Notas para la presentación de Bajo el cielo amazónico

Por Leoncio Robles
Fuente: Librosperuanos.com
Abril, 2015

Buenas noches a todos. Gracias por haber venido a esta presentación. Permítame hacer un saludo especial a mis queridas amigas asháninkas del río Perené. Me siento muy honrado con vuestra presencia: Abiro ari pipokiri…

El idioma asháninka es un idioma bello. La gran riqueza cultural de nuestro país es que posee cincuenta y dos idiomas, algunos lamentablemente a punto de desaparecer, como muchos que a largo de la historia han desaparecido por diferentes causas. Dos de los que están a punto de desaparecer son el resígaro y el taushiro.

De los resígaro me habló hace algunos años el antropólogo Jorge Gashè, allá en Iquitos, me dijo que de esta etnia quedaban solo tres personas en un lejano afluente del río Napo; y de los taushiro leí un artículo del biólogo José Álvarez Alonso, precisamente titulado ‘El último taushiro’. Era un artículo conmovedor en el que hablaba de la última persona de esta etnia. No quedaba nadie con quien hablar en su propio idioma. Cuando estas personas mueran, morirá también la lengua que hablaban. Y eso es una tragedia.

Cuántos conocimientos ancestrales se irán para siempre sin que los hayamos registrado, cuántas maneras de expresar sentimientos y cuántas formas de expresar la belleza, cuántas formas de expresar las pasiones… Por eso es importante tomar consciencia de que debemos hacer todo lo posible por preservar esta riqueza cultural, haciendo que el Estado dé atención debida a las comunidades nativas, que accedan a la salud, a la educación, que son derechos básicos de cualquier ciudadano. Y sobre todo que se respete su territorio. Como son lenguas orales necesitan tomar prestado el alfabeto del castellano para convertirse en lenguas escritas, como ocurre en el caso del quechua y el aimara y algunas lenguas amazónicas.

Les agradezco a todos por acompañarme esta noche en esta librería donde, cada vez que venía a Lima, buscaba libros para llevarme a casa, bueno, cuando estaba en el local de Miguel Dasso. Quizá por eso me siento hoy un poquito extraño, que de comprador de libros, esté esta noche presentado una obra mía.

Me gustaría citar unas declaraciones de Francesco Rosi, el gran director de cine italiano, fallecido hace solo unos meses. Al hablar de su obra, decía que hacer cine significaba para él “contraer un compromiso moral con la propia conciencia y con el espectador. Al espectador se le debe la honestidad de una búsqueda de la verdad sin compromisos. Cuanto más te adentras en la realidad, más comprendes que lo cierto y lo justo no existen. Pero lo que cuenta al final es la nitidez y la honestidad de la búsqueda".

Suscribo esas frases de Francesco Rosi para explicar lo que ha significado para mí escribir esta novela, que tiene el pulso de un libro de viajes. Ha sido un compromiso con mi propia consciencia frente a una realidad concreta. Una realidad impactante ante la cual es imposible mirar a otro lado.

Al asomarme al mundo amazónico, llevado por un trabajo que debía realizar y que consistía en recoger testimonios de personas que hubieran sido víctimas de trabajo forzoso, fueran nativos o no, rebasó el marco de lo que necesitaba saber. Descubrí un mundo complejo, sumamente difícil de aprehender ni siquiera con la decena de viajes que hice, a Iquitos, Pucallpa y Puerto Maldonado. Cuanto más creía conocer, más difícil se me hacía comprender aquel universo donde colisionan tantos intereses.

En el libro hay un contrapunto entre tres sectores claros. Por un lado están los que viven en la Amazonía no desde hace centurias sino milenios: los llamados nativos indígenas, las numerosas etnias a las que no hemos llegado a comprender ni a respetar. Y por otro, están los llamados colonos, personas que han elegido ir a rehacer sus vidas en la Amazonía y que proceden de diferentes lugares del país y también del extranjero. Y a parte de ellos, el sector más poderoso, los que extraen los recursos, las grandes compañías, los grandes empresarios y los empresarios medianos y pequeños. También ellos proclaman tener iguales derechos, y gozan además del amparo del Estado en forma de concesiones territoriales para la explotación de recursos.

No voy a entrar a describir el panorama amazónico, que es como he dicho un universo complejo, fungiendo de especialista, que no lo soy, en absoluto. Mi experiencia se basa en lo que viví de primera mano desde el primer momento en que me adentré, fascinado y al mismo tiempo un poco amilanado por lo que me podía encontrar al recorrer los ríos, por suerte acompañado siempre por amigos asháninkas o amigos colonos.

La novela asume el punto de vista de un narrador sin nombre que ve, oye, siente, sufre los rigores del clima, opina, no puede evitar ser testigo de hechos que desconocía, y por eso lo registra todo, pregunta y repregunta, indaga en el presente o se remite al pasado histórico en busca de explicaciones, y también no pocas veces reflexiona, o es asaltado por dudas turbadoras, se rehace y continúa su indagación de manera obstinada y perseverante, estimulado por su propio compromiso, que por otro lado nadie le ha impuesto… Es decir, podría encarnar a un lector cualquiera, a un ciudadano cualquiera que sabe poco o casi nada del mundo amazónico, salvo las generalidades que todos conocemos.


La novela, y decir esto no es ninguna originalidad, es un género que ha incorporado la poesía, el ensayo, la filosofía, el pensamiento, las memorias y también el reportaje. La novela es por eso un género idóneo para transmitir toda clase de inquietudes y sensibilidades.

Porque necesitaba la complicidad del lector elegí el estilo de un libro de viajes, un lenguaje llano, fluido, y evitando caer en cualquier tentación de técnicas de experimentación. Hay sí lo que en lenguaje cinematográfico se llama flash backs, saltos al pasado reciente y saltos al pasado remoto. Pero luego retoma la línea general que vertebra el argumento, sostenido por dos personajes principales: el líder asháninka Evaristo Shawiri y el líder colono Rubén Malpartida. En ámbitos distintos, estos dos hombres encarnan la lucha por los derechos de lo que ellos llaman “su gente”. Son hombres decididos, que se han entregado con fe inquebrantable a esa lucha, que consideran la razón principal de su existencia. Han renunciado incluso a una realización individual. En ese sentido son idealistas, y lo saben. Pero están convencidos de que luchar por la justicia social vale la pena jugarse incluso la vida. Ambos enfrentan a un enemigo común: los madereros que los explotan mediante el engaño inducido, es decir, el trabajo forzoso, vigente aún en la Amazonía desde la época del caucho. Shawiri en el río Tamaya, en Ucayali; y Malpartida en el río Mazán, en Loreto. Otra línea que trata el libro es la lucha de décadas llevada a cabo por los nativos achuar, quechua y kokama de los ríos Corrientes, Pastaza y Tigre, enfrentados contra los vertidos de crudo de la Pluspetrol, y que protagonizaron el llamado ‘caso Andoas’, que tuvo alguna repercusión mediática.

El final no es un final cerrado. No podría ser de otra manera al nutrirse de la inmediatez, de una realidad dramática como el que enfrentan quienes viven en la Amazonía, una realidad lacerante como es la tala ilegal, y también la tala legal, la explotación de hidrocarburos, la minería aurífera, que para ellos es contaminación de ríos, cochas, lagunas; y por ende la desaparición de su sustento, como es la caza y la pesca, y la inutilización del propio suelo, anegado por vertidos de crudo desde hace casi cincuenta años.

Existe un andamiaje jurídico que favorece exclusivamente a la inversión extranjera y deja en la indefensión a los nativos. El Estado históricamente se ha desentendido de aplicar los principios que amparan los derechos territoriales de los pueblos y comunidades indígenas. Los pueblos nativos han existido antes de la Conquista y de la Colonia, y por ende de la República. Es por eso que los descendientes de aquellos pueblos reclaman la titularidad de sus territorios.

Pero los gobiernos de turno suelen alegar que tal figura no es viable porque los territorios ya fueron otorgados a terceros o simplemente arguyen que la ley no se los permite.


La depredación de los recursos de la selva amazónica, según expertos y científicos, nos lleva al borde del abismo como seres humanos.

Eso lo dice, entre otros, Antonio Nobre, investigador brasileño del Instituto Nacional de Pesquisas da Amazonia. Nos alerta sobre la destrucción de la magia de la Amazonía, y por qué el cambio climático y la deforestación la amenazan muy seriamente…

La deforestación destruye la capacidad del bosque para mantenerse y regenerarse. Lo ha hecho por millones de años en condiciones adversas. Pero hoy se ha reducido su capacidad. Antes había dos estaciones amazónicas, la húmeda y la más húmeda. Ahora hay una estación húmeda moderada y una estación seca. Cuando no llueve, los árboles se tornan inflamables, y si el fuego entra ya no hay más bosque tropical.

Los científicos nos señalan cinco secretos de la magia de la Amazonía. Secretos que los pueblos indígenas supieron siempre y que nuestra civilización ha desdeñado e ignorado deliberadamente. La ciencia ha revelado estos cinco secretos, que Antonio Nobre describe de manera que todo el mundo pueda comprender.

El primer secreto es cómo el bosque amazónico mantiene la atmósfera húmeda a 3.000 kilómetros del océano... Y hacer que la lluvia llegue hasta la Patagonia. Eso se debe a los chorros verticales de agua.

Los árboles amazónicos son bombas que lanzan al aire miles de litros de agua diarios. La sacan del suelo, la evaporan y la transfieren a la atmósfera. Todo el bosque amazónico pone 20.000 millones de toneladas de agua en la atmósfera al día. Esto se ha medido con satélites que detectan ese transporte de vapor, que es un vapor invisible a ojos humanos. Un vapor producido por los árboles casi mágicamente.

El segundo secreto responde a una pregunta: ¿Cómo es posible que, siendo el aire de la Amazonía muy limpio, haya tanta lluvia? El océano también tiene un aire limpio, pero no llueve mucho sobre él. Los científicos han descubierto el misterio. Para formar una nube, que son gotas de agua en suspensión, hay que transformar el vapor bajando la temperatura. ¿Qué hace el bosque entonces? Genera lo que los científicos han llamado polvo de hadas. Son olores que salen de los árboles y que en la atmósfera húmeda se oxidan y precipitan un polvo finísimo que es primordial para formar lluvia.

El bosque constantemente manipula la atmósfera y produce lluvias para sí, algo casi mágico. Los gases salen de los árboles, son como perfumes y se volatilizan.

El tercer secreto de la Amazonía es el aire que viene del hemisferio norte, cruza la línea ecuatorial, entra a la Amazonía y va hasta la Patagonia. Son los vientos alisios los que lo arrastran. Los mismos que trajeron las carabelas de los europeos, 500 años atrás. Pero ocurre que los alisios del océano sur fluyen hacia el norte. ¿Qué hace que ese viento vaya contra la tendencia de la circulación del globo terráqueo? Dos físicos rusos resolvieron esa pregunta al estudiar el efecto del vapor del chorro vertical amazónico.

Descubrieron, por la física fundamental de los gases, que esas condensaciones de vapor jalan el aire de los océanos para dentro del continente y crean una especie de agujero de agua. Es como una bomba biótica. El bosque trae su propia humedad del océano.

El cuarto secreto es la transferencia de esta humedad amazónica a otras regiones: a la Cordillera de los Andes, a los páramos... Si uno ve el mapa del mundo, encontrará que hay un cinturón húmedo que pasa por el Ecuador, por África y por el sureste asiático.

Pero en la línea de trópicos, el de Cáncer al Norte y el de Capricornio al Sur, están todos los desiertos. El de Atacama en Chile, o el de Namibia en África. Sin embargo, esa parte donde está el 70% de territorio de América del Sur, que va desde Buenos Aires, y Sao Paulo hasta los Andes, ¡es húmeda! A pesar de estar en la línea de los desiertos.

El misterio se llama ríos voladores. Es una gran masa de aire húmedo bombeada por la Amazonía contra la Codillera de los Andes —una muralla que en algunos puntos llega hasta casi los 7.000 metros de altura— donde rebota y es enviada a áreas donde debería haber desiertos. Por eso llueve en Bolivia y Paraguay.

Y el quinto secreto es que, si uno pone en un gráfico todos los huracanes que ha habido en la historia, —la NASA lo ha hecho— en la zona de los bosques ecuatoriales no hay ni uno. Y es la región que tiene más energía porque la radiación solar es muy intensa.

Debería haber ciclones, como en India y Pakistán. Pero no los hay porque el dosel del bosque, donde están las copas de los árboles, es rugoso y hace que los vientos sean forzados a disipar su energía, con lo que se calma la atmósfera.

Hay tormentas, pero no suelen ser destructivas. Donde están los bosques no hay sequías, ni exceso de agua, ni huracanes, ni tornados. Es como una póliza de seguros contra los fenómenos atmosféricos adversos y extremos.

Ahora bien, estos cinco secretos están en riesgo… El problema se llama deforestación. Si a un alcohólico le extirpan la mitad del hígado, no va a soportar el alcohol. Eso es lo que está pasando con la Amazonía. Le estamos quitando un órgano vital.

Pero no es un órgano solamente que le estamos quitando. ¡Es todo! El pulmón, el hígado, el corazón. Esa bomba biótica es un corazón que constantemente bombea. El polvo de hadas también funciona como una escoba química frente a contaminantes como el óxido de azufre. El mejor aire es el de la Amazonía.

Y, sin embargo, la seguimos destruyendo. Con una motosierra, con un tractor o cuando se prende fuego. Contra esto la Amazonía no tiene defensa. Las invenciones del hombre nos han traído beneficios en todos los campos, en la medicina, en los diversos avances tecnológicos, que hacen que nuestra vida sea mejor y más confortable; pero también pueden ser nefastas, como la motosierra.

Por eso, los científicos proponen un esfuerzo de guerra. ¿En qué consistiría este esfuerzo? Es una concentración de objetivos para resolver un problema. Y lo que proponen es batallar contra la ignorancia, el principal causante de la destrucción del bosque amazónico. Hace unos pocos años, los bancos fueron salvados en 15 días. Se gastaron miles de miles de millones de dólares en eso. La crisis financiera no es nada comparada con la crisis ambiental.

¿Podemos salvar a la Amazonía? Los científicos creen que sí. Si se tiene una capacidad similar a la que se tuvo para salvar a los bancos. Porque la Amazonía tiene un poder impresionante de regeneración.

Esto debería importarle a todo el mundo. La atmósfera tiene una cosa llamada teleconexiones. Por ejemplo, puede demostrar que el cambio climático en la Amazonía va a afectar directamente a los ciclones en Asia y al régimen de lluvias en Europa y África.

El secreto mayor es despertar contra la ignorancia. Y saber que lo que hacemos ahora es determinante. Las generaciones posteriores van a sufrir las malas elecciones de hoy. Quienes hoy tienen poder de decisión en la Tierra están al mando de un tren que puede irse al abismo, o reconducir su dirección hacia la oportunidad de vivir en equilibrio con las leyes de la naturaleza.

He tratado de reflejar estas cosas en Bajo el cielo amazónico. No es un libro científico, es un libro que da voz a hombres que —por intuición o por conocimientos heredados de sus antepasados— saben del peligro que nos acecha, que tratan de impedir la depredación salvaje de los bosques. Pero para su mal, y para mal nuestro, no lo logran. Y no lo van a lograr porque esa es tarea de todos, depende de nuestra implicación, y no solo de los que habitan y luchan solitariamente en la propia Amazonía.

*Texto preparado por Leoncio Robles para la presentación de su novela Bajo el cielo amazónico, en la Librería El Virrey, el 14 de abril de 2015.
Bajo el cielo amazónico, Editorial Baile del Sol, Tenerife, España, 2014.

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