La narrativa del siglo XXI
La vida después del boom


Por José Antonio Bravo
Fuente: Variedades Nº 277, Lima 28/05/12
http://www.elperuano.pe/Edicion/variedades.aspx

¿En qué aguas se mueve la narrativa latinoamericana en la actualidad? Nuevas tendencias literarias surgen en la región. Algunos influenciados por la globalización, otros siguen modelos de la literatura hispanoamericana y una tercera corriente mantiene la visión llena de elementos mágicos.

LA estela del fenómeno editorial bautizado como el boom latinoamericano tal vez nunca se borre. El movimiento narrativo que empezó gracias al empuje de sellos de Barcelona y que, décadas después, tiene entre sus miembros a dos premios Nobel de Literatura (Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa), además de figuras indiscutibles como el argentino Julio Cortázar, el mexicano Carlos Fuentes y el chileno José Donoso, marcó un hito tanto en el terreno específico de las literatura como también en la política, pues muchos de estos escritores siguieron lo que el filósofo francés Jean Paul Sartre llamó “el intelectual comprometido”, que fue el epónimo del intelectual del siglo pasado.

Novelas como Rayuela o El coronel no tiene quién le escriba se traducen y continúan vendiendo miles de ejemplares alrededor del mundo. El boom nos puso en la vitrina mundial de las letras. En Latinoamérica, permitió ganar y formar masas de lectores y, cómo no, generaciones de escritores que crecieron bajo la influencia de estos autores, quienes a su vez se habían embebido de las modernas técnicas narrativas de Faulkner o Dos Passos.

El mercado editorial explotó al máximo el fenómeno que causó en todo el hemisferio cuando la academia sueca entregó el premio Nobel de Literatura 1982 al colombiano Gabriel García Márquez, puntal del realismo mágico. Ello permitió el surgimiento de escritores que imitaban su estilo, al extremo que en otras latitudes del globo se llegó a pensar que realismo mágico y literatura latinoamericana eran uno solo, sinónimos.

Los parricidas
El ahogo que causó esta sobreexplotación editorial desmedida fue el leit motiv de un parricidio: A inicios de los noventa surgió otro movimiento en la narrativa de estos lares, la generación McOndo. El nombre lo decía todo: tomaba por onomatopeya el nombre del famoso pueblo creado por el Gabo en Cien años de soledad (1967). Los McOndo no les interesaba contar esa Latinoamérica colorida y exótica, que no les parecía cercana, sino aquella imbuida del universo de las ciudades, donde los rótulos de las trasnacionales gringas, como las hamburguesas McDonalds y las computadoras, eran los nuevos determinantes. Tampoco se miraba a Europa como patrón a seguir, sino, sobre todo, al gran hermano: Estados Unidos y su tributo al individualismo y al consumismo. A esta generación no le interesaba cambiar el mundo ni apostar por los problemas de Latinoamérica tampoco, sino, simplemente, vivir la literatura. De esa generación, quedan hasta hoy algunos nombres como el chileno Alberto Fuguet, el boliviano Edmundo Paz Soldán, el peruano Jaime Bayly y el argentino Rodrigo Fresán. No fue el único movimiento.

Como contrapartida, también en esa década apareció en México la generación Crack, formada por cinco narradores que buscaban reivindicar lo mejor del legado del boom latinoamericano, no en lo que se había deformado por el fenómeno editorial ya mencionado.

Para el crítico literario Ricardo González Vigil, hoy nada es claro en la literatura latinoamericana, pero tampoco el mundo místico y exótico, con el que trabajaba nuestro José María Arguedas, ha dejado de existir. “Hay unos circuitos que manejan el mercado internacional, por influencia de la globalización y de modelos que vienen de la literatura hispanoamericana. Es cierto que en ese circuito lo real maravilloso ha perdido significación porque muchas personas imitaron fácilmente el estilo de García Márquez. Pero, aunque ya no tenemos la información continental y no es fácil seguir lo que se da en otros países, lo que conozco de narradores peruanos y andinos menores de 40 años, veo que siguen trabajando con esas categorías míticas o de culturas distintas que la Occidental. No acceden tanto al mercado editorial más internacional y los premios, como el propio Arguedas, pero gran parte de la población de nuestros países son indígenas, afrodescendientes y siguen teniendo una visión llena de elementos mágicos, míticos. Entonces es absurdo creer que eso no se canalizará en obras literarias”.

Y González Vigil recuerda que las novelas pueden ser notables, como el caso de Las Tres Mitades de Ino Moxo (1981), de César Calvo, que habla sobre el universo amazónico; haber cosechado buenas críticas y tener ediciones en el extranjero pero son consideradas “de otras épocas”. En comparación, con el legado del puneño Gamaliel Churata, que hoy, a más de 40 años de su muerte, es objeto de renovados estudios.

¿Qué nos queda?
En una entrevista realizada por la periodista española Caridad Plaza para el portal El Boomerang, el novelista mexicano Jorge Volpi, de la generación mexicana Crack, le decía que tras el boom latinoamericano no hay tendencias; que lo único que une a los escritores latinoamericanos jóvenes es, por ejemplo, la admiración por el escritor chileno Roberto Bolaño. Y el peruanomexicano Mario Bellatín agregaba que la libertad del arte recién hoy, en el siglo XXI, es posible, ya que en la década de los ochenta había primero que escribir como García Márquez o Vargas Llosa. “Hoy cada cual escribe lo que quiere y todas las exploraciones y todos los caminos son válidos”, decía Bellatín.

“Hace mucho tiempo que las tendencias ya no son demasiado claras. Este proceso se inició en los años cincuenta y sesenta con los escritores, justamente, del boom, que hicieron una labor de convergencia. En Carlos Fuentes puedes ver que bebió de todas las fuentes; puedes ver rasgos del realismo mágico, del realismo urbano, de Dos Passos, de la literatura fantástica, de Borges y Cortázar, y el relato protagonizado por el lenguaje”. En ese universo, aclara que tampoco ha sido fácil encasillar a Alejo Carpentier, a Juan Carlos Onetti y a Jorge Luis Borges. “Me parece que hace 50 años se produce una libertad de corrientes, de tendencias. Incluso se vuelven cada vez más difíciles los límites entre la ficción y la no ficción”, advierte.

Pero el fenómeno que le sucede a la literatura latinoamericana, con sus múltiples tendencias, no es aislada, sucede con toda la literatura contemporánea en general. González Vigil dice que debemos recordar a intelectuales como el mexicano Fuentes, quien ante estas circunstancias podría decir que la nueva narrativa hispanoamericana ya acabó con el realismo del siglo XIX y XX, que la novela ya no es un espejo de la realidad, aunque tampoco se podrá afirmar que ha desaparecido el realismo sino que adquiere otras variantes. Que hoy hay nuevas propuestas, como los relatos de no ficción. “El realismo se ha vuelto tan exacerbado que es muy difícil separar las memorias, la autobiografía, el documento. El desprestigio del realismo como que ya no tiene sentido”. Ni tampoco va a desaparecer. “Se hacen balances muy apresurados”, dice González Vigil, pidiendo tiempo pasar a la siguiente página: el surgir de la narrativa del siglo XXI. (JVV)

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