José Watanabe
Murió el gran poeta José Watanabe Murió el gran poeta José Watanabe

Por Gonzalo Pajares Cruzado
Fuente: Peru21, Lima 27/04/07

José Watanabe era el poeta de las cosas simples y cotidianas, del desierto, del mar y de los animales. De las piedras aladas y de un Jesucristo totalmente humano, de aquel que se hizo Dios porque habitó entre nosotros. Watanabe era capaz de darle dimensión espacial a lo terrenal, de transformar un gesto en sentimiento, de convertir una piedra en poesía. Es decir, era un alquimista, un transformador del mundo con el más bello producto de la creatividad humana: la palabra poética.

Mestizo, peruano, poeta. El poeta nació en 1946, en Laredo, Trujillo. Fue hijo de un inmigrante japonés y de una norteña de origen serrano. Su vida cambió cuando su padre ganó la lotería. Con el premio, su familia pudo trasladarse a Trujillo y, allí, Watanabe pudo recibir la educación que no hubiera podido tener en su amado -y siempre rememorado- Laredo natal.

Su primer libro, Álbum de familia (1971), nos descubrió a un poeta que le corría a la retórica y que, a través de lo cotidiano, podía alcanzar profundidades emocionales, existenciales. Por este poemario recibió el premio Poeta Joven del Perú (que también obtuvieron César Calvo y Javier Heraud).

Luego, fiel a su carácter, guardó un silencio poético de 18 años, aunque con esporádicas apariciones de textos suyos en revistas literarias. En 1989 publicó El huso de la palabra, un libro que muchos consideraron el mejor poemarios editado en el Perú de los 80.

Watanabe no solo se dedicó a escribir poesía. También fue autor de guiones para películas y telenovelas. Escribió los de La ciudad y los perros, Maruja en el infierno y Alias la Gringa. Además, se sumergió en el mundo de la dramaturgia al hacer una particular versión de Antígona, de Sófocles.

En 1994 publicó su tercer poemario, Historia Natural, donde imaginó nuevas fábulas. Watanabe declaró entonces: "De alguna manera, la parábola es una forma de conocimiento y allí aplicaba la técnica del hayku: decir las cosas que he visto, pero con una cierta complicidad para que se entienda otro nivel debajo de lo dicho". Por su origen oriental y su mesurada personalidad, el poeta encontró en el hayku japonés otro vehículo de expresión poética. En 1999 editó Cosas del cuerpo, que terminó por confirmar su calidad. Hasta ese momento, Watanabe había publicado cuatro poemarios redondos. Por este motivo, alguien manifestó -con mucha razón- que era un poeta incapaz de escribir un mal poema.

En 2002 le dio dimensión humana a Jesús en el hermoso poemario Habitó entre nosotros. Allí, la voz de Cristo atraviesa el tiempo y nos habla -habitantes escépticos del siglo XXI- no de religión, sino de fe.

Quizás por esto, su prestigio cruzó nuestras fronteras y sus libros empezaron a ser publicados en otros países, especialmente en España, donde su poemario La piedra alada (2005) encabezó, durante ocho semanas, la lista de los libros 'más vendidos' y, en los balances literarios, fue elegido como uno de los mejores editados ese año. El suplemento Babelia, del diario El País, señaló entonces que "Watanabe era el poeta 'más singular' del idioma hoy en día".

Para demostrar su fértil creatividad, el año pasado publicó Banderas detrás de la niebla (Peisa). Sobre sus versos en este libro, nos dijo: "No soy un poeta que piensa en la gran 'trascendencia' de los poemas. Yo vivo como cualquier persona, y en esa cotidianeidad aparecen, de pronto, esas verdades súbitas. esas 'banderas detrás de la niebla'. No hablo de la 'gran verdad'. Quizás llego a ella por medio de la cotidianeidad".

Esta noche, por tu ausencia, será imposible que descansemos en paz.
 

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