Ventura García Calderon
Ventura García Calderón, amante de Francia

Por Osmar Gonzales Alvarado
Fuente: Librosperuanos.com

A los veinte años un hombre de las antípodas
vino aquí en busca de placer y de otros sueños.
Ventura García Calderón, La Francia que amamos, 1947


Ventura García Calderón nació por circunstancias extraordinarias en París el 23 de febrero de 1886, y por voluntad propia amó a Francia como su patria cultural.1  Desde 1906, año en que desembarcó en dicho país procedente de Lima con su familia luego de fallecido su padre, vivió, con algunas pocas interrupciones, en París, y en esa misma ciudad murió el 27 de octubre de 1959. Se identificó sentimentalmente con Francia, pero nunca olvidó su origen peruano. En su visión del mundo que trasladó a la escritura, a bellos textos literarios y de pensamiento, aquel país se sumó al nuestro, mas no lo sustituyó. También es cierto que la abundante y altísima obra de nuestro escritor no sería la misma sin su experiencia francesa y europea en general. Como evidencia, ahí están sus creaciones literarias, ensayos, crónicas y artículos periodísticos redactados en el fino estilo de su prosa de estirpe modernista, reconocido por sus colegas como, por ejemplo, el mexicano Alfonso Reyes, quien decía: “A veces, Ventura parecía un Blasco Ibáñez mezclado con Gómez Carrillo. A veces no se parecía a nadie. Siempre poseyó un estilo brillantísimo en español y en francés…”.2  Por otra parte, Ventura pertenece a ese grupo de escritores nuestros que por diferentes razones debieron salir del país pero al que nunca dejaron de tener presente. 3

Hombre de amplia cultura, polemista apasionado, a veces iracundo, conversador cautivador, lector empedernido, Ventura no abandonó nunca la idea de tratar de influir en el Perú. Su participación en el movimiento antileguiista de 1911, sobre el cual escribió1911. La novela peruana (con el seudónimo de Evaristo Galindo), su alegato generacional Nosotros, en el que debate con Luis Alberto Sánchez y Manuel Seoane, la colección de Biblioteca Peruana –compuesta por 13 tomos–en la que ofrece un panorama general de la literatura nacional, sus libros Vale un Perú e Instantes del Perú, y sus constantes colaboraciones en diarios y revistas peruanos son prueba de ello. No obstante, como señala Benoit Filhol: “Es inútil buscar en su obra intención de objetividad o una propensión verista sobre lo peruano, García Calderón quiso fijar y alimentar el repertorio cultural y literario proponiendo sus propias historias o sus propias versiones de leyendas ya escritas”.4

    El presente artículo, que tiene como objetivo explicar la relación intelectual-sentimental de Ventura García Calderón con la cultura francesa, está dividido en las siguientes secciones. Primero, tomo al escritor y su relación con la lengua y cultura francesa para señalar que aun cuando haya producido una literatura en otro idioma sigue siendo peruana. Segundo, analizo el papel que como diplomático le tocó desempeñar en Europa en plena Guerra Mundial a partir de los informes que enviaba en su momento a Lima, enhebrando su actuación con la de su hermano Francisco. Tercero, comento su bello libro La Francia que amamos, en el que sintetiza las razones de su identificación con dicho país. Finalizo con algunas reflexiones generales acerca del desarraigo, la literatura y la identidad.

Escritor peruano en lengua francesa
La relación de Ventura con la cultura francesa se nutrió desde la casa paterna. Don Francisco García Calderón Landa albergaba en su biblioteca libros de la cultura gala. Siendo Presidente del Perú durante la infausta Guerra del Pacífico, fue deportado a Chile cuando se negó a aceptar la cesión del territorio nacional como condición para concluir el conflicto armado internacional. En el cautiverio vivido en Valparaíso nació su primogénito, Francisco, en el año 1883. Terminada la guerra, la familia García Calderón viajaría a Francia; durante esa estadía nacería Ventura. La presencia francesa continuaría gracias a la educación recibida en el colegio de Los Sagrados Corazones, Recoleta, de Lima. Ventura no olvidaría jamás la influencia de esos años escolares. Prueba de ello fue el saludo que envió el 6 de octubre de 1943, desde Berna, en donde cumplía funciones diplomáticas en plena Guerra Mundial, saludando los 50 años de existencia de su recordado centro de estudios. En pocas líneas resumía la herencia educativa de La Recoleta:

Medio siglo ha transcurrido y los fundadores del Colegio de la Recoleta podemos atestiguar con imparcialidad que su obra ha sido magnífica. En el naufragio universal a que asistimos se salvarán los valores espirituales muy franceses y muy peruanos, que los padres fomentaron en nosotros. Y, esos valores que no han de zozobrar en el Arca, son: la libre dignidad del ser humano, la equivalencia cristiana de las razas y ese anhelo de concordia social y jurídico sobre los hombres y los países, resumido ya en la palabra del cristianismo: Caridad.5

La influencia francesa se consolidaría en Ventura (como en su hermano Francisco) cuando su familia se trasladó a París a inicios del siglo XX. Nuestro escritor tuvo el privilegio de llegar a Francia cuando este país era considerado el centro de la cultura occidental, y gracias a sus calidades intelectuales brilló en él. En tierra de Víctor Hugo, Ventura se adaptaría plena y rápidamente; para las élites parisinas sería un miembro más y algunos se sorprenderían de la facilidad y versatilidad con las que su pluma se pudo amoldar a la escritura francesa, con la misma maestría que ya observaba en su lengua materna. Tanto fue el reconocimiento que recabó de sus pares franceses que fue postulado, al igual que su hermano Francisco, al premio Nobel de Literatura de 1933 por parte de algunos de los más prestigiosos intelectuales de dicho país;6  iniciativa que luego académicos y escritores peruanos secundaron.7  Al final no obtuvo el premio que tanto anhelaba, y dejó constancia de su enojo en una Nota preliminar a la segunda edición, en francés, de La venganza del cóndor: “Antes de la última guerra, Ventura García Calderón parecía el favorito para el Premio Nobel: así lo pregonaba el eminente traductor de su obra al sueco, que era asimismo el informador oficial de la Academia Nobel. Y solo a última hora, obedeciendo motivos de política norteña, esa institución decidió apartar al escritor de América Latina para favorecer al finlandés Silanpaa”.8

No obstante, dicha postulación fue un triunfo obtenido por su calidad como escritor y un merecido reconocimiento a su integración plena a la lengua francesa. Ventura amó a Francia, a su idioma y a sus conquistas culturales, que constituyeron una patria intelectual que rebasaba las fronteras de los estados. Su primer texto escrito en francés fue su novela corta “Si Loti était venu”, de 1925, fecha que marcaría el inicio de su “traslado lingüístico” o “extraterritorialidad”.9  Como señala Jorge Nájar, la partida de Ventura a Francia no implicó quemar las naves, “sino más bien un ir y venir de un territorio a otro”.10  Jamás rompió sus lazos con el Perú, y la mejor manera que encontró de incorporar en su identidad personal y literaria ambas vertientes fue traduciendo sus propios escritos, del español al francés, pero especialmente del francés al español. Nájar llama la atención con agudeza, que la literatura peruana nace con el acto de abandono de la lengua primera, como lo muestra el caso ejemplar del Inca Garcilaso de la Vega, quien decidió escribir en la lengua paterna, el castellano, dejando soslayada la materna, el quechua, además de hacerlo desde el exilio.11

Ventura, desde su condición de transterrado, produjo una literatura peruana en lengua francesa, y ello implicó, quiérase o no, la incorporación de elementos y características de esa otra cultura, pero no por ello se puede afirmar que dejó de ser peruana. El tránsito de escribir de una lengua a otra, o de hacerlo simultáneamente en ambas, no melló la calidad de los relatos de Ventura, por el contrario, esta se mantuvo en niveles superlativos. Más que una identidad escindida la de Ventura fue una identidad enriquecida. Los críticos de Ventura no lo entendieron y postraron a él y a su obra en la marginalidad del proceso de la literatura nacional, con injusticia. Solo desde hace poco más de dos décadas se está incorporando la obra de Ventura en el legado cultural del Perú.

En un rápido esbozo de la evolución literaria de Ventura, Jorge Valenzuela Garcés señala que en un inicio mezcló modernismo con decadentismo (influencia de Baudelaire y Wilde) para luego llegar al exotismo (en el que ocupa su lugar lo andino o lo amazónico, por ejemplo, influencia de Pierre Loti).12  Como buen escritor modernista, Ventura buscaba la “belleza moral”, mejorar a los hombres mediante la renovación del lenguaje y estilo, que implicaba un saber cosmopolita y expansivo, que sería la base de una patria universal: “El modernismo de Ventura García Calderón es más una actitud o sensibilidad frente al mundo (un mundo en descomposición que ciertamente cuestiona), que un conjunto de principios establecidos por una escuela o movimiento estético”.13

En lo que es su narrativa, los títulos Danger de mort (de 1926, que fue publicado en simultáneo en español), Colour de sang (1931). Virages (1933), Le sang plus vite (1936), Amour indien (1944, nueva edición de Si Loti était venu), Le serpent couvert de regards (1947), nos ofrecen un panorama completo de su producción literaria en francés. Están compuestos por narraciones que tienen como motivo personajes y escenarios peruanos. Muchos años después de su muerte gran parte de estos relatos fueron traducidos al español. También hubo escritos que siguieron el camino opuesto: escritos en español y luego traducidos al francés, como el conjunto de cuentos La venganza del cóndor, en 1925, su libro más conocido publicado un año antes.

A pesar de no haber obtenido el Premio Nobel, Ventura fue múltiplemente reconocido. En 1931, su libro Color du sang fue premiado por la Academia Francesa. En 1939 fue incorporado como Académico de Número en la Real Academia de Lengua y Literatura Francesa de Bélgica. En 1947 recibió el doctorado Honoris Causa de la Universidad de Burdeos, el año siguiente la Academia Francesa lo distinguiría con la Medalla de Oro. Finalmente, en 1950 la Legión de Honor de Francia le daría la distinción como Comendador de la Legión. Como suele ocurrir, el Perú no le dispensó reconocimiento alguno.

La diplomacia en tiempos dramáticos
No solo su función de escritor permitió a Ventura estrechar sus lazos espirituales con Francia. Momentos dolorosos personales también tuvieron su gravitación, como la muerte de un hermano suyo, José, defendiendo ese país durante la Gran Guerra. También su labor como diplomático fue importante, especialmente en los años del avance del nazismo que humilló a Francia. Gracias a Iván Augusto Pinto Román podemos echar un rápido vistazo a la ruta diplomática seguida por Ventura.14  Fue en París, precisamente, donde dio inicio a su relación con la diplomacia peruana, cuando fue contratado como servidor administrativo de la legación peruana. Rápidamente fue nombrado canciller del Consulado del Perú en Londres, en 1911, y desde entonces cultivó una carrera exitosa como funcionario diplomático. En 1920, el gobierno peruano lo designó Jefe de Propaganda del Perú en París, cargo al que renunciaría cuando Augusto B. Leguía tomó el poder en 1921.

Ventura García Calderón regresó a la actividad diplomática cuando, el 12 de enero de 1932, fue nombrado por el flamante gobierno del general Sánchez Cerro, Jefe de la Oficina Permanente del Perú ante la Liga de las Naciones en la mayor ciudad suiza de habla francesa, Ginebra, cargo que desempeñaría hasta 1938 con transitorias interrupciones. Pues ocupó además las funciones de Ministro Plenipotenciario del Perú en el Brasil (1932-33). En 1934 el gobierno del general Benavides lo destinó nuevamente a Ginebra como Delegado del Perú ante la Liga de las Naciones; dicho mismo año fue acreditado como Ministro Plenipotenciario en Bélgica, y al año siguiente cumplió brevemente igual función en Polonia (1935), reasumiendo el cargo de Delegado ante la Asamblea de la Liga de las Naciones, y luego Delegado ante el Consejo de la Liga (13.1.38) para ser, más tarde (2.9.38), una vez más, Delegado ante la Asamblea de la Liga en la apacible ciudad del lago Lemán. Desencadenada la II Guerra Mundial, el gobierno de Manuel Prado lo destinó a Berna, como Ministro Plenipotenciario ante la Confederación Helvética (1940), el mismo año en que a su hermano Francisco, se le designaba Embajador en París.15

La Segunda Guerra ya había estallado y el peligro nazi era una realidad. En el Perú gobernaba Manuel Prado, quien se declararía a favor de los aliados. Ventura –tanto como su hermano Francisco, destinado como Ministro de la legación peruana en Francia– vive apremiantemente el escenario europeo que se expresa en sus informes como diplomático.16  El libro de Juan del Campo nos permite hacer un seguimiento de sus constantes noticias remitidas a la cancillería del Perú.

Desde Bruselas, el 25 de abril de 1940, ante la inminente invasión nazi, Ventura propone “medidas preventivas”, como trasladar el consulado a una casa en el campo, pues, advierte, el ingreso alemán puede hacer que se pierda documentación valiosa. El tono es de urgencia: “Por todos los datos concordantes que tengo, sé que la posibilidad de una intervención alemana rápida y fulgurante se ha presentado ya varias veces y mucho temo que si ella se realizase no haya tiempo material de solicitar instrucciones cablegráficamente a ese Despacho”.17  El 12 de mayo, escribe desde Bruselas que el ejército holandés ha capitulado “tras solo cinco días de lucha”. La aviación alemana había destruido Rotterdam y amenazaba otras ciudades. Por su parte, la defensa belga había sido derrotada en Namur. El ejército alemán ya asediaba Bruselas. El 16 de mayo, Ventura escribe desde Ostende, las afueras de Bruselas, ciudad a la que ya había dejado por decisión del gobierno belga, y criticando a dos diplomáticos peruanos por su fuga “indecorosa” y “en estado de pánico” sin justificativos. El 17 de mayo informa que funcionarios del gobierno belga le han aconsejado trasladarse a París “para ver claramente las cosas y conocer la sede definitiva del gobierno”. Al día siguiente, continúa Ventura, las noticias son previsiblemente más desalentadoras: el ejército belga se había desmoronado y los alemanes ya habían roto las líneas aliadas en Lovaina tomando Bruselas, al igual que Amberes.

Paralelamente, Francisco García Calderón, desde París, expresa, el 28 de mayo, su temor que los hechos posteriores confirmarían: “Por lo tanto…tenemos que el gobierno francés se verá obligado a dejar París los primeros días de junio. La resolución de los aliados es muy firme y la opinión serena”.18  Este es el inicio de lo que sería un penoso vía crucis para el diplomático y escritor peruano.

El gobierno belga se instala en Francia; el régimen en el exilio se manifiesta en contra del rey Leopoldo, pidiendo su abdicación. El 16 de junio, desde Poitiers, Ventura informa “Vivo miserablemente a doce kilómetros de la ciudad en condiciones inimaginables”.19  El 20 de junio califica la situación como “muy crítica”, y advierte que podría quedar incomunicado. Por su parte, Francisco decide quedarse en París a pesar de las recomendaciones que recibió por parte del Nuncio apostólico, quien partía de esa ciudad junto a otros ministros hispanoamericanos. El 19 de junio, el propio Francisco explica por qué decidió no salir de la capital francesa: “En la necesidad de organizar la partida de los funcionarios de nuestras legaciones y velar hasta el último momento por la integridad de nuestros compatriotas, me vi obligado a renunciar a formar parte de la comitiva diplomática que acompañaba al nuncio”.20  Ese mismo día, Ventura informa sobre “la carencia absoluta del gobierno belga y el desorden total”,21  y espera la decisión del gobierno belga de fijar lugar de residencia. Sin embargo, Ventura pronto sería obligado a dejar París por la inminente invasión nazi.

En junio de 1940 se instala el gobierno en Vichy, “con autonomía reducida”, pero que fue explícitamente colaboracionista con el gobierno alemán, luego de ocurrida la invasión de la Wehrmacht. El héroe de 1914, el mariscal Philippe Pétain, asumió el poder firmando el armisticio del 22 de junio de 1940. Luego de caído París se establece el gobierno conservador de Pierre Laval, mientras que Pétain es designado Presidente del Consejo de Ministros. Desde el exilio, Charles De Gaulle lideraría la oposición al gobierno colaboracionista. Francia era invadida por una Alemania que tenía fresca la derrota en la Gran Guerra y la capitulación degradante ante las fuerzas francesas que Hitler había jurado vengar. Por su parte, Francisco García Calderón refiere, desde Cannes el 12 de julio, que decidió dejar Biarritz debido a que un general alemán le había dicho que “los jefes de misión nada tenían que hacer en la zona ocupada”, escribe.22  Los hechos se acelerarían. El 24 de julio, la cancillería peruana informa a la legación peruana en Francia que había notificado a Ventura, en tanto ministro acreditado ante el gobierno belga, que había decidido clausurar la legación en ese país. El diplomático peruano se queda en París como representante no residente ante Bélgica.

Para 1941 la presencia alemana se hace más ominosa. Hacia el 13 de junio, Ventura prepara su viaje a Berna, y al día siguiente sería expulsado por los nazis de París “en forma insidiosa y descortés”, según sus propias palabras. En enero de 1942 el Perú decide romper relaciones con los países del Eje. El 5 de marzo Ventura informa que Alemania arrestó a cinco ciudadanos peruanos “por razones de reciprocidad”.23

En el mes de abril de 1942 se produce la invasión militar alemana de Vichy como consecuencia de la agudización bélica que produjo nuevas exigencias al Eje. Ante ello, Pétain, acatando disposiciones de Berlín, designa nuevamente a Pierre Laval como jefe de gobierno, destituyendo al Almirante François Darlan, quien había asumido el cargo a fines de 1940. Laval fue un activo colaborador del Tercer Reich; el gobierno de Francia, despojado de todo orgullo, solo respondía a los dictados alemanes. En esta situación agravada, las comunicaciones estaban interceptadas, haciendo muy difícil para los diplomáticos peruanos mantener el contacto con la cancillería ubicada en Lima. Por esta razón, Ventura recibiría instrucciones por medio de Suiza, en donde ya cumplía funciones de ministro en Berna. El 14 de noviembre, la cancillería peruana le pide decir a su hermano Francisco, que está en Vichy, que salga con urgencia hacia Portugal con todo el personal de la legación pero sin romper relaciones. Ese mismo día, Ventura contesta que habló telefónicamente con su hermano, y en otro mensaje señala que la comunicación con Francia ha quedado suspendida, y que solo es posible hacerlo por medio telefónico. El 16 del mismo mes informa a Lima que no ha habido atropello a la legación peruana en Vichy, como sí sucedió con las representaciones de Brasil y México. Pero el día siguiente, Ventura hace saber que Francisco le ha informado “que existen dificultades para salir porque las autoridades alemanas no les dan permiso”.24  Para el día 19 de noviembre las comunicaciones telefónicas entre Francia y Suiza ya están suspendidas. El 28 de noviembre la cancillería peruana envía comunicación urgente para que Francisco y toda la legación salgan inmediatamente de Francia. Ventura escribe el 30 de noviembre que el ministro peruano en París ha informado que las fronteras están cerradas para los países que han roto relaciones diplomáticas con el Eje.

En un momento sumamente álgido, Francisco decide, el 30 de noviembre, enviar una carta al jefe de gobierno de Vichy, Pierre Laval, a quien conocía personalmente, informándole que la legación peruana se trasladará a Lisboa y solicitando comprensión para poder salir de Francia; pero fue una iniciativa inútil, pues no obtuvo respuesta alguna. Por su parte, el 1 de diciembre, Ventura transmite la versión de que los alemanes no quieren visar los pasaportes peruanos porque podrían ir a África y presentar credenciales ante el almirante Darlan “quien había reemplazado allí al gobierno Pétain”. Con cierto optimismo, Francisco, el 17 de diciembre, señala que si bien los alemanes han cerrado la frontera con España para el Perú y los países latinoamericanos que rompieron con el Eje, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Francia gestiona ante Berlín la autorización para atravesar la frontera: “El ministerio acaba de hacer una nueva gestión y cree poder obtenerla en una o dos semanas”.25  El 28 de diciembre el diplomático peruano informa a Lima que Alemania daría su autorización, lo que finalmente no ocurriría.

Para el 5 de enero de 1943, la cancillería del Perú escribía a Berna que le diga al ministro peruano en Francia, Francisco García Calderón, que active las gestiones para salir de ese país cuanto antes sin comprender que era voluntad de Alemania no dejarlos salir, y que el gobierno de Vichy no tenía la autoridad para influir o interceder ante Berlín, en tanto gobierno ficticio que era. El 8 de enero, Ventura desde Berna señala que Suiza teme ser invadida e informa los esfuerzos infructuosos de su hermano para evacuar Vichy: “Puede usted estar seguro que él tiene tanta prisa como el gobierno peruano de obedecer la voluntad nacional, pero desgraciadamente esto no depende de él”.26

El 25 de enero, la legación peruana en Berna confirmó la versión según la cual los representantes diplomáticos del Perú, Brasil, Ecuador y Colombia quedarían confinados en la comuna de Mont-Dore. Ese mismo día, Francisco García Calderón dirige una nueva carta al jefe de gobierno francés Pierre Laval, comunicándole la difícil situación por la que atravesaba. Entre otras cosas le escribe: “No tengo necesidad de subrayar que esta medida sin precedentes en los anales diplomáticos entre los pueblos, es contradictoria al estatuto de nuestras relaciones con Francia, a las convicciones que subsisten entre las naciones que no están en estado de guerra, a las reglas más elementales de cortesía internacional y a los principios fundamentales de la civilización que ustedes defienden”.27  No obtuvo respuesta. Laval era un peón en el juego de Hitler. Al día siguiente, 26 de enero, el diplomático peruano, por medio de Berna, transmitió a Lima un informe en el que pormenorizaba los vejámenes sufridos por el gobierno francés. Ese mismo día, el Perú rompe relaciones con el gobierno de Vichy. La situación se presentaba dramática para la legación peruana. Por esta razón, el 30 de enero, Ventura ve el peligro de que su hermano y las misiones hispanoamericanas sean consignados en Alemania, como efectivamente ocurriría.

El 6 de febrero, Ventura retransmite a Lima el mensaje de su hermano Francisco en el que señala que los representantes de Colombia, Ecuador y Perú, estados que habían roto con Alemania, serían trasladados a este país. La cancillería insta por la pronta liberación de Francisco García Calderón, ante lo cual Ventura señala, el 10 de febrero, que los problemas son muy grandes y que Lima no los comprende a cabalidad: “Nuestros representantes están incomunicados, amenazados con la reclusión en barracas con centinelas y no pueden en ningún caso partir sin la autorización del gobierno alemán cuyo claro deseo es reservarlos para un canje con los alemanes del Perú”.28  Lima respondió que el ministro peruano demoró su salida del territorio francés, como se lo había ordenado. El 12 de febrero, desde Berna, Ventura informa lo inevitable: que los diplomáticos peruanos fueron trasladados a Alemania, al complejo de Bad Godesberg, en la región de Weimar.29  El 24 de febrero, Francisco envía un telegrama dramático a la legación peruana en Berna para que fuera retransmitido al Ministro de Relaciones Exteriores, Alfredo Solf y Muro, vía la legación suiza en Berlín: “Desde hace cuatro meses no recibo ni telegramas de usted ni respuesta a los míos que son numerosos. Ruego telegrafiarme el estado actual de la negociación para la liberación. Siete países hispanoamericanos llegaron oportunamente a un acuerdo con Alemania y sus representantes no han venido aquí. Necesitamos de la ayuda moral de usted y de informaciones frecuentes por medio de Suiza”.30

El 30 de abril de 1943 la representación peruana en Berna informa que 70 ciudadanos peruanos residentes en Alemania han solicitado visa para regresar al país. La cancillería en Lima instruyó negar absolutamente pasaportes a extranjeros nacionalizados y que solo se podía atender a peruanos de nacimiento. Su temor era el uso que podrían hacer de sus pasaportes como agentes de propaganda. El representante peruano en Berna, Ventura García Calderón, manifestó su desacuerdo con esa disposición pero sin poder modificar las órdenes emanadas desde Lima.

El 13 de octubre, desde Berna, se informa a Lima de un nuevo campo de concentración, el de Compiegne.31  El 16 de diciembre, Ventura  anuncia que su hermano Francisco y otros funcionarios serían liberados luego de un año de cautiverio. Finalmente, el 19 de enero de 1944, el diplomático peruano llegaría a Portugal. Inicialmente se dispuso que viajara a Argelia para asumir la representación ante el Comité Provisional de la Francia Libre en el Exilio, pero por los trastornos mentales que se le agudizaron por el cautiverio, tuvo que ser internado en una clínica suiza. Para el 12 de setiembre llega el informe desde dicho país que señalaba que Francisco García Calderón está en “un severo tratamiento psiquiátrico” en una clínica cercana a Mont Treuse.32  Es fácil imaginar la zozobra que habrá vivido Ventura: en junio de 1916 su hermano José falleció en la batalla de Verdún defendiendo a Francia ante Alemania,33  y luego vivir la angustia por el hermano secuestrado por los nazis. Francisco sobrevivió, pero cumpliendo un sino trágico: nacer durante el cautiverio de su padre en Chile, y abandonar sus fuerzas intelectuales y psíquicas durante su propio cautiverio en Alemania.34


La Francia amada por Ventura
Aparte de los temas familiares, lo más doloroso para Ventura fue ver a su Francia amada aplastada por la bota alemana. La invasión primero y luego la instalación del gobierno títere de Vichy constituyeron hechos que no podía soportar. Siglos de inteligencia y cultura francesas hechos polvo por las fuerzas nazis. Apenas acabada la guerra, Ventura escribió en 1945, entre Berna y Ginebra, y en idioma francés, un bello texto que tituló Cette France que nous aimons, publicado ese mismo año en Ginebra. Se trata de un relato apasionado sobre el papel que ese país ha tenido en la cultura universal; un texto que lamentablemente permaneció ignorado por muchos años para los lectores peruanos y de habla hispana en general. Hasta 2012, cuando Pedro Díaz Ortiz, director de la Serie “Letras Francesas”, de la Facultad de Humanidades y Lenguas Modernas de la Universidad Ricardo Palma, decidió la realización de la traducción de dicha obra que apareció bajo el título La Francia que amamos.35

El opúsculo está escrito en forma de carta o documento que el autor le envía a la señora de Maurice Bourquin porque “…usted se dignó enseñar al solitario las palabras que sosiegan”,36  y hace explícito el lugar intelectual desde donde lo escribe: “… por una predestinación del amor, un extranjero habría de ser testigo de Francia y escribir su alabanza con la pluma de sus grandes muertos”;37  y en las circunstancias en que lo hace: “Expulsado por el Reich, y convertido en Suiza en una suerte de ministro plenipotenciario de los Andes en los Alpes…”,38  aludiendo a las peripecias que debió pasar como diplomático, como vimos en la sección anterior y que el propio autor resume del siguiente modo:

¿Cómo llegué hasta aquí? … Trayecto de Bruselas a Ostende donde la gente es presa de entorpecimiento; de Ostende a Calais donde debo luchar en la sombra de una calle con larvas de la quinta columna; de Calais a París entre un tropel de fugitivos llevando sobre el techo del auto su sillón o su jaula de gallinas. Tras la escala en parís, partida forzada a Poitiers donde también deben permanecer todos mis colegas diplomáticos.39

Ventura expone el papel que le ha tocado a Francia en la cultura universal por medio de la presentación de sus autores más célebres (Renan, Victor Hugo, Michelet, Balzac) y personajes más destacados (Juan de Arco, Napoleón). Quizás su motivación fundamental sea la admiración que siente por los hombres de inteligencia franceses quienes al mismo tiempo simbolizan un sentimiento. En sus palabras: “Pronto el desorden del corazón estará gobernado por la inteligencia. Al lado del ala activa de poetas, en Francia siempre se es también hombre de ideas, analista del corazón, humanista, moralista”.40 Aquí es donde se encontraría la singularidad de Francia: “¿Qué ha aportado Francia en lo que siempre fue única?…: un clima para la existencia del sabio, del poeta, del inventor en todos los campos, un estimulante para las elites que moldearon el mundo tal cual es”.41 Palabras que complementan los conceptos que vertió en su mensaje al colegio La Recoleta. No creo exagerar que esta es la exposición más prístina de su objetivo. A Francia se le debe amar por su razón y por su corazón. Y en el centro de todo está París: “La amalgama es excelente; el mundo entero la aprobó adoptando a París como una escuela de vida, moldeada poco a poco por la raza que no abandonó su optimismo en el camino y sigue siendo invenciblemente joven”.42  Para nuestro escritor-diplomático, Francia es el resultado del diálogo de dos vertientes; es pagana y cristiana al mismo tiempo, y es esto lo que pretende haber armonizado en su libro, según propia confesión. Es más, en esta dualidad es donde Ventura encuentra la explicación de la influencia de dicho país: “La más sorprendente afirmación de la cultura francesa y una de las razones de la universalidad de su influencia es ese acuerdo entre la filosofía helénica y la doctrina cristiana”.43

Todo lo anterior vuelve más comprensible el desgarro que vive Ventura como propio ante la humillación francesa producida por los tanques alemanes. Degradación que se debió en parte a la sumisión de un amplio sector de la sociedad. Es evidente el dolor de Ventura ante la invasión alemana, pero sobre todo por la anuencia colaboracionista de quienes gobernaron en los momentos más dramáticos, ante lo que Ventura se pregunta con sarcasmo: “¿Por qué Francia no habría de ser socia de un enemigo leal, si estaba decidido como ella a hacer borrón y cuenta nueva”.44

Hay un tinte en el argumento de Ventura que no deja de llamar la atención. Se refiere a Alemania como un país que históricamente ha odiado a Francia. En muchos pasajes no hace distinción entre alemanes y nazis. Por ejemplo, escribe sobre los alemanes: “Este pueblo confuso heredó de la India el gusto por las masacres y por sistemas cosmogónicos pasados”,45  y que tiene la “necesidad trepidante de actuar y de someter”.46  Es decir, encuentra en la historia y en su idiosincrasia las razones que explican dicho odio: “En 1870, fue el maestro alemán quien ganó la guerra; ahora es el alemán virtuoso el que domina el mundo debido precisamente a su virtud”.47  Hitler sería la expresión más acabada de esa historia: “Cualquiera sabe, sin haber leído la traducción de Mein Kampf, que para asesinar a Europa, Alemania deberá primero acabar con Francia”.48  Para confirmar su aserto, Ventura realiza una rápida exploración por algunos personajes que resumirían el alma alemana. Lutero, Federico II y Bismarck, “brutos o astutos” según la ocasión, marcarían para Ventura los destinos de Alemania. Lutero, el “genio furibundo”, el “fabricante de odio” e “insensato” prefigura el alma germánica. Federico II es el misántropo lector de filósofos franceses, y Bismarck simplemente es brutal. A ellos se sumaría el pensamiento de Nietzsche, quien proponía la búsqueda del héroe asceta, “una especie de semidiós muy poco humanizado”:49  “…la Alemania guerrera de 1939 está impregnada de su doctrina, desde luego bastante adulterada por los nazis”.50  Finalmente, Hitler. Ventura recuerda que “En 1938, toda Europa escuchaba aterrada alrededor de una radio la elocuencia gutural del frenético”.51

Llama la atención la comparación negativa que hace Ventura entre Alemania y los judíos, nada menos, teniendo en cuenta la historia reciente que había vivido como diplomático peruano en la Europa convulsionada por el nazismo. Dice de Alemania: “Su historia se revela tan inconcebible y predestinada como la de Israel. Porfiada y de argumentos capciosos como un rabino, quisquillosa y rencorosa. Alemania habría podido ser la inventora de la ley del Talión si un judío no hubiera encontrado la fórmula. Está convencida, como los judíos, de hacer realidad, excluyendo a los otros, el Reino de Dios”.52  Luego señala que Alemania y Francia son tan opuestos como el Antiguo y el Nuevo Testamento, para luego continuar describiendo aquel país: “Pueblo de príncipes lectores que tenían la costumbre de elegir, como los antiguos hebreos, al mejor dotado para la eterna batalla, llevando siempre en la boca el nombre de Jehová, su generalísimo de honor. Pueblo de frenesís fríos, labrado por la necesidad de actuar. Esta necesidad, embellecida por sus sabios con el nombre de dinamismo faustiano o titanismo, ¿no es acaso simple y llanamente la gran neurosis de Israel?”.53

No es suficiente para hallar en Ventura rastros de anti-semitismo, pero no dejan de resonar sus palabras. ¿Acaso la Alemania se ensañó con el pueblo judío por parecerse tanto a ella misma? Esta parece ser la argumentación subyacente de nuestro escritor-diplomático. En cualquier caso, no se trata de una argumentación racista, sino una de tipo histórico y cultural.54  No obstante, es preciso señalar que salvo estas dos alusiones no hay mayores referencias al pueblo judío y a Israel.

El mensaje fundamental de Ventura es llamar la atención sobre la inmortalidad de Francia: “Pero entre las sombras una luz, y entre las dudas una certeza: Francia renacerá, este país tan necesario para el mundo”.55

Amor y desarraigo
¿Amar a un país distinto al propio es sinónimo de desarraigo o, por el contrario, de expansión y enriquecimiento espiritual e intelectual?

En el caso de Ventura García Calderón se trataría de la segunda opción, pues la explícita confesión de su amor por Francia no disminuía su identificación con el Perú, en donde nació y cultivó su aprendizaje primero y fundamental. Pertenecía, además, a una familia profundamente arraigada en la historia peruana. No tenía forma de desvincularse del país, así lo hubiera deseado. Sus diversos escritos nos revelan el permanente interés que tuvo por los problemas nacionales, tanto del pasado como actuales. Amar a Francia fue una extensión o complemento de su amor por el Perú. Para Ventura, la patria intelectual construida por la lengua francesa estaba conformada por pensamiento y valores generales, que –sostenía– eran similares a los que identificaban al Perú. Vivir tantos años en Francia y países francófonos le proveyó una mirada y un entendimiento más amplio del mundo y de la vida. Ello se tradujo en la escritura que produjo en ese otro idioma, y el arte de escribir lo concibió como un puente entre, tomando sus palabras, los Andes y los Alpes. Si bien funcionario diplomático, Ventura se vio a sí mismo como un embajador cultural del Perú en Francia, con una misión mucho más amplia, vital y permanente.

Se ha discutido mucho sobre si los cuentos de Ventura reflejan verdaderamente la vida peruana. Sus críticos han señalado que no, que los aspectos y personajes que retrata solo fueron pretextos para sus ficciones literarias. O peor aun: que escribió sobre motivos peruanos con espíritu francés, producto de su larga ausencia del país y por su desconocimiento de los conflictos que lo atravesaban. Esa misma crítica se la hicieron a José María Arguedas, insospechado de exotismo, olvidando que el mundo construido por la literatura no tiene que ser el espejo de la vida. Tales cuestionamientos guardaban una secreta intención: excluir al autor de La venganza del cóndor del proceso de la literatura nacional, desarraigarlo de la evolución espiritual peruana. Es decir, el desarraigo y exclusión de Ventura de la vida cultural nacional no provino de una exterioridad buscada por él mismo sino que fue obra de sus críticos. En consecuencia se lo acusó de lo que los acusadores mismos habían imaginado. Vivir en el extranjero, por mayor que sea el tiempo, no implica necesariamente el olvido de la herencia. César Vallejo es un caso digno de mencionar en este aspecto: escribió y murió en París, como Ventura García Calderón, y al igual que este, no recibió reconocimiento oficial alguno en nuestro país mientras vivió. Mirando bien las cosas, no son nuestros creadores los que se desarraigan del Perú, es nuestra propia sociedad la que se desafecta de ellos.

Notas
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1  Agradezco los comentarios que me hicieron Isabel López Eguren y Domingo García Belaunde para mejorar la versión inicial de este artículo.
2  “Alfonso Reyes y los hermanos García Calderón”, en Cultura Peruana núms. 144-145, vol. XX, junio-julio de 1960, s/p
3  Como su propio hermano, Francisco, Felipe Sassone, Julio Ramón Ribeyro, César Moro, Luis Loayza y Mario Vargas Llosa, entre otros.
4  Benoit Filhol, “El Perú en la narrativa de Ventura García Calderón”, Tesis doctoral, Universidad de Alicante, 2013, pág. 43
5  Mensaje de Ventura García Calderón al Señor Presidente de la Asociación de Antiguos Alumnos del Colegio de los Sagrados Corazones Recoleta, del 6 de octubre de 1943. En Colegio de los SS.CC. Recoleta, 1893-1943, s/p. Este mensaje fue reconocido en el discurso que pronunció por la misma ocasión José de la Riva Agüero, condiscípulo y amigo predilecto de los García Calderón. En un momento sostiene, refiriéndose a Ventura: “Este último, a pesar de los estorbos que la guerra opone, nos ha enviado desde Berna un vibrante mensaje, cuya lectura acabáis de escuchar y aplaudir”, op. cit., s/p.
6  Entre los firmantes: Jean Giradoux, Henry de Montherlant, Jules Romains, George Duhamel, entre otros.
7  Como Luis E. Valcárcel, Mariano Iberico, Horacio Urteaga, Raúl Porras Barrenechea, José María Eguren, José Sabogal, y otros más.
8  La Nota preliminar no está firmada, pero como sostiene Ricardo Silva Santisteban, con certeza fue escrita por Ventura. Ventura García Calderón, Narrativa completa I, Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2011, pág. 65
9  Jorge Nájar, “La narrativa francesa de Ventura García Calderón: tapices flamencos por el revés”, en Ventura García Calderón, Narrativa completa II, Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2011, pág. 13
10 loc. cit.
11 op. cit., pág. 17
12 Jorge Valenzuela Garcés, “La experiencia narrativa de Ventura García calderón: del decadentismo modernista a la cuentística del exotismo regionalista”, en Ventura García Calderón, Narrativa completa I, Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2011
13 op. cit., pág. 21
14 Iván Augusto Pinto Román, “Ventura García Calderón Rey, diplomático”, Humanidades y Lenguas Modernas núm. 15, 2012
15 op. cit., pág. 16
16 Juan del Campo Rodríguez, El Tercer Reich visto por Torre Tagle. Crónicas peruanas de la Segunda Guerra Mundial, Asociación de Funcionarios del Servicio Diplomático del Perú, Lima, 2012.
17 op. cit., pág. 365
18 op. cit., pág. 383
19 op. cit., pág. 399
20 op. cit., pág. 404
21 op. cit., pág. 406
22 op. cit., pág. 419
23 op. cit., pág. 464
24 op. cit., pág. 670
25 op. cit., pág. 673
26 op. cit., pág. 681
27 op. cit., pág. 683
28 op. cit., págs. 695-697
29 Alexis R. Arévalo-Vergara precisa que se trató de 120 diplomáticos latinoamericanos los que fueron tratados como prisioneros de guerra recluidos en el semi-derruido “Hotel Dressen”. Alexis R. Arévalo-Vergara, Segunda Guerra Mundial. Diplomáticos peruanos cautivos durante el régimen nazi, La Casa del Libro Viejo, Lima, 2014.
30 Juan del Campo,  op. cit., págs. 698-699
31 Ubicado a 65 kilómetros al norte de París. Entre 1941 y 1944 fue uno de los principales campos de tránsito en Francia utilizado por Alemania. Dentro de sus murallas fueron recluidas las víctimas de la Schutzhaft: más de 54.000 judíos, además de miembros de la resistencia, militantes sindicales y políticos. Cerca de 50 mil fueron deportados a otros campos de concentración y exterminio como Auschwitz, Buchenwald, Dachau y otros.
32 op. cit., pág. 748
33 En el Panteón francés en la zona donde se rinde homenaje a los caídos en Verdún existe una placa especial con el nombre: José García Calderón.
34 Otro caso dramático fue el del encargado de negocios en Bucarest, José Gambetta, quien durante la invasión nazi a Varsovia sufrió graves heridas, quedando baldado de un pie, que luego habría de ser amputado. Su esposa, Miriam Coca era judía, así como los servidores administrativos de la legación peruana, los hermanos Trink, a quienes buscó proteger. Para ello, les expidió pasaportes a pesar de no haber nacido en el Perú, contraviniendo las indicaciones de la cancillería de Lima. Gambetta informó que lo había hecho por razones humanitarias, pues corrían peligro de muerte los mencionados. Desde Torre Tagle se informó al gobierno suizo que esos pasaportes deberían ser retenidos al mismo tiempo que pasaba a la situación de disponibilidad al diplomático (febrero de 1944). Asimismo, ordenaba el regreso a Lima de Gambetta para ser sometido a proceso disciplinario. Este, gravemente enfermo, acumulando deudas por los altos costos que significaba su tratamiento médico, estaba en la indigencia, pues su sueldo como funcionario le había sido retenido. Una vez amputado su pie derecho el estado de salud de Gambetta se agravó más aún. Solicitó una reconsideración, pero no fue atendido. La cancillería peruana mantuvo una posición intransigente. Ventura García Calderón buscó interceder, pero sin éxito. El 10 de octubre de 1944, enviaría un cablegrama informando que Gambetta había fallecido debido a un cuadro de pleuresía, dejando a una viuda sin recursos.
35 Ventura García Calderón, La Francia que amamos, Serie Letras Francesas-Universidad Ricardo Palma, Lima, 2012. La traducción, a cargo de María del Pilar Zuazo Mantilla, se realizó sobre la base de la segunda edición, impresa en París en 1947. Antes, en la misma serie, se tradujo otra obra de Ventura García Calderón: La Perricholi: comedia en tres actos y cuatro escenas (2008).
36 op. cit., pág. 21
37 loc. cit.(sic)
38 loc. cit.(sic)
39 op. cit., pág. 34 (sic)
40 op. cit., pág. 160
41 op. cit., pág. 222
42 op. cit., pág. 184
43 op. cit., pág. 209
44 op. cit., pág. 30
45 op. cit., pág. 55
46 op. cit., pág. 71
47 op. cit., págs. 39-40. “La Guerra Franco-Prusiana fue un trauma para la grande nation. Napoleón III fue tomado prisionero, París fue cercado y posteriormente ocupado; y, por si todo esto no fuera ya suficiente humillación, Otto von Bismarck, el Canciller de Hierro, decidió fundar el Imperio alemán nada más y nada menos que en el Salón de los espejos del Palacio de Versalles, mudo e imponente testimonio de la pasada gloria francesa”. Ramón León, “Ventura García Calderón y las vicisitudes de la Grande Nation”, Humanidades y Lenguas Modernas núm. 15, 2012, pág. 19
48 V. García Calderón, La Francia…, op. cit., pág. 42
49 op. cit., pág. 91
50 op. cit., pág. 85
51 op. cit., pág. 65
52 op. cit., pág. 56
53 loc. cit.
54 En uno de los Apéndices, “Apuntes sobre el problema de las razas”, crítica a Gobineau, quien “funda el racismo” (pág. 248). Y señala además que Sudamérica ha resuelto el problema de las trazas, cuyo máximo ejemplo es Rubén Darío, “mezcla coherente de negro, indio chorotega y judío” (pág. 249).
55 op. cit., pág. 32

 

 

 

 

 

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