Cecilia Podestá
Cuentos audaces Cuentos audaces

Por Ricardo González Vigil
Fuente: Lunes 6 de Junio del 2011
http://elcomercio.pe/impresa/notas/cuentos-audaces/20110606/770852

Causa asombro cómo Cecilia Podestá (Ayacucho, 1981) está llegando a los 30 años de edad con una trayectoria creadora ya tan sólida –artísticamente hablando– y compleja –en puntos de vista, niveles de la experiencia humana y recursos literarios–, con un dominio completo del registro lírico, épico-narrativo y dramático casi sin parangón en las letras peruanas surgidas en el presente milenio.

Los rasgos líricos, narrativos y dramáticos se entretejen en todos sus libros, sean estos poemarios, piezas teatrales y, ahora –completando su exploración de los consabidos tres grandes géneros literarios, división solo referencial, de valor muy relativo, cuando se trata de una autora que se inscribe en el legado vanguardista reactivado por la posmodernidad–, su primer volumen de cuentos que, a la vez, funciona como una armazón novelística, dinamitando los acostumbrados límites entre cuento y novela, invitando a una segunda lectura, la principal, en la que el libro es mucho más que la mera suma de las partes.

Pende un hilo narrativo en sus poemarios: “Fotografías escritas” (2002), cual textos al dorso de una serie de fotos; “La primera anunciación” (2006), con una versión que desmitifica la Anunciación a la Virgen María; y “Desaparecida” (2008), integrado por carteles pegados en las paredes y los postes de nuestras calles, concebidos como las hojas del diario íntimo de una persona desaparecida en el marco de la violencia generalizada en el Perú.

De otro lado, la vibración poética nutre sus piezas teatrales; por ejemplo, “La canción de Cayetano” (2007) acoge la tradición andina de las lamentaciones (ayatakis) y los parlamentos líricos de las personas muertas (que vuelven al lugar de su desdicha) del teatro Noh japonés, pero también las creencias indoamericanas sobre las almas en pena, tan fuertes en su tierra ayacuchana, y que encontraron una plasmación magistral en la novela “Pedro Páramo” de Juan Rulfo.

En lo concerniente a “De cabeza sobre el pasto amarillo”, actúan dos planos narrativos. El primero, con un lenguaje descarnado (para el que nada queda fuera de escena busca que emerjan nuestras tinieblas más sucias haciendo trizas las máscaras que impone el “contrato social”) y un ritmo convulso, obsesivo y envolvente hasta el desangrarse final en los últimos párrafos de cada cuento, desnuda las vivencias tanáticas (fobias, sadomasoquismo, impulso parricida y autoaniquilación de cabeza sobre el pasto amarillo, como subraya el título y lo escenifica explícitamente la p. 39) de sus “personajes marginales, infelices, rotos y solos” (p. 54).

Pero ese conjunto de “cuentos asquerosos” (p. 53) posee un segundo plano de corte metaliterario, en el que el libro habla del libro que estamos leyendo, en concordancia con el deseo de Cecilia Podestá (aparece así, con su nombre y varios de sus datos autobiográficos: estudiante sanmarquina, editora y autora a la que le interesa “más la poesía que la narrativa”, pero que opina que la poesía es un “género negado” en nuestros tiempos, p. 56) de “ser una gran escritora de cuentos audaces”.

Audaces no solo por los temas y los vocablos ‘asquerosos’, sino por la irreverencia e ingenio con que postula que ella solo escribió el primer cuento y que un obrero es autor del tercero, compuesto hace 15 años, después de lo cual dejó de escribir y volvió a hacerlo cuando Cecilia lo busca para publicar ese cuento junto con el suyo y él terminará escribiendo el segundo, basado en una idea de Cecilia, y el cuarto en el que plantea el juego metaliterario que da proyección novelística al volumen.
 

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