en el primer párrafo de su breve folleto de memorias Mi estancia de medio siglo en Lima (Lima: Impreso en la casa del autor, 1913).

Prince encabezaba su folleto con una cita del discurso que el presidente Pardo dio en ocasión de la instalación del Instituto Histórico:
 

En la labor de estímulo de parte del Estado á la cultura nacional, el estudio de la Historia patria es el que debe tener lugar preferente, porque de las ramas del saber, es la que tiene mayores vínculos, la que concurre con mayor influencia á formar el carácter nacional (Prince, 1913: 3).
 

Seguidamente, en el primer párrafo de su escrito, al tiempo que hacía referencia al discurso del epígrafe, dirigía su puntería contra el Instituto Histórico:

Estas son las palabras que expresó el ex Presidente de la República, en la inauguración é instalación solemne del Instituto Histórico de Lima, el 29 de Julio de 1907. Pero tales palabras vertidas por el Jefe del Estado en aquella época y en aquella ceremonia, no pasan de ser una paradoja, una utopía, una aserción falsa, que en los últimos tiempos no ha tenido realización en el país (Ibíd.).

La respuesta del Instituto fue inmediata. Ese mismo año Carlos Romero respondió breve pero duramente a Prince en el tomo 5 (1913) de la Revista Histórica, en su artículo “Don Carlos Prince y el Instituto Histórico del Perú”. En él, Romero, con tono desdeñoso descalificaba a Prince por su perseverancia para “llevar á cabo trabajos superiores á sus fuerzas, y que demandan una preparación científica y una amplitud de conocimientos que  la misma profesión de nuestro amigo no le permitía acumular…”. Y resumidamente describía Origen de los indios de América como “meros apuntes extractados de valiosas publicaciones sobre la materia en ellas tratadas, las unas; totalmente faltas de base científica, las otras” (Romero, 1913: 121-123). Finalizaba su artículo “poniendo a disposición” de Prince, una larga lista con los nombres de los antropólogos dedicados al estudio de la prehistoria americana.

Prince respondió a las críticas de la academia desde su posición de librero-editor:

 “Si… nuestras [producciones] no son del gusto de nuestro crítico, no por eso desesperamos, pues el consuelo nos queda de que detrás de él hay millares de personas que con su demanda las aprueban y á su preparación nos alientan” (Prince, Origen y Civilización de los indígenas del Perú, 1915: 362).

En esa otra rivera es donde hallamos la importancia de este libro. Más que ampliar nuestro conocimiento sobre los orígenes de la población americana, este texto nos permite indagar en las nociones y creencias populares que en el siglo XIX se tenía sobre aquellos, antes de que estas fueran desplazadas o acalladas por la información proveniente de la historia, antropología y arqueología científicas.

Muchas de esas creencias populares podían rastrearse inclusive hasta el siglo XVI, cuando el mapa cognoscitivo europeo intentó acomodar las novedades del Nuevo Mundo. Y, en efecto, Carlos Prince menciona en su folleto de memorias (al referirse a Orígenes y Civilizaciones) que estos temas habían sido tratados por dos autores antiguos, fray Gregorio García en Origen de los Indios del Nuevo Mundo é Indias Occidentales, averiguado con discurso de opiniones (Valencia, 1607), y el doctor Diego Andrés Rocha, en Tratado único y singular del origen de los Indios Occidentales del Perú, México, Santa Fé y Chile (Lima, 1681), cuyos libros especulan —como muchos otros del mismo tenor— sobre las poblaciones americanas, pero en relación con temas que ya eran parte de las leyendas de Occidente, como el de las tribus perdidas de Israel, ofreciendo como evidencias las semejanzas fonéticas entre las consonantes guturales del quechua y el hebreo, y otras conclusiones basadas en analogías muy simples. Por ejemplo, en su libro el doctor Rocha llamaba la atención sobre las semejanzas que él apreciaba entre los americanos y los “primitivos españoles”: “Acá viene bien otro reparo muy singular para ver cuánto participaron estos americanos de los primitivos españoles, porque en la lengua de los Indios Zarasua significa robador del maíz o trigo de las Indias, y Zarasua es un apellido de Vizcaya, y es verosímil que los indios llamasen Sara al trigo de las Indias, infiriéndolo de la palabra Zaranda ó harcero”.3  A disquisiciones de este tipo Prince añadió, como sostiene Romero, información extractada de diversos autores científicos contemporáneos, con pocas citaciones bibliográficas y muchas especulaciones propias. A las que añadió sus propias advertencias:

…me adelantaré a suponer, que no faltarán algunos espíritus dispuestos á calificar como sin base las opiniones que desarrollo en mi trabajo y sin fundamento mis apreciaciones tocante al origen de los indios de América. Y quizá me salgan al encuentro algunos adversarios que traten de combatir mis referidas opiniones y apreciaciones referentes á este tópico, tildándome talvez de visionario; pero de desear sería que esos mismos adversarios expusieran su opinión sobre la materia, para probar que son capaces de desenmarañar tan confuso como viejo problema (Prince, 1913: 25-6).

En una época en la que recién echaba raíces la investigación científica del pasado americano, el viejo librero y editor, cercano a cumplir sus ochenta años, no terminaba de escudriñar el pasado con las armas tenaces de su curiosidad nata, su afecto por el Perú, sus lecturas personales, como lo evidencian los muchos libros que escribió sobre idiomas nativos, costumbres locales, bibliografía peruana. Es cierto, Carlos Prince no fue un erudito ni un científico, pero la vitalidad de una cultura no se demuestra exclusivamente por lo erudito y lo científico. Y desde ese punto de vista, sí, esta publicación electrónica también constituye un agradecido gesto de reconocimiento de librosperuanos.com a uno de los más activos impresores, editores y libreros limeños del siglo XIX.

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Notas

1 Este período de la historiografía peruana y sus entidades académicas es estudiado por Teodoro Hampe Martínez en “Trayectoria y balance en la historiografía peruana: 90 años de la Academia Nacional de la Historia (1905-1995)”, publicado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (España). http://estudiosamericanos.revistas.csic.es/index.php/estudiosamericanos/article/view/356/362.
2 Carlos Romero, “Don Carlos Prince y el Instituto Histórico del Perú”. En Revista Histórica (5) 1913, pp. 122; Carlos Prince, Mi estancia de medio siglo en Lima, 1913: pp. 16-18. las versiones de Prince y de Romero sobre este fallido proyecto se encuentran en estos dos escritos.
3 Diego Andrés Rocha. Tratado único y singular del origen de los Indios Occidentales del Perú, México, Santa Fé y Chile. Madrid, 1891: tomo I, pp: 111-112.

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